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Algunas piezas del rompecabezas argentino para armar (o desarmar)

Fuentes: Rebelión

Ley bases, represión y después…

A pocos meses de gobierno de Javier Milei, una parte muy significativa de la población se moviliza contra las medidas que va tomando y rechaza visceralmente sus leyes, decretos y anhela que pague por su crueldad. Por otro lado, están lxs que aún “le dan tiempo” y esperan que salga algo bueno del gobierno, pero no han mostrado vocación de movilización por lo que la concurrencia, en todos los eventos oficiales, ha sido magra.

Sádico e impiadoso con el pueblo y rastrero frente al poder económico, Milei se jacta de “destruir el Estado desde adentro” y pretender un Estado mínimo, pero en la realidad lo reconfigura como omnipresente arma del capital contra el pueblo, así como en herramienta para incrementar la acumulación de ganancias corporativas.

La “ley bases” es apenas la punta del iceberg de lo que pretenden (ya la Cámara de Comercio de los Estados Unidos la consideró insuficiente). La represión y las detenciones ilegales -que intentan desanimar al pueblo y liquidar el derecho a la protesta y otras garantías democráticas-; los despidos, el aumento descomunal de la pobreza y la indigencia, el hambre de nuestro pueblo y tantas tragedias más, obligan a pensar en la urgencia de derrotar al gobierno. Parece una verdad de Perogrullo, pero no parecería ser la prioridad de gran parte de las organizaciones políticas y sindicales, que destinan sus energías a negociar y consensuar algún aspecto parcial y por, sobre todo, a prepararse para el 2027, guardando silencio de tumba ante todo lo que está pasando. Para esta gente, mostrar vocación “democrática” se resume en: negociar, entregar, aguantar y esperar.

La remanida frase «el amor vence al odio» devino en excusa para la inmovilidad de los satisfechos que suponen que en la democracia no hay enemigos sino “adversarios”, en vano intento de ocultar antagonismos sociales irreconciliables tras “consensos” imposibles. Como escribe Nina Ferrari “Que violenta la calma con la que los empachados nos dicen que agradezcamos las migajas”

El indigno espectáculo que brindó el Congreso, con negociaciones –algunas a la luz del día y otras por debajo de la mesa-, mientras el lobby empresarial se relamía, multiplica la indignación que va creciendo desde abajo. Una indignación que desborda multitudinariamente los causes que se le presentan, como las esporádicas convocatorias cegetistas, o la marcha en defensa de las universidades y la educación pública, pero, que no ha tenido tiempo ni ha sabido aún construir sus propios cauces.

El pueblo, aún disperso y enfrentando múltiples frentes de batalla, evidencia estar dispuesto a dar pelea. Millones se contabilizaron en las manifestaciones que hubo en estos meses a lo largo y ancho del país. Pero converger en una voluntad popular articulada no resulta sencillo, en una realidad que aparece inédita y confusa, con ataques simultáneos en todos los frentes que entorpecen que se teja una lucha compartida. El gobierno de Milei, estratégicamente, ataca todas las áreas de la vida del pueblo trabajador (empleo, salud, educación, DDHH, etc) con la convicción certera de que la multiplicidad de conflictos, si no se articulan, nunca ponen en crisis al poder.

Nunca tanto como ahora necesitamos articular las broncas en un solo ramillete como antídoto a la orfandad que provoca la defección de las dirigencias sindicales y políticas. La ausencia de gran parte de la CGT en la movilización contra la “ley bases” y el temprano retiro de la dirigencia que concurrió – que minutos antes de que comenzara la represión recordó que había dejado la leche en el fuego y salió a los rajes-, confirma una vez más que su conducción se siente más cómoda en los despachos y directorios y gestionando “servicios” para lxs trabajadorxs, que en las asambleas de trabajadores y en sus luchas. La promesa de la Superintendencia de Salud de volver a girarles fondos, así como quitar de la ley bases la eliminación de los aportes sindicales obligatorios bastó para aplacar su impostada combatividad.

En este marco, resulta imprescindible aprovechar las esporádicas convocatorias de lucha, acompañar e impulsar las medidas contra los despidos y en defensa del salario, retomando los mecanismos de auto-organización desde abajo y evitando que la búsqueda de la unidad para enfrentar al gobierno opaque la necesidad de acabar con las burocracias y refundar las organizaciones sindicales. Y está visto que no será –en su gran mayoría- “con los dirigentes a la cabeza” sino viceversa, y con organizaciones que reconstruyan la fuerza y el dañado tejido de relaciones sociales, políticas y culturales del pueblo trabajador.

La “casta” está de fiesta

Ajena a la preocupación de llegar a fin de mes y a todos los sufrimientos que padecemos las inmensas mayorías, gran parte de la clase política deja correr la ofensiva del gobierno, discutiéndole aspectos parciales que sólo dan cuenta de una miserable puja de intereses. Hábilmente y con medias verdades, Milei la bautizó como “casta”, para intentar mostrarse en la vereda de enfrente, aunque compartan la defensa de similares intereses económicos, el verdadero poder que mueve sus hilos. Los medios les lavan la cara denominando “oposición dialoguista” a lo que no es más que un “oficialismo vergonzante”, mientras distrae de lo que es importante para el pueblo. Temas como la crisis del PRO o las pujas internas en un peronismo sin propuestas y en disgregación, el terraplanismo de Lemoine o que una diputada “libertaria” acuda a sesiones con un patito Kawaii en la cabeza se suceden sin solución de continuidad y aparentando ser claves en la realidad nacional. Poco muestran en cambio las medidas y acciones que configuran un futuro desastroso, como la reforma laboral y la entrega de nuestros bienes comunes y territorios.

Tampoco son “tapa” ni “tendencia” para la casta mediática, las luchas que nuestro pueblo está dando. Como la que se libró en Misiones -mientras se trataba la ley-, donde docentes, trabajadorxs de la salud, tareferos, pueblos guaraníes articularon sus reclamos sabiendo a quienes se enfrentan y demostraron en unidad y solidaridad que existen otras prácticas políticas, no asimilables al egoísmo de “mercado”. “Detrás de toda esta crisis que está reventando en Misiones, está el modelo extractivo” sostuvo certeramente el referente docente misionero Rubén Ortiz, quien sin dudas tiene convicciones y no un patito Kawaii en la cabeza. Temerosos que esa lucha sea una semilla que se multiplique y germine, intentaron ocultarla tras una protesta policial más coyuntural e infértil, e ignoraron el triunfo popular. En estos días, en Corrientes, el pueblo comienza a levantar su cabeza.

A esta altura ya se confirma lo que para muchxs era una obviedad: el gobierno de Javier Milei no vino a acabar con la “casta” política y sindical, sino a independizarla aún más de la voluntad popular y a tornarla más dependiente del poder económico empresarial.

A pocos días de un nuevo aniversario del asesinato de Darío y Maxi, vale recordar y reivindicar su actualidad y ejemplo desde sus vidas cotidianas, sus luchas, sus pensares políticos y sociales, hasta el instante en que les arrebataron la vida, de que son posibles otras prácticas políticas, diferentes a las que nos venden como únicas. Que, desde abajo, entre todxs, en las asambleas, se pueden construir saberes y formas de enfrentar al poder más productivas que en cualquier “clase magistral”; que los aprendizajes que se cocinan en las calles y los cortes de ruta, en cada barrio, en cada espacio de lucha, continuamente los podemos reaprender y resignificar, para imponer nuestros reclamos y construir nuestro propio rumbo y alternativa popular. En este rumbo podremos encontrar la única vía realista para acabar con las “castas” política y empresarial, que blanden al unísono la motosierra contra el pueblo.

Lo loco no quita el objetivo criminal

Tanta megalomanía e impiedad pueden llevar a concluir que enfrentamos a una banda de saqueadores comandada por un “loco” a quienes, en algún momento, desplazaremos para volver a la “normalidad”. Sin obviar que algún tipo de patología alberga el despiadado personaje que nos gobierna, esta “locura” funciona en sintonía con la fisonomía del capitalismo, que acentúa su “normalidad” criminal al extremo de colocar a la humanidad al borde de la extinción. Un capitalismo que, en su crisis civilizatoria, ensaya nuevas gobernabilidades. Como señala Pablo Gandolfo, “las ultraderechas son el experimento, aún inacabado, de la fórmula orgánica mediante la cual, el capital concentrado aplicará su programa, tras el progresivo agotamiento de la fórmula neoliberali.

Esta “locura” no es un caso aislado de nuestro país, sino es expresión del capitalismo mundial. Lo reconoció sin disimulo el multimillonario Warren Buffet, accionista de la General Motors, Coca Cola, Apple, Bank of América, American Express y otras tantas, así como hombre de consulta del empresariado mundial -lo que le valió el apodo de “oráculo de Omaha”-, que lo expresó con sus palabras, “hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y vamos ganando”.

Milei -más allá de su locura o gracias a ella- es una herramienta que utilizan en esta guerra los Rocca, los Elsztein, Eurnekian, Galperin, Mindlin, Pérez Companc, Roemmers, Bulgheroni, Grobocopatel, Lewis y otros tantos dueños del país. Sin olvidar personajes como la general yanqui Laura Richardson, o la subdirectora del FMI Gita Gopinath, que supervisan nuestro país como si fuera de su propiedad. Como toda herramienta puede ser descartada o reemplazada en caso de dejar de resultar útil, No sería de extrañar que una vez que Milei haya hecho el “laburo sucio”, se lo reemplace por alguna combinación de la derecha supuestamente “sensata”, como Pichetto, Rodríguez Larreta, Lousteau, Massa, Jaldo, Jalil, Sáenz y tantos otros de ubicación diferente pero similar calaña. El peronismo no se encuentra exento, en su enorme mayoría, de este realineamiento a la derecha. Incluso Villarruel, en sintonía con Mauricio Macri, se posiciona en la línea de largada para una eventual sucesión. Tampoco faltan las voces “progres” que ya alardean de “amplias” pregonando la necesidad de unirse a mucha de esta gente. Haber hecho campaña por Scioli no parece haber dejado enseñanzas en algunxs. El “malmenorismo” es una de las razones de la encerrona actual, pero pareciera ser una enfermedad incurable.

El nivel de fortalecimiento que han alcanzado los grupos económicos cada vez más concentrados es inédito y no alcanzará esta vez con revivir el “que se vayan todos”, si en sintonía no se adoptan medidas contra las corporaciones y se avanza en romper el sometimiento nacional. En estos días, el propio Milei, que endiosa a los “héroes” corporativos, mientras espera dólares ve como la Sociedad Rural y grandes comercializadoras del agro, como Cargill, Molinos, Dreyfus, Aceitera General Dehesa y otras tantas, se sientan sobre 42 millones de toneladas de granos esperando otra devaluación para vender. Alberto Fernández había tenido la oportunidad y necesidad de tomar algunas medidas que toquen ese poder, como ocurrió ante la estafa de Vicentín, la concesión de la hidrovía Paraná o la deuda macrista, pero retrocedió en chancletas. El costo de no haber avanzado no lo pagó él sino todxs nosotrxs.

La deuda, un eslabón central en la cadena de dominación

El sometimiento nacional tiene como eslabón central a la deuda. Honrar la deuda devino en la gran meta nacional y en motivo para justificar cualquier sacrificio. En la búsqueda desesperada del dólar se profundiza el extractivismo -que saquea y destruye territorios y pueblos-, y se sacrifican vidas y derechos para implorar dudosas inversiones. Como señaló Maurizio Lazzarato, “en el sistema capitalista, la deuda no es, en principio, un asunto contable, una relación económica, sino una relación política de sujeción y servidumbre. Infinita, inexpiable, impagable, sirve para disciplinar a los pueblos, imponer reformas estructurales, justificar ajustes autoritarios, e incluso suspender la democracia en beneficio de “gobiernos técnicos” subordinados a los intereses del capitalii.

Desconocer la deuda no arrojaría a la Argentina a los fuegos del ostracismo internacional -como amenazan interesadamente desde el poder- sino que permitiría comenzar a saldar una deuda insoslayable con el pueblo que viene sufriendo de despojos y precariedad en su vida. Encarar este camino implicaría, además, abrir caminos de hermandad con los pueblos de América Latina, tal como ocurrió con el no tan lejano repudio continental al ALCA.

La recurrente falta de dólares –bautizada como restricción externa- ha sido analizada y abordada con múltiples planes y miradas, pero resulta irresoluble ante la sumisión de la clase dirigente. La industrialización sustitutiva, que predominó desde mediados de la década del ’30 hasta los años ’70 –al realizarse de forma distorsionada bajo parámetros dependientes-, no dio lugar a un desarrollo soberano y armónico sino agravó esa falta, al requerir dólares para la importación de maquinarias y componentes. Valgan como ejemplo la industria automotriz o la de electrodomésticos, armadurías de componentes importados. La remisión de utilidades, al compás de la acelerada extranjerización empresaria, así como la fuga de capitales-siempre bendecida por generosos blanqueos- y el pago de intereses de la deuda, agravan la crisis, mientras construyen un “sentido común” que abrió la puerta a que se viera con expectativas la propuesta de Milei de “dolarización”, pócima mágica por la que nunca faltarían dólares.

La ofensiva de Milei va más allá del ajuste, contempla un cambio de fondo que liquide todo rastro de la estructura económico-social anterior, tanto de los agónicos restos del “Estado Benefactor” como el entramado remanente de la etapa de sustitución de importaciones que, para la mirada del capital, representan un ineficiente despilfarro de recursos y de dólares. El cierre de 3.559 pymes según informe del CEPA, en los primeros tres meses de este año, el salto en el desempleo y el acelerado deterioro de la salud y educación, no son entonces resultados no queridos, sino buscados por el gobierno y ampliamente aplaudidos por el empresariado concentrado.

Los delirios de Milei respecto a una Argentina potencia del siglo XIX, -más que su mirada acerca del pasado revela su visión de futuro- apuntan a una Argentina agro-exportadora, complementada ahora con energía y minerales, trabajadores sin derecho alguno y plena libertad para despojar a los pueblos originarios, como era entonces. La crueldad del gobierno ancla en esta aspiración, con el consecuente costo de millones de pobres y excluidos, miles de empresas pequeñas destruidas y provincias -las que no exploten sus “recursos naturales”- tratadas como inviables. La corporación Techint, con varios hombres en importantes cargos en el gobierno, es un buen ejemplo de la transformación reprimarizadora que se pretende de Argentina, mientras su actividad principal, con Tecpetrol, va mutando de la siderurgia a la extracción petrolera.

Milei aspira al Nobel de economía, pero más anhela imitar a su admirada Margaret Thatcher, para quien “la economía es el método, pero el objetivo es cambiar el corazón y el alma”. Milei no conoce de sutilezas. Para intentar cambiar el corazón y el alma del pueblo trabajador cuenta con los palos y las balas de Patricia Bullrich y con la colaboración de la Justicia, llena de fiscales y jueces como Stornelli.

Es más que dudoso que Milei sea capaz de lograr tal transformación en el corazón de nuestro pueblo y que de esta destrucción, surja un modelo medianamente estable para el capital. Se enfrenta a un pueblo trabajador, que una y otra vez ha demostrado su fortaleza y combatividad. Asimismo, Milei marcha a destiempo. Mientras la Thatcher impuso el modelo de un neoliberalismo naciente, en un país imperial, Milei intenta profundizarlo bajo un capitalismo en crisis, en un país que cruje por su dependencia. En este marco, el “Pacto de Mayo” que Milei pretendía fundacional, aparenta ser uno más de sus desilachados actos. Pero las principales batallas están aún por darse.

En defensa de las garantías democráticas y por otra (y real) democracia

Los ataques del gobierno a los derechos democráticos, como el derecho a la protesta o el desmantelamiento de las áreas de DDHH, no tienen parangón en los 40 años de vigencia de este régimen político. Desde ya, sin olvidar a los 39 asesinados por las fuerzas represivas durante la rebelión popular del 2001, o a Aníbal Verón, Daniel Solano, Teresa Rodríguez, Darío Santillán, Maximiliano Kostecki, Mariano Ferreyra y tantos otros caídos, o a los miles de chicos asesinados por el “gatillo fácil”, o a los ataques a las organizaciones populares que ya se intentaron antes de Milei, como el protocolo antipiquetes que envió Cristina al Congreso en el 2014 o las auditorías a las organizaciones sociales que implementó Tolosa Paz desde el Ministerio de Desarrollo Social, bajo el gobierno de Alberto Fernández. Antecedentes tendientes a desarticular los sectores en lucha y disciplinar al pueblo, que dejaron el terreno abonado para que Milei siembre su ofensiva ampliada, de manera acelerada, porque sabe que no cuenta con tiempo. E intente legitimar y legalizar jurídicamente el accionar represivo y la eliminación de garantías democráticas. Defender esos derechos y garantías contra la ofensiva gubernamental/empresarial, en la mayor unidad posible y sin exigir certificados de “pureza”, constituye una de las tareas esenciales hoy. Prueba de esto la liberación de parte de lxs detenidxs en la represión el día de la sanción de la Ley Bases gracias a la unidad sin precedentes de espacios políticos y de DDHH tras ese objetivo.

Junto con esto una de las batallas que tenemos por delante es la lucha por otra y real democracia, opuesta por el vértice a las actuales instituciones, que habilite y aliente el protagonismo del pueblo. Resulta una necesidad para articular mayorías y evitar un futuro cada vez más oscuro, al tiempo de hacer realidad que nuestro pueblo pueda “comer, curar y educarse”, promesas de aquella democracia que recuperábamos tras el genocida golpe militar, cívico y eclesiástico y que hace 40 años nos vienen negando. Una democracia que habilite el control o incidencia popular sobre el devenir nacional.

Tal como funciona hoy este régimen democrático, en crisis y desgastado, parió un monstruo como Milei que no encuentra límite desde dentro de las estructuras podridas y carcomidas por la corrupción, el poder del capital y la hipocresía descarada de la “casta”.

Sectores del poder empresarial, incluso el FMI, ya expresaron su temor de que el gobierno de Milei, con su brutal y cruel accionar, fisure la gobernabilidad y resquebraje –a los ojos del pueblo- el “consenso democrático” que sostiene el actual régimen y les permitió capear crisis y continuar con sus grandes negocios.

El primero de los consensos fue la consideración del capitalismo –con menor o mayor regulación estatal- como el único sistema social posible. La posibilidad de un futuro emancipado fue clausurada, mientras impusieron la creencia de que no hay otro sistema posible ni lo puede haber, bajo amenaza de retorno a la dictadura como única alternativa. Un consenso con tal fuerza que lograron que, aún muchxs que reivindicaban a las generaciones previas a las dictaduras, las que peleaban por un proyecto anticapitalista y el socialismo, relegaran a las sombras esa pelea y redujeran su homenaje a destacar su valor y sacrificio.

Un segundo consenso incuestionable es el rechazo a la acción colectiva y a la movilización como forma de impulsar transformaciones sociales. La “democracia” se presentó como antítesis de la dictadura, para ocultar que en realidad se construyó como un régimen antagónico al poder popular. Como sanciona nuestra Constitución, el pueblo no gobierna y ni siquiera tiene derecho a deliberar y peticionar, bajo pena de incurrir en “sedición”.

El tercer consenso incuestionable es la aceptación del sometimiento nacional. Cualquier mención al imperialismo fue tildada de trasnochada, mientras la soberanía solo se mentó para dar brillo a algunos discursos, sin consecuencias prácticas. El pago de la deuda externa -su eslabón central- resulta incuestionable y política de Estado de todos los gobiernos que tuvimos, salvo cuando la irrupción popular de fines del 2001 impidió que se siguiera pagando por algunos pocos años.

Hoy, ante la feroz ofensiva antidemocrática del gobierno, ya surgen voces que aconsejan defender y fortalecer los “consensos democráticos. Una mirada crítica que denuncie y revele como de ellos deriva la fortaleza y esencia antidemocrática del actual régimen político, puede ser un primer paso para una alternativa política y social del pueblo trabajador. Pensar y delinear colectivamente un régimen verdaderamente democrático, cuyos “consensos” impulsen el protagonismo popular, en el cual, la práctica política no se reduzca a la de un individuo aislado y encerrado en un “cuarto oscuro”, sino constituya una práctica colectiva y comunitaria.

Las posibilidades de transformación ya existen en nuestro pueblo

Como izquierdas no podemos quedarnos solo en la descripción de la crisis, o esperando encabezar escenarios de revueltas y rebeliones. Es vital que nos atrevamos a mostrar futuros posibles y dignos. Reconstruir la fuerza y el tejido comunitario para llevarlo adelante y no quedarnos en islas utópicas, sino aportar a construir sujetos colectivos que sientan su capacidad y poder en el presente.

Milei supo canalizar el enorme descontento y frustración social, proponiendo una supuesta sociedad «libre y sin casta». Prometió un futuro mítico -asimilado a un pasado de paz y tranquilidad, conservador e ilusorio- sin pobres que corten calles, sin mujeres que conmuevan la estructura familiar patriarcal al clamar por sus derechos y libertades; sin trabajadores que hagan huelgas o pueblos que defiendan al ambiente ante un “inexistente” cambio climático. Prometió un futuro sin nada que constituya un estorbo para el “progreso” que sólo las empresas traerían. Construyó un perfil místico, creyéndose Moisés con sus tablas de la ley, que a través de un “pacto de Mayo” firmado junto a lo más rancio de la “casta”, plasmará sus mandamientos con mirada clasista, cruel, perversa y miserable.

Frente a la integralidad de la ofensiva planteada, no alcanza con enfrentar sus funestas consecuencias. Es imprescindible que construyamos la alternativa de un país y sociedad distinta, solidaria e igualitaria, opuesta al futuro que augura Milei y al capitalismo patriarcal, saqueador y dependiente. Que no se limite a defender los derechos amenazados, sino aspire a superarlos, partiendo de la realidad de nuestro pueblo, que hoy en día desconoce gran parte de esos derechos. No se trata de levantar planteos caracterizados por su radicalidad, sino de proponer alternativas que sean visualizadas como factibles y necesarias, aunque no se limiten a defender lo instituido, sino a acabar con esta realidad insoportable.

Las posibilidades de transformación ya existen en nuestro pueblo, que construye embriones de otra sociedad dentro de ésta. ¿Quién no siente esos embriones en marchas o encuentros feministas, sororas, festivas y combativas? ¿O en una empresa recuperada, que se ha atrevido a desplazar a un patrón y seguir produciendo? ¿O en una asamblea ambiental, defendiendo con uñas y dientes el territorio del que somos inseparables, o defendiendo el agua para vivir? ¿O en una comunidad originaria? ¿O en las asambleas que dan sus primeros berridos en varios barrios?, ¿o en los espacios culturales populares? ¿o en los medios de comunicación alternativos, que no se guían por intereses mercantiles ni corren tras los “sobres”? Y podríamos seguir enumerando. Habrá que multiplicarlas en la lucha contra la barbarie con que nos amenazan. Articularlas, convidar y comprometernos con otras propuestas y valores, evitar la comodidad de lo conocido, aspirando sin temor a pretender y luchar por el poder para la transformación. No este poder que conocemos y repudiamos. Sino el poder popular, democrático y colectivo.

Notas:

i Gandolfo Pablo. Javier Milei y Santiago Abascal: amor al odio y fascismo de mercado. El Salto, 20/05/2024

ii Lazzaratto, Maurizio. Gobernar a través de la deuda, Amorrortu, 2015

Publicado originalmente en ContrahegemoniaWeb

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.