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Alemania, recesión y suicidio

Fuentes: Rebelión

La supuesta imbatibilidad de la clase burguesa y su control sobre todo lo que sucede en los diversos estados, es una idea que venden los medios; una idea que se centra, obviamente, en las grandes potencias imperialistas.

Nos dicen; los técnicos de los propietarios de los medios de producción, distribución y financieros, sean políticos que estén en el gobierno o sean los think tank de las universidades, prevén todos los movimientos que se van a dar en la sociedad, y si no vendrá un gurú del emprendimiento, el hijo de dueños de minas como Elon Musk, a vendernos sus «sueños» (que son nuestras pesadillas) como la panacea del futuro.

No obstante, lo que dejan claro es que la clase dominante nunca se suicida; podrá equivocarse o dudar entre Trump o Harris, entre Sánchez y Feijóo, entre Macron o Le Pen, … pero nunca toman medidas a sabiendas de que son un desastre para ellos.

Pues bien; dicho todo esto, a la basura. La burguesía alemana, arrastrando con ella a toda la Unión Europea que para eso es su motor industrial, tomó una decisión tras la invasión de Ucrania por Rusia, suicidarse.

Los datos son demoledores, Alemania cerró en recesión el último trimestre de 2023, con una caída del 0,3%. Actualmente, la economía alemana está paralizada. «El estado de ánimo entre las empresas y los hogares es malo y la incertidumbre alta«, aseguran en un informe de primavera de 2024. El motor industrial de la UE está paralizado y no será sustituido por una economía como la española, que por mucho que crezca, no lo hace sobre la base de una potente industria, sino por el sector servicios, el turismo.

Nadie se suicida si no tiene unos motivos muy serios para hacerlo, y en el caso alemán fue tomar una decisión que le lleva a perder su papel como una de las principales potencias imperialistas, en un momento en que la competencia entre ellas se está trasladando al terreno militar. La lucha por la hegemonía mundial está dejando de ser «una guerra con palabras» a ser una guerra caliente en toda regla.

Alemania, tras la invasión forzada de Ucrania por Rusia, tomo una decisión que solo le ha traído recesión y retroceso social, apoyar de manera fanática la guerra fomentada desde Washington, con los Verdes a la cabeza del militarismo, y enfrentarse al que le suministraba un gas barato que le permitía tener una industria exportadora competitiva en el mercado mundial.

Tan fanática fue su adhesión al militarismo impuesto por los EE.UU. en la Cumbre de la OTAN de junio del 2022, que hasta justificaron el acto de guerra que fue la destrucción del gasoducto Nord Stream por los “sospechosos habituales” de la guerra sucia. Una destrucción que a Rusia ni le venía ni le iba, pues controlaba el interruptor y con haber cerrado las compuertas le llegaba. Ahora Alemania tiene que comprar el gas para mover su industria al “amigo americano” de Wim Wenders, y no precisamente a precio de saldo.

Lo que forzó al suicidio

Lo que sorprende es el porqué la burguesía alemana, la que creció con la Ostpolitik de Willy Brandt y el pragmatismo de Merkel respecto a sus relaciones con Rusia, se ha hecho tan fanática del militarismo norteamericano, con las consecuencias nefastas que están sufriendo.

Primero hay una condición histórica que determina muchas de las decisiones del capital alemán; fue la gran derrotada de la II Guerra Mundial. A Japón le impusieron una constitución, pero permitieron que el emperador Hiro Hito siguiera al frente el estado y respetaron parte de su poderío industrial, sin embargo, en el caso alemán fue todo lo contrario; los bombardeos de alfombra de la II Guerra destruyeron el grueso de la industria alemana que fue reconstruida con la ayuda del capital yanqui y el plan Marshall, y el régimen nazi fue desmantelado.

Fruto de esa derrota, tanto en Alemania como en Japón se instalaron miles de soldados de las potencias aliadas, de los que ahora solo quedan los estadounidenses. En el caso alemán, desde 1945 están ubicados más de 40.000 soldados en la base de Mannheim, así como el mando de la fuerza aérea estadounidense para Europa en la base de Ramstein; a las que hay que añadir las demás bases que tienen en toda Europa, desde la de Rota en el Estado español hasta la de Aviano en Italia.

Es obvio que la presencia de miles de soldados son una fuerza de ocupación que determinan muchas decisiones políticas, sobre todo en un momento en el que los EE.UU. han decidido que prepararse para una guerra con Rusia y China es una prioridad. Unos EE.UU. que no dejan de perder terreno en el mercado mundial ante el poderío chino y sus aliados de los BRICS, metidos en una campaña de desdolarización de la economía mundial que solo puede llevar al colapso de la economía norteamericana.

En este marco de unas contradicciones agudísimas por el control y la hegemonía del mercado mundial entre los dos gigantes, los EE.UU. y China, Alemania, como toda la UE, pasan a ser peones en el tablero, y lo que les suceda les importa bien poco si con ello debilitan a su gran competidor, China.

De paso, también, y como daño colateral, hunden a un posible competidor como la Unión Europea y su euro, que desde su aparición y sin buscarlo conscientemente, había erosionado el dominio absoluto del dólar como moneda refugio ante las crisis. Un carácter de refugio que les permitía financiar su incalculable deuda pública y privada con la “máquina de hacer dólares”; que importaba endeudarse si fabricamos la mercancía -el dólar- con la que sueña medio mundo.

El euro le hizo perder este carácter de única moneda de refugio, pero no su hegemonía absoluta; el “gigante económico con los pies políticos de barro” que es la UE no podía, ni quería, ir hasta el final. Pero, hete aquí que aparece el yuan chino; y este sí se mete en la batalla inter imperialista por la hegemonía a través de la desdolarización de las relaciones comerciales entre los estados.

La “bomba nuclear” financiera que sería el traspaso de las deudas privadas y públicas (los ceros que tiene esta deuda son los que uno quiera poner, pues por la “ingeniería financiera” es incalculable) del dólar al yen sería el fin del dominio norteamericano, al que solo le quedaría como defensa su indudable poderío militar.

En fin, el suicidio del capital alemán es una imposición política y militar del “amigo americano”, con la promesa de que si China y Rusia son derrotados, volverán a “atarse los perros con longanizas”. Con esta derrota, el mercado mundial dejaría de estar en disputa entre las potencias imperialistas hasta hoy hegemónicas, los EE.UU. a la cabeza, y las emergentes, con China a la cabeza.

La única perspectiva para Alemania, y con ella la Unión Europea, es romper todas las alianzas comerciales, diplomáticas y militares que la están llevando de la mano al desastre. Pero eso, como decían en Irma la Dulce, “es otra historia” puesto que los gobiernos europeos son parte del problema; están tan imbricados en esas alianzas con el “amigo americano” que ni se lo plantean; lo que les convierte en parte del problema.

Más allá de divergencias puntuales, la alianza entre los EE.UU. y la UE es estratégica, saben que sus destinos están ligados por mil hilos históricos, financieros, diplomáticos y militares, y no se va a romper salvo que los pueblos lo impongan para reconstruir una unidad real, no basada en relaciones de poder sino de fraternidad y solidaridad.

Galiza, 30/09/24

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.