Después de las elecciones del pasado 26 de octubre se necesitan propuestas de acción eficaces. El gobierno de extrema derecha avanza y profundiza sus lazos con los factores de poder locales e internacionales. Es hora de respuestas que no se ciñan a contener el ataque sino que se proyecten a la recuperación de la iniciativa popular.
Al fondo del patio trasero
La actual situación del país requiere como primera mirada una ubicación en el plano internacional. Se vive un momento de ofensiva de EE.UU en América Latina. La que sigue la lógica de la disputa por la hegemonía con China y de las prioridades de EE.U.U en torno a privilegiar la protección de su mercado interno. Y la correlativa apertura de los mercados de la región a sus exportaciones de bienes y servicios y a las inversiones de esa procedencia.
América Latina ha pasado a un orden de prioridad elevado. En respaldo de su propósito de reconstrucción de la hegemonía continental el imperio multiplica sus agresiones. El asesinato de tripulantes de embarcaciones en el Caribe, la instalación en la zona de portaaviones y tropas y las operaciones de inteligencia y fake news contra los gobiernos de Nicolás Maduro y Gustavo Petro son elocuente muestra de esa línea de acción
En esa situación el gobierno argentino ha elegido la política de alineamiento completo con el gigante norteamericano, en detrimento de los vínculos con otras partes del mundo. No hay voto en los organismos internacionales en el que no se reproduzca la posición norteamericana en la materia. No hay medida de política económica que no dé un trato favorable a los intereses norteamericanos.
Desde el norte se despliega el impulso para que Argentina sea un peón fundamental en la política de EE.UU en lo que ellos llaman el “hemisferio occidental”. No ya el “Comando Sur” sino toda la maquinaria económica, política, militar e ideológica imperial se halla abocada a ese objetivo.
Estimula y respalda con particular complacencia el inusitado nivel de subordinación del gobierno de nuestro país. Ve como una nota adicional digna de su aprecio el incondicional sustento por parte del presidente Javier Milei de las políticas del Estado de Israel. Ese apoyo que ni siquiera parpadea a la hora de la celebración del genocidio en curso en Gaza.
El episodio reciente de salvataje financiero por parte del Tesoro estadounidense profundizó la relación subordinada. Desde el norte se cierne una virtual intervención de la política económica argentina y una penetración en todos los ámbitos de la vida nacional, que puede colocar al país al borde de la disgregación.
Vale como un ejemplo la supeditación total en materia de defensa, seguridad, administración de “justicia” y migraciones. En ellas se copian sin ambages las acciones y procedimientos llevados adelante por el gobierno de Donald Trump.
Un refuerzo trascendental en el mismo sentido es el acuerdo comercial en curso, en el que todas son ventajas para EE.UU y obligaciones asumidas por Argentina. Sin duda hay un componente de reciprocidad frente al vital auxilio que prestó el Tesoro a la hora de disputar con éxito las elecciones de medio término.
La efectividad que tuvo esa inaceptable intromisión a la hora de allegarle votos al actual oficialismo debería ser un toque de atención sobre cómo ha penetrado en la sociedad argentina la noción de que el beneplácito de EE.UU es fundamental para el devenir de nuestro país. En especial pero no exclusivamente en el terreno económico.
La admiración ilimitada por la potencia del norte por parte de los gobernantes argentinos hace aparecer a sus ojos como incuestionables la identificación con los intereses y propósitos imperiales.
El común posicionamiento en la extrema derecha facilita todo el proceso. La agenda económica va acompañada por la “batalla cultural” en pos de propuestas regresivas en todos los campos. Para señalar sólo tres áreas en esa línea:
a) El negacionismo y la reivindicación de las políticas represivas anteriores y contemporáneas a la última dictadura; b) el antifeminismo, que se manifiesta desde la supresión de organismos de atención a las mujeres hasta el proyecto de quitar de la legislación penal la figura del femicidio. Y c) La inclinación anti movimiento LGTBQ+. Ésta se diferencia porque a principios de 2025 y ante brutales declaraciones presidenciales contra les homosexuales generó una multitudinaria movilización caratulada como “antifascista”, con un efecto de parcial disuasión sobre las políticas de odio que los “libertarios” aún no pudieron revertir por completo.
Esa “batalla” suscita la aprobación entusiasta de agrupaciones y think-tanks de la ultraderecha norteamericana. No por nada llueven con fluidez los premios y galardones para Milei.
El resultado electoral y sus causas
El miedo a una catástrofe incidió en el resultado electoral favorable para el gobierno. Ante los terminantes indicios de que la actual gestión perdía el control de la situación cambiaria y financiera, la entrada en escena de Donald Trump y el secretario del Tesoro Scott Bessent fue percibida por amplios sectores como la única posibilidad de eludir el abismo. Y torció numerosos votos en dirección a La Libertad Avanza (LLA).
La baja de la inflación fue otro vector de sufragios hacia el oficialismo. Aunque se dé en una situación de estancamiento económico, destrucción de empleos y disminución de poder adquisitivo, la mera posibilidad de enfrentarse a un escenario más previsible y calculable ha producido una extendida sensación de relativa mejora frente a la situación existente a fines de 2023.
Resta saber si esa aquiescencia se sostendrá en medio de los aumentos de precios de los servicios y la disminución de la capacidad de consumo. Por ahora el “efecto elecciones” parece manifestarse en un toque de optimismo por parte de amplios sectores de la población, pese a lo apretado de su situación económica.
El fantasma del fracaso del gobierno anterior ha tenido su influjo en el resultado de los comicios, incluso en sectores que han sido votantes del peronismo y hoy ya no lo perciben como una oferta atractiva. A su vez se consolidó el voto antiperonista tradicional, que ignoró las “terceras vías” liberal-conservadoras y optó, con más o menos entusiasmo, por el voto a candidatas y candidatos de Milei.
Ha sido poco y nada analizada la posible incidencia electoral del sostenimiento por parte del gobierno de algunas políticas sociales de tipo asistencialista. La Asignación Universal por Hijo (AUH), por ejemplo, fue actualizada incluso por encima de la inflación. Esto le puede haber acercado votos en los sectores más pobres. No se trata sólo de la existencia de “pobres de derecha”, que los hay, sino de cierta preservación frente a las generalizadas políticas de ajuste.
Otro factor a tener en cuenta es cierta idea de “orden” que La Libertad Avanza encarna mejor que otros partidos, a fuerza de discurso reaccionario, punitivismo y restricciones contra las y los migrantes. La tendencia de amplios sectores de la población de buscar el enemigo hacia abajo en lugar de hacia arriba se ve contemplada en la virtual “guerra” contra pobres y vulnerables que el gobierno enarbola como un galardón.
La “limpieza de las calles” de piqueteros y otras ocupaciones del espacio público jugó asimismo un papel que no debería desdeñarse. El gobierno de Jorge Macri en la Ciudad de Buenos Aires tomó con ahínco el mismo sendero, en un comportamiento ya indiferenciable del desplegado por el gobierno nacional.
El apoyo a LLA se nutre además de la agenda regresiva en materia de género y disidencias y la equívoca revaloración de la familia tradicional y la religión. El espíritu machista tradicional y hasta el ejercicio de la violencia abierta se sienten avalados
Tuvo su parte la falta de atractivo de la mayoría de las otras ofertas electorales. En particular el peronismo no tuvo propuestas contundentes al tiempo de que daba la impresión de estar sumido en discusiones internas inacabables, ajenas por completo a los intereses de los ciudadanos y ciudadanas “de a pie”.
“Frenar a Milei” como consigna exhibía una actitud a la defensiva y ponía de manifiesto la orfandad de acuerdos programáticos mínimos como para lanzar una plataforma afirmativa, que esbozara un rumbo diferente.
Las propuestas de “centroderecha” no hallaron eco suficiente en medio de la polarización. Tuvo que ver que la encabezaran figuras y corrientes que jugaron sobre todo al “opooficialismo” según momentos y circunstancias a lo largo de los dos últimos años. No resultaron verosímiles a la hora de diferenciarse tanto de LLA como del peronismo. Su voto contrario a algunas de las iniciativas legislativas del gobierno tuvieron un tufillo oportunista que no pasó inadvertido.
Hoy corren en auxilio del vencedor, ratificando la cercanía del gobierno que habían disminuido o abandonado a lo largo de 2025.
PRO por su parte parece encaminarse al empequeñecimiento o incluso a la extinción. Aliado al oficialismo en una posición muy subordinada, cada vez más entre sus dirigentes optan por pasarse al mileísmo. Con o sin renuncia previa a su afiliación al partido fundado por Mauricio Macri.
Un poco más alejados del entorno presidencial, el sector del radicalismo porteño encabezado por Martín Lousteau y la Coalición Cívica tampoco encontraron el eco esperado. No fueron alternativa ni siquiera en el plano local. Los intentos de diferenciarse como “centroizquierda” rayaron por su parte en la completa irrelevancia.
La actuación electoral de la izquierda fue más que digna y abre expectativas de que pueda proyectarse hacia una incidencia más fuerte a escala nacional. La que le permita postularse como una alternativa real frente a los medios tonos que predominan en otras “oposiciones”. Han mantenido cuatro bancas de las cinco en disputa.
Ingresa de nuevo como diputada nacional Myriam Bregman, en una renovada ocasión para proyectarla en mayor grado como figura nacional. No es un detalle que por primera vez en un par de décadas haya una dirigente de izquierda de indudable resonancia popular.
Los “libertarios” en su hora triunfal
Hoy el gobierno presidido por Milei se percibe legitimado por la victoria electoral para el avance en las “reformas indispensables”. Las que le reclaman los grandes empresarios locales; los actuales o potenciales inversores externos, los medios de comunicación dominantes, los organismos internacionales y el gobierno de Trump.
La reforma laboral y la tributaria forman parte de la agenda parlamentaria inmediata. A los ojos de las clases explotadas o marginadas son verdaderas “contrarreformas” que prometen privar de derechos a quienes aún los poseen, junto a la profundización del hundimiento de quienes se hallan privados de niveles mínimos de protección.
Frente al desconcierto y la desarticulación de otras fuerzas políticas, LLA exhibe con éxito la cooptación de voluntades. En el Congreso y las de los gobernadores provinciales. En esos campos no hay propuestas alternativas ni oposiciones firmes. A lo sumo la voluntad de imprimir cierta “moderación” en parte de los planteos del gobierno y de obtener ventajas a cambio del respaldo que se brinde.
Es muy probable que la discusión y aprobación del presupuesto para 2026 refleje sobre todo las posiciones de la “ortodoxia” económica a ultranza. El dogma del equilibrio fiscal y el ajuste permanente ha penetrado como nunca antes.
Entre quienes sostienen su respaldo a la actual administración está instalado cierto sentido común de que no habría ninguna alternativa que no produzca más temprano que tarde un desastre generalizado. La “motosierra” permanente sería una respuesta apta para alejar la amenaza del caos “populista”.
La contrarreforma del trabajo
La reforma laboral encabeza la nómina a la hora de una reforzada ofensiva del capital sobre el trabajo. El abaratamiento de los despidos; incremento de facultades de los empleadores, debilitamiento de los convenios colectivos de trabajo por actividad, son indicios inequívocos.
En el mismo sentido va la reducción de “costos” derivados de los derechos de los trabajadores, la extensión de la jornada laboral, sin compensaciones, mayor libertad patronal para el otorgamiento de vacaciones. El abaratamiento de los despidos es buscado por todos los medios, vía creación de un fondo financiado con fondos previsionales, con previsible impacto sobre los futuros haberes de jubilaciones y pensiones.
Además de las cortapisas a las huelgas y otras medidas de fuerza. Y las limitaciones a las asambleas en el lugar de trabajo. Son puntos salientes, entre otros, de la verdadera “contrarreforma” que se pretende emprender.
Pareció quedar para otro momento la restricción del financiamiento de los sindicatos. Los aportes obligatorios no serán tocados. Parte de la derecha valora el papel de aliado vergonzante que cumple la dirigencia sindical. También están quienes apuestan a la desarticulación de las resistencias si no se tocan a fondo los intereses corporativos.
La fragmentación de les trabajadores y sus efectos políticos
Los cambios en el proceso de trabajo forman parte de un proyecto de reestructuración y disciplinamiento integral de la sociedad argentina. Cuentan a su favor con la creciente heterogeneidad y fragmentación de trabajadores y pobres.
Pesan en la dirección de las modificaciones desde arriba la caída del trabajo formal y el alza de modalidades laborales que incluyen aislamiento en el proceso de trabajo y/o la dilución de la situación de asalariado que da lugar a que ramas enteras de trabajadores queden sin protección.
Se expanden los empleos creados en el capitalismo de plataformas; el trabajo remoto desde la casa, el desempeño temporario y mal pago en el comercio, los servicios y los trabajos domésticos y de cuidado. Van en línea con la configuración de sectores de trabajadores que permanecen ahora ajenos a cualquier tradición de acción colectiva. No encuadrados en sindicatos u otras organizaciones.
Se encuentran así propensos a desarrollar una perspectiva individualista, que sólo confía en el esfuerzo personal como vía de mejora de la situación o al menos de posibilitar la mera supervivencia.
Sostiene las ilusiones del tipo “ser mi propio patrón” y hasta la visión de los y las trabajadores formales como “privilegiados”. Lo que se potencia en el caso de los trabajadores estatales, cuyos despidos masivos suscitan indiferencia y a veces beneplácito.
Un espacio económico, social y cultural que resulta castigado en sus condiciones de vida y de trabajo y estigmatizado en el plano racial y cultural es el de les trabajadores migrantes. Se les descalifica por “ilegales”, incluso cuando no lo son, o por presuntos delincuentes. Se los acusa de “vagos”, de “narcos”, de adictos a sustancias.
Cuando no caben esas caracterizaciones se apunta hacia el consenso de quienes nacieron en el país, bajo el argumento de que vienen a quitarles el trabajo. Se recurre incluso a viejos subterfugios acerca de una “argentinidad” a la que se supone amenazada sin ningún argumento válido.
Nada que sorprenda de una clase dominante que dedicó décadas a la expulsión de extranjeros y a la represión de gremialistas, intelectuales críticos, estudiantes o simples vecinos no nacidos en estas tierras. Lo que sí sería desacostumbrado e injusto es que sectores populares conscientes no alberguen una solidaridad básica con las condiciones en que viven y trabajan los hermanos de clase venidos de otros países.
Las actuales formas de vida y de trabajo asimismo pueden contribuir a la desafección hacia la política, el abstencionismo electoral, el rechazo en conjunto de todos los partidos e ideologías. “Contribuir” y no causar. La sustancia de la crisis de representación está dada porque la creencia de que “los políticos hacen la suya y no nos dan nada” se corresponde muy a menudo con la realidad.
Alimentan también esas actitudes los reiterados fracasos de la institucionalidad a la hora de generar mejoras en las condiciones de vida y de trabajo. Y la ampliación de la disposición de bienes sociales básicos como la salud, la educación, la infraestructura, la vivienda.
Es fuerte la incidencia del descrédito de una dirigencia política formada en gran parte por millonarios nada creíbles a la hora en que proclaman su identificación con los intereses populares o hallarse al servicio del “bien público”.
Eso allega legitimidad a los outsiders de LLA, hoy ya sacudidos por episodios escandalosos, que sin embargo no alcanzan la difusión de los grandes juicios en curso contra los episodios de corrupción detectados durante los gobiernos kirchneristas. Aún pueden acusar de “casta” a los adversarios sin que la imputación se les vuelva del todo en contra. Se verá cuánto perdura esa resiliencia.
Las reformas inmediatas y las siguientes
No hay tanto detalle sobre la reforma tributaria en ciernes. Sí nos atenemos a la orientación general del gobierno caben pocas dudas acerca de su eje central: Disminución de los impuestos a las grandes fortunas y a las ganancias y operaciones empresarias. Y como “reemplazo” más impuestos indirectos que afectan el consumo de la población. También más sectores asalariados incluidos en el pago de impuesto a las ganancias.
Hasta hubo versiones de que se suprimiría o se reducirá el alcance del régimen de “monotributo”. Quienes hoy se acogen a ese sistema quedarían incorporados como “autónomos”. Con mayor costo, sin obra social y con complejidades sobrevinientes.
También será presentada una propuesta de reforma de la legislación penal de sesgo punitivista muy marcado. Incremento de penas, disminución de garantías procesales y garantías de impunidad para las fuerzas represivas serían algunos de esos elementos.
Otro, la profusión de nuevas figuras delictivas, que seguro estarán teñidas de la interesada obsesión del gobierno estadounidense por el “narcotráfico” y el “terrorismo”. Y la asociación de cualquier conducta a la que se quiera perseguir con esas actividades ilícitas. A las que, como de costumbre, no se reprimirá en sus núcleos más elevados en cuanto a dinero y poder.
Se le suman otras reformas, algunas ya en forma de proyectos de ley emanados del “Consejo de Mayo” y otras todavía como borradores o trascendidos. Entre ellos el proyecto de “reforma educativa”, dotado de un fuerte sesgo “desregulador” y privatista.
La propuesta manifiesta desenvolverse “en el marco de la libertad educativa y del derecho preferente de los padres a elegir la educación de sus hijos”.
Las escuelas podrían determinar a su albedrío los planes de estudio y los calendarios escolares. Además de la carga horaria, con la sola limitación de un mínimo bastante bajo. A los padres correspondería la designación y el eventual desplazamiento de los directivos de las escuelas.
La injerencia estatal quedaría limitada a un rol “subsidiario”, con las decisiones principales en cabeza de la iniciativa privada. Las familias podrían también por la enseñanza en el hogar como alternativa a los establecimientos escolares.
También se podría optar por la educación “virtual”, complementada con exámenes presenciales. No cuesta imaginar el nuevo campo para el negocio educativo que pueden abrir las alternativas “hogareñas”. Ni el carácter elitista de su utilización, sólo al alcance de familias de ingresos elevados.
Iría acompañada por la implantación de un sistema de vouchers y otras asignaciones directas a las familias como vías de financiación de establecimientos educativos de calidades muy diferentes, a voluntad y disposición de recursos de las comunidades educativas. Los integrantes de la “generación del 80” tan reverenciada por el gobierno se erizarían ante tamaño desmantelamiento de lo que ellos llamaban la “educación común”.
Para las universidades se prevén restricciones a su financiamiento, atado al número de estudiantes y de materias aprobadas y la acentuación de mecanismos de auditoría. Resulta superflua la aclaración de que la autonomía universitaria no está entre los valores sostenidos por el proyecto.
En los últimos días crecieron los rumores sobre la modificación de la ley de glaciares, por supuesto en el sentido de liberar la expansión de la megaminería y otras explotaciones dañinas del ambiente. Y predadoras de la disponibilidad de agua.
El conjunto de estas “contrarreformas”, de ser aprobadas, contribuiría a una reestructuración de la sociedad argentina en ruptura con buena parte de las políticas de los últimos 80 años. Un retorno en lo posible al lapso anterior a 1945.
Y una apuesta de futuro a nuestra sociedad como un escenario para las superganancias financieras y el extractivismo. A la que se sumaría una miope integración al mercado mundial tributaria de la superpotencia en decadencia. Completada con la fuerte renuencia a cualquier asociación con otros países susceptibles de la explotación y desarrollo de intereses comunes.
Los avances del gobierno y las resistencias
Es frecuente la pregunta de por qué no hay reacciones más fuertes frente a los recortes que hace el gobierno sobre recursos financieros y puestos de trabajo en el ámbito del Estado nacional. Las hubo y los hay en sectores como el universitario, los jubilados y jubiladas o el de auxilio a personas con discapacidad. Pero no alcanzan a generalizarse.
La lucha del hospital Garrahan fue coronada por un triunfo luego de suscitar las más variadas solidaridades. Constituye un precedente significativo. No se corresponde todavía con una tendencia más amplia y persistente.
Ocurre además que el Estado es percibido por una amplia porción de la población como ineficaz, parte de los problemas y no de las soluciones. Eso facilita la penetración de las ideas privatizadoras, desreguladoras, de supresión o achicamiento de organismos públicos. Y de despido masivo de trabajadoras y trabajadores estatales, como ya escribimos.
Están en avance ataques que podrían desarticular el sistema científico y tecnológico, afectado por una ofensiva signada por la oposición a que Argentina tenga un sistema científico propio, sobre todo en materia de investigación básica y en ciencias sociales. Allí también hay movimientos resistentes, aún sin la fuerza suficiente como para la detención del impulso destructivo gubernamental.
En el campo de la llamada actividad privada, los paros generales y las movilizaciones multitudinarias parecen archivados. Ya no ocurren como en las primeras etapas del gobierno actual. Reticencia de la dirigencia, sin duda. También cierta apatía de trabajadores y trabajadores “de a pie”. La discusión parlamentaria de la contrarreforma laboral acaso produzca una reactivación apreciable del movimiento.
Si el arco visual se lleva más lejos que el Área Metropolitana de Buenos Aires puede encontrarse luchas localizadas y persistentes en diferentes territorios. Como los esfuerzos de los pueblos originarios por los territorios ancestrales. O las diferentes manifestaciones en defensa del ambiente frente a intromisiones del poder del capital que pretenden arrasar con todo.
En estos días ha tomado fuerza renovada la lucha por el agua en la provincia de Mendoza. La concesión para minera San Jorge en la zona de Uspallata, a punto de ser convertida en ley por la legislatura provincial, ha sido respondida por masivas manifestaciones, aún en curso y en crecimiento.
La tradición de una provincia afectada por la permanente escasez de los recursos hídricos conecta con la revuelta de 2019, que resultó triunfante. Este combate tiene un componente trascendente:
Exterioriza un entendimiento entre intereses del capital trasnacional, gobernación de la provincia, legisladores del distrito y gobierno nacional que constituye una condensación de los enemigos a los que hoy se enfrentan las demandas populares.
Enfrente tiene un arco variopinto de organizaciones predispuestas a la acción convergente y a la ocupación del espacio público. Por añadidura el conflicto pone en evidencia el papel rector del poder económico en el mismo. La táctica de quedar asolapado bajo “los políticos” o los funcionarios corruptos no funciona en este campo.
En lo que respecta a las políticas de agresión contra los derechos humanos en toda la línea, una amplia gama de organismos da la pelea cotidiana contra las pretensiones de impunidad para los genocidas, y la destrucción de las políticas de memoria. Se destacan en ese campo las acciones impulsadas por el Encuentro por la Memoria, la verdad y la justicia.
Se aproxima el quincuagésimo aniversario del inicio de la última dictadura cívico militar, empresaria y eclesiástica. Se prepara una movilización unificada y de dimensión histórica en repudio a ese tenebroso aniversario y de reafirmación de décadas de empeño de todo el movimiento de derechos humanos. Sería un jalón gravitante no sólo para las causas específicas sino en pos del rechazo activo de todas las políticas del actual gobierno.
¿Qué gestión como ésta más teñida de voluntarios y conscientes elementos de herencia de la dictadura? No sólo la represión en su fase “legal” sino también la política económica, laboral, de “defensa”, “seguridad” y “justicia” son retomadas a la distancia por la cohorte de admiradores de Jorge Rafael Videla y sus adláteres que hoy ocupan posiciones de poder.
El movimiento obrero
Un parágrafo aparte merece el ámbito obrero y sindical. Es cierto que todavía no hay una movilización generalizada en protesta por la política antiobrera en curso. El papel de la CGT bordea la ignominia. Ya casi no muestra otros reflejos que la defensa descarada de los intereses corporativos. La central hasta se halló representada en la mesa del “Pacto de Mayo”, usina oficial de la “reforma laboral” y de los demás atropellos. Apenas se retiró a último momento.
Las dos CTA no encuentran, o no buscan, un camino muy diferente. Cabe más que nada el rescate del papel que juega la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que tiene en curso medidas de fuerza de desparejo cumplimiento. La otra central, la CTA de los Trabajadores, quedó entrampada en el “cristinismo” a ultranza. Y alguna banca en el poder legislativo, que no marca tendencia.
En el ámbito privado cierres de plantas, despidos y suspensiones son la escena de cada día. Para citar sólo un ejemplo, la empresa alimenticia Mondelez ha suspendido a todo su personal. Más de 2000 trabajadores afectados.
La producción industrial no es la única en situación crítica. Una compañía del ramo del seguro como Galeno, dedicada a los riesgos del trabajo, se halla en curso de quiebra. Ya resuenan los cuestionamientos a Jorge Sola, secretario general del sindicato del ramo y reciente integrante del triunvirato de conducción de la CGT.
El poder sindical burocrático no convoca asambleas de trabajadores ni otras acciones “por abajo”. Frente a esa inopia deliberada, aparecen aquí y allá intentos de movimiento desde las bases, enlazadas con algunas de las mejores tradiciones de las corrientes combativas y clasistas del gremialismo.
Encarnan el enfrentamiento con una conducta sindical que sólo tiene la negociación permanente como horizonte. Y vacila cada vez menos en el perjuicio a los intereses de sus “representados”. Se amplía la tendencia al “oficialismo permanente”. Una buena parte de la dirigencia ha sido menemista, kirchnerista (a regañadientes), simpatizante de PRO, etc.
Hoy alterna alguna objeción a la contrarreforma laboral con la ausencia hasta del más desleído “plan de lucha”. Y el espíritu “dialoguista” por sobre una actitud de oposición más o menos seria. No hay una corriente fuerte en el seno cegetista que propicie otra política de modo activo y con capacidad de decisión y acción. La hubo en ciclos neoliberales anteriores, hoy ya no.
El propósito reciente y extendido de constituir una “Mesa de Coordinación Obrera de la Zona Norte”, es un suceso auspicioso en cuanto a articulación desde abajo. Si se expandiera a otras áreas geográficas podría ser un polo de articulación y unidad que las luchas obreras necesitan cada vez más.
La ostensible deserción de la burocracia sindical puede estimular el florecimiento de las alternativas resistentes. Con la honestidad y la defensa activa de las condiciones de vida y trabajo como estandartes que pueden ejercer atracción.
También hay tentativas de coordinación y unificación en espacios combativos dentro del movimiento docente. Hay allí seccionales y sindicatos de base y agrupaciones combativas que se hallan dispuestos a la defensa de la educación pública, los salarios y las condiciones de trabajo de una manera que apunte a superar las tendencias a la dispersión y el aislamiento.
En el movimiento de jubiladas y jubilados existe una multiplicidad de organizaciones. Han conseguido allí una instancia de coordinación que hace que primen los factores de convergencia respecto a los inevitables desacuerdos entre tradiciones ideológicas y fuerzas políticas diversas.
La nostalgia de la dictadura
El aval electoral no sólo lo utiliza la presente gestión en materia de política económica y social. Además lo toma como respaldo, lo mencionamos más arriba, de una agenda ultraconservadora. La “batalla cultural” librada contra cualquier perspectiva progresiva, sea en el terreno que sea y sin olvidarse de ninguno, o casi.
Una dimensión destacada en ese sentido es la reivindicación de las fuerzas armadas y el desmontaje de las políticas de derechos humanos. El nombramiento en el ministerio de defensa de un general hijo de un genocida al que nunca criticó es un paso trascendente en esa dirección.
Se vuelve a la figura del ministro militar después de más de cuarenta años. Y se lo hace en cabeza de alguien formado a la sombra del terrorismo de Estado.
De un contenido de carácter simbólico y no por eso irrelevante, ha sido la imposición del nombre de feroces represores a las escuelas de formación de la policía. Ramón L. Falcón y Alberto Villar fueron la encarnación de dos épocas en las masacres de trabajadores y militantes populares que hoy se viene a reivindicar.
También con valor simbólico pero en su caso con cientos de millones de dólares de por medio ha sido la compra y ahora la llegada al país de viejos aviones F16. Fueron descartados por obsoletos por las fuerzas armadas de Dinamarca, las vendedoras. Se exploró en su momento la adquisición de aeronaves de procedencia china, vetada por los mandamases norteamericanos.
Cabe la pregunta de con qué sentido y para qué hipótesis de conflicto se incorporan esas armas. Lo mismo que la interrogación sobre si el estentóreo “no hay plata” del presidente no rige para gastos militares. Necesidades esenciales pueden quedar desatendidas sin fecha de reposición. La provisión de las fuerzas armadas parece ser un imperativo impostergable.
La compra es entre otras cosas un acto de demagogia, destinado a reafirmar la alianza con las fuerzas armadas que ya remarcamos. La llegada de los aviones, con exhibiciones y “vuelos rasantes” incluidos, constituye un alarde de modernidad ficticia y patrioterismo digno de fuerte rechazo.
¿Hay una perspectiva de cambio?
A la hora de evaluar las posibilidades en el corto y aún en el mediano plazo, aparece la necesidad del aporte de imaginación y espíritu innovador por parte de quienes pretenden luchar contra la actual orientación gubernamental.
Las transformaciones han sido muchas y no cabe reiterar programas y retórica propios de épocas pasadas. Los trabajadores industriales “en blanco” y con contratos sin plazo de vigencia no tienen ya el peso de hace cincuenta años. El trabajo informal, precarizado y “por cuenta propia” crece. La pobreza se mantiene en niveles muy altos. Las posibilidades de ascenso social, apreciables en un pasado no tan lejano, se vuelven distantes e inestables.
El universo de los trabajadores necesita un nuevo acercamiento y análisis acerca de sus problemas y potencialidades. Ello incluye el abordaje de las contradicciones más flagrantes, como la pervivencia de un sindicalismo corporativo y burocratizado, que mantiene sus espacios de poder aunque sea cada vez menos representativo, al que ya hicimos referencia.
La clase obrera “tradicional” y formalizada no debe con todo ser descuidada y mucho menos dejada de lado. Experiencias como la de los trabajadores del neumático o los aceiteros son expresivas muestras de que el conflicto en el seno de la industria tiene no sólo presencia sino capacidad para el enfrentamiento con las patronales con posibilidades ciertas de triunfo. Y de defensa posterior de los logros con más que aceptable eficacia.
El conjunto de los precarizados y desempleados requiere a su vez nuevas formas de trabajo social, político y cultural en su seno. Menos dependientes del Estado, más centradas en la autoorganización y la democracia en la toma de decisiones.
Cómo plantarse con perspectiva de triunfo
No hay pensamiento crítico ni acción transformadora viable en Argentina si no es a través del ofrecimiento de otro horizonte a los millones de personas afectadas de una u otra manera por una crisis que implica a todo el sistema. Y que con las peculiaridades que atañen a nuestro país, forma parte de un fenómeno mundial.
Es un imperativo la salida a la esfera pública con la idea de que hay soluciones y existe un futuro deseable. Lo que equivale a la posibilidad de una democracia auténtica, de una acción comunitaria que supere el aislamiento y la búsqueda de salvaciones individuales.
Es imprescindible la formulación por la positiva, sin limitarse a la crítica de lo existente. La postura defensiva, del tipo “hay que frenar a Milei” no sólo no alcanza, como vimos, sino que tiene un componente de capitulación, de repliegue a la defensa de posiciones anteriores, sin ambición de avance ni ímpetu combativo. En el mejor de los casos sólo interpela a los ya convencidos.
Hay que salir a la disputa de quienes se abstienen de votar o lo hacen por La Libertad Avanza sin mayores expectativas, como una preservación frente a supuestos males mayores.
Es hoy notable la marcada atonía de quienes deberían ocupar el lugar de la oposición y mostrarse como portadores de un proyecto de país distinto al del ultraliberalismo reaccionario. Tal falencia le proporciona un crédito adicional al gobierno, sin duda.
El peronismo aparece en situación de debate interno permanente. Incluso exhibe rajaduras y divisiones. Que por ahora no se han generalizado. Tampoco se han contenido con eficacia. La coexistencia conflictiva de un liderazgo tradicional en declive (CFK) y del incipiente y cuestionado del gobernador bonaerense Axel Kicillof es uno de los mayores males, para nada el único.
Hasta parece postularse para la mera administración de lo existente. Incluso salpicada con algunas disimuladas concesiones a lo que llaman siempre “neoliberalismo”. Un artilugio para la elusión de cualquier cuestionamiento a la dictadura del capital. La divisa de la justicia social pierde fuerza. Las “nuevas canciones” se emiten con poca decisión y notas desafinadas.
Tres derrotas electorales consecutivas (a semejanza del ciclo 2013, 2015 y 2017), y un disminuido poder territorial a escala nacional, ya que tienen menos gobernadores que nunca antes, son otros síntoma gravitantes. Un caudal electoral muy por debajo del 40%, cuando el Partido Justicialista tuvo marcas históricas en el borde y hasta por arriba de la mayoría absoluta, es otro indicador de un declive que no aparece sencillo que sea superado..
La oportunidad en medio de las carencias
Esa situación no quita que ella pueda constituirse en una oportunidad para que lleguen a la sociedad con más vigor propuestas efectuadas desde la identificación con los de abajo. Las que no sólo no transan en nada con el sistema imperante sino que pueden erigirse en portadoras de un proyecto alternativo. Del aliento a una sociedad diferente susceptible de tener eco en ámbitos sociales amplios.
Es preciso animarse al debate con reivindicaciones que vayan en diametral oposición a los términos en que se dan hoy las discusiones. Proponer una reforma laboral que disminuya las horas de trabajo en lugar de aumentarlas, que incremente las posibilidades del trabajador de decidir sobre su período de vacaciones en cambio de restringirlas, que aumente la influencia y facultades de las instancias sindicales de base. Y así de seguido.
Antes de que salga a la liza la reforma tributaria urge confrontarla con propuestas de mayores impuestos para los ricos y disminución de gravámenes para quienes tienen menores ingresos y condiciones de vida más modestas. Debe acompañarla la proposición de medidas para garantizar que los recursos obtenidos se aboquen a la satisfacción de las necesidades más apremiantes.
Otros campos propositivos son el abaratamiento de la vivienda y mejora de las condiciones para la construcción, compra y alquiler. La ampliación del acceso a la salud. Una recuperación de calidad de la educación pública y gratuita. Frente a la tendencia a mercantilizarlo todo, el propósito de des-mercantilizar los bienes básicos: Alimentos, medicamentos, vestimenta, transporte público.
No es hora de “moderación” y exceso de prudencia. El enfrentamiento con la sólida ofensiva del gran capital requiere audacia. No puede hacérselo desde la “pequeña política” que tiende a la administración timorata. Se necesita la “gran política”, al servicio de la transformación radical de una realidad indeseable.
La hora de la memoria, la creación y la unidad
Al momento de configurar una conciencia crítica es preciso recurrir a los mejores elementos de la memoria colectiva y a los más apreciables “núcleos de buen sentido” que forman parte del patrimonio cultural popular. Se les asocia la recuperación crítica de la historia de los movimientos populares. No la superficial, teñida de añoranzas, de paralizante menosprecio del presente y de proyección desalentada hacia el futuro.
Una perspectiva histórica apuntada a aprovechar las mejores experiencias, a construir vínculos intergeneracionales. Y a la mayor comprensión de una realidad que múltiples instancias de poder tratan de obturar.
Una exigencia relevante es la de la unidad de las luchas, hasta hoy signadas por la dispersión. Los feminismos; la defensa del ambiente, los derechos de los pueblos originarios, la protección de los migrantes, la defensa de las disidencias, forman parte de un todo. Que tiene un epicentro irrenunciable en la mejora de las condiciones de vida, la conciencia y la organización de trabajadores y pobres.
Se necesita expandir la percepción de que no hay bregas exitosas sin enfrentar el poder del capital. No alcanza con emprenderla contra los “malos políticos”, las mafias, los dirigentes sindicales burocratizados. De aceptar esas limitaciones es sencillo caer en el “corralito” que marca la agenda de la derecha. Son todos emergentes del gran poder económico que los respalda de un modo u otro y al que sirven a conciencia.
Frente al despotismo de los de arriba, con su poder destructivo, debe colocarse la fuerza articulada de los de abajo. La que reemplace el desaliento y el escepticismo que se trata de imponer por la voluntad firme no sólo de resistencia sino de paso a la contraofensiva.
Se necesitan nuevas fuerzas políticas y novedosas organizaciones sociales y culturales que apunten a una “nueva Argentina” orientada a la mayor igualdad y al imperio de la justicia. Dispuestas a una lucha que no es de días o de meses. Que no tendrá soluciones unívocas ni rápidas.
Se halla abierta la discusión de si se necesita un gran partido de trabajadores o bien un frente que aúne a diferentes procedencias y tradiciones. Tal vez no quepan las respuestas únicas y se requiera el trabajo con un movimiento multiforme que avance en la “unidad en la diversidad” con potencia contrahegemónica.
Se necesita profundidad en los planteos. En el mismo grado que la radicalización y formulación por la positiva que señalamos más arriba. La vieja consigna de “la unidad más amplia” tiene hoy urgente campo de aplicación.
Tenemos millones de argentinas y argentinos que no participan de ninguna organización. Una parte de ellos engrosa a quienes practican la abstención electoral, en forma de no concurrencia o voto nulo o en blanco. Es imperativo llegar hasta ellos. Y trocar el componente inconformista de la “prescindencia” en espíritu participativo y disposición a la lucha por cambios concretos. Con real efecto sobre la vida de todos los días y proyección sobre la perspectiva de futuro.
Ya mencionamos la paralela necesidad de interpelación a quienes han persistido en votar a “La Libertad Avanza” más por desánimo o temor que por una apuesta esperanzada. A ellos hay que dirigirse, sin pretensión de que hagan “penitencia”. “El que no salta votó a Milei” es un cántico divertido y pegadizo. No es el mejor recurso en ningún ámbito popular en que esos votantes aún abunden.
Por supuesto, entre los potenciales interlocutores están quienes apoyaron al peronismo en el pasado y dejaron de hacerlo sin adoptar otras alternativas. Y a los que aún le dan su respaldo con una perspectiva crítica o decepcionada con el “movimiento” hoy realmente existente. No es requisito que abjuren de su trayectoria peronista.
Apenas, y nada menos, que se dispongan a identificarse con la mirada transformadora con vocación de futuro. Y a dejar atrás el repliegue en la nostalgia o la apuesta a “regresos” cada vez más diluidos.
El “cristinismo” aparece en declinación. Por más que la libertad de Cristina sea una consigna que mantiene sentido. Y exigiría una movilización consecuente que la dirigencia del PJ ha sido la primera en no impulsar. El encarcelamiento de potenciales candidatos opositores es un golpe artero a los restos del sistema constitucional que nos rige.
El movimiento “Derecho al Futuro” liderado por el gobernador bonaerense, se ha mostrado en falencia justo en lo que daría sentido a su denominación. La espera a que Milei “se caiga sólo” puede tener diferentes destinos. Lo indudable es que es cualquier cosa menos un llamado a la toma de conciencia, la organización y la mirada hacia el porvenir.
Es un momento propicio para hacer convocatorias a la unidad activa y a la resistencia con espíritu de contraofensiva. Indispensable que tengan una formulación inteligente. Con capacidad de interpelación sobre las nuevas generaciones, en parte muy alejadas de la acción social y política y hablantes de otros lenguajes. Llamados distanciados de viejas rutinas y de rituales que han quedado superados. Los que hoy se acercan a un tono melancólico o a consignas que suenan a hueco.
La hora de nuestra democracia
Es hora del refuerzo a la crítica radical a la representación política realmente existente, hoy en un estado deplorable. No basta con la “defensa de la democracia”. Es inexcusable el llamado a construir una democracia nueva, esta sí auténtica.
No dependiente del poder económico. Ni de una “casta” minada por los intereses egoístas y la corrupción. Tampoco al influjo de los conglomerados comunicacionales que reproducen, amplían y predican los dictados de los poderes fácticos, que a su vez integran.
Democracia desde abajo, sin profesionales de la política ni burócratas atornillados a sus puestos. Asociada a los mejores antecedentes del espíritu de comunidad y de herramientas de autogestión. Enfrentada al fingido “republicanismo” de una dirigencia política que saltea cualquier imperativo constitucional o legal a la hora de la imposición de su voluntad.
Articulada en un talante no sólo de participación sino que apunte a un “ahora mandamos nosotros” asentado en la apuesta a transformaciones irreversibles.
Dotada del propósito internacionalista que asimismo tiene una historia tan rica como extendida. Hoy se vuelve un elemento indispensable a la luz del genocidio en curso. Y de los asesinatos a su antojo que propician el presidente Trump y los círculos de poder que lo respaldan con la solícita anuencia del gobierno que padecemos.
Hoy menos que nunca es época de “revolución en un solo país”. Como mínimo el ámbito de nuestra América debe ser el campo para la concepción y puesta en marcha de procesos de transformación de auténtica profundidad.
Se requiere una democracia extendida no sólo a los órganos de gobierno sino a todas las instancias de la vida social. A los sindicatos, a las organizaciones sociales, a los lugares de trabajo de cualquier índole, a los barrios, a las escuelas y a las universidades.
En el pasado hubo fuerzas de izquierda, solapadas con el movimiento obrero, dotadas de la capacidad prefigurativa de conformación de una cultura independiente del poder de la burguesía. Expresada en partidos, sindicatos, cooperativas y organizaciones culturales autónomas. Se necesita recrear esa tradición, con todas las adaptaciones necesarias para ponerlas en consonancia con los tiempos actuales.
Un antecedente valioso más cercano es el de los movimientos y organizaciones de inclinación democrática e independiente que se desarrollaron en nuestro país en el momento previo y posterior a la rebelión de diciembre de 2001. Es posible y necesario retomar esa línea, aún inscripta en la memoria colectiva y en la experiencia, con su componente de independencia popular y de enfrentamiento directo con los factores de poder.
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Quien quiera cambiar a fondo la realidad tiene que abocarse a la construcción desde abajo, el espíritu de comunidad y voluntad de trabajo en común. No hay tiempos de espera ni espacio para especulaciones mezquinas. Ahora es cuando.
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