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Adoctrinar o educar a los niños

Fuentes: Rebelión

En los programas radiales progresistas muchos oyentes llaman despotricando contra el tratamiento del tema de la desaparición forzada de Santiago Maldonado en las escuelas a donde van sus hijos, en el Día Internacional de la Desaparición Forzada de Personas instituido por las Naciones Unidas. La repuesta más inmediata de todo el pueblo democrático es que […]

En los programas radiales progresistas muchos oyentes llaman despotricando contra el tratamiento del tema de la desaparición forzada de Santiago Maldonado en las escuelas a donde van sus hijos, en el Día Internacional de la Desaparición Forzada de Personas instituido por las Naciones Unidas.

La repuesta más inmediata de todo el pueblo democrático es que esos padres son de derecha, que reivindican el genocidio, etc. Esto es totalmente cierto, pero surge la pregunta acerca de si esta respuesta es suficiente para desnudar completamente el sentido de la oposición de esos padres, de manera que, incluidos sus hijos, pudieran comprender en profundidad lo que está en juego.

Si se recurre a un pensamiento formal, limitado solamente a las formas del pensamiento, todo puede llegar a interpretarse como que tiene el mismo valor, reivindicar la aparición con vida de Santiago Maldonado o no, y ambos serían pensamientos legítimos, ¿cómo puede un niño saber cuál es el correcto? ¿Cómo puede saberlo un espectador imparcial, si este pudiera existir?

De manera que no basta para desnudar la profunda perversidad de la posición de esos padres definiéndolos como de derecha, hay explicar en profundidad en qué consiste, explicar que su discurso es formalmente democrático solo en apariencia, hay que profundizar más, hay que explicar todo de manera que nadie pueda decir: «Bueno, yo opino esto, vos opinas lo otro, eso es la democracia». Con ese argumento se puede «legitimar» en apariencia la protesta de los padres y la actitud de algunos maestros de repetir las palabras de la dictadura «Santiago Maldonado está en París», «se fue de viaje a tal lado», «es un discurso político para hacer quedar mal al gobierno», «No estamos en democracia?» «¿No puede cada uno decir lo que quiera?» «¿Por qué obligar a los maestros que opinan distinto a hablar de la «supuesta» desaparición de Santiago Maldonado?» «Esto es adoctrinar a los niños, ésa no puede ser la tarea de los maestros», etc.

Lo que pasa es que el lenguaje formal no alcanza para acceder a la verdad, para percibir la realidad tal cuál es. En primer lugar los maestros que reclaman por la aparición con vida de Santiago Maldonado no «adoctrinan» a los niños.

En psicología se dice que los niños hay que hablarle de algunos temas, como por ejemplo el sexo, en la medida que ellos pregunten. ¿Y qué tiene de raro que pregunten por Santiago Maldonado? Es inevitable. Es algo que está sucediendo. Y en primer lugar la propia familia ha denunciado la desaparición. ¿Por qué razón se puede hablar, por supuesto que con toda justificación, de una joven que hace días que no aparece en su casa, como noticia policial, y no se puede hablar de Santiago Maldonado, sobre quién hay testigos que vieron que se lo llevaba la Gendarmería Nacional?

Si a los niños hay que contestarle determinados temas «de adultos» hasta dónde ellos pregunten, hablar de la desaparición de Santiago Maldonado está también dentro de ese esquema.

Lo que sucede es que los conflictos son reales, hay enfrentamientos entre distintos sectores sociales, y no se puede acusar a un sector de defender su posición cuando el otro defiende el suyo. La lucha ideológica es inevitable. Y es inevitablemente una lucha política. Las distintas ideologías responden a intereses materiales de cada uno de los sectores de clase, no son un invento intelectual. Habrá que adecuar lo que se dice a lo que los niños pueden comprender, pero es obligatorio hablar de todo con ellos.

Se puede resumir lo que es la política con la pregunta ¿Qué hacemos? Qué hacemos con la salud, qué hacemos con la educación, qué hacemos con la economía del país, qué hacemos con todas y cada una de nuestras necesidades sociales. De manera que la política es inevitable, y todos la llevan a cabo constantemente, porque todos se hacen esas preguntas y todos las contestan, mal o bien, de una manera u otra.

Decir que los maestros «adoctrinan» a los niños por lo de Santiago Maldonado es negar una lucha social que se da en la realidad a todos los niveles. La derecha sí necesita adoctrinar, en el sentido de machacar y machacar con el mismo discurso el cerebro y el corazón de los niños hasta que logra que éstos lo internalicen. Al maestro le alcanza con mostrar los hechos de la realidad y explicar cómo se relacionan.

Y para saber cuál es la verdad, para que los niños puedan formar su propio juicio sobre lo que sucede se necesita ir más allá del pensamiento formal, se necesita conocer los hechos reales, y a partir de ahí sacar las conclusiones. Es conocido que los niños no se fijan tanto en lo que dicen sus padres sino sobre todo en lo que hacen, o sea, en sus actos.

La derecha siempre ha acusado a los distintos representantes del pueblo de los pecados que ella misma comete. La corrupción es infinitamente grande en el gobierno de Macri, se puede decir que es su fundamento, su accionar cotidiano. Pero acusa al gobierno anterior de corrupción aunque todavía no pudo aportar ninguna prueba, a pesar de contar con casi todo el aparato mediático y gran parte del sistema judicial.

La desaparición de Santiago Maldonado es una acto terrible de represión que se enmarca dentro de la ofensiva generalizada contra los mapuches, que se viene agudizando hace rato, que no fue generada por actitudes condenables de éstos sino que obedece a una sola causa: que los grandes capitales, sobre todo extranjeros, necesitan las tierras de los mapuches para explotarlas de distintas maneras, minería a cielo abierto, petróleo, cría de ovejas (Benetton, 100.000 ovejas), etc. ¿Por qué justo ahora hay tal ofensiva cuando hace más de un siglo que no existía a este nivel, aunque siempre han estado siempre marginados? Porque el capital concentrado busca desesperadamente nuevas fuentes de ganancia, y hace un siglo estaba ocupado en otros negocios y su avance sobre los pueblos originarios eran menos furibundo que en la actualidad. Pero no es un problema sólo de Argentina, en todo América Latina se da este fenómeno, y hay luchas de resistencia de los pueblos originarios en todo el subcontinente. Y también en Norteamérica.

El gobierno anterior no pudo impedir en su totalidad este proceso, aunque realizó algunas reformas para morigerarlo. Pero este gobierno tiene la política deliberada de satisfacer la demanda de los grandes capitales de apoderarse de todo el territorio mapuche. Es a todas luces una nueva campaña del desierto.

No se puede saber si el gobierno, a través de su Ministerio de Seguridad, mediante la palabra de la ministra Patricia Bullrich ordenó solamente a la Gendarmería ser «dura» en la represión, o incluyó la orden específica de matar a alguien. Pero es evidente que alguna de las dos posibilidades existió.

Hay muchas posibles razones por las cuales el gobierno se niega a devolver con vida a Santiago Maldonado, ante todo el gobierno quiere ratificar su política represiva y convencer a los pueblos originarios y a toda la población argentina que no tiene límites en su política, buscando de hecho intimidar y en segundo lugar desanimar toda resistencia a la ocupación de tierras por el gran capital. En ese panorama general a Santiago Maldonado pueden haberle sucedido distintas cosas en manos de la Gendarmería, no sabemos cuál fue en realidad.

Es evidente que hay una ofensiva no sólo represiva sino de discurso, de mensaje del gobierno, con lo que la discusión en el seno del pueblo se hace inevitable. Es necesario tener claro que quién genera tanto la represión como el discurso es el gobierno, el gran capital, y la defensa de la aparición con vida de Santiago Maldonado, el reclamo generalizado y multifacético de gran parte de la población es una respuesta a esa agresión gubernamental, que se realiza cumpliendo las demandas del capital concentrado.

Hay que decir entonces que la lucha política existe, que es provocada hoy en particular por la ofensiva del gobierno contra los derechos de la población, y que esto los niños deben saberlo, como deben saber tantas otras cosas propias del mundo adulto, pero de una forma que pueda ser comprendida y asimilada a su edad. El niño debe participar de la vida adulta como niño, porque de hecho vive la vida adulta como niño, sufre las consecuencias de las acciones de los adultos, y lo que vive debe poder explicar hasta donde un niño puede comprenderlo.

Los niños deben participar de la vida de los adultos, porque es la realidad en que se mueven y que afecta permanentemente sus vidas. Deben ayudar a colgar la ropa lavada, aunque sólo cuelguen a medias una sola prenda y después se vayan a jugar, y al rato vuelvan, y así. Lo mismo cuando el padre arregla el coche, o cuando alguien cocina, etc. Entran y salen, colaboran con algo, se aburren y se van, pero van conociendo de esa manera poco a poco el mundo. No se trata de que los niños se comporten como adultos, pero tampoco puede ocultárseles lo que sucede en la realidad adulta, que es también su propia realidad.

En última instancia todas son manifestaciones más o menos soterradas, más o menos abiertas, de la lucha de clases. Esa es la explicación de fondo. Pero la derecha niega la lucha de clases, y la clase media progresista no la tiene en cuenta expresamente en sus análisis, sin bien habla de enfrentamiento de intereses y denuncian mucho de la política del gran capital. Pero al no ubicarse decididamente desde la perspectiva de la lucha de clases, que es lo que realmente está sucediendo, aunque las formas en que se manifiesta abiertamente sea menor o mayor según la coyuntura, la clase media progresista no puede explicar con toda la profundidad necesaria la verdadera naturaleza de los enfrentamientos sociales.

La negación de la existencia de la lucha de clases se manifiesta tanto en la conversación cotidiana, como en todos los análisis políticos, sean tanto del progresismo como de la derecha, aunque de una manera muy distinta. Por eso la población piensa sobre la base de la aparente inexistencia de la lucha de clases. Y de esa manera no se puede llegar a comprender cabalmente la naturaleza de los enfrentamientos sociales que padecemos.

Pero no es solamente el gran capital lo perjudicial, es todo el capitalismo, desde el momento que se basa en la explotación humana. Sobre esas bases el capitalismo no puede gobernar con la verdad, necesita mentir y engañar, y también reprimir, no solamente los grandes capitales, sino todo el capitalismo. Las PYMES que hoy está siendo destruidas por el gran capital si pudieran desarrollarse terminarían siendo también ella capital concentrado, grandes capitales. Es la naturaleza del capitalismo. Lo cual no quiere decir que hoy tengan la misma política depredadora del gran capital, y que pueden, por ahora, muy restringida y tibiamente, defender algunos aspectos democráticos.

Los gobiernos del capital concentrado como el actual, no se preguntan cómo hacer para que la población tenga una buena salud, para que funcione bien la economía, sino como hacen para saquear a toda la sociedad sin que esta se rebele de una manera inmanejable. Pero la mayoría de la población cree que un gobierno, sólo por el hecho de serlo, piensa en el mejoramiento del nivel de vida de toda la población, y si no lo logra es porque se equivoca en su política, simplemente, pero no porque tenga otra política.

Y en la medida que los hechos de la realidad pueden llevar a una gran parte de la población a darse cuenta en qué consiste realmente la política de un gobierno como el actual, éste inventa un chivo expiatorio, p. ej., gobierno anterior, el kirchnerismo en general, diciendo que «se robaron todo», cuando nadie que afirma esto pueda dar un solo ejemplo, fundamentado, de algo que se hayan robado. Y cuando este gobierno roba prácticamente en todos sus actos, y hay denuncias fundamentadas sobre la mayoría de ellos.

No nos podemos quedar en el «razonamiento» formal frente a las acusaciones de la derecha de querer «adoctrinar» a los niños. Es necesario partir de la base de que los enfrentamientos existen en los hechos y que es inevitable y obligatorio que se hable de eso de alguna manera con ellos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.