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Una plaga de noticieros asesina a la verdad en público

¿Alguien ha visto a John Reed?

Fuentes: Rebelión

De norte a sur, de este a oeste, antes de dormir y al amanecer arrecia la alienación informativa de los noticieros burgueses. CNN a toda hora, por ejemplo. ¿Es una casualidad? Dicen ser «periodistas», «comunicólogos» esos lebreles entrenados para recoger la presa «informativa», entrenados para traducirlo todo al lenguaje de sus amos, entrenados incluso en […]

De norte a sur, de este a oeste, antes de dormir y al amanecer arrecia la alienación informativa de los noticieros burgueses. CNN a toda hora, por ejemplo. ¿Es una casualidad? Dicen ser «periodistas», «comunicólogos» esos lebreles entrenados para recoger la presa «informativa», entrenados para traducirlo todo al lenguaje de sus amos, entrenados incluso en universidades y claustros de alta alienación, para ahogar la verdad en saliva mercenaria que exhibe, aunque no lo quiera pero con cinismo triunfal, la médula ideológica de un muerto que deambula en las campiñas de la historia: el capitalismo mismo. Eso si, un muerto farandulero adornado con escándalos, corrupción y oscuridad luminosa, como las pantallas de la tele. ¿Dónde está John Reed a estas horas?

Ese show de la impunidad impúdica financiada por la alienación pedagógica de los noticieros quiere educarnos para que vivamos asustados y desesperanzados en un mundo imposible de transformar. Quieren que vayamos al dormir infestados de angustia, infelicidad, miedo… quieren que no pase por nuestra cabeza, y sueños, otra cosa que esa «verdad» transmitida en «vivo y en directo» desde «el lugar de los hechos»… quieren que anide en nuestra inteligencia y corazón esa «realidad» que tiene por respiro único el reino feliz de la publicidad. Ese reino terso, jovial y todopoderoso donde vive un dios degenerado que devora el producto del trabajo. Todo lo que no pertenece a ese reino es «feo», peligroso… hay que resignarse. Noticias para estar «actualizado»

Y no faltan los «profes» que en algunas universidades enseñan a sus discípulos la premisa mayor de cierto periodismo, su piedra filosofal: no pensar… (es decir no pensar libremente), les dicen. Es peligroso[1], queda mal, hay que ser «objetivos», criticar es «setentista», no lo miran con buenos ojos los dueños del medio, los patrones, los que pagan, los que pueden impulsarte si te vuelves dócil, servil, funcional, útil, pues, a la causa originaria que consiste en dejarte explotar, hacerte cómplice de tu propia indignidad para que ellos cobren más caro… acumulen influencias, poder…ganen más, para siempre. Los muchachos incluso pagan (colegiaturas, humillaciones, extorsiones y pleitesías nada baratas) para que les eduquen así. Información exclusiva de última hora: en los pasillos ciertas universidades deambulan estudiantes victimados por educadores cuya integridad ética no aprueba los exámenes más laxos. Alguien haga algo… no lo celebren. A diestra y siniestra se embauca a los estudiantes con el sueño peregrino de volverlos «periodistas» o «comunicadores» famosos sólo porque se sientan ante una cámara a leer «las noticias más importantes hasta el momento». Algunos ensayan en las aulas, y más allá también. Negocio redondo.

Mientras tanto el «mercado» de las noticias compra y vende la nota más «espectacular», lo que reúna al menos tres condiciones del show bussines: 1. que parezca verdad y esconda lo real 2. que demuestre la impotencia de todos aquellos que no sean fuerza viva del stablishment. 3. que genere raiting. Y, a últimas fechas, será noticia de «primera plana» todo lo que contribuya a criminalizar la lucha obrera, campesina, de movimientos sociales etcétera, que simplemente no resista más la podredumbre cínica que les destroza la vida… minuto a minuto y «en el lugar de los hechos». Será famoso aquel que mejor criminalice al enemigo de clase. Quien más lo ensucie, difame, tergiverse, deforme y diluya. No importa que bajeza haya que usar: chistes vulgares, testigos falsos, jueces corruptos, políticos prostituidos, clérigos en desgracia… «líderes de opinión» bien dispuestos a bajarse los pantalones para cobrar fama y dinero porque sus fines justifican a sus noticieros. Y se les paga bien, es decir, mucho. No a todos.

No es noticia, en los medios burgueses, la explotación, incluso la de sus «comunicólogos», no es noticia el triunfo de las luchas sociales que se libran también en el corazón de muchos monopolios de la información. No es noticia la revolución, no es noticia el avance de la conciencia ni la experiencia organizativa de quienes quieren transformar al mundo… cambiar la vida. Son, eso si, materia para noticia evangélica, los huracanes, terremotos, sequías… que suelen ser presentadas como «malignidades» que «castigan» y como suelen «castigar» más a los pobres acaba siendo oportunidad moralizante par advertir apocalípticamente que no se debe ser «pecadores», «desobedientes», indóciles o subversivos. El escenario de la producción informativa, escenario de una lucha semántica, sintáctica y pragmática, es también escenario de la lucha de clases. No se le puede ocultar ni con noticias leídas mientras se encueran,[2] (no es una metáfora) los periodistas. ¿Es ese el colmo?

Efectivamente la industria fabricante de espejismos noticiosos comete un asesinato diario y en público que es un asesinato cultural: la muerte de la verdad. Ante las miradas atónitas de la población, los niños, los adolescentes, los adultos, hombres y mujeres. Y lo convirtieron en negocio. Lindos muchachos, científicos de la «información», «profesionales» de la noticia, «salvaguardas» de los hechos… sepultureros de la verdad. Y rondan impunemente en Venezuela donde quedaron insatisfechos y derrotados los vampiros mediáticos, con una estaca popular en el pecho de sus negocios más oscuros que un día soñaron asesinar un proyecto revolucionario letra por letra y les falló. Rondan en México los buitres que se saborean los festines electoreros, que babean tras los antecedentes de las «celebridades» (porque esconderlos, maquillarlos, también es negocio para «comunicadores). Rondan los mismos vividores en Argentina, Chile, Perú… incluso, algunos, se hacen presidentes. Rondan y ennegrecen detrás de jugos, caldos, sangre «informativa» para mantener la «atención» de ese público al que imaginan postergado para siempre, idiota crónico o idólatra consuetudinario, derrotado para siempre mientras, claro, compre y compre, diarios, noticieros, informativos con «candente actualidad». Dicen.

Mentir sobre los hechos, desfalcarlos, someterlos a intereses de facciones mercantiles o políticas (que suelen ser lo mismo) es un delito contra la humanidad. La moral burguesa consagrada en la ONU y que manipula a su antojo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la moral burguesa que esconde la inspiración originaria antifascista y anti-imperialista de la ONU misma, se llena la boca una y otra vez con la defensa de la «libertad de expresión» pero sólo para ellos. Libertad de expresión que en el discurso burgués significa libertad de mercado noticioso, incluso, para inventar el mundo que a ellos mejor les acomoda a la hora de explotar y alienar a masas enormes de trabajadores. Delito de alta traición que se aprovecha de la inocencia y la ignorancia de pueblos lacerados por la miseria educativa y cultural. Delito de robo agravado por la propiedad privada de los medios para la información colectiva. Delito de secuestro que toma por rehén sociedades que no tienen posibilidad concreta de elegir alternativas ni de luchar contra la hegemonía de los monopolios mercantiles de la información. Delito de usurpación de funciones asumiéndose como voceros de una sociedad que jamás los ha elegido para tales fines. Delito de suplantación de personalidad jurídica y política al asumirse como «cuarto poder»… poder de facto al que nadie parece querer controlar porque «se viola la libertad de expresión» de las empresas mass media, mientras a cambio si se viola y con cinismo la libertad de información de los pueblos. Asesinato, pues, impune y a la vista de todos. Asesinato en la plaza pública.

Esa industria de la alienación basada en producir raiting con noticias faradulizadas, que se apropia la materia prima de los «hechos», pretende consolidarse escuela mundial de lealtades y sumisión con el capitalismo que al mismo tiempo ha sabido convertir, para colmo, en «noticia» la traición, la represión y la brutalidad contra las luchas sociales más avanzadas. Ese acopio de experiencias represivas que ciertos «profesionales de la información» ejecutan también, tan bien, desde las pantallas y las páginas, fue formado progresivamente como industria y máquina de guerra ideológica cuya función es mantener incluso en la familia, las oficinas, las iglesias y las escuelas como «células» de reproducción ideológica del autoritarismo, el capitalismo y el imperialismo.

Familia y escuela sumisos para fabricar individuos sumisos que ven noticias de manera sumisa. Transmisión de noticias de la clase dominante a sociedades acostumbradas a la explotación… a la esencia ideológica burguesa convertida en «lo más natural»… lo que se transmite ciegamente, acríticamente, culturalmente… como lo único que hay, como la finalidad de todo humano, de la historia. El fin, pues. Noticieros sacerdote, noticieros maestro, padre, madre… amos que dirigen la adaptación tatuada en el cerebro para vigilar, controlar mientras «la autoridad» informativa de la clase dominante, ejerce sus funciones de gendarme dentro de cada sujeto, reprimiendo o dirigiendo conductas y pensamientos.

Las noticias burguesas producidas industrialmente, contribuyen a la acumulación del capital y al aseguramiento de capital ideológico que se ha inoculado en la clase trabajadora como estrategia para dirigir voluntades a distancia y permanentemente, como garantía de dependencia espiritual o fidelidad, de los propios trabajadores, a una sistema económico, cultural, político al que le entregan, contradictoriamente, su trabajo, riqueza, salud e integridad emocional. Victimado, alienado por la descarga descomunal de información manipulada por los noticieros, el trabajador que mira noticias de manera a-crítica contribuye, sin quererlo, a su alienación y no sólo.

Por esto es invaluable el trabajo informativo producido por los movimientos sociales de base, algunos colectivos de comunicación comprometidos con la verdad y todos esos periodistas que organizados o independientemente son fuerza, inspiración y base para una disciplina sustancial que consiste en presentar y comunicar (poner en común) los hechos con honradez movilizante para transformación de la realidad. Presentar la verdad de los hechos pero no esa «verdad» fabricada aisladamente sino la verdad que es producto de una intervención colectiva. He ahí la fuerza de comunicación desde abajo que, por ejemplo, en Venezuela derrotó y derrota los delirios dictatoriales de las oligarquías. He ahí la fuerza movilizante de documentalistas, reporteros, informadores sociales… trabajadores de la comunicación que, desde frentes diversos, producen herramientas de organización indispensables a la hora de identificar a los sujetos sociales en lucha, sus definiciones, carácter e intereses. Trabajo de comunicación que incluye a artistas, pensadores, inventores no complacientes con lo que se vive y en búsqueda de un mundo mejor… sin capitalismo y de todos. La lista ahora, por suerte, crece permanentemente. Pero falta mucho.

Falta organización y falta capacidad de suma aunque, desde luego, hay voluntades magníficas con experiencias puntales. Falta esa organización que ponga puntos sólidos de coincidencia y avance de inmediato hacia la defensa de los mejores logros en las luchas sociales. Falta organización que ponga en común las tareas de comunicación, sin autoritarismos ni absolutismos, sin aristocracia y sin burocracia. Organización con base social y revolucionaria donde se construyan acuerdos y se sumen las fuerzas, que son muchas, que las hay pero dispersas, que no tienen diferencias sustanciales y pueden tener coincidencias fundamentales. Desde Chiapas hasta Johannesburgo, desde Caracas hasta Pakistán, de un lado a otro están ahí los compañeros que producen páginas de Internet, documentales, intervenciones callejeras, periódicos impresos, programas radiofónicos, televisoras barriales, correos electrónicos… miles y miles de voluntades que ya están en marcha, que saben bien, y bien que saben lo que hay que hacer, debatiéndose, no pocas veces en solitario, sobre cómo sostenerse y como ensanchar y profundizar sus luchas y sueños. Paradójica y acaso patéticamente, muchos piensan, hacen y sueñan cosas muy similares. Acaso el peor enemigo de esa fuerza sea la atomización ultra que bien puede ser hermana de la intolerancia y el sectarismo. Veneno puro donde florece muy linda la explotación y la impunidad. ¿Qué nos falta para trabar tareas de comunicación creativas y poderosas unidas contra la miseria que nos ahoga? Si los explotados somos mayoría, ¿qué nos falta para caminar juntos aun con nuestros debates, qué nos falta para derrotar al circo de mentiras «informativas», y a sus patrocinadores, que no son otra cosa más que barbarie cultural desatada en la ruta de la destrucción de toda fuerza productiva, fuerza creativa, fuerza comunicativa… la fuerza nuestra que, pese a todo, ignoramos tanto?. ¿Qué nos falta, acaso comunicación? ¿Alguien vio a John Reed?



[1] «Los cinco países con mayor número de periodistas asesinados:1. Filipinas 2. Iraq 3. Colombia 4. Bangladesh 5. Rusia
Total de periodistas asesinados en todo el mundo desde el 1 de enero del 2000: 121 Total de periodistas caídos en el cumplimiento de la profesión desde el 1 de enero del 2000: 190 Porcentaje de muertes que corresponde a los asesinatos: 64 Total de asesinatos en los cinco países con mayor número de periodistas asesinados: 58 Del total de asesinatos en el mundo, porcentaje de los asesinatos que ocurrieron en los cinco países citados: 48 Porcentaje del total de asesinatos en el mundo resueltos: 14 Total de asesinatos resueltos en los cinco países citados: 0.» http://www.cpj.org/news/2005/murderous03may05na_Sp.html

[2] www.nakednews.com. Dicen ellos que «no tienen nada que ocultar»