El pasado viernes la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, fue ambigua ante la prensa al ser interrogada sobre si Estados Unidos tenía un proceso judicial en marcha contra el fundador de Wikileaks, Julian Assange. Al responder la pregunta de un periodista «¿Hay un caso de EE.UU. contra él?», la señora Nuland respondió: «Yo […]
El pasado viernes la portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland, fue ambigua ante la prensa al ser interrogada sobre si Estados Unidos tenía un proceso judicial en marcha contra el fundador de Wikileaks, Julian Assange. Al responder la pregunta de un periodista «¿Hay un caso de EE.UU. contra él?», la señora Nuland respondió: «Yo te voy a enviar al Departamento de Justicia, porque yo realmente no tengo los detalles. ¿De acuerdo? Gracias, chicos.»
Era la misma interrogante que la cancillería ecuatoriana había dirigido al gobierno de Estados Unidos antes de decidir acoger en su embajada en Londres a Assange. El gobierno norteamericano negó la respuesta, aduciendo que se trataba de un tema bilateral entre Ecuador y Gran Bretaña.
Pero como los mismos documentos revelados por Wikileaks muestran, Washington casi nunca dice lo que piensa ni actúa de acuerdo a lo que dice. Como si se dirigiera a una república bananera, tan comunes en el pasado de América Latina pero hoy cada vez más escasas, un editorial del diario norteamericano The Washington Post amenazó este lunes al presidente ecuatoriano Rafael Correa con represalias económicas por su decisión de dar asilo a Julian Assange.
Un medio tan cercano al stablishment norteamericano desmiente así las declaraciones de los representantes de Estados Unidos que intentan mantenerlo alejado de un asunto en el que parece estar involucrado hasta las orejas y en el que puede cosechar una nueva derrota ante una América Latina que se ha mostrado mayoritariamente unida en respaldo a la decisión de Ecuador. Si tanto los cancilleres de los países miembros de UNASUR como los del ALBA necesitaron minutos para adoptar posiciones de apoyo a Ecuador ante las amenazas de Gran Bretaña de invadir su sede diplomática en Londres, el Departamento de Estado lleva días en ascuas tratando de no mostrar lo evidente.
La más reciente Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias hizo palpable el aislamiento de Washington en el continente en temas como el bloqueo a Cuba y la ocupación colonial de las Islas Malvinas por Gran Bretaña; y la reunión de cancilleres de la OEA convocada para este viernes -con la oposición de Estados Unidos, Canadá y Trinidad Tobago- para tratar el asilo a Assange por Ecuador podría ser un nuevo capítulo de esa rebelión.
Aunque la mentalidad bananera retrocede en Latinoamérica pero no en Estados Unidos y España, recordemos el modo, revelado por Wikileaks, en que los diplomáticos norteamericanos trataron a las autoridades ibéricas en el caso del camarógrafo español asesinado por militares norteamericanos en Iraq, José Couso. Quizás por eso, el mismo día en que sesionaba la reunión del ALBA en apoyo a Ecuador, El Nuevo Herald de Miami y la agencia de prensa española EFE convertían en titular otro editorial del Post que pretendía desenterrar la fracasada campaña contra Cuba a raíz del accidente en que se vieron involucrados dos políticos europeos de ultraderecha que cumplían tareas relacionadas con la estrategia de «cambio de régimen» del gobierno norteamericano contra la Isla. Sin embargo, la época de los imperios al sur del Río Bravo parece haber quedado atrás y sólo en Miami y Españistán, esas repúblicas bananeras ubicadas en territorios del Primer Mundo, hacen caso de las amenazas del Washington Post.
(Publicado en CubAhora)