Entre los años 1976 y 1983 los argentinos padecieron una dictadura cívico / militar que terminó con la vida de miles de militantes sociales, y religiosos / as, que soñaban justicia y equidad. Entre estas personas estaba Monseñor Enrique Angelelli quién murió el 4 de agosto de 1976 en un hecho que, a pesar de […]
Entre los años 1976 y 1983 los argentinos padecieron una dictadura cívico / militar que terminó con la vida de miles de militantes sociales, y religiosos / as, que soñaban justicia y equidad. Entre estas personas estaba Monseñor Enrique Angelelli quién murió el 4 de agosto de 1976 en un hecho que, a pesar de haber sido caratulado como «accidente», actualmente casi nadie duda que fue un asesinato ideado por las autoridades dictatoriales de aquél entonces.
Angelelli fue un cristiano que se sentía feliz por estar viviendo una época de cambios profundos, acelerados y universales. Nunca tuvo temor de meterse en el barro, denunciar las injusticias que vivían sus compatriotas y participar en las luchas sociales que en su tiempo se desarrollaban. Ya sea desde la Juventud Obrera Católica, el Concilio Vaticano II o como Obispo de Diócesis de La Rioja, siempre afirmó que la paz se construye recuperando la eminente dignidad de los pobres y arriesgando la propia vida en el amor para que los demás sean felices.
Sin dobles discursos sostenía que el cristiano debe tener permanentemente un oído puesto en el corazón del misterio pascual, que es Cristo, y el otro oído en el corazón de su pueblo. Y esa presencia junto al pueblo necesitado, y en ocasiones olvidado por los gobernantes argentinos, lo llevo a vaticinar para sus compatriotas un porvenir inseguro -con- formas inhumanas de desocupación, carestía de la vida, bajos salarios, escaso rendimiento del poder adquisitivo, alto déficit de las viviendas, hospitales abarrotados, niños enfermos y desnutridos, carencia de una asistencia médica social vigorosa y congruente.
Este presagio es la triste realidad de millones de personas que según el Padre Jesús Olmedo, que está en la Misión claretiana de Humahuaca, habitan la Argentina profunda imaginada y olvidada por los gobiernos, por la sociedad e incluso por la Iglesia. Así mismo Olmedo -tal como décadas atrás lo hacía Angelelli- participa en las marchas sociales que denuncian el hambre que sufre el pueblo en su región y, sin dudarlo, afirma que la Iglesia debe ofrecer una función crítico liberadora de la sociedad a partir de la denuncia profética de las injusticias y desenmascarar los resortes legitimadores de todos los sistemas injustos.
Tampoco vacila en sostener que los gobernantes, en complicidad con los poderes económicos de turno, son responsables de la pobreza de millones de argentinos. Así, por ejemplo, tras la muerte de cuatro personas como resultado de un violento desalojo de hombres y mujeres que habían ocupado tierras para construir sus precarias viviendas Olmedo sostuvo que la gente necesita terrenos para construir sus casitas, no hay respuesta del gobierno provincial y naturalmente ellos se acomodaron y entraron en un asentamiento que son terrenos del Ingenio Ledesma que tiene relación con el gobierno provincial por temas económicos como siempre verdad, se unen los poderes y los poderes se salvan y se defienden, y cuando hay que defender con represión no les importa.
En este sentido puede afirmarse que Olmedo, como tantos otros, hace suyas las palabras de Angelelli cuando éste incitaba a hombres y mujeres a que piensen, reflexionen, dialoguen, opinen, participen, oigan, aprenda, intervengan, inquiétense, angústiense por los demás, sean solidarios y corresponsables con todos… ya que el sufrimiento surge cuando vivimos en nuestro egoísmo, especialmente para los mas débiles y desprovistos de recursos y defensas.
Por último es de augurar que para construir sociedades más solidarias se multipliquen los compromisos anteriormente citados para así, frente a quienes sólo siembran egoístas mezquindades, puedan seguir reproduciéndose la vida en los pueblos que cotidianamente se esfuerzan por ser libres y soberanos.
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