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Ángeles Caso, la liberación de Auschwitz y testimonios históricos

Fuentes: Rebelión

Ángeles Caso publicó el pasado jueves en Público [1] un artículo sobre Auschwitz -«¿Auschwitz liberado?»-, un día después del recuerdo de la liberación del campo de exterminio por las tropas soviéticas. El interrogante que usa para el título de su nota es justificado del modo siguiente: no es admisible el uso de la palabra «liberación» […]

Ángeles Caso publicó el pasado jueves en Público [1] un artículo sobre Auschwitz -«¿Auschwitz liberado?»-, un día después del recuerdo de la liberación del campo de exterminio por las tropas soviéticas.

El interrogante que usa para el título de su nota es justificado del modo siguiente: no es admisible el uso de la palabra «liberación» para hablar de lo acontecido el 27 de enero de 1945. No se trató de ninguna liberación sino del descubrimiento y el abandono a su suerte de las ocho mil personas «que habían logrado sobrevivir a tanto horror».

Existieron, en su opinión, dos tipos de supervivientes: los de los campos a los que llegaron los aliados occidentales (que no cita ni cree necesario documentar) que fueron «alimentados, atendidos médicamente y repatriados» y los supervivientes que fueron liberados por las tropas soviéticas: «los rusos no mostraron la menor compasión hacia los que ellos se encontraron».

La fuente de información de su nota: las memorias (editadas en 1997) y la conversaciones que ha mantenido con Violeta Friedman, amiga suya afirma Caso, una muchacha «judía húngara deportada a los 14 años a Auschwitz, donde perdió a toda su familia». Amparándose en el testimonio de Friedman, Caso sostiene que unos días antes de la llegada del Ejército Rojo a Auschwitz, «Violeta fue obligada junto con varios cientos de mujeres a iniciar el camino a pie hacia Alemania». ¿Obligada por quien? Por los SS. Su objetivo: no dejar tras ellos testigos del Holocausto. Friedman y otras mujeres, prosigue Caso, enfermas, exhaustas «fueron abandonadas en una fábrica de ladrillos aún en territorio polaco». ¿Abandonadas por quien? Por los SS, quienes acaso pensarían que eran ya una carga inútil, de difícil transporte y que la muerte, su muerte, rondaba cercana.

La autora señala que allí, es decir, no en el campo de exterminio, sino en la fábrica de ladrillos abandonada, encontraron a las prisioneras del campo las tropas soviéticas a finales de enero. No precisa la fecha exacta. Durante meses, asegura, «nadie hizo nada por ellas, salvo violarlas». Comían lo que encontraban en casas abandonadas de la zona. En abril, unos tres meses después de la llegada de los soldados soviéticos, las mujeres supervivientes fueron trasladadas a un campo de prisioneros de guerra. Friedman logró fugarse con un pequeño grupo tiempo después.

Esta es, concluye Ángeles Caso, «la verdad de la liberación». Posición, tesis política de fondo: no puede usarse el término liberación para hablar de lo sucedido tras la llegada del Ejército Rojo a Auschwitz; el comportamiento de las tropas soviéticas al llegar a los campos de exterminio nazis no tiene nada que ver con la noble actuación de las tropas aliadas occidentales.

Caso basa su aproximación, digamos crítica, en un solo testimonio: las memorias de Friedman y sus conversaciones con ella. Daré yo también un único testimonio, el de alguien que también estuvo en Auschwitz, un partisano que combatió en la resistencia antinazi, químico de profesión, uno de los pocos supervivientes de los más de 600 resistentes italianos que llegaron con él al campo de exterminio.

En unos versos de un poema de 1946: «Un altro lunedí» [2], Primo Levi enumera quiénes irán al infierno (los periodistas norteamericanos, los senadores, los contables, los banqueros,…) y quiénes, en cambio, deberían ir al Paraíso:

    En cambio van al paraíso

    los pescadores y los soldados

    los niños, naturalmente

    los caballos y los enamorados

    las cocineras y los ferroviarios

    los rusos y los inventores

    los catadores de vino

    los saltimbanquis y los limpiabotasa

    los del primer tranvía de la mañana

    que bostezan bajo la bufanda

[la cursiva es mía]

Los rusos, además de los niños, las cocineras y los enamorados, escribía un liberado en 1946, deberían ir al Paraíso. ¿Un resistente, un escritor, un científico, un superviviente, alguien que había conocido el horror en Auschwitz estaba cegado, seguía ciego un año después de su liberación? No es probable, no es probable que la vana ilusión y la ceguera política llevaran a Levi a alabar a gentes, a ciudadanos soviéticos, que supuestamente hubieran actuado de forma inhumana.

No se trata de negar el horror de las guerras, ni desconocer u ocultar comportamientos innobles ni olvidar la existencia de inadmisibles directrices militares, pero arrojar sombras sobre la liberación de Auschwitz en la forma en que lo hace Ángeles Caso no parece razonable ni es una vía documentada. Su mirada y su clasificación entre buenos-aliados y malos-soviéticos suena, una vez más, a lugar muy común, a tópico extendido y abonado interesadamente desde las trincheras de una guerra fría cultural que dista mucho de haber finalizado.

PS: Me permito cerrar esta nota recordando el poema de Primo Levi que abre Si esto es un hombre…[3]

    Los que vivís seguros

    En vuestras casas caldeadas

    Los que os encontráis, al volver por la tarde,

    La comida caliente y los rostros amigos:

    Considerad si es un hombre

    Quien trabaja en el fango

    Quien no conoce la paz

    Quien lucha por la mitad de un panecillo

    Quien muere por un sí o por un no.

    Considerad si es una mujer

    Quien no tiene cabellos ni nombre

    Ni fuerzas para recordarlo

    Vacía la mirada y frío el regazo

    Como una rana invernal.

    Pensad que esto ha sucedido:

    Os encomiendo estas palabras.

    Grabadlas en vuestros corazones

    Al estar en casa, al ir por la calle,

    Al acostaros, al levantaros;

    Repetídselas a vuestros hijos.

    O que vuestra casa se derrumbe,

    La enfermedad os imposibilite,

    Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

Pensemos que esto ha sucedido, grabemos sus palabras en nuestros corazones, repitámoslas a nuestros hijos y amigos.

Notas:

[1] Ángeles Caso, «¿Auschwitz liberado?», Público, 28 de enero de 2010, p. 9.

[2] Debo el conocimiento del poema, así como el recuerdo de los compases finales de esta nota, a Santiago Alba Rico.

[3] Primo Levi, Si esto es un hombre, Muchnik Editores, Barcelona 1987.

    Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.