«Es inquietante que se instrumentalice la libertad, por ejemplo, para derribar un sistema político con opiniones que no descansan sobre hechos verificables». Lluís FoixUn principio archi conocido, y que siempre debería tener en cuenta cualquiera que escriba para una publicación periódica, es que opinar no es informar. Sin embargo, la dinámica mundial de utilización de […]
«Es inquietante que se instrumentalice la libertad, por ejemplo, para derribar un sistema político con opiniones que no descansan sobre hechos verificables». Lluís Foix
Un principio archi conocido, y que siempre debería tener en cuenta cualquiera que escriba para una publicación periódica, es que opinar no es informar. Sin embargo, la dinámica mundial de utilización de la información como instrumento para la manipulación, de arma de ideologización o de convicción, de desinformación al fin y al cabo, ha hecho que las opiniones se presenten como noticias, hechos verdaderos que nunca han sucedido o han acontecido en forma diferente a como son presentados.
En este sentido es interesante la frase que encabeza este trabajo, en especial porque considero que su autor presenta muchas veces suposiciones como hechos ocurridos realmente, al igual que su periódico. Ambos también parecen tener por costumbre no verificar o contrastar la veracidad de lo publicado y hacer caso omiso a las réplicas de los lectores, por lo menos cuando se trata de Venezuela o de su presidente, Hugo Chávez.
Ya he escrito otras veces sobre el tema, también sobre la actitud particular de La Vanguardia. Igualmente en cada oportunidad me he propuesto no volver a tratar el tema por reiterativo, pero siempre aparece una nueva oportunidad en esa incesante campaña internacional para crear una matriz de opinión descalificadora de la verdad sobre lo que acontece en Venezuela. Aunque esta vez la distorsión de la noticia no procede de este periódico ha coincidido con un artículo del Sr. Foix publicado el 12 de enero, que pareciera, por el fondo del tema tratado, paradójicamente crítico consigo mismo y que se aplica a quienes se han hecho eco de las supuestas declaraciones antisemitas de Hugo Chávez, por no hablar de otras.
Sobre lo dicho por Foix volveré más adelante, pero antes de seguir debo aclarar que no pretendo hacer una defensa a ultranza de Hugo Chávez pues el que me merezca el mayor respeto no significa que esté de acuerdo con todo lo que hace o dice. Más bien se trata de aquella famosa sentencia de Voltaire, en este caso no estoy de acuerdo con lo que dicen los medios y tampoco pienso dar nada, mucho menos la vida, por su derecho a decirlo cuando su libertad y derecho a informar van en contra de los míos, y la de todos, a estar bien informados.
En lo referente al hecho que motiva este escrito no quiero extenderme, ante todo porque tratar cualquier tema que tenga alguna relación con el judaísmo es delicado dado que es muy fácil ser tildado de antisemita, aún sin serlo ni pretenderlo. Igualmente, y sobre todo en Venezuela, decir cualquier cosa favorable al gobierno implica el riesgo de ser considerado chavista recalcitrante, inconsciente o antidemocrático, como le sucedió recientemente al Sr. Miguel Insulza.
Por otro lado, en un país en que la prensa está casi totalmente furibundamente en contra del gobierno y que pareciera que sólo publica lo negativo del mismo y altera lo positivo para que parezca lo contrario, no deja de llamar la atención que la protesta de una organización judía de la ciudad de los Ángeles (California), por unas supuestas declaraciones antisemitas del presidente venezolano Hugo Chávez, no haya tenido demasiada trascendencia. Probablemente tampoco en el ámbito internacional.
Evidentemente, el que una organización local, así sea de una ciudad muy grande, pero desconocida en Venezuela, se entere de las supuestas declaraciones del presidente Chávez y difunda a todo el mundo su reclamo no es casualidad, sin duda forma parte de la consabida campaña mediática sistemáticamente desmentida por quienes la llevan a cabo e igualmente denunciada por quienes ya debemos parecer empecinados cretinos de tanto ir contra la corriente.
Como digo, los medios venezolanos dentro de Venezuela tienen muy poca credibilidad por lo que, desde hace tiempo, procuran que las noticias e informaciones críticas con el gobierno se generen en el exterior. El problema hasta ahora era que cada vez que el portavoz del Departamento de Estado, o cualquier cargo gubernamental de Estados Unidos o de otro país cuyo gobierno adversa al presidente Chávez (vg Fox o Toledo), declaraba en contra de Hugo Chávez le hacía ganar más puntos. Era necesario diversificar las fuentes y los motivos y uno de los últimos, realmente inédito, ha sido presentar a Chávez como antisemita, seguramente una de las peores cosas que se puede ser en lo que en un tiempo se llamó «mundo libre», después de terrorista musulmán.
Chávez se confiesa creyente y cristiano devoto y con frecuencia muestra el crucifijo que carga con él. Jamás se le ha oído algún comentario en contra de la comunidad judía de Venezuela o de ningún otro lugar. Ni siquiera ha reclamado que el rabino Pinchas Brenner asistiera al acto y firmara, en representación de esta comunidad, el decreto con el que Pedro Carmona se proclamó dictador después del golpe de estado del 11 de abril de 2002. En cambio si ha criticado, por este motivo y por su persistente actitud antigubernamental, a la jerarquía de la Iglesia Católica y al difunto cardenal Velasco quien también respaldó, con su firma, al dictador.
Evidentemente todo esto no sólo no es suficiente para ser considerado antisemita, más bien lo contrario, por ello era necesario que hiciera o dijera algo que pudiera ser interpretado como tal, aunque hubiese que tergiversarlo o maquillarlo. La oportunidad vino el pasado 24 de diciembre cuando declaró, según una transcripción publicada en Aporrea.org, lo siguiente: «el mundo tiene para todos, pero resulta que unas minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo, los descendientes de los mismos que echaron Bolívar de aquí y también lo crucificaron a su manera en Santa Marta, aquí en Colombia. Una minoría se agarró las riquezas del mundo para ellos».
Quien conozca la política, y sobre todo el discurso de Hugo Chávez, no tendrá dificultad para entender que se refiere a la figura del imperio romano, ahora encarnada por Estados Unidos, y de la oligarquía criolla que casi lleva a Bolívar al exilio una vez obtenida la independencia de España. Una oligarquía globalizada representada por una élite económica que ciertamente quiere apoderarse, utilizando cualquier medio, de las riquezas del mundo.
Está claro que en ningún momento ni lugar se hace referencia a los judíos. Sin embargo, el texto de la agencia AFP reproducido, según reseña, por el diario El Universal dice «el mundo tiene para todos, pues, pero resulta que unas minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo, se adueñaron de las riquezas del mundo».
Un párrafo recortado, sin dejar constancia de ello con puntos sucesivos, motiva a asociar esas «minorías» con el pueblo judío y la nota de protesta especifica que señala «convergen dos argumentos centrales del antisemitismo, tanto en lo que respecta a la acusación a los judíos de haber matado a Jesús, como la asociación de ellos con las riquezas». Sin comentarios.
Otro aspecto interesante de la noticia es que el acusador Centro Simón Wiesenthal, que parece tener una representación en Argentina, indicó que impulsarían ante Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, miembros del Mercosur, que se «suspenda el proceso de incorporación de Venezuela a este bloque regional mientras Chávez no se disculpe públicamente por sus manifestaciones anti judías».
Aquí ya se le ve el plumero al reclamo, pero seguramente Hugo Chávez ya debe cargar con este nuevo estigma, al fin y al cabo la maquinaria mediática está bien esgrasada. Como lo está en España, y cabe advertirle al gobierno y al pueblo español que aquí tenemos, desde hace tiempo, muchos PP, COPE y más exaltados que no cesan en su empeño para volver a un tiempo pasado, lo cual debería servir de advertencia por aquello de las barbas del vecino. Quien tiene la navaja en la mano es el mismo de este lado del Atlántico.
Acabo citando de nuevo a Lluís Foix: «Estaré siempre al lado de los que hablan y opinan de las cosas que pasan. Pero me apartaré de los que utilizan sus opiniones camuflando intereses y objetivos en nombre de la libertad». Yo también, pero no sólo me aparto de ellos, me esfuerzo para denunciarlos y desenmascararlos porque si como dice «…la democracia liberal es un régimen de opinión en contraposición a las dictaduras donde los rumores circulan como si fueran hechos difícilmente comprobables…» es evidente que esa democracia ya no existe en gran parte de la prensa mundial, sobran los ejemplos, y esos «Sistemas Libres» a que hace referencia pueden estarse convirtiendo en una fantasía precisamente en aquellos países en que más se enfatiza su existencia o presencia.
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