La primera vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina deja un resultado adverso -e inesperado- para el oficialismo. El frente Cambiemos que lidera Mauricio Macri (PRO) consiguió recortar la diferencia respecto a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto y posicionarse a solo dos puntos de Daniel Scioli (FPV), lo cual marca un […]
La primera vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina deja un resultado adverso -e inesperado- para el oficialismo. El frente Cambiemos que lidera Mauricio Macri (PRO) consiguió recortar la diferencia respecto a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto y posicionarse a solo dos puntos de Daniel Scioli (FPV), lo cual marca un escenario reñido de cara al balotaje de noviembre.
Luego de ocho años como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri representa hoy a uno de los más importantes liderazgos de la «nueva derecha regional»; una suerte de «derecha del siglo XXI», que se autoproclama como «lo nuevo» apelando al «centro» con un discurso basado en la no confrontación y el marketing electoral. Esta nueva derecha no solo no confronta, sino que apuesta a ampliar su base electoral reconociendo las conquistas de los gobiernos de izquierda o populares.
La propuesta de Macri (Cambiemos) es más compleja que un retorno lineal a la década de los noventa -como se la suele caracterizar habitualmente-. Las políticas económicas que implementaría en caso de ser Presidente sin duda responderían al ideario neoliberal, pero la propuesta discursiva es bien diferente a la de esos años. Una cosa es su programa económico y otra, notoriamente diferente, su apuesta discursiva electoral. En su propuesta no hay un retorno estricto al discurso del ajuste neoliberal con la promesa futura de bienestar. Aparecen ciertos rasgos novedosos que habría que tener en cuenta. Cambiemos propone un modelo de gobierno basado en el «diálogo» y el «cambio» pero reconociendo las políticas centrales del oficialismo como derechos adquiridos. Combina dosis de pospolítica con una interpelación directa a los elementos del peronismo fuertemente enraizados en la conciencia popular-plebeya. Su apuesta es por un discurso ecléctico basado en una aparente des-ideologización, a la vez que busca ampliar su espectro de votantes a sectores del peronismo, sin los cuales resulta difícil alcanzar una mayoría electoral en Argentina. Otro rasgo distintivo de su discurso es la interpelación al ciudadano en términos de individualidad, «en todo estás vos» o «el cambio sos vos«, dejando de lado al sujeto colectivo, canal organizador de la vida política.
Mauricio Macri es una candidato que lleva mucho tiempo pensando en la presidencia, fue creciendo lentamente e instalándose como líder de la oposición. Si se compara al Macri de hace cinco años con el actual, la diferencia es abismal. Y en eso tiene mucho que ver un personaje clave en la construcción de su liderazgo: Jaime Durán Barba, su asesor estrella. Para este gurú de la derecha regional, no se trata de ideas políticas, sino de ganar elecciones. Para eso hay que «interpretar al electorado» y ofrecerle lo que quiere escuchar. No proponer nada demasiado concreto (las propuestas económicas se explican en espacios reducidos con los interlocutores precisos) porque eso llevaría a confrontar. Hay que centrarse en la estética festiva, la «buena onda» y la cercanía a «la gente». Se apunta así a movilizar a la porción del electorado no identificada con los partidos tradicionales. De ahí que en el plano discursivo, Macri tenga más semejanza con un líder espiritual que con un político al uso. Algo de esa estrategia parece estar rindiendo frutos.
Una serie de elementos en la estrategia del PRO pueden contribuir a explicar el buen resultado y la posición de Macri como una opción real: 1) la consolidación en las PASO como una fuerza a nivel nacional, luego de la alianza con el centenario partido radical (UCR) que le permitió dar un salto cualitativo respecto al escenario de apenas dos años atrás; 2) sostenerse firme en no pactar con el partido de Massa (que obtuvo el 21% de los votos), lo cual le permitió consolidar una identidad propia «no K» y sostener la bandera del «cambio» generando una mística propia; y, 3) lo que fue sin duda el dato principal de la elección: la emergencia en la escena política nacional de la figura de María Eugenia Vidal -ratificando la tendencia que ya marcaron las PASO-, electa gobernadora de la Provincia de Buenos Aires (histórico bastión del peronismo que, además, concentra el 38% del padrón electoral). Su triunfo es la clave del resultado, pues tendrá un peso específico de cara a ordenar las expectativas camino al balotaje, potenciando al PRO como «ganador».
El PRO/Cambiemos inicia ese camino en mejor posición que el oficialismo, pero el final está completamente abierto. El FPV atraviesa un momento de enorme complejidad hacia afuera y hacia adentro, lo cual no significa que no sea capaz de ampliar su caudal para imponerse. En el balotaje, la polarización entre un proyecto de país conocido y un cambio incierto también tendrá su efecto; se juega el futuro del país, en lo político y en lo económico, y es probable que el peso de esa definición esté presente en el electorado.
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