En la cuenca del Plata, a orillas de Uruguay, viven dos pueblos de historia, cultura, hábitos, costumbres y geografía física y económica a tal punto ligadas, que en la provincia argentina de Entre Ríos la cabecera departamental Uruguay (lindante con la república del Uruguay) se llama Concepción del Uruguay. Poco más al sur, un puente […]
En la cuenca del Plata, a orillas de Uruguay, viven dos pueblos de historia, cultura, hábitos, costumbres y geografía física y económica a tal punto ligadas, que en la provincia argentina de Entre Ríos la cabecera departamental Uruguay (lindante con la república del Uruguay) se llama Concepción del Uruguay.
Poco más al sur, un puente internacional une Gualeguaychú (Argentina, 80 mil habitantes) y Fray Bentos (Uruguay, 25 mil). Los gualeguaychúes sienten orgullo de su balneario y de su carnaval, y los fraibentinos por vivir en la ciudad cuna del café instantáneo, de la carne enlatada Lebig, que el ejército inglés consumía en sus guerras coloniales (corned beef), y de un tal Irineo Funes, cuyos sueños eran como la vigilia de nosotros y su memoria «vaciadero de basuras», según él mismo y Jorge Luis Borges contaron.
Cuadro bucólico y pacífico que, gracias a la «basura global», llegó a su fin. Esperanzada, Fray Bentos aguarda que la inminente puesta en marcha de dos fábricas de papel compense el desempleo crónico de sus jóvenes. Indignada, Gualeguaychú advierte que los desechos contaminantes vertidos a las aguas del río por las plantas de la finlandesa Botnia y la española Ence (a más del inevitable olor a huevo podrido que emanará de sus chime-neas) acabará con el turismo, su principal recurso económico.
De lo subregional la crisis pasó a lo internacional, poniendo en cuestión la voluntad política integradora y la naturaleza orgánica y de clase del Mercosur. En un abrir y cerrar de ojos el problema de las papeleras se ha convertido (otra vez Borges) en un «aleph»: ese lugar donde están «… todos los lugares del orbe, visto desde todos los ángulos».
Lo interesante de la crisis consiste en que tanto en Montevideo como en Buenos Aires la gente discute a brazo partido qué debe entenderse por defensa del medio ambiente, libertad de mercado, inversiones y empleo en un mundo donde los países ricos lucran sin límite trasladando las industrias «sucias» a los países pobres.
Por cierto que medios de comunicación y políticos profesionales, grupos económicos a favor y en contra del Mercosur, gobernantes nacionales y autoridades con mentalidad parroquial pescan en (nunca mejor dicho) río revuelto.
Del lado argentino, cortes prolongados de ruta y puentes estratégicos, gestiones en la Corte Interna-cional de La Haya, fuertes movilizaciones sociales. Del lado uruguayo, justos reclamos y derechos del estado chico subestimado por los vecinos grandes que, paradójica y confusamente, sintonizan la «unidad nacional» con los reclamos y derechos de un pueblo saqueado por una oligarquía aldeana que Londres manipuló ayer y Washington hoy en la sempiterna política del «divide y vencerás».
¿Espíritu de integración subregional? El único «espíritu» y la única «integración» que en la cuenca del Plata tuvieron éxito fue la eficiencia operativa y el pragmatismo homicida de la Operación Cóndor. El plan de coordinación represiva (justificado, reconocido y supervisado por el secretario de Estado Henry Kissinger) fue histórico ejemplo de integración fascista real, no tan lejos en el tiempo como para olvidarse de sus causas y motivos.
¿Será que el neoliberalismo consiguió también que las luchas populares quedasen reducidas a la justa y maniquea lucha por la salubridad ambiental? La semana pasada, en visita poco inocente a México, el presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez, aseguró ante empresarios que «… los gobiernos de izquierda garantizan el desarrollo de los negocios.
«Hemos comprendido -dijo- que no hay un auténtico desarrollo sin producción y para ello se necesita de la inversión extranjera.» (La Jornada, 29/4/06.) Mira tú. Y antes de haber arribado a tan compleja «comprensión», ¿qué objetó Tabaré cuando en marzo de 2002 la coalición Encuentro Progresista-Frente Amplio que lo sentó en el poder se opuso a firmar el convenio con las papeleras de Fray Bentos?
Nada. El presidente de Uruguay objetó nada y más bien festejó la opinión del diputado socialista Ricardo Castromán, quien a Radio El Espectador declaró: «Creo que esto (el convenio firmado con Finlandia) le va a traer muchos dolores de cabeza al Estado uruguayo, cualquiera sea la conducción política que a partir de octubre (2004) tome los destinos del país… El acuerdo no da muchas salvaguardas: les da todas las salvaguardas».
En México, Tabaré echó mano de una frase de José Artigas (1764-1850): «Que los más necesitados sean los más privilegiados». ¿Qué hubiese sentido el prócer? ¿Tristeza similar a la traición deparada por Francisco Ramírez y Estanislao López, sus lugartenientes argentinos, cuando acataron el centralismo pro inglés de Buenos Aires (Tratado de Pilar, 1820)?
En América Latina, ambas causas deben ir juntas: la noble defensa de los pajaritos, el agua y el aire puro, y el urgente esclarecimiento de la serenidad neoliberal ante la plaga de políticos y gobernantes que se dicen «de izquierda».