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Por la creación del Instituto sobre Revisionismo histórico

Bienvenida la polémica sobre historia argentina y latinoamericana

Fuentes: La Arena

El gobierno creó un Instituto sobre Revisionismo Histórico y ardió Troya. «La Nación» y varios historiadores de la corriente mitrista pusieron el grito en el cielo. Bienvenida la polémica sobre historia argentina.

El gobierno lo venía cavilando de tiempo atrás. El aniversario 166 de la batalla de la Vuelta de Obligado, el pasado 20 de noviembre, obró como disparador. Al día siguiente se publicó en el Boletín Oficial el decreto presidencial 1880/2011, creando el «Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Borrego».

Su presidente es el médico, ensayista y político Mario «Pacho» O´Donnell y otros 32 miembros fundadores. Entre ellos hay intelectuales de prestigio y una orientación nacional y popular, como Jorge Coscia, Ernesto Jauretche, Eduardo Anguita, Felipe Pigna y la rectora de la Universidad Nacional de Lanús, Ana María Jaramillo. Otros son menos conocidos, como Araceli Bellota, vicepresidenta primera; el secretario, Luis Launay; el tesorero Pablo Vázquez, o bien son periodistas nuevos, como Hernán Brienza, de Tiempo Argentino e invitado dos por tres en 678.

La nómina incluye al polifuncional Aníbal Fernández. Ahora en el Senado, donde no será el vicepresidente provisional, podrá disponer de tiempo extra para escribir sobre temas que lo atraen. El casi ignoto intendente saliente de Nogoyá, Faustino Schiavoni, también está en la lista.

A O´Donnell le preguntaron por sus compañeros de ruta y mencionó como personas de mucho prestigio a la rectora Jaramillo y al profesor Hugo Chumbita. De éste, al margen de sus méritos profesorales, no se puede soslayar que fue un admirador del ex represor Mohamed Alí Seineldín. En su bibliografía resalta «Los Carapintadas» y no con un espíritu crítico…

Abriendo el paraguas antes que llueva, la comisión ha reiterado que su labor será totalmente «ad honórem». Sabía que sus detractores, ligados a la versión de la historia oficial, sarmientino-mitrista, iban a criticar el gasto del Estado. Del programa 678 han dicho barbaridades. Pero habrá que volver sobre este punto porque hubo una afirmación de Norberto Galasso que abre una duda.

Es válido que se promueva un instituto de estudios históricos con los tres objetivos declarados. Estos son reponer en su lugar a los héroes de la historia popular negada por la oligarquía; elevar la consideración de los movimientos populares; y poner de relieve el rol de las mujeres en los acontecimientos de nuestra historia, muy invisibilizado.

El Instituto entregará el premio «José María Rosa» al historiador, ensayista o pensador que más se haya destacado en la investigación, elaboración y divulgación de la historia revisionista nacional y el «Jorge Abelardo Ramos» a quien haya aportado más en la historia revisionista del continente. El cronista, simple aprendiz de nuestra historia, opina que es un buen paso el dado con el decreto 1880/2011. Habrá que juzgarlo por sus frutos.

La jauría

Apenas la criatura revisionista salió de la sala de partos, la jauría de las clases dominantes se echó a ladrarle en forma agresiva, mostrando los colmillos. Se cree la dueña exclusiva de esa parcela de la Argentina. La historia tiene para ellos un cartel que dice «Propiedad Privada, Prohibido Pasar»; cuatro «P» por falta de una.

Jugando el rol de vanguardia que en los ´70 significaba otra cosa diametralmente distinta, Beatriz Sarlo fue el primer mastín que chumbó el órgano de prensa de la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio. El lunes 28 escribió en «La Nación» una nota titulada «Puede ser arcaico o puede ser peligroso». Lo primero, arcaico, porque -según ella- el revisionismo es «una especie de fósil». Y lo segundo, lo peligroso del instituto es que «podría ser un centro que irradie su ´historia´ a la escuela. Allí se convertiría en algo más peligroso». Traducido: inyectaría en la juventud una visión «K» de la historia.

Luis Alberto Romero, otro de los ofendidos por la aparición del Instituto, sostuvo que es un mero instrumento presidencial. «La retórica revisionista, sus lugares comunes y sus muletillas, encaja bien en el discurso oficial. Hasta ahora, se lo habíamos escuchado a la Presidenta en las tribunas, denunciando conspiraciones y separando amigos de enemigos. Pero ahora es el Estado el que se pronuncia y convierte el discurso militante en doctrina nacional» («Gaceta Ganadera», 30/11), aseguró Romero. «Romerito», según O´Donnell.

Otros historiadores tuvieron espacio en la «tribuna de doctrina». Mirta Zaida Lobato, Hilda Sábato y Juan Suriano afirmaron que el decreto de la presidenta «pone al desnudo un absoluto desconocimiento y una desvalorización prejuiciosa de la amplia producción historiográfica». María Sáenz Quesada, desde Suiza, machacó con que «el instituto, en coincidencia con la conmemoración de la Vuelta de Obligado, tiene más relación con la política que con la historia». Ella debe saberlo porque incursiona mal en la actividad política. Verbigracia, cuando -junto a la ONG Cadal, dependiente de la embajada norteamericana y de la fundación Konrad Adenauer- favoreció la intervención de EE UU contra Cuba.

Al final el diario de los Saguier y Mitre se despachó con un editorial. Era una fruta que se caía de podrida. El 1/12, con el título de «El relato reemplaza a la historia», rechazó de plano el nuevo Instituto. «A ningún historiador serio se le ocurriría hoy repartir condenas como las que constantemente se leen por parte de ciertos diletantes con falsa patente de investigadores sobre determinados argentinos que dieron lo mejor de sí por el bien de su patria, como Mitre, Sarmiento, Roca y otros tantos demonizados por la actual visión oficial», se leía en ese bando de un oráculo algo crispado. Palo para Osvaldo Bayer y Pigna.

Mil flores

Aquellas reacciones viscerales antes que intelectuales trasuntan mucho miedo. ¿A qué? Quizás a que los revisionistas revisen la historia y saquen a relucir el endeudamiento externo de Bernardino Rivadavia con la Baring Brothers, la guerra de la Triple Infamia contra Paraguay (de Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento y el general Julio A. Roca), la seudo «Campaña del Desierto» del mismo Roca, el acople de la Degeneración del ´80 y la del Centenario con el imperio británico, etc.

Tampoco serán de su agrado investigaciones sobre la historia cercana, el rol de la Sociedad Rural y la UIA en los golpes de Estado y el genocidio más reciente, en los negociados en nombre de la «libertad de mercados».

¿Tanto miedo tienen? El Instituto no perseguirá a ningún historiador sarmientino. No va a mandar el Ejército a saquear la casa de ninguno de ellos, robando todo, incluso su obra, como los militares con la casa de Rodolfo Walsh. Tampoco le van a pegar varios tiros como hizo la Triple A (precursora de las Tres Armas, diría el autor de Operación Masacre) con Rodolfo Ortega Peña. Este político e historiador habría visto con simpatía el «Manuel Dorrego» pues escribió obras en esa tendencia revisionista.

O´Donnell respeta exageradamente a Mitre. Entrevistado por «La Nación», explicó: «la historia oficial nace de ese personaje maravilloso que es Mitre. Yo soy un revisionista que nunca ha hecho antimitrismo». Que se queden tranquilos. Nadie va a quemar «La historia de San Martín» escrita por el fundador de «Gaceta Ganadera». Piras eran las que prendían Videla y Menéndez…

En el amplio, diverso y polémico terreno de la historia se aplica el maoísmo de que «florezcan mil flores», que los kirchneristas emplean sin citar la fuente. Ojalá despuntara en este debate una corriente histórica nacional inscripta en el materialismo histórico y dialéctico, capaz de superar a mitristas y revisionistas, siendo éstos mejor orientados que aquéllos.

Con ser mejores, el equipo de O´Donnell no convence del todo. No por lo que le achacan sus rivales, de que no tiene jerarquía intelectual (Romerito y Sarlo chicanean así). Le falta consistencia política, como a «Pacho», que debe una autocrítica por haber sido legislador y embajador menemista en Bolivia y Paraguay. O como Chumbita, que reporteado por Juan Cruz Castiñeiras hace dos años, decía: «Yo creo que a Seineldín, justamente, se lo puede rescatar como un hombre que quería al país y que tenía una conducta de un verdadero nacionalista». Está bien que reivindique a Rosas en Obligado, pero debería también dar cuenta de la Mazorca y, sobre todo, de su campaña de los ganaderos bonaerenses contra el indio, previa a la de Roca.

Es todo un dato que en la flamante entidad falte Norberto Galasso. Dijo O´Donnell: «lo invitamos, pero él tiene un costado más marxista y no aceptó». El aludido, en carta enviada al Instituto, dio sus razones ideológicas, de que el nacionalismo no es igual a izquierda nacional. También enunció (sin «d») que el «Manuel Borrego» preveía «una diplomatura designada ´La Otra Historia Argentina´, a darse en la Universidad de las Ciencias Empresariales, por la módica suma de $ 2.500 por un ciclo de 12 clases».

Después del Bicentenario, la polémica histórica vuelve a encenderse. Enhorabuena.

Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-bienvenida_la_polemica_sobre_historia_argentina_y_latinoamericana-68226-111.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.