El miércoles 14 de diciembre el diario español El País publicó un artículo titulado «Nuestros lectores en la Habana», que firmaba una tal Theresa Bond, seudónimo de «alguien que escribe desde Cuba para publicaciones como el Foreing Affairs», según afirma Carlos Manuel Estefanía, director de Cuba Nuestra, un feroz panfleto anticastrista que editan los exiliados […]
El miércoles 14 de diciembre el diario español El País publicó un artículo titulado «Nuestros lectores en la Habana», que firmaba una tal Theresa Bond, seudónimo de «alguien que escribe desde Cuba para publicaciones como el Foreing Affairs», según afirma Carlos Manuel Estefanía, director de Cuba Nuestra, un feroz panfleto anticastrista que editan los exiliados cubanos en Suecia. El País, uno de los medios de comunicación del grupo PRISA, notorio representante del sector «progresista» de la Falsimedia española, publica un artículo de encargo, firmado con un seudónimo, evidentemente planificado en el ámbito del Departamento de Estado, diseñado en grueso y tal vez en fino en el entorno de Caleb McCarry y del representante del Imperio en la Oficina de Intereses de los EEUU en La Habana. La conclusión es obvia: El País funciona dentro de una red desinformativa y de propaganda dirigida por el Departamento de Estado del gobierno de los EEUU.
El texto del artículo -un verdadero libelo mentiroso y contradictorio, y por eso último muy clarificador- se refiere a la situación de los «disidentes» encarcelados en Cuba y en relación con ellos al «papel liberador» de las llamadas bibliotecas independientes (1).
El tal Carlos Manuel Estefanía se jacta de haber conseguido la publicación del artículo que reproduce El País hace dos semanas, en el suplemento cultural del periódico Dagens Nyheter -«uno de los más importantes de Suecia»- en fecha tan temprana como el lunes primero de agosto con el sugestivo título de «Bakom gallret blomstrar det fria ordet» (Tras la rejas florece la palabra libre).
La descarada jactancia de ser los inductores de la publicación del texto encabeza un editorial en el que el día 7 del mismo mes de agosto Cuba Nuestra reproducía casi textualmente el texto de Bond en forma de comentario del director del libelo, titulado esta vez: ¿Bibliotecas independientes en las cárceles de Cuba?
Una semana antes de la aparición en El País, el artículo -ya muy baqueteado como hemos visto- se publica en Le Monde, que le transfiere el testigo al periódico independiente de Polanco. Dagens Nyheter, Cuba Nuestra, Le Monde, El País, en un periodo de cuatro meses y medio. Después de esos primeros avatares, el texto -originalmente escrito en inglés, según parece- irá rebotando de tribuna libre en tribuna libre haciendo camino a la infamia.
El origen del panfletario artículo -que publica como original el órgano más cualificado de Falsimedia en España- viene claramente señalado en el texto citado de Carlos Manuel Estefanía: «Después de España, probablemente sea Suecia el país europeo que mayor cobertura de prensa le da al movimiento democrático en Cuba, una situación que no poco debe al activismo de una parte de la inmigración cubana en este país».
Dada la poderosa iniciativa que los EEUU conceden a la «disidencia» cubana en el «proceso de transición»(2) es evidente que estamos ante un artículo diseñado y distribuido por el Departamento de Estado, de la misma manera que el Pentágono ha fabricado textos que después ha colocado -con nombres de autores inventados o seudónimos- en la «prensa libre» iraquí, según se ha denunciado y demostrado en las últimas semanas.
Con la NED nos hemos topado, con la Nacional Endowment for Democracy o, lo que es peor, con el trabajo sistemático del Coordinador para la Transición a una Cuba Libre, Caleb McCarry, nombrado por la Secretaria de Estado de los Estados Unidos.
El asunto es mucho más escandaloso en el caso de El País que en el cado de los medios de comunicación iraquíes, ya que la Falsimedia en el país árabe es un aparato de publicidad creado por los sucesivos virreyes y embajadores de Washington en Bagdad, y el periódico español es uno de los símbolos de la independencia y libertad de prensa aceptados y divulgados como tales por el conglomerado mediático que responde al llamado «consenso de Washington».
De modo que, recapitulemos:
-El País, uno de los medios de comunicación del grupo PRISA, notorio representante del sector «progresista» de la Falsimedia española, publica un artículo de encargo, firmado con un seudónimo, evidentemente planificado en el ámbito del Departamento de Estado, diseñado en grueso y tal vez en fino en el entorno de Caleb McCarry y del representante del Imperio en la Oficina de Intereses de los EEUU en La Habana.
-Dentro de ese entorno dirigido por el Comité para la Transición a una Cuba Libre, los elementos dinamizadores -«grupos de tarea»- son las organizaciones del exilio cubano más reaccionario. Tales elementos se encargan de señalar obligaciones a los medios de comunicación -Falsimedia- que se han integrado dentro de la red que colabora en las tareas propagandísticas del «proyecto Cuba» del Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado y el Pentágono.
-El artículo -probablemente no es el primero- inicia su periplo en Suecia cuatro meses antes, el día 1 de agosto, y es republicado en Le Monde en la primera quincena de diciembre, una semana antes de que se distribuya desde El País para la opinión pública española. Inmediatamente después de la primera publicación, uno de los panfletos menos presentables del exilio cubano, Cuba Nuestra, afirma que el circuito que inicia «Falsimedia Bond» en Suecia está organizado por el exilio cubano más activo que sitúa en ese país y en España. El mismo panfleto proporciona datos muy concretos sobre «la empresa» para la que trabaja la autora o el autor del artículo distribuido, y sobre los canales de distribución.
-Las fechas tan separadas de publicación apuntan a la organización de los medios en una estructura funcional más rígida que la anterior, menos basada en la emulación voluntaria entre los enemigos de Cuba y más con la tarea concreta de «asistir a Cuba» que ha planificado el Departamento de Estado. Se trata pues de una verdadera red de difusión de artículos que no pierden «la frescura» con el paso del tiempo. En realidad se fabrican siguiendo una estrategia desinformativa y de propaganda, y después se colocan escalonada o simultáneamente en los medios, según se trate de crear poco a poco una «matriz de opinión» o de buscar un efecto de choque sobre coyunturas más concretas.
La conclusión de todo esto es muy clara y, sobre todo, muy precisa:
El País funciona dentro de una red desinformativa y de propaganda dirigida por el Departamento de Estado del gobierno de los EEUU.
Notas:
(1). Para un análisis pormenorizado de las «bibliotecas independientes» puede leerse el magnífico artículo publicado por Rebelión:
http://www.rebelion.org/medios/040111uni.htm
Para leer el artículo «Nuestros lectores en La Habana»:
http://www.camagueyanos.com/wwwboard/messages/45940.html
(2). El deseado por los EEUU proceso de transición está totalmente diseñado, tanto en lo que se refiere a los instrumentos que se utilizarán -se detallan los que sólo violan el derecho internacional, y se mencionan con alusiones muy claras los que además constituyen actos claros de terrorismo- como a los resultados que cumplirán el proceso, dos enormes documentos. Uno de ellos es una ley del Congreso de los EEUU -la Helms Burton-, que como hizo en menor grado la Enmienda Platt a principios del siglo XX define la estructura económica, social y política de Cuba, y los procedimientos para establecerla y controlarla que utilizará el gobierno norteamericano. El otro es el Informe del Comité para la Transición a una Cuba Libre.
La existencia de una ley de los EEUU y de un documento operativo, y el nombramiento por Washington del llamado Coordinador para la Transición son hechos ponen en evidencia varias cosas: la llamada «transición» en Cuba es una decisión de los EEUU; el objetivo de la transición, su resultado en cuanto a la estructura económica, social y política de Cuba, es también una decisión de Washington; y, finalmente, que no existe ninguna organización en la isla a la que el gobierno norteamericano conceda el más mínimo protagonismo en esta determinación externa del futuro de la isla.