Ingresé como estudiante en la Universidad el primer año que se pudo estudiar Periodismo en Málaga, ya ha llovido desde entonces. Opté por estudiar Derecho, no porque mis familiares tuvieran despachos abiertos o porque perteneciera a una saga de lo que fuera, sino porque no tenía muy claro el tema y pensé que conocer las […]
Ingresé como estudiante en la Universidad el primer año que se pudo estudiar Periodismo en Málaga, ya ha llovido desde entonces. Opté por estudiar Derecho, no porque mis familiares tuvieran despachos abiertos o porque perteneciera a una saga de lo que fuera, sino porque no tenía muy claro el tema y pensé que conocer las normas nunca está de más hagas lo que hagas en la vida (así puedes saber con detalle cómo los de siempre se las pasan por las canicas, por ejemplo).
Escuché ese año una estadística que erizó mis cultos vellos corporales de entonces: el diario más leído por los estudiantes de periodismo era un diario deportivo. Es increíble, pensaba yo, desde mi óptica ultraculta, que los chavales no prefirieran prensa seria («ABC», «El País», etc.). Opio del pueblo, pan y circo, qué sé yo, no nos faltan frases estereotipadas para criticar todo el tinglado este del fútbol.
Cuento esta anécdota para que se hagan una idea de cuánto he cambiado, a lo mejor a eso se le llama madurar. El otro día pasé por una biblioteca de Málaga y tenían todos los periódicos a disposición del lector. Opté por la que espero sea una decisión más o menos estable, beneficiosa para mi adecuada salud mental: sin duda, el «Marca». A ver qué se cuece con los niños millonarios del fútbol, cómo va la Roma (todos tenemos nuestro corazoncito, más o menos escondido), o si Ronaldo se tiró finalmente a no sé quién en no sé dónde (ahora en Milán), etc. Todas esas bobadas con las que se llena un diario deportivo, ya se pueden imaginar. Ya sé que el fútbol es el opio del pueblo y todo eso, pero a mí me sirve para desconectar de tanta mierda diaria, y soy de la misma clase de aficionados románticos que mi admirado Manuel Vázquez Montalbán: mientras queden vídeos de Maradona, el mejor jugador que vi jamás dentro de un terreno de juego (fuera de él no hizo más que dar bandazos), pensaré que no todo está perdido, todavía, para el fútbol.
Todo esto viene a cuento de que estoy increíblemente cansado de la prensa, es lo que quería contar hoy. Hasta aquí llegué. Estoy cansado de tantas tribus de mariachis ensoberbecidos defendiendo a sus respectivos señoritos en columnas que, literariamente, son bazofia, aunque se supone que (des)informan. ¡Y cómo se engolan todos, en tertulias y columnas, defendiendo a los que, de un modo u otro, les dan de comer! Estoy cansado de editoriales escritos para ser leídos desde púlpitos laicos. Estoy ya cansado de dar cancha a todos éstos, que se reajustan las corbatas mientras vomitan contra quien tienen enfrente (que, por cierto, hace lo mismo pero defendiendo al señorito contrario, claro). Hasta aquí llegué como culto lector de periódicos, estoy cansado de todos.
Estoy cansado del tradicionalismo monárquico de «ABC». Pese a ZP, todavía no se ha quebrado España en mil pedazos, y tampoco fornicamos con gallinas por las noches ni devoramos niños crudos, con los principios definitivamente perdidos. No todo está tan mal.
Estoy cansado del progresismo de diseño de «El País». Todo guay, pero con nivel, oye, dentro de unos límites. Capaz de conjugar el glamour de la Calle Serrano con la manifestación contra la guerra de Irak y meterle el dedo en el ojo a la Iglesia por sistema. Cansa también esto, aunque sea más divertido para alguien con sentido del humor.
Estoy cansado del derechismo postmoderno y las constantes manipulaciones (con alguna verdad, de vez en cuando) de «El Mundo». Seguramente éstos encontrarían etarras hasta en la Casa Real (hay algún vasco, investiguen a ver qué sale). Perdón: mejor no darles ideas, que éstos convierten en miembros de ETA hasta a los históricos marinos vascos de siglos pasados.
Estoy cansado de lo reaccionario que resulta «La Razón«. Después de mirarlo un rato, entran ganas de meter los tanques en el Congreso, en Euskadi o en algún otro enclave maldito de la Patria. Y sí, el Papa es el más grande que hay y los moros, maricones y socialistas, unos degenerados, incluyendo al blandengue Gallardón en esa torcida tropa.
Estoy cansado también de la prensa local. Caciques de menor tamaño juegan a imitar a los madrileños, aunque sólo mangonean a nivel provincial. Se preparan entre ellos conferencias, charlas, colaboraciones aquí y allá, algo en alguna televisión local, cobran un dinerillo extra y miran por encima del hombro o ignoran al que suponen que puede ser competencia. Algunos acaban encontrando su huequito bajo el sol, incluso dirigiendo algo oficial, y a vivir, que son dos días (y uno está nublado).
Nada. Estoy harto de todo y de todos. Por eso, prefiero no leer la prensa, llevar siempre un libro debajo del brazo y no perderme ningún partido de fútbol que den en abierto (porque, por cuestión de principios, tampoco pago por ver fútbol; soy un tipo pintoresco). Así, por ejemplo, muy buena debe ser una reunión literaria en mi ciudad para que yo sacrifique un partido por televisión. Eso está más claro que el agua, si es que el agua sigue siendo clara todavía.
Incluso puede que al final acabe entendiendo a Fungairiño, que sólo veía la BBC. Me vendría bien esa solución, pues hablo menos inglés que Carlos Puebla. Eso sí, cuando se tercie, miraré de reojo la prensa deportiva. Será mi paréntesis, y quien sabe si mi venganza.