Cebrián abogó ayer en Málaga por establecer medidas de control en Internet que permitan que la prensa digital sea «tan respetable, fiable, creíble y rigurosa como lo es la prensa de papel»… Las mayores atrocidades e imposturas siempre las cometieron los ungidos por el cielo. Y además, a lo largo de más de una centuria, […]
Cebrián abogó ayer en Málaga por establecer medidas de control en Internet que permitan que la prensa digital sea «tan respetable, fiable, creíble y rigurosa como lo es la prensa de papel»…
Las mayores atrocidades e imposturas siempre las cometieron los ungidos por el cielo. Y además, a lo largo de más de una centuria, vienen diciendo éstos majestuosamente que responden sólo ante la historia. Pero las grandes mentiras no las divulgan, descubiertos, los condenados en sentencia firme por ellas, sino los que con recursos y paciencia han ido con el tiempo inspirando hábilmente confianza para dosificarlas luego escudados en la credibilidad trabajada y en el halo de respetabilidad que permanentemente reclaman. Este es el caso de la prensa en general, de gran parte de los periodistas a su servicio y de un tiempo a esta parte el de Cebrián y El País… Lo que postula Cebrián prueba qué poco sabe de lo poco que creemos en la prensa de papel, y prueba también hasta qué punto menosprecia la inteligencia que circula por la Red; inteligencia limpia de (casi) toda intención espúrea al no vender allí, a diferencia de lo que pretende tanto aquélla como los restantes medios, nadie sus ideas…
Pero si de acuerdo con lo que aboga Cebrián la prensa digital ha de ser su émulo, la prensa digital será tan poco respetable, tan poco fiable, tan poco creíble y tan poco rigurosa como la de papel. Está tan empapado Cebrián en los vapores del sistema, que no se da cuenta (o se la da y por eso trata de enredar en él) de que Internet es el único re-medio del siglo XXI contra el sistema y el único medio respetable, fiable, creíble y riguroso. El único contrapeso posible, hoy por hoy, al peso demoledor de la prensa al servicio de intereses enquistados y de intereses que no rotan, como tampoco rotan -se pasan de padres a hijos- quienes los regentan.
Que la prensa de papel no puede evitar sus lacras por tratarse de una superestructura inseparable de la misma sociedad imperfecta puede constituir una atenuante de culpa, pero también contribuye a convencernos de que a través de ella ningún avance socio-político de peso cabe esperar. Antes al contrario, la prensa apuntala y lubrica el engranaje general. Como tampoco nada pueden aportar en tal sentido los otros círculos mediáticos asociados a ella destinados ya a cumplir meramente tanto un papel de distracción como de cloroformización. Si la prensa gráfica va dirigida a una parte muy pequeña de población que, por el mero hecho de leer ya presupone una cuota estimable en el pensar un poco en un país donde se lee tan poco, los otros medios -el radiofónico y el televisivo- atienden a una población mayoritaria pasiva con un nivel nulo o bajísimo de criterio personal dinámico. Pero el caso es que entre ambos brazos armados, lo controlan y, lo que es peor, lo deciden todo…
Hay mucha más limpieza y autocensura en la Red de lo que Cebrián cree, que en la prensa gráfica; ésta mucho más atenta a vender ejemplares y a reclutar epígonos para los dos partidos políticos principales, que a formar una opinión responsable e independiente que en el fondo no le interesa porque le hace sombra y la contesta. La prensa no quiere ciudadanos despejados y lúcidos. A la prensa sólo le interesan ciudadanos sumisos y lo más sugestionables posible, y para ello trabaja. Y aunque, desgraciadamente, no se ven en la prensa digital noticias falsas, ni ideas demasiado subversivas contra la guardia civil, la monarquía, la iglesia, los lobbys y los grandísimos intereses financieros o el Estado, lo cierto es que en Internet se habla claro, se llaman a las cosas por su nombre y no se está pensando: ¿qué dirá el ministro, qué dirá el arzobispo, qué pensará el juez o el policía?
Por eso estoy convencido de que si de la Red podemos esperar alguna eficacia, algún cambio palpable, será precisamente extendiendo rumores, sospechas, hipótesis y sobre todo enfoques que no están «autorizados» en la prensa de papel, parte del poder. En ésta todo cuadra, toda verdad es redonda o se redondea, no admite dudas sobre nada y nada se cuestiona como punto de partida; y así nos va. ¿Qué dicen desde arriba que fue Al Qaeda? Pues todo lo demás arrastrará el mismo vicio interesado. ¿Qué Bin Laden o Hussein o Chávez hicieron o han hecho esto o aquello? Pues desde ahí el dogma, no del Vaticano sino ahora de la Casa Blanca, tirará del carro de lo que venga a continuación.
Una prensa de papel que no sangra ni es plataforma de clamor cuando un país colosal ataca a otros dos sin causa belli; que se decanta por norma a favor del más fuerte; que difunde y al tiempo defiende por ello mismo como «noticia» una impulsiva e interesada versión presidencial sobre el atentado contra el pueblo recién cometido; que propala todo cuanto concierne a la realidad con arreglo a las claves prefabricadas por los protagonistas principales del mando en el mundo y de la barbarie que se comete en él; que insiste en seguir la corriente a las agencias norteamericanas de noticias secundando tendenciosamente, día tras día, las versiones más pueriles, menos respetables, menos fiables, menos creíbles y menos rigurosas sobre, por ejemplo, unos mitos manejados a volonté por el Poder americano. Mitos como el tal Bin Laden o la ficción de Al Qaeda como organización del terrorismo internacional y no en último término como representante del mundo islámico y máximo enemigo del poder norteamericano, exclusivamente, y no del resto de países occidentales, etc. etc.
¿Considera Cebrián propio del rigor que se espera de un periódico insertar en primera página como certeza a bombo y platillo la afirmación del entonces presidente de gobierno de haber sido ETA el autor del atentado el 11-M, y todo por haber recibido el subdirector del rotativo una llamada telefónica del mismo, cuando la prensa debe ser la campeona de la desconfianza frente al poder y frente a todos los gobiernos? ¿Piensa que hay «verdad» en llamar día tras dia terroristas a los iraquíes que con el único medio a su alcance defienden sus tierras contra el invasor? ¿Llama objetividad, seriedad y digno de respeto el hecho de que en sendos artículos Andrés Ortega Klein, uno de los fundadores de El País, en uno considere «tan inmoral los contratos petroleros de Francia y Alemania con Irak antes de la invasión, como ofrecer Bush en aquel entonces de botín el petróleo iraquí a los países que se le unieran? (Tiempos y sentidos, 23 setiembre 2002), o calificar (Ganas de optimismo, 22 Julio 2004) de libelo el Farenheit de Moore, o que más recientemente, 13 setiembre 2004, tilde de «equivocada» la dirección de Zapatero (Cuando hasta Irak se vuelve contra Kerry) ¿Acaso son, todos ellos, ejemplos de rigor, de seriedad, de fiabilidad y de credibilidad elementales y, como antiguamente se decía, edificantes?
Contra la monserga y el sermón de nada sirve el silencio que los monserguistas y sermoneadores interpretarán no como prudencia sino como debilidad. A la monserga, al sermón, a la machaconería, a la mentira y a la confusión hay que combatirlos como hace la homeopatía: con más de lo mismo. A ver si así, convertido todo en una impostura colosal gráfica y digital, ven por fin la viga en su ojo…
Pero en todo caso mala cosa es que Cebrián haga un llamamiento general para que les imitemos, cuando buena parte de las funciones de la prensa de papel las cumple doblegándose ante el poderoso político y económico en lugar de enfrentarse a ellos. El mensaje de Cebrián resulta de parecido paño de que está compuesto todo lo que pertenece a la cinicocracia de la que hablaba el otro día Vidal Beneyto.
Internet no es un foco infeccioso. Más bien al contrario. Si de algo adolece es precisamente de servir de mero amplificador a las innumerables mentiras y tergiversaciones informativas difundidas por la prensa gráfica…
La prensa digital está bien como está. Como expresión y reserva de la máxima desconfianza hacia la otra y hacia todos los medios en general. Está bien como urdidora de conspiraciones frente al Poder. Si precisamente ha de evitar algo el periódico digital es el refrito, la reproducción de noticias de la prensa impresa, de puntos de vista trillados y sobre todo dirigidos sutilmente a reforzar el sistema, que es lo que hace Cebrián con su exhortación. El rumor, el bulo y la invención que puedan circular por Internet no son menos «sólidos» y menos valiosos que el rumor, el bulo y la invención cuasi-científicos salidos de la prensa corriente. En todo caso el peso de la confusión, aunque la prensa de papel trate de ordenar la que ella siembra para hacerla más asimilable a los consumidores, sólo puede aliviarse con más confusión. A ver si así, con su confusión, con confusión en la Red, con confusión en la calle y con confusión por todas partes se anima la prensa oficial a forzar y a ofrecernos algo diferente: por ejemplo dudas y desconfianza a raudales.
Todo lo que llama la prensa «realidad» según sus fuentes, principalmente en los asuntos graves domésticos e internacionales se nutre de las mismas agencias manipuladoras de esa realidad en función de los deseos del poder de turno en casa y del poder de la potencia de turno en el mundo. Y de paso (pues es notorio que lo que más importa en sus propios modos de valorar realidad política es la otra, la realidad económica y financiera confundidas con la primera), en función de la expectativa económica en clave de beneficios que cada asunto pueda proporcionar al grupo mediático.
Internet no debiera preocuparse más que de organizarse para costear a sus propios investigadores, para aceptar referencias como la de la Red Voltaire sin ninguna vinculación con el poder yanqui y con corresponsales propios, evitando, eso sí, el anonimato «absoluto» absolutamente ensordecedor. Lo demás no sólo debe seguir igual, sino que debieran concertarse medidas para distanciarse lo más posible de quienes dirigen la prensa de papel, de los que cuidan de los intereses de ésta y de los que propalan a lo largo y ancho de la sociedad realidades de papel…