La hija de María Teresa Trotta y Roberto Castelli, nacida en cautiverio, y el hijo de Lourdes Martínez Aranda y Francisco Goya, secuestrado junto a sus padres, fueron localizados por Abuelas de Plaza de Mayo. Sus hermanos fueron motores de la búsqueda. Verónica Castelli y Emilio Goya tratan de hacer equilibrio entre la emoción y […]
La hija de María Teresa Trotta y Roberto Castelli, nacida en cautiverio, y el hijo de Lourdes Martínez Aranda y Francisco Goya, secuestrado junto a sus padres, fueron localizados por Abuelas de Plaza de Mayo. Sus hermanos fueron motores de la búsqueda.
Verónica Castelli y Emilio Goya tratan de hacer equilibrio entre la emoción y la prudencia. Militantes de HIJOS, ambos acaban de encontrar a sus hermanos secuestrados durante la última dictadura. Ante todo, quieren preservar esa relación que está renaciendo después de treinta años. Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, fue la encargada de dar la noticia oficialmente: dos nuevos nietos, dos nuevos jóvenes, recuperaron su identidad. Y sus hermanos fueron protagonistas de la búsqueda.
Los dos nuevos nietos recuperados son la hija de María Teresa Trotta y Roberto Castelli y el hijo de Lourdes Martínez Aranda y Francisco Goya. Ella nació durante el cautiverio de su madre, a fines de abril o principios de mayo de 1977, y el viernes pasado supo que era hija de desaparecidos. El fue secuestrado junto a sus padres en 1980. El juez federal Ariel Lijo le contó su historia el martes.
La casa de las Abuelas de Plaza de Mayo se llenó ayer a las cuatro de la tarde. Camarógrafos, fotógrafos y periodistas esperaban el inicio de la conferencia de prensa en la que también participó el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Puertas adentro, el lugar estaba lleno de treintañeros. Verónica Castelli se sentó al lado de las Abuelas Estela de Carlotto y Rosa Rosinblit. Dos compañeras le sostenían la espalda, como ella lo había hecho con otros. Cuando la presidenta de Abuelas nombró a sus padres, no pudo contener las lágrimas. «Esperamos poder seguir haciendo estos anuncios tan rápido y seguido como la historia lo requiere», aseguró Carlotto. Hasta el momento, son 92 los niños secuestrados o nacidos en cautiverio que recuperaron su identidad.
María Teresa y Roberto
María Teresa Trotta nació el 14 de julio de 1950 en la provincia de Buenos Aires. Roberto nació en la Capital Federal el 28 de diciembre de 1946. En 1974 nació su primera hija, Verónica. Fueron secuestrados el 28 de febrero de 1977, él en Merlo y ella, embarazada de seis meses, se presume, cerca de San Antonio de Padua. Fueron vistos por sobrevivientes en el centro clandestino de detención Sheraton y en El Vesubio.
Los testimonios obtenidos en la investigación indican que María Teresa fue llevada al sector de Epidemiología del Hospital Militar de Campo de Mayo para dar a luz. Según la pesquisa, la niña fue adoptada a través del Movimiento Familiar Cristiano que, aparentemente, durante la última dictadura entregaba bebés en adopción sin investigar el paradero de su familia. Esta misma organización estuvo involucrada en el caso de Belén Altamirano Taranto, otra nieta recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo.
«Tengo una sensación similar al momento en que nació mi hijo. Por primera vez me siento plena. Dediqué mi vida para esto. Estoy muy feliz», dijo Verónica en la conferencia de prensa. Emilio, motor de la búsqueda de Jorge Guillermo, prefirió no participar del anuncio público sobre la recuperación de su hermano.
María Lourdes y Francisco
Francisco Goya nació en Resistencia. Tuvo dos hijos -Juan Manuel, en 1972, y Emilio, en 1974- con su primera mujer. Militó en el Movimiento Nacionalista Tacuara, en la Juventud Peronista y en Montoneros. Durante su exilio en México conoció a María Lourdes Martínez, ciudadana de ese país y militante del Partido Comunista. En marzo de 1979 la pareja se fue a España y el 31 de julio del mismo año nació su hijo Jorge Guillermo.
Lourdes y Francisco volvieron a la Argentina en el marco de la Contraofensiva. Los tres fueron secuestrados entre abril y julio de 1980 en Mendoza. A partir de un dato de un «arrepentido» el juez Lijo pudo encontrar al niño, hoy un joven.