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Los comunistas rusos publican un documento de denuncia de los crímenes del capital

Contra los crímenes del capitalismo

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti y Josafat S. Comín

Como ya sabrán los lectores de Rebelión, en el pasado mes de enero se presentó en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa una resolución avalada por el Partido Popular Europeo (PPE), que intentaba condenar el comunismo, equiparándolo con los regímenes fascistas anteriores a 1945. La maniobra se inscribe dentro de una campaña general para rescribir la historia a gusto de los poderosos y destruir la memoria histórica, en este caso, de Europa. El asunto provocó la lógica reacción, especialmente por parte de los partidos comunistas europeos. Finalmente, la resolución, algo rebajada (se quitó la parte que promovía una descarada «caza de brujas» en los países del Este de Europa) se aprobó con una escuálida mayoría. En Rusia, donde, evidentemente, el tema suscitó mayor preocupación, el Partido Comunista (PCFR) decidió responder publicando un memorándum en el que se denuncian los crímenes de los regímenes capitalistas(ver Rebelión http://www.rebelion.org/noticia.php?id=26451)

Presentamos hoy aquí dicho memorándum a los lectores de Rebelión.

Memorándum «Acerca de los problemas de la lucha contra el imperialismo internacional y de la necesidad de una condena internacional de sus crímenes»

I

Sobre el mundo actual pende la amenaza de la instauración de una dictadura global de unos cuantos estados imperialistas, con los EE.UU. a la cabeza. Su objetivo es el dominio de los «mil millones dorados» (el «Primer Mundo») 1 sobre la periferia explotada, condenada eternamente a la degradación económica y social. Por esto, no hay hoy en día una tarea más importante para la Humanidad, que la lucha contra el imperialismo y su más reciente variante, el globalismo. Esta lucha será coronada por el éxito sólo si se dan las condiciones de una unidad planetaria de los esfuerzos de la clase obrera, el campesinado trabajador, la intelectualidad democrática y los combatientes de las liberaciones nacionales.

Esta lucha prosigue y se fortalece, a pesar del repliegue temporal del socialismo en el continente europeo. La influencia de las fuerzas de izquierda crece de nuevo por todo el mundo. Los comunistas siempre han estado y están en la vanguardia de la lucha contra el imperialismo. Por eso no es casual que, en los últimos tiempos, se han hecho más frecuentes las provocaciones anticomunistas. Un escandaloso ejemplo de éstas ha sido la resolución de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE) en la sesión de enero de este año.

Por supuesto, ninguna resolución podrá borrar el movimiento comunista de la historia, o empequeñecer su aportación al desarrollo de la civilización mundial. No obstante, esto no nos libra de la obligación de dar una respuesta contundente a los provocadores. Pues la resolución de la APCE no es simplemente una manifestación de desmemoria histórica y de la más negra ingratitud hacia la Unión Soviética y su papel en la salvación de Europa de la esclavitud fascista. No, esto va en la línea de una revancha fascista, de un «renacimiento» fascista.

El mundo vive un momento decisivo. O la Humanidad dice un resuelto «no» a la restauración fascista, o estará condenada a nuevos sufrimientos para muchos años. Por ello, el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) considera su obligación social e internacional intervenir con una iniciativa de elaboración de estrategia y táctica para una lucha activa de la Humanidad contra la amenaza globalista.

Esta tarea exige una valoración internacional de múltiples facetas y una condena de los crímenes del imperialismo y el globalismo. No pretendemos aquí dar una lista exhaustiva de esos crímenes. El presente memorándum, que se presenta a la atención de la opinión pública mundial, está abierto a la discusión, mejora, e introducción de concreciones y adiciones. Opinamos que, para ese trabajo, es necesaria la creación de una comisión internacional de autoridad y prestigio.

II

Los autores del informe del parlamentario sueco Lindblad 2 , de manera presuntuosa, y sin la debida cualificación científica, tocaron la muy importante cuestión de teoría y práctica – acerca del papel de la violencia en la historia.

Si abordamos la historia mundial con mezquinos criterios pequeñoburgueses, entonces habría que reprobarla en su conjunto, empezando desde el momento en que el hombre primitivo bajo del árbol y comenzó a vivir en sociedad. La historia universal es, en muchos aspectos, la historia de guerras interminables, saqueos y violencias. ¿Cómo valoran los comunistas este doloroso, pero indiscutible hecho?

El marxismo nunca exageró el papel de la violencia en la historia. Al revés, sus fundadores siempre se mofaron de los «pensadores » del tipo Dühring 3, que consideraban la violencia como la principal fuente de desarrollo social. Y esto es comprensible: la apología de la violencia es una característica de la ideología de las clases explotadoras y reaccionarias.

Pero el marxismo tampoco infravaloró nunca el papel de la violencia, entendiendo que, frente a la violencia de los explotadores, los oprimidos tienen el derecho y deben contestar con la violencia de autodefensa. Y hubo y hay motivos para defenderse. El capitalismo surgió en el proceso de la llamada acumulación inicial (del capital), cuyo sentido era la segregación, mediante la fuerza, del trabajador de los medios de producción. Los horrores de la acumulación inicial permanecerán escritos para siempre, en el libro de la historia, con letras de sangre.

El capitalismo vino al mundo cubierto de pies a cabeza de sangre y suciedad. Su historia da innumerables motivos para el arrepentimiento. Para que pudiera afianzarse en su patria de origen (Inglaterra), fue necesario arruinar y liquidar al campesinado libre, anterior propietario de la tierra, los «orgullosos yeomen» 4 de Shakespeare. Además, adoptar contra los «vagabundos» expulsados de la tierra, leyes terroristas, que castigaban con la pena de muerte el menor atentado al «sagrado derecho» a la propiedad privada. Utilizar ampliamente el trabajo esclavo de esos mismos vagabundos, encerrados en los presidios llamados «casas de trabajo». 5 La lánguida, prolongada durante dos siglos y medio, revolución burguesa en Alemania devastó literalmente el país en varias ocasiones, reduciendo la población a menos de la mitad. La gran Revolución Francesa recurrió, sin vacilaciones, a medidas de terror masivo contra los enemigos del pueblo. Los Estados Unidos de América levantaron el edificio de su civilización sobre los huesos de millones de indígenas y esclavos negros. La saciada Europa de hoy debe su empacho a la feroz explotación de sus antiguas colonias y sus actuales semicolonias.

Las crueles guerras de la época de formación del capitalismo han dejado una mancha imborrable en la historia europea. Entre ellas, la Guerra de los 30 Años (1618-1648), en el s. XVII, en cuyo curso fue exterminado casi un tercio de la población de Alemania, y en la cual jugó un papel decisivo el régimen monárquico de Gustavo Adolfo en Suecia. La Guerra del Norte (1700-1721), desatada por el rey sueco Carlos XII. La Guerra de Sucesión española (1700-1714), entre Francia, España y Austria. La Guerra de los 7 Años (1756-1763), iniciada por el rey prusiano Federico II. Las Guerras Napoleónicas (1800-1815) , que hundieron en el caos a toda Europa, y causaron la muerte en masa de población civil, asesinatos y ejecuciones de millones de personas, destrucción de monumentos culturales, etc.

¿Cómo deberíamos referirnos a esa cadena de crueldades llamada Historia Universal? El clásico humanismo burgués se concilia con la idea de que el camino del bien pasa por la violencia, y busca la reconciliación con esas contradicciones, gracias a lo que el mal aparece como una fuerza motora del progreso. Esa posición fue expresada en toda su plenitud y con toda franqueza por los padres espirituales de la civilización burguesa, el economista Ricardo y el filósofo Hegel.

Los comunistas tampoco somos mezquinos llorones pequeñoburgueses y conocemos el precio del progreso social. Por todo hay que pagar. Y mientras la Humanidad sufre la «prehistoria» (Marx), se ve obligada a pagar por el progreso con sangre. La doctrina comunista no pretende ni negar la realidad, ni embellecerla. Ve toda la dureza de la vida y no renuncia a los frutos del progreso, conquistados a un terrible precio. Pero rechaza aceptar ese estado de cosas como una norma eterna y busca caminos hacia otras formas más humanas de desarrollo, hacia una historia propiamente dicha de la Humanidad, diferente de su «prehistoria». El comunismo científico es la única doctrina social en la historia que indica una salida de este callejón sin salida político, económico y moral.

Sí, el socialismo, como todas las formas sociales que le precedieron, surge a partir de sacrificios y violencia. «Los largos sufrimientos de generaciones», de los que hablan Marx y Lenin, no son una metáfora vacía. Pero, junto a eso, este es el primer sistema en la historia que, objetivamente, lleva dentro de sí la negación del sangriento camino «normal» del progreso. Y pone al alcance de la conciencia de las masas lo inadecuado de ese camino.

Es necesario distinguir la sangre de los revolucionarios, vertida para lograr el progreso social, de la sangre de los reaccionarios, vertida en la lucha contra el progreso, en intentos de detenerlo o de volver hacia atrás. Existe la justa violencia revolucionaria, dirigida a la consecución de la libertad y la independencia. Y existe la violencia reaccionaria, dirigida contra la libertad y el progreso, en defensa de los intereses egoístas de las reaccionarias clases explotadoras.

Los revolucionarios no se han arrepentido ni se arrepentirán por la justa violencia de los oprimidos contra los opresores. Consideran que la renuncia a diferenciar entre matar a un opresor y matar para expoliar, es fariseísmo. Las grandes revoluciones socialistas del siglo XX en Rusia y China hicieron comprender esa sencilla verdad incluso a tan ardorosos defensores del capitalismo como Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Charles De Gaulle. Más aún, se vieron obligados a participar en unión con la Rusia socialista, en la lucha contra el fascismo. Sin embargo, la antigua amistad se olvida. En sustitución de los aliados de los años 40 llegaron nuevos amnésicos históricos.

Es por eso que recomendamos a los estados de Occidente mirar críticamente a su pasado y juzgarlo honestamente. Acabar con la práctica de las dos varas de medir. Los crímenes deben ser reprobados, diferenciando lo que se logró de positivo e imperecedero.

Hay un criterio preciso para diferenciar lo que son crímenes de lo que es necesaria violencia revolucionaria. «La burguesía – se dice en el «Manifiesto Comunista» – ha jugado en la historia un extraordinario papel revolucionario». Y los comunistas no deben infravalorar y silenciar ese papel. Pero los tiempos de la burguesía revolucionaria ya hace tiempo que pasaron. El capitalismo ha entrado en el estadio del imperialismo y el globalismo. Sus metas se han separado completamente de las tareas del progreso social. Los comunistas consideramos como un crimen histórico toda violencia dirigida al retraso del progreso social. El imperialismo ya hace mucho que está manchado con crímenes de ese tipo.

III

El imperialismo existe en dos variantes: liberal y totalitario-fascista. Las dos se distinguen por la forma de organización política, pero la base económica de ambas es la misma: el mantenimiento del bienestar propio a costa de la explotación de otros países y pueblos. Como testifica la historia, el liberalismo degenera con facilidad en fascismo del tipo del alemán o italiano, o bien en su variante, el maccarthismo norteamericano. Los regímenes fascistas frecuentemente se llevan bien con la economía liberal y se benefician de apoyos de todo género posible por parte de los liberales, de lo que sirve como ejemplo el fascismo pinochetista en Chile.

Los crímenes del nazismo y el fascismo fueron condenados y castigados por la comunidad internacional. Los crímenes de los llamados regímenes liberales hasta el día de hoy no han recibido la debida valoración y la comunidad mundial, a menudo está mal informada sobre las fechorías cometidas por ellos.

Los crímenes del imperialismo son diferentes en función del país y del periodo histórico. Incluyen asesinatos y ejecuciones masivas, creación de campos de exterminio, hambre, deportaciones, torturas, trabajos forzados, así como otras formas de terror. Su responsabilidad es enorme también en la destrucción de las bases de existencia de muchos estados y naciones. Por la violación de principios fundamentales de la moral social, tradiciones nacionales y valores culturales. Por la creación de situaciones de crisis sociopolíticas y espirituales en el mundo.

1. Crímenes contra los trabajadores, contra la clase obrera, el campesinado y la intelectualidad democrática.

El capitalismo se ha esforzado siempre, con crueldad extrema, en aplastar las rebeliones del pueblo trabajador y explotado. Bastará con recordar la sangrienta represión contra la Comuna de París (1871), la dispersión a tiros de la manifestación del 1 de mayo de 1886 en Chicago o los horrores de la guerra civil en Rusia.

Pero los principales instrumentos de la lucha con el pueblo trabajador han sido la esclavitud, directa o indirecta, el hambre y las torturas. Particularmente, la utilización del trabajo forzoso de esclavos en las condiciones de regímenes «democráticos» de Gran Bretaña, Francia, Holanda, España, USA, en el periodo de su expansión colonial y neocolonial.

Consecuencias catastróficas de la política de globalización imperialista. Los costes ecológicos y sociales de la llamada política liberal de mercado de los países occidentales se sienten en todo el resto del mundo, lo que provoca un incremento brutal de los padecimientos de decenas de millones de habitantes de nuestro planeta. Se agrava la escandalosa injusticia en las relaciones internacionales, ante todo en la división del trabajo, impuesta al dictado de las potencias occidentales. Ello ha llevado a que, en los últimos 10 años se agudice, de un modo sin precedentes, el problema del hambre. Los indicadores de mortalidad infantil a causa del hambre han alcanzado, según datos de la ONU, un nivel nunca visto antes: 17.000 muertes cada día. En total 25.000 personas perecen diariamente de hambre. Hoy en día, 777 millones de personas, en países dependientes de regímenes liberales, y 38 millones, en países donde se han instaurado regímenes a imagen de las democracias occidentales, padecen subalimentación. En los mismos «libres y democráticos» EEUU mueren al año no menos de 1.8000 norteamericanos, simplemente por carecer de seguro médico.

Los datos del Informe de la ONU de 2005 sobre el desarrollo humano suenan como una sentencia al imperialismo. Los ingresos conjuntos de las 500 personas más ricas del mundo superan los ingresos de la parte más pobre de la población del planeta, que cuenta unos 416 millones de personas. Entre estos dos polos se encuentran 2.500 millones de personas que viven con menos de 2 dólares al día. Eso supone el 40% de la población de la Tierra, pero su porcentaje sobre el total de ingresos mundiales representa apenas el 5%. El 10% de los más ricos de la población mundial tiene, a su vez, unos ingresos que son el 54% de los ingresos mundiales. La política de los regímenes occidentales provoca que más de 1.000 millones de personas en la Tierra vivan en condiciones de miseria. Cada año, 10,7 millones de niños no alcanzan los 5 de edad. Y esto, cuando, según cálculos de los expertos de la ONU, gastando apenas 4.000 millones de dólares, sería posible reducir la mortalidad infantil en casi 2/3 en los 75 países más pobres.

Y hoy en día también se explota el trabajo forzoso a escalas enormes. De 2.500 millones de esclavos, según datos de la ONU y la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), hasta 500.000 personas viven en países de Europa Occidental, y hasta 200.000 en estados en «transición» a la economía liberal.

La implantación de la «democracia» y los modelos liberales en Rusia, bajo presión de los EE.UU. y las instituciones internacionales controladas por ellos resultó en pérdidas humanas de 10 millones de personas en el territorio de la Federación Rusa. De esa cifra, 9 millones son rusos de nacionalidad. El hecho del genocidio ruso y de otros pueblos de Rusia como resultado de semejante política fue fijado en los materiales de la comisión para la destitución del presidente B. N. Yeltsin y recibió el apoyo de la mayoría de los diputados de la Duma Estatal de la FR (Parlamento de Rusia) en 1999.

2. Crímenes contra la libertad e independencia de los pueblos.

Es grandísima la culpa del capitalismo por la crueldad de la época colonial. La población de India, Argelia y Camboya, Indonesia y Etiopía sufrió el exterminio por parte de las «liberales» Gran Bretaña, Francia, Holanda, Bélgica, Italia, respectivamente. Como también los pueblos de Corea, Vietnam, Yugoslavia, Afganistán e Irak en tiempo de las agresiones de los EEUU.

El capitalismo ha practicado y practica extensamente la destrucción de las bases de la vida, y el genocidio de las poblaciones indígenas, con matanzas y ejecuciones en masa::

Los nativos americanos en América del Norte por el régimen USA;

Los rutenos (ucranianos) en AustriaHungría a principios del siglo XX;

Los chinos en el curso de las «Guerras del Opio«, que llevaron a cabo EEUU, Gran Bretaña, Alemania y otros estados europeos, así como Japón;

Los pueblos de los países de África, Asia y América Latina, por los estados de la actual Unión Europea y los EEUU en los siglos XIX-XX;

Los pueblos bielorruso y ucraniano durante la política de «pacificación» en Polonia, en el periodo entre la primera y la segunda guerra mundial.

El genocidio de los pueblos ruso, ucraniano, bielorruso, judío y otros, en el periodo de ocupación de la URSS por las tropas de Alemania, Italia, Hungría, Rumanía, Eslovaquia, Croacia y Eslovenia, así como por destacamentos de SS, formados por letones, estonios, lituanos y nacionalistas y «kulaks» (campesinos ricos contrarrevolucionarios) de Galitzia (Ucrania Occidental).

Empezando a mediados del siglo XIX, los EEUU, guiados por la llamada «doctrina Monroe«, realizan interminables intervenciones armadas contra los países de Latinoamérica. Arrestos sin juicio y ejecuciones de revolucionarios, como Ernesto Che Guevara, hace mucho tiempo que se hicieron una característica integrante de la «democracia» americana (sic) y el «estado de derecho». El golpe militar en Chile, inspirado por la CIA, el asesinato del presidente Allende, han entrado en la historia como uno de los crímenes más cínicos del imperialismo. Hoy prosigue el bloqueo de Cuba y las provocaciones sin descanso contra Venezuela, porque ambos pueblos eligieron una vía de desarrollo socialista.

Con el pretexto de la implantación de la democracia se lleva a cabo una guerra despiadada contra el pueblo de Irak, cuya única «culpa» es el deseo de vivir según sus propias leyes y decidir ellos mismos su destino. Bajo la tapadera de argumentos hipócritas sobre la defensa de la libertad, se preparan agresiones contra Irán y Siria, se otorga apoyo a la política de ocupación de Israel, se preparan represalias contra todo aquel que contraría las pretensiones de los EEUU y sus aliados de hegemonía en el mundo moderno.

En Europa, en Letonia y Estonia, ante el acuerdo silencioso de la Unión Europea, se resucita el sistema de «apartheid«, que priva de sus derechos políticos a casi la mitad de la población por sus características étnicas.

3. Crímenes contra la paz y la vida en la Tierra

El imperialismo es el responsable de haber desatado las dos guerras mundiales, que costaron la vida a cerca de 100 millones de personas. El lanzamiento por parte de los EE.UU. de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, representa el mayor crimen de guerra en la historia de la humanidad

No menos mortífera resultó la utilización de armas de destrucción masiva dirigidas contra cualquier organismo vivo. Por ejemplo, el esparcimiento -por parte de la aviación norteamericana- de agentes defoliantes sobre Indochina.

Las guerras han ido acompañadas de deportaciones, torturas y el exterminio de personas en los campos de concentración. Exterminio de rusos en los campos de concentración ingleses de la isla de Mudyug, durante la intervención de la Entente. Hasta 20 mil rusos, ucranianos, bielorrusos, y representantes de otros pueblos fueron aniquilados, como prisioneros del Ejercito Rojo, en los campos de concentración polacos, a comienzos de los años 20.

Defensores del ideal comunista, disidentes, luchadores por la reunificación de los pueblos ucraniano y bielorruso. Ucranianos, bielorrusos y judíos, hacinados y exterminados en el campo de concentración polaco.

20 millones de civiles de la URSS cayeron víctimas de los trabajos forzados, del hambre, de las penurias provocadas por la guerra, de las ejecuciones en masa. Rusos, ucranianos, bielorrusos, judíos y gitanos, exterminados durante la ocupación del territorio de la Unión Soviética, por las tropas de Alemania, Italia, Hungría, Rumania, Eslovaquia, así como de las legiones de las SS, incluyendo las originarias de Finlandia, Noruega, Letonia, Estonia, Lituania.

El bloqueo al que se vio sometida la población civil de Leningrado, que causo la muerte a más de medio millón de sus habitantes, representa uno de los más terribles crímenes contra la humanidad.

Las guerras imperialistas surgen fruto de cínicas provocaciones.

El incendio del Reichstag, la voladura de bloques de viviendas en Moscú, el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York. No es ningún secreto la cooperación activa de los servicios secretos occidentales con los terroristas internacionales, su preparación y equipamiento, la selección de objetivos.

4. Crímenes contra la cultura.

Pensamos que los crímenes del imperialismo contra la cultura nacional y de toda la humanidad, merecen una investigación independiente y rigurosa. Todas las atrocidades que hemos venido enumerando, son resultado directo de la «misión civilizadora» del imperialismo, de la instauración forzosa de la «democracia», de la concepción de «prescindibilidad» de las culturas nacionales y de las civilizaciones originarias de los pueblos de Asia, África, América e incluso de parte de Europa. Partiendo de estos presupuestos ideológicos se cimentaba la necesidad de «eliminación» no solo de personas concretas, sino inclusive de pueblos enteros, los cuales, según se aseguraba, representaban un obstáculo en la tarea de construcción de la sociedad «libre», siendo catalogados como «subhumanos» no aptos para la vida en las condiciones de la ideología y la política liberal-democráticas. Creemos necesario que la comunidad internacional tiene que pronunciarse y condenar las teorías que alientan el odio entre seres humanos, tales como el maltusianismo, el social-darwinismo, la doctrina de Nietzsche, el racismo, el mundialismo etc.

Pensamos además que las múltiples guerras que ha venido provocando el imperialismo en los Balcanes, a lo largo del último siglo y medio, no persiguen únicamente intereses económicos. Están dirigidas a la destrucción de Grecia como cuna de la civilización europea y de Serbia como foco originario del cristianismo ortodoxo en Europa.

IV

Los círculos gobernantes y los partidos políticos de los países occidentales no se han desligado en muchos casos de los crímenes cometidos en el pasado y de los que se cometen en la actualidad.

En Europa disfrazados de demócratas, a menudo se camuflan partidarios de regímenes dictatoriales: en España y en Italia, nazis en Austria, partidarios de Pilsudski (dictador de 1926 a 1935) en Polonia, de Stepan Bandera (cabecilla de los colaboracionistas nazis en Ucrania en los años 40) en Ucrania, fascistas enanitos en las repúblicas bálticas.

La valoración política y moral de las acciones pasadas y presentes de los imperialistas es imprescindible que se haga ahora, cuando los países fieles a esa ideología y sus directrices, intentan presentarnos su actividad como un supuesto patrón a seguir por toda la humanidad.

El deber de la comunidad internacional, pasa por emitir un juicio sobre la «aportación» de estos regímenes a la historia mundial, y advertir de sus peligros a la gente, para evitar que se puedan repetir los crímenes cometidos por los liberales.

Una evaluación objetiva de la historia del imperialismo es extraordinariamente importante para la educación de las jóvenes generaciones, para la creación de una base sobre la que construir unas relaciones de auténtica cooperación entre estados y pueblos con una historia diferente y pertenecientes a diferentes civilizaciones.

Consideramos que las víctimas de los crímenes de los regímenes imperialistas, sus familias y descendientes merecen una compensación material por sus sufrimientos. Proponemos la creación de un Día internacional en memoria de las víctimas de los crímenes del imperialismo. Podría ser el 3 de septiembre, aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial

Pero no nos podemos quedar en la condena. Es imprescindible ofrecer a la humanidad una alternativa real.

El imperialismo y la globalización son formas reaccionarias, deformadas de la integración mundial. Pero la integración propiamente dicha se hace inevitable. La humanidad, objetiva e indefectiblemente, se encamina hacia una unidad mucho más intensa, desde todos los puntos de vista. Este es un hecho positivo e indiscutible. Cualquier intento de revertir esta tendencia, de volver al pasado, de resucitar el aislacionismo, es reaccionario. Sin embargo para los destinos de la humanidad, para los destinos de toda la especie Homo sapiens, no pueden ser en absoluto indiferentes el camino y el modo para alcanzar esa unidad.

¿Seguiremos avanzando por el camino del sometimiento del trabajo al capital, o por el de la liberación del trabajo del capital, hacia la conversión del trabajo en una necesidad vital y natural?

¿Nos encaminamos hacia una unidad de lo multiforme, hacia una asociación en la que «el libre desarrollo de todos es condición para el desarrollo de cada uno», o hacia la unidad de la uniformidad, hacia un cuartel mundial, al que está empujando el poder del capital a la humanidad?

¿Vamos hacia la instauración sobre el mundo del poder oligárquico de un reducido círculo de personas o hacia la interacción democrática y la cooperación de países soberanos y de sus pueblos?

Únicamente el socialismo puede ofrecer una alternativa real, no reaccionaria ni utópica, a la globalización y al «nuevo orden mundial.»La posición de partida de los comunistas rusos consiste en la unidad de la lucha de clases de los trabajadores por la liberación social y la lucha de los pueblos por su independencia, por un desarrollo libre, democrático y autóctono.

Estamos convencidos de que el movimiento antiimperialista y antiglobalización adquirirá un auge aún mayor y reforzará su unidad de acción partiendo de los siguientes objetivos en su lucha conjunta:

Por la liberación del trabajo de la explotación y por la justicia social.

Por el internacionalismo y el patriotismo como valores fundamentales de la convivencia humana e internacional. Contra el chovinismo y el cosmopolitismo 6.

Por la independencia nacional y estatal.

Por los derechos humanos. No solo los civiles y políticos; también los sociales y económicos: derecho al trabajo, al descanso, a la educación, a la asistencia médica, a la defensa social.

Por la libertad de expresión e información. Contra el totalitarismo informativo y cultural del imperialismo.

Por la defensa del medio ambiente ante el efecto destructivo de la «carrera consumista» y de la actual división internacional del trabajo.

Por el derecho del pueblo al levantamiento, a la autodefensa frente a la agresión, a la lucha armada contra los opresores y ocupantes.

Contra el terrorismo internacional. Por una clara diferenciación del terrorismo y de la lucha de liberación nacional.

Contra toda forma de discriminación racial o nacional, contra todas las formas de apartheid.

Contra el yugo de la deuda externa.

Por la supresión del control total policial sobre las personas.

Por la disolución de los bloques político-militares agresivos.

La plataforma propuesta de una nueva Internacional antiimperialista y antiglobalización, no excluye a nadie ni prejuzga las formas concretas de construcción social, que elija la humanidad en el futuro.

Pero la realización de estos lemas es extremadamente imprescindible. Serán inevitablemente hechos realidad por los esfuerzos conjuntos de la humanidad progresista, si es que esta quiere no solo sobrevivir, sino avanzar por el camino del progreso, la paz, la igualdad de derechos y la justicia.

Hay que mirar al futuro y no ajustar cuentas con el pasado.

Hay que ir hacia delante con valentía y decisión.

Guennadi Ziuganov es Sec.Gral del CC del PCFR

Notas

1 El concepto de «1.000 millones dorados», expresión muy conocida en el mundo de lengua rusa, pero poco habitual en «Occidente» hace referencia al número aproximado de habitantes de lo que aquí llamaríamos «países capitalistas desarrollados» (más vulgarmente, «Primer Mundo»), es decir, USA, Canadá, Japón, países de la Unión Europea, y algunos otros (Australia, Nueva Zelanda, Israel, …).

2 Goran Lindblad, parlamentario sueco conservador, miembro del PPE es quien ha redactado y defendido la resolución anticomunista en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

3 Karl Eugen Dühring, filósofo alemán del s. XIX.

4 Los «yeomen» era una clase media de granjeros en la Inglaterra de la Baja Edad Media y primeros siglos de la Edad Moderna. Eran pequeños propietarios acomodados, que trabajaban ellos mismos sus tierras (aunque algunos podían permitirse, además, tener asalariados a su servicio).

5 Workhouses, en inglés. Eran una especie de mezcla de centros de internamiento y talleres para los pobres, en la Inglaterra de los siglos XVII-XIX. Las condiciones de vida en ellos solían ser bastante terribles, como reflejó Dickens en alguna de sus novelas.

6

Teoría burguesa que exhorta a renunciar a los sentimientos patrióticos, a la cultura y a las tradiciones nacionales en nombre de la «unidad del género hurnano». El cosmopolitismo, tal como lo propugnan ideólogos burgueses contemporáneos, expresa la tendencia del imperialismo al dominio mundial. La propaganda del cosmopolitismo (de la idea de crear un gobierno para todo el mundo, &c.) debilita la lucha de los pueblos por su independencia nacional, por su soberanía como Estado. El cosmopolitismo es incompatible con el internacionalismo proletario que armoniza orgánicamente la comunidad de intereses fundamentales de los trabajadores de todo el mundo con su amor por la patria, con el espíritu del patriotismo popular. Diccionario soviético de filosofía