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Análisis de una crónica caótica

Contra Siria todo vale

Fuentes: Rebelión

No hay colmillo de jabalí que tal navajada dé como la pluma Quevedo, Sentencias   Como el Consejo de Seguridad de la ONU no se pliega al dictado neocolonial de las potencias occidentales gracias a la firmeza de Rusia y China, y como los mercenarios y alzados en armas han sido expulsados por el ejército […]

No hay colmillo de jabalí que tal navajada dé como la pluma

Quevedo, Sentencias

 

Como el Consejo de Seguridad de la ONU no se pliega al dictado neocolonial de las potencias occidentales gracias a la firmeza de Rusia y China, y como los mercenarios y alzados en armas han sido expulsados por el ejército sirio de los bastiones que ocupaban en algunas ciudades, la campaña de guerra mediática contra el país de los omeyas cobra tintes histéricos, semejantes en su tono a los desplegados antes de la invasión de Iraq y en los meses previos al ataque de la OTAN contra Libia. El método es el mismo (cegar con mentiras la realidad), el objetivo idéntico (volver a dominar Siria, aislar al movimiento patriótico libanés y estrangular la resistencia palestina) y la estrategia la misma (acabar imponiendo el dictado imperialista a través de la ONU para así legitimar la destrucción del país, con invasión militar en caso necesario, y controlar Irán como fin último).

Vicente Romano ha explicado magistralmente en su último libro La violencia mediática cómo mediante lo que él llama «las técnicas del engaño» se oculta la realidad social y se secuestra el conocimiento. Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la crónica que desde Jerusalén escribe Enric González en El País: http://internacional.elpais.com/internacional/2012/03/15/actualidad/1331809096_566013.html).  Veámoslo en detalle.

La línea argumental consiste en criticar al «régimen» sirio porque ha restablecido el orden en las ciudades de Homs e Idlib donde actuaban las bandas armadas. (Ya sabemos que, según el descubrimiento reciente de los apologetas del imperio, sólo tienen régimen político los países no dominados por los Estados Unidos. Esto significa un gran adelanto para esas naciones porque desde los griegos se llamaba politeía a tal estructura política). Ni una palabra en la crónica del reciente Referendum constitucional que consagra el pluralismo politico y que, pese a las llamadas al boicot por parte de la oposición, ha obtenido un resultado bastante positivo: votaron 8.376.447 ciudadanos, lo que representa el 57,4% del electorado, votos a favor 89,42% y votos en contra 8,99%:

http://es.wikipedia.org/wiki/Refer%C3%A9ndum_constitucional_de_Siria_de_2012.

Tras ambos acontecimientos, civil y militar, era previsible una explosión de apoyo popular al proceso de cambios que culminará pronto en unas elecciones generales. Periodistas extranjeros acreditados en Siria han confirmado una participación masiva en las manifestaciones de las principales ciudades. Sin embargo, ésta es la versión tendenciosa del corresponsal de El País: «Las manifestaciones de ayer en Damasco y otras ciudades fueron cuidadosamente organizadas por el Gobierno y se advirtió a todos los empleados públicos que debían acudir a ellas con sus familias, bajo amenaza de represalias». Es decir, que carecían de valor por ser teledirigidas y forzadas. ¿Sólo eso? No exactamente, al parecer: «Pero fueron muchos quienes participaron con sinceridad en las marchas (…) «, añade. ¿Cómo sabe distinguir Enric González a unos de otros desde Jerusalén? ¿Quizá con algún ingenio electrónico de fabricación israelí o estadounidense, o basado en simples conjeturas de quien adivina a distancia el motivo personal de los que coreaban en masa «Hemos ganado»?

Mezclando siniestramente medias verdades (las manifestaciones populares) con grandes mentiras (las cifras de muertos y las torturas de las que culpan al gobierno las bandas armadas y que con total desenvoltura reconoce que proceden de «fuentes no verificables de la oposición»), el periodista pontifica su verdad, es decir, su insostenible toma de posición, con una lapidaria frase de doble filo que le vale tanto para anular al presidente Bashar al-Assad como para despreciar al pueblo sirio: «Millones de sirios odian a El Assad y el país se ha convertido en un paria dentro del mundo árabe». Con este epitafio la crónica ha cumplido la tarea encomendada y sí, esta vez teledirigida.

El único análisis que permiten los estrategas del Departamento de Estado y del Pentágono para encubrir la realidad económica y la lucha por la hegemonía política es reducir los conflictos árabes a problemas religiosos, a lo que ellos llaman conflictos sectarios. Así, vimos justificar la invasión de Iraq como un apoyo a la mayoría chií discriminada por la minoría sunní, se nos vendió la heroica lucha contra los invasores llevada a cabo por las ciudades de Baquba, Faluya, Ramadi y Samarra como producto del llamado «Triángulo sunní» (un nuevo invento anglosajón: la geometría religiosa) y ahora se intenta justificar la agresión contra un país árabe e impedir la convivencia pacífica con la misma consigna encubridora.

Volvamos al texto de la crónica. En ella se acusa al gobierno sirio del «estímulo de las tensiones sectarias», lo que justificaría curiosamente que la oposición empezara a armarse. Cuál es entonces el fondo del conflicto en Siria, ¿la injusticia social, la falta de democracia, el paro? Nada de eso. Éste es el cuadro apocalíptico que traza E.G.: «La cuestión sectaria, que enfrenta barrio contra barrio y calle contra calle» y que junto a la proliferación de armas «hacen improbable la pacificación del país en un futuro previsible». Tenemos, por tanto, que el problema que desgarra Siria sería de tipo religioso y que el culpable de atizarlo sería el gobierno. En una nueva pirueta, se introduce otra variable, más realista, que anularía lo anterior: «También hay quienes siguen valorando la estabilidad y la tolerancia religiosa que la dinastía El Assad ha procurado a Siria durante más de 40 años«. ¿En qué quedamos? Así que el conflicto no es de raíz sectaria y la tolerancia religiosa ha caracterizado la vida política siria durante 40 años…

Los medios de masas repiten, pues, como loros los pseudoanálisis USA, las frases hechas y hasta los epítetos denigrantes contra al-Assad («carnicero», «sátrapa», «tirano»). El diario global, siendo tan global, no iba a ser una excepción entre los sumisos medios. Para no extrañarnos de ello, tengamos en cuenta la naturaleza de tales medios de comunicación. Como escribió Vicente Romano, «la realidad es que estos medios de masas no son de las masas, sino de unos pocos, cada vez menos, ni las masas se comunican a través de ellos».

La crónica caótica acaba con un chiste. Se afirma en ella que Rusia vende armas y combustible a Siria (no parece que ello viole el derecho internacional) mientras que «EEUU, Reino Unido y Francia se niegan en cambio a proporcionar armas a los rebeldes». ¡Qué seráficos son estos adalides de la OTAN, en contra de las apariencias! Parece que E.G. está no en Jerusalén sino en la higuera. Ya que no lee los cables de Wikileaks que su periódico ha filtrado, que al menos dé un vistazo a la prensa anglosajona, por ejemplo, al diario británico The Guardian.

En conclusión, entre palos de ciego, consignas trasatlánticas y ecos reales de la sociedad siria, lo que parece molestar al cronista no es la existencia de un conflicto civil y las consecuencias negativas que de él se derivan para el mundo árabe en su conjunto sino lo que, a regañadientes, reconoce el titular del periódico: «El régimen muestra su fuerza en Siria«. Así, es, en efecto. El país de los omeyas (la dinastía que más tiempo ha gobernado en España) se le atraganta una vez más al neocolonialismo occidental. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.