Si la teoría y práctica de los movimientos fascistas puestos en marcha por el gran capital para frenar el avance del comunismo fue el de acallar, manu militari, las voces diferentes, está claro que hoy en día un fascismo de nuevo cuño está campando a sus anchas por algunas esferas de la actividad política. Concretamente, […]
Si la teoría y práctica de los movimientos fascistas puestos en marcha por el gran capital para frenar el avance del comunismo fue el de acallar, manu militari, las voces diferentes, está claro que hoy en día un fascismo de nuevo cuño está campando a sus anchas por algunas esferas de la actividad política. Concretamente, por el dominio de las redes sociales. Y, utilizando sofisticados programas informáticos, pretende eliminar, pura y lisamente, aquellos medios de comunicación que, de manera resuelta, son la antítesis de su reaccionario pensamiento. Es decir, aquellos medios que rechazan el capitalismo, denuncian la versión neoliberal que se impone en España y otros países sometidos a los dictados de la Troika, apoyan sin tapujos a aquellos países que han plantado cara al imperialismo norteamericano, desde Cuba a Venezuela, Ecuador o Bolivia, revelan las corrupción metida hasta los tuétanos en los partidos políticos de la derecha y en algunas instituciones al servicio de sus intereses como las Monarquías, incluida la española, y plantean abiertamente la necesidad de que España ponga en pie nuevamente el modelo de Estado que representa la República…
Para llevar a cabo este trabajo sucio que voluntariamente realizan para el gran capital, hackers individuales, institucionales, empresariales o de grupos políticos están recorriendo las redes sociales internacionales para silenciar a los medios resueltamente críticos. Hoy igual que ayer, el fascismo trata de detener por la fuerza el avance imparable de las posiciones revolucionarias y de las alternativas que se plantean a la sociedad capitalista. Hoy igual que ayer los nuevos fascistas utilizan las armas del silenciamiento de quienes luchamos por una sociedad superadora positivamente del capitalismo, por el socialismo. Y hoy igual que ayer y situado ante la dicotomía barbarie o socialismo, el fascismo de nuestros días opta por la barbarie, de cuyas entrañas surge y en el que quiso ayer y quiere hoy sumir a la inmensa mayoría. Y para ello atenta contra la libertad de expresión y el derecho a la información de los ciudadanos, tratando de impedir que el pensamiento emancipador llegue, sobre todo, a las nuevas generaciones.
Hace algunas semanas, uno de estos medios alternativos, Kaos en la red, fue objeto de un ataque en toda regla que impidió, durante varias horas, la entrada de sus lectores habituales a las páginas de aquel periódico. En aquellas mismas fechas, Crónica Popular sufrió también un ataque de estos «hackers» del fascismo rampante que se tradujo en su desaparición de las redes casi durante medio día. Sin embargo, el último asalto hasta ahora perpetrado contra nuestro periódico ha sido mucho más grave. Casi tres días enteros permaneció Crónica Popular ausente de las redes sociales, con su portada en blanco, sin posibilidad, además, de que esta desaparición de las redes sociales por decisión de aquellos a quienes molesta nuestra voz, pudiera ser resuelta con la rapidez y la urgencia que se precisaba.
De la misma manera que hicimos cuando salimos por primera vez a la calle, el 16 de septiembre de 2011, proclamamos nuestra decisión insobornable de ser un periódico firme y abiertamente anticapitalista, y nuestra vocación de ser un medio que contribuya a la necesaria unidad de la izquierda española. De toda la izquierda que plantea realmente la alternativa socialista.
A quienes acallaron nuestra voz durante tres días les recordaremos aquellas vigorosas y vibrantes palabras que nuestro Quevedo escribió a quien pretendía silenciar las suyas y que hicimos nuestras hace ya muchos años, bajo la dictadura franquista: «No he de callar por más que con el dedo silencio avises o amenaces miedo».
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