Desde hace más de dos siglos, el capitalismo y más concretamente la burguesía ha ido trocando en mercancía todo lo que ha tocado. Por sus manos han pasado las más nobles ideas, las actividades artísticas y científicas, hasta las profesiones tenidas por muy honorables y elevadas y todo, todo se embarró con el purulento signo […]
Desde hace más de dos siglos, el capitalismo y más concretamente la burguesía ha ido trocando en mercancía todo lo que ha tocado. Por sus manos han pasado las más nobles ideas, las actividades artísticas y científicas, hasta las profesiones tenidas por muy honorables y elevadas y todo, todo se embarró con el purulento signo mercantil, midiéndose con este, hasta nuestros días, todas las relaciones humanas.
El estiércol mercantil también pudre la información en la que se ve reflejada a si misma la sociedad, ya que ésta es producida por «medios» que no son otra cosa que empresas encargadas de producir mensajes, cual industria fabril. La información en el capitalismo, nace de una materia prima, la cual es transformada y convertida en un «producto apto» para el consumo de un público que se encuentra deseoso e indefenso frente a ella. Este «producto-información» no es otra cosa que una mercancía idéntica a cualquier otra mercancía. Podríamos hasta ponernos vulgares y hablar de una «macdonalización» del mensaje, solo que la indigestión que produce desequilibra por completo al individuo, al enajenarlo de su entorno y de si mismo.
Como mercancía la información se presenta inmediata, sencilla y adictiva. La inmediatez no da lugar al cotejo con los hechos, incluso la información en muchos casos es inacabada e imprecisa debido a la urgencia para su exhibición y venta. Sencilla al punto de ser groseramente elemental su elaboración y de no exigir grandes esfuerzos intelectuales para su consumo. Adictiva porque impone la necesidad de un constante reforzamiento de la representación del mundo del consumidor, quien ya tiene estructurada una realidad y a quien la sola confrontación con los hechos concretos le ocasiona desequilibrios de toda índole.
La fabricación de la información, no escapa al proceso general de producción capitalista y por el contrario, refuerza las condiciones en que se produce y reproduce todo el sistema de dominación y explotación económica.
El mensaje como sustentador del sistema burgués.
No basta con el mundo creado por la industria capitalista, en donde los antiguos trabajadores libres y dueños de sus instrumentos, fueron sometidos a una organización regimentada, jerárquica y en serie. No basta con el mundo parcelado por las leyes, donde la supervivencia y los privilegios están muy bien delimitados; es necesaria la preservación de este estado de cosas y además presentarlo como lo mejor que pudo haberle sucedido a la humanidad.
Los «Mass Media» fueron diseñados por el capital para traducir, a conveniencia, la realidad a nuestros sentidos: lo que vivimos ya no es «La Realidad», ésta solo existe a través de los medios, a tal punto de enajenación del entorno hemos llegado, que si no lo vemos escrito o televisado, no existe y lo que es mas grave aun, puede plasmarse una información en los medios y no existir en absoluto el hecho. Esta locura se resume en la expresión: «si lo dice la prensa es cierto». El valor o éxito de la información se mide en dos niveles: por el «grado» de «realidad» que el consumidor es capaz de reconocer como tal, y por la posibilidad de contribuir a la preservación del «status quo», a fin de que no se produzcan mayores confrontaciones entre las distintas clases sociales que día a día pugnan dentro de la organización social.
Los medios en manos de la burguesía, sirven para presentar un mensaje propicio sobre el entorno capitalista; a semejanza del personaje de Dorian Gray, el capitalismo obsesionado por la inmortalidad la consigue, a duras penas, por el retrato que de ella hacen los medios empresariales de información: a nuestros ojos su imagen se presenta vigorosa, lujosa y justa, cuando en realidad es un régimen que se encuentra entregado a la corrupción, la opresión y la explotación de millones de seres humanos.
Demasiados ejemplos tenemos día a día del papel que los medios representan en el sostenimiento de actual estado de explotación y opresión a nivel nacional e internacional, y si alguna vez hubo dudas al respecto, solo hay que recordar el amordazamiento impuesto a la población usamericana, del rumbo catastrófico que está teniendo la guerra en Irak; o el estilo mercantil y fascista de las candidaturas presidenciales a la presidencia gringa; o las «informaciones» sobre narcotráfico, desestabilización, embrujos de petrodólares y quiebra ficticia de la industria petrolera que sobre Venezuela han propalado en el ámbito local y regional los monopolios mediáticos de los EE.UU. y su repetidores locales en los países latinoamericanos.
La política de la burguesía acorralada: el terrorismo mediático
La oligarquía local a través de sus medios, no solo ejecutan este papel sustentador sino que se han engolosinado con una práctica política usurpada a los partidos burgueses, colocándose en la posición de elaborar, propagar, dirigir y propiciar su posición empresarial para que sea ejecutada por organizaciones empresariales, partidistas y asociaciones de carácter francamente subversivas, en contra del gobierno venezolano.
Estos medios son partidos políticos con un gran poder de encantamiento de masas a nivel escrito y audiovisual, y ese poder, engranado con las políticas imperiales, ha servido para forjar a nivel local la esclavitud democrática burguesa y la agresión militarista sobre los gobiernos revolucionarios latinoamericanos. Es tal la influencia de la burguesía local mediática, que se da el lujo de decidir cuales partidos de oposición, personajes y acciones, serán voceados para presentarlos como los abanderados de la línea editorial de sus empresas en contra del gobierno bolivariano, y todo ello sin tomar en cuenta las organizaciones burguesas tradicionales de activismo político.
Hemos asistido en Venezuela, al auspicio, creación y promoción mediática de innumerables partidos representantes de la burguesía, (ABP, PJ, UNT, SUMATE; etc.) que solo tienen su anclaje en la pantalla de los medios, completamente desdibujados de sectores, grupos o militantes; su razón de ser estriba – exclusivamente- en la difusión y desarrollo de las políticas de la burguesía local e internacional, para enfrentarse al pueblo, los programas desarrollados por el gobierno bolivariano y a la promoción y profundización de acciones que faciliten el anhelado golpe de estado.
El terrorismo mediático en Venezuela está diseñado como una estrategia para recobrar el poder político de la democracia representativa burguesa y de la práctica capitalista neoliberal, para viabilizar la reinserción del país- dentro de la división internacional del trabajo-, como exportador de materia prima para el abastecimiento del capitalismo voraz, depredador y globalizado, de quien es su máxima representación los EE.UU.
Se concluye de lo anterior, que el objetivo de los medios burgueses locales en Venezuela no es la información «per se», sino el desarrollo y empleo de una mercancía que sirva como instrumento de complot y desestabilización; que favorezca la supervivencia del sistema capitalista; y además, nos reubique dentro del papel que nos tiene asignado el imperio, como país exportador y vasallo de sus políticas de usurpación y dominación.
El medio y el mensaje deben ser del pueblo y para el pueblo.
Con medios y mensajes diseñados por y para el capital, no se puede pensar en una finalidad distinta a la que ya poseen. El medio hay que liberarlo y liberar al mismo tiempo al mensaje y al emisor del mensaje, para de esa manera tener emisores y receptores libres y conscientes. ¿Cómo podemos hacer eso? Evidentemente no solo rescatando para el pueblo la señal y los instrumentos, edificios y demás artilugios; también y de manera ineludible, hay que rescatar y forjar personas conscientes del entorno capitalista y de la necesidad de la instauración del socialismo como sistema liberador.
Mantener el mismo mensaje enajenado, propio del sistema capitalista nada aporta a la revolución en Venezuela. Para que este sea enriquecedor y transformador debe deslastrarse del carácter mercantil y sustentador del capitalismo para así iniciar un proceso de verdadera comunicación entre los individuos y la comunidad.
Hay que transmitir valores de solidaridad, de juicios basados en hechos, de la colectividad como noción de soporte al individuo. El reforzamiento de la equidad como medida de justicia, del desarrollo de la persona y del conocimiento como herramienta para comprender el mundo; todos esos valores deben ser presentados ante nuestros cerebros y ojos constantemente para poder revertir la influencia mercantil y conservadora en la información que le ha impreso el capital.
Tenemos una experiencia reciente de propiedad social de un medio de comunicación, y aun cuando la señal y los elementos materiales se han liberado y han pasado a ser de propiedad estatal, el mensaje que se transmite y los esquemas empleados siguen siendo reproductores de relaciones capitalistas y en nada contribuyen con una nueva formación socialista que debemos estar iniciando en todos los ámbitos de la vida social, cultural y económica.
Educar y liberar debe ser el norte de los medios, sin enajenaciones ni interpretes. El mismo mensaje debe ser escuela para la autocreación del individuo y del colectivo; y libertario en la medida que nos da herramientas para comprender las causas del actual régimen de explotación y dominación y la manera de superarlo
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