Definitivamente, Cuba es un país extraño. Una rareza tropical donde con una tranquilidad increíble periodistas de cualquier lugar del mundo se arrogan el derecho de dar a los acontecimientos una peculiar interpretación. Un lugar maravilloso para devenir todo un maestro de los juegos de palabras, en beneficio de cierto discurso particularmente interesado en transmitir una […]
Definitivamente, Cuba es un país extraño. Una rareza tropical donde con una tranquilidad increíble periodistas de cualquier lugar del mundo se arrogan el derecho de dar a los acontecimientos una peculiar interpretación. Un lugar maravilloso para devenir todo un maestro de los juegos de palabras, en beneficio de cierto discurso particularmente interesado en transmitir una imagen de falta de libertades, aún cuando éstas se manifiesten a tono con normas internacionalmente reconocidas.
Así parece demostrarlo el reporte de lo ocurrido en la tarde del 20 de marzo, en La Habana, de seguir a las informaciones de entidades noticiosas tan conocidas como Asociated Press (AP) y BBC. Según sus textos, las llamadas «Damas de blanco» fueron objeto de un «acto de repudio» por parte de uno o dos centenares de mujeres, las cuales habrían arremetido contra dichas señoras entre gritos a favor del gobierno de Fidel Castro y cantos como el himno de la Internacional, mientras discretos jóvenes vestidos de civil guardaban la paz armados hasta los dientes de………. walkie talkies.
Por su parte, las damas de marras respondieron a la supuesta provocación de la no menos supuesta turba con «una canción a la Virgen Mambisa, la Señora del Cobre, patrona de Cuba», mientras culminaban al milímetro el programa de la protesta pública que estaban realizando, repetida domingo tras domingo desde hace casi dos años.
Tanto AP como BBC admitieron en sus reportes que el choque estuvo exento de violencias personales. «En medio de la calle se cruzaron las dos manifestaciones sin que, a pesar de todo, se produjera ningún hecho de violencia, ni siquiera verbal, entre los dos grupos políticamente opuestos», afirmó el corresponsal habanero de la segunda de esas agencias. O sea, que en el peor de los casos el asunto no pasó de un encuentro público en el que las partes conflictivas expresaron sus posiciones sobre un determinado asunto de manera más o menos pacífica y civilizada, tal y como ocurre cotidianamente en cualquier país de ésos que se mencionan como paradigmas de respeto a los derechos humanos.
No obstante, Cuba es un país extraño. Y lo es, porque tanto AP como BBC no dicen en ningún momento que hubo un «encuentro entre manifestantes opuestos» — pudiera llamarse así — sino que las susodichas damas fueron objeto de un «acto de repudio», algo así como si las señoras hubieran estado a punto de ser incineradas por la Inquisición, música incluída: la de la Internacional y la de la Virgen patriota. Y hasta el Chan Chan de Compay Segundo, si el lector desea.
Los antecedentes y hechos, a su lugar. Las señoras de albos vestuarios son unas 30 esposas de varios de los 75 ciudadanos que en abril del 2003 fueron juzgados y condenados a penas de entre 6 y 25 años de privación de libertad, por sus vínculos demostrados con la política de los Estados Unidos hacia Cuba, la cual fue calificada en su momento de «éticamente inaceptable» por un anticomunista probado y confeso como Juan Pablo II. Es decir, se trata de agentes al servicio de un gobierno extranjero que sostiene la pretensión de cambiar el orden político, económico y social de la Isla, mediante bien conocidas medidas de fuerza, entre las cuales destaca la inconstitucionalidad de prohibir o restringir a sus nacionales o residentes el derecho de viajar a Cuba para que puedan verificar in situ la naturaleza «tiránica» del régimen imperante en la Isla.
Como quien no quiere, vale la pena recordar que el Código (penal) de los Estados Unidos de América sanciona esas conductas de manera aún más estricta que su similar cubano. Allí, por ser agente no legalizado de un gobierno extranjero y en calidad de tal nada más mostrar un papelito, se puede ir a la cárcel. Pero, como Cuba es un país extraño, Estados Unidos sí puede sancionar bien duramente a tales individuos y la tierra de José Martí no, razón por la cual opina este periodista que bien vale citar a Shakespeare, con el aquello de «que algo huele a podrido en Dinamarca».
No obstante, tienen las llamadas Damas de blanco todo su derecho a protestar por la encarcelación de sus esposos, y exactamente éso han venido haciendo desde hace casi dos años. Justo admitirlo, de manera pacífica y civilizada, y también en una de las avenidas más importantes de La Habana, domingo tras domingo, con amplia cobertura de la prensa internacional acreditada en la Isla. Su derecho, según normas democráticas internacionalmente aceptadas, ha sido respetado. Por ello, se pregunta este periodista si en los despachos de AP y BBC han sido igualmente reconocidos los correspondientes fueros de quienes por la razón que sea, decidieron manifestarse en contra de la opinión de las señoras de albos vestidos, en el mismo lugar, en la misma fecha y hora, y según las mencionadas agencias reconocen, sin incurrir en acciones coercitivas contra las albas damas. Véase aquí la evidencia palpable de una manipulación mediática: las damas se manifiestan, protestan; sus contrarias realizan un deleznable «acto de repudio», no una contramarcha o contramanifestación.
Por si fuera poco, la inefable reportera de AP acude a toda velocidad a entrevistar al diz que disidente y demostrado oportunista y doble agente Elizardo Sánchez Santacruz, quien fiel al juego de quien le paga, deja caer como al descuido una frase que los reporteros de aquella y BBC han desmentido en sus propios despachos: «no tengo ninguna duda de que esta agresión no letal, moral y por momentos física (subrayado por este periodista), fue organizada deliberadamente por el Gobierno de Cuba».
Definitivamente, Cuba es un país extraño.