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Elecciones presidenciales de Octubre

»Democracia» con pronóstico reservado

Fuentes: Izquierda.info

¿De que elecciones hablan? Eso parecen preguntarse los argentinos y extranjeros que visitan nuestro país. Si uno pudiese abstenerse de ver televisión o escuchar radio o leer diarios encontraría de que hay pocos signos de vida humana en la campaña para las presidenciales del próximo 28 de octubre. Si uno quisiera agregar al comentario que […]


¿De que elecciones hablan? Eso parecen preguntarse los argentinos y extranjeros que visitan nuestro país. Si uno pudiese abstenerse de ver televisión o escuchar radio o leer diarios encontraría de que hay pocos signos de vida humana en la campaña para las presidenciales del próximo 28 de octubre.

Si uno quisiera agregar al comentario que también están en juego la mitad de la Cámara de Diputados, puestos de senadores, ocho gobernaciones incluida la de Buenos Aires, legislaturas provinciales, intendencias y concejalias, es decir, miles de cargos electivos, muchos nos mirarían con sorpresa.

A una semana de las elecciones, solo un puñado de votantes en el país puede dar el nombre de los candidatos que componen las 15 formulas presidenciales.

Según una encuestadora porteña, solo el 70% de los votantes esta considerando concurrir a las urnas y de estos, un 30 por ciento aun no ha elegido candidato. De los que ya han elegido, solo la mitad conoce el nombre del candidato a vice presidente que acompañará a su candidato preferido.

De allí para abajo, ni hablemos. En la provincia de Buenos Aires, que representa el 40% de los votantes del país hay quince formulas para gobernador y vice, 58 partidos que participan en la elección, 27 listas de diputados y mas de 20.000 candidatos para disputarse 2.500 puestos electivos.

En todo el país, existen 100 partidos que participan de las elecciones y cerca de 55.000 candidatos, la enorme mayoría de los cuales son perfectos desconocidos hasta por aquellos que terminarán votándolos.

Lo mismo sucede con las plataformas electorales de Carrió, Lavagna, Lopez Murphy… Los votantes, al preguntárseles, no pueden distinguir entre las plataformas de los candidatos que conocen o que incluso están considerando votar y las del oficialismo. Y es que, más allá de las críticas al dibujo de los números del INDEC, los precios de los tomates o el estilo de algunos candidatos, es poco lo que los diferencia.

Es imposible saber que país, que programa, que economía y que programas sociales concretos encararán Lilita Carrió, Lavagna, Lopez Murphy, Sobisch o Rodríguez Saa que sean diferentes sustancialmente a los que también se desconocen de la candidata oficialista, Cristina Fernández de Kirchner.

De esta última solo se conocen algunas citas de campaña como «Pacto Social», «modelo de crecimiento capitalista con inclusión» o «el cambio recién comienza».

Las etiquetas han reemplazado a las plataformas y las personalidades a los partidos. A su vez, las etiquetas se han vaciado de contenido y las personalidades han reemplazado los valores ideológicos.

Cristina se llama a si misma «progresista», lo mismo que Carrió, Lavagna se dice de «centro progresista», Lopez Murphy es de «centro derecha» y Sobisch «de derecha» y el único que intenta presentar una camiseta partidaria, Rodríguez Saa, se llama «peronista», pero está mas identificado con Menem que con Evita.

Los partidos están tan en crisis, que la Cámara Electoral ha decidido formar una Comisión especial con ellos para tratar «la crisis terminal por la que atraviesan las instituciones básicas del sistema político vigente: los partidos».

Tanto es así que PRO en capital, con Macri a candidato a Jefe de Gobierno, obtuvo hasta un 60% en el ballotage con Filmus, pero sin su nombre en la boleta no sacaría ni el 10%. Con Carrió y el ARI pasa lo mismo.

La Unión Cívica Radical ha estallado en muchos pedazos. Casi todos esos pedazos apoyan un candidato presidencial de origen peronista, lo que hubiera sido una blasfemia unas décadas atrás.

Están los radicales K, que apoyan a Cristina, los radicales L, que apoyan a Lavagna. Además están los radicales C, de Carrió, que antes también fue de la UCR y ahora encabeza el ARI y Lopez Murphy que también supo ser de la UCR y ahora encarna Recrear.

Y de los peronistas ni hablemos. Casi no se hicieron ver el 17 de Octubre, una efemérides histórica del movimiento y una liturgia imposible de soslayar hasta hace pocos años atrás. Ahora, muchos de los candidatos peronistas evitan hasta cantar la marchita para no quedar pegados a un segmento electoral en baja.

Hay peronistas K, de los esposos Kirchner, hay peronistas L, de Lavagna, peronistas M, de Macri, peronistas C, de Carrió, los peronistas N, de Narváez, que esta con Macri, los peronistas Saa que están con Menem y los peronistas de Menem que se dividen entre los que apoyan a Saa, Lavagna e incluso Lavagna. Y están la infinidad de peronistas que están con quien este cerca del poder.

Los socialistas de derecha, del llamado Partido Socialista, también están divididos entre los Socialistas K, que apoyan a Cristina, los socialistas C, de Carrió, los socialistas L de Lavagna y hasta los socialistas abstencionistas o que apoyan solo al candidato a vicepresidente de Carrió, Giustiniani, como es el caso del reciente electo gobernador de Santa Fe, Binner.

La situación es tal que ningún candidato del sistema, ni quienes se dicen sus oponentes, han dicho una palabra de cómo resolver estos problemas de su democracia «con pronóstico reservado.» No existe una sola propuesta de democratización del proceso electivo ni del gobierno: representación proporcional sin piso; desmantelamiento del unitarismo económico; disolución del antidemocrático Senado Nacional; acceso igualitario a los medios de difusión; subsidio estatal a las campañas electorales que eliminen los aportes de los millonarios y democratice las campañas electorales…

Por que la oposición se calla al respecto es evidente: aspiran a heredar en algún momento, después de alguna crisis, el aparato antidemocrático y nefasto de esta democracia ideada para funcionar con poca o ninguna oposición y manejada por entero desde la Casa Rosada.

Tampoco nadie dice una palabra sobre la creciente y abierta conspiración, un verdadero complot, del sector de dirigentes burocráticos encabezados por Moyano, para irrumpir después de las elecciones en el terreno político apoderándose del Partido Justicialista y poniéndolo al servicio de una política inspirada en la derecha sindical de los 70, de la Juventud Sindical Peronista, de extrema derecha al estilo de «Ni yankis ni marxistas, peronistas.» La secuela de tal complot seria una impredecible violencia, ataques físicos contra activistas sindicales y la reaparición de las patotas político-sindicales como eje de ejecución de un plan político.

A lo sumo, algunos sectores del gobierno han erigido como dique de contención a tal proceso, el inflamiento de los sectores burocráticos «gordos» de la CGT y al sector liderado por Barrionuevo. Toda una garantía…

Mientras, la oposición burguesa calla y la izquierda se desentiende del problema.

Estas divisiones y falta de plataformas diferenciadas y propuestas concretas no son, sin embargo, una exclusividad de la derecha, del centro derecha y de la llamada centro izquierda derecha.

La izquierda también ha sufrido los embates de las grandes movilizaciones de diciembre del 2001, cuando las masas no solo voltearon cuatro gobiernos en dos semanas, comenzando por el del Presidente De la Rua, sino que acabaron con la credibilidad de las instituciones gubernamentales y los partidos del régimen político.

Así, la izquierda es responsable de seis de las quince formulas presidenciales.

Con un 2% en las encuestas figura la fórmula encabezada por el cineasta Pino Solanas que ha conformado para la ocasión el llamado Proyecto Sur, una alianza entre sus partidos, el partido de centroizquierda apoyado por un sector de la CTA de Claudio Lozano y las exiguas fuerzas del Partido Socialista Auténtico.

Le sigue en orden de importancia, con un 1% de las preferencias a nivel nacional, el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) que lanzó la candidatura de la enfermera Vilma Ripoll luego que fracasaran sus intentos frentistas con Pino Solanas y el Partido Comunista. Este último se alió con el Partido Humanista para formar el FRAL (Frente Amplio Latinoamericano).

José Montes del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y Héctor Heberling (del MAS) encabezan las candidaturas del llamado Frente de Izquierda y los trabajadores por el Socialismo que también incluye a IS (Izquierda Socialista) y otros grupos.

Es de notar que el PTS, MAS, IS y los otros componentes de este frente estuvieron todos en el mismo partido político dos décadas atrás (el viejo MAS) del que se fueron escindiendo para ahora confluir en un frente electoral.

El Partido Obrero (PO) presenta su propia fórmula presidencial y se ha negado a discutir cualquier tipo de frente.

El MIJD (Movimiento independiente de jubilados y desocupados) tiene una fórmula presidencial compuesta por Raúl Castells y su esposa Nina Pelosi, reciente participante de «Bailando con las estrellas», el programa televisivo de Tinelli. El MIJD también lleva en sus listas candidatos de la Asamblea San Telmo y de Voz Socialista, una escisión relativamente reciente del grupo Convergencia Socialista el cual apoya la candidatura de Vilma Ripoll, del MST.

Tanto el FRAL (frente PC-PH), como el MIJD, el FITS (PTS-MAS-IS) y el PO ni siquiera registran en las encuestas lo que indicaría que cada uno de ellos sacaría menos del 1% a nivel nacional.

Aunque existen diferencias ideológicas y minimamente programáticas entre el MST, PO y los grupos que componen el FITS, estas no son parte de la campaña electoral ni han sido explicitadas para los votantes. Más aun, tanto el PO, como el MST y el FITS han optado por hacer campañas más o menos conservadoras, basadas en la promoción de fotografías de sus candidatos y alguna consigna, en general moderada.

Entre estas organizaciones y el FRAL y Proyecto Sur no existen tampoco diferencias insalvables y en el discurso electoral todas se presentan más o menos en forma similar. Se podrá objetar en algún documento que los votantes en general no verán, o algún artículo en la prensa partidaria que leen muy pocos, que esas «diferencias» han sido expresadas. Pero en el contexto de la campaña electoral son invisibles o han sido planteadas en forma superficial. La percepción general es que lo que los divide son los puestos y los egos de los dirigentes.

En realidad, ninguna de las variantes de izquierda que presentan candidatos ha expresado en forma de agitación masiva – ni aun en la propaganda – ninguno de los problemas centrales de la actual situación política: extranjerizacion de la industria y las tierras argentinas; la presencia cada vez mas determinante del imperialismo en la economía y la política nacional (incluido el fenómeno nuevo del imperialismo brasilero); la necesidad de la disolución de las FFAA por obsoletas y reaccionarias; la revolución agraria necesaria; la revolución educativa y una alternativa socialista a la decadente educación del sistema; la recuperación de los sindicatos de manos de burocracia sindical y la denuncia sistemática de la recreación de la siniestra Juventud Sindical Peronista (JSP); la declaración de los crímenes de la Triple A como crímenes de lesa humanidad… y la lista prosigue.

Si se tiene en cuenta que se estima el actual caudal electoral de la izquierda en un 7% a nivel nacional, también se comprenderá entonces por que la división en seis fórmulas ha sido el vehiculo del régimen para evitar que sean electos diputados y concejales de izquierda en varios distritos del país.

En efecto, se estima que, de ir juntos en un mismo frente electoral, la izquierda podría obtener entre el 7 y el 10% (la unidad siempre ha atraído votos adicionales) de los votos y lucharía por un tercer lugar a nivel nacional, detrás de Cristina Fernández de Kirchner (que oscila entre el 45 y el 55%) y Lilita Carrió (que se encuentra en el 15% de las intenciones de voto.)

Tal nivel de votación le daría a la izquierda una representación de cinco o seis diputados nacionales, un número igual de legisladores provinciales y medio centenar de concejales.

En relación a la izquierda entonces, es un pronóstico de automarginación y de incapacidad de preparar el terreno programático y organizativo (acumulación de fuerzas) de las futuras luchas que seguramente se darán en el próximo año.

El triunfo del oficialismo está asegurado y es muy posible que se de en toda la línea sin necesidad de una segunda vuelta el 28 de octubre.

No es que no existan quejas y oposición por parte de los trabajadores, jóvenes y sectores de clase media y desocupados a la política económica y social del gobierno, su apoyo a la extranjerizacion de la economía, el mantenimiento y ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres, la lentitud de su proclamada política de derechos humanos o la represión selectiva que ha venido realizando contra sectores obreros que han salido a luchar.

Todo lo contrario, existe un malestar en capas de la población, pero este aun no se expresa en movimientos sociales de oposición abierta y masiva al gobierno con excepción de algunas provincias. En gran parte debido a la ausencia de una oposición creíble y dirigentes reconocidos que se pongan a la cabeza.

El gobierno ha sobrevivido escándalos como Skanska, los índices inflacionarios del INDEC, la inflación que se viene instalando y ha erosionado los salarios a los niveles mas altos de los últimos cuatro años, las huelgas masivas de docentes y estatales, incluyendo las de la provincia del Presidente, Santa Cruz y una creciente oposición de algunos medios de prensa importantes y la venta del país a capitales extranjeros a una rapidez increíble y a precios de remate.

En el caso de la izquierda, el gobierno se beneficia con la fragmentación de quienes deberían representar la protesta social en forma unitaria y presentar una alternativa socialista.

En relación a la derecha, esta no ha sabido presentar una alternativa válida y los sectores mas poderosos de la clase dominante han decidido apoyar lo malo conocido a lo malo por conocer, aunque sea críticamente.