Algunos pensadores vienen y van. A veces, las más, se trata de meras modas pasajeras. Otras, del aire de los tiempos. Roland Barthes entró por desgracia en la primera categoría y hoy apenas es recordado por quienes entonces le tenían como autor de cabecera. Pero Barthes (y más concretamente su Mitologías) resulta de una gran […]
Algunos pensadores vienen y van. A veces, las más, se trata de meras modas pasajeras. Otras, del aire de los tiempos. Roland Barthes entró por desgracia en la primera categoría y hoy apenas es recordado por quienes entonces le tenían como autor de cabecera. Pero Barthes (y más concretamente su Mitologías) resulta de una gran utilidad para ver con otros ojos la campaña electoral. Ésta, de la que justo acaba de sonar su pistoletazo de salida, no es una excepción. Si el burdo eslogan del PP se convirtió en motivo de befa en las sobremesas de no pocos hogares durante las pasadas navidades -«Llegar a fin de mes. Con Rajoy es posible»… posible lo es, desde luego, otra cosa muy diferente es que tengan la intención de llevar a cabo una política social que ponga las bases materiales para que eso suceda-, la campaña electoral promete poner el listón muy alto en lo que a utilización de astucias publicitarias y doble lenguaje se refiere. «Lo que más respeta la pequeña burguesía en el mundo», escribió Barthes, «es la inmanencia: todo fenómeno que tiene su propio término en sí mismo por un simple mecanismo de retorno, para decirlo literalmente, todo fenómeno pagado, le es agradable. El lenguaje se encarga de acreditar, en sus figuras y en su propia sintaxis, esta moral de la réplica. Por ejemplo, el señor Poujade dice a Edgar Faure: ‘Usted es responsable de la ruptura, usted sufrirá las consecuencias’ y lo infinito del mundo queda conjurado a un orden simple pero pleno, sin fisuras: el del pago.» (1)
Valga esta introducción para comentar uno de los recientes carteles de Convergencia i Unió con la imagen de su candidato, Duran i Lleida, que dice exactamente lo siguiente: «La gent no se’n va del seu país per ganes sinó per gana. Però a Catalunya no hi cap tothom» [La gente no se va de su país por ganas, sino por hambre. Pero en Cataluña no cabe todo el mundo]. El cartel, que lleva poco tiempo expuesto en las calles y los subterráneos del metro de Barcelona, ya ha provocado algunas protestas, como cabía suponer. Aquí lo «infinito del mundo» también queda conjurado. Pero procedamos analíticamente y veamos el eslogan con más detalle. Tenemos que:
a) «La gente de su país no se va por ganas, sino por hambre»,
y luego
b) «pero en Cataluña no cabe todo el mundo».
Como b) va introducida por la conjunción adversativa «pero», b) se contrapone lógicamente a a). Sin embargo, no hay ninguna razón para sostener que b) pueda ser la conclusión de a), es decir, que no porque la gente de su país se vaya por hambre, en Cataluña no va a caber todo el mundo. En el paso de a) a b) encontramos, sin embargo, la verdadera ideología de la formación convergente. Pues a), en definitiva, significa reconocer la existencia de un sistema económico que genera no sólo enormes desigualdades sociales, sino que pone en peligro la misma existencia de las personas (por hambre), obligándolas a abandonar sus hogares buscando una vida mejor en este pequeño rincón de Europa. Reconocido esto, nos desentendemos de ellos porque b), en Cataluña no cabe todo el mundo. (Parafraseando a Barthes, podríamos decir que por una parte está Cataluña, por otra, la política. Para la gente de derecha la política es la izquierda: ellos son Cataluña).
Se agradece la sinceridad de Duran i Lleida. Pues ese «en Cataluña no cabe todo el mundo» de b) se refiere exclusivamente a quienes emigran de su país «no por ganas, sino por hambre» de a), es decir, quienes vienen a nuestro país a desempeñar los trabajos más duros y peor remunerados, y no a quienes vienen a nuestro país, pongamos por caso, a practicar un turismo cuyo modelo no sólo es claramente antiecológico, sino que en buena medida favorece la especulación inmobiliaria. Los primeros no caben (o caben según cuotas), los segundos sí. Huelga decir que CiU está jugando psicológicamente con el temor de la ciudadanía a la inmigración sin aludir directamente a ella, pues a la federación democristiana gusta presentarse alternativamente como «centro-derecha liberal» o «derecha moderada», y en consecuencia, se aleja de la retórica agresiva de sus homólogos españoles. No es la primera vez que CiU conjura al espectro de la inmigración con ánimo de cosechar más votos: recuérdese que en las pasadas elecciones a la presidencia de la Generalitat de Cataluña Artur Mas propuso un «carnet para inmigrantes», rechazado en bloque por la oposición y que afortunadamente se quedó en promesa. Con este tipo de mensajes al electorado CiU se suma a «la política de criminalización del inmigrante de alarma social, por parte del PP, catalogando los flujos migratorios como invasiones o desarrollando vídeos propagandísticos donde se mete en el mismo paquete a la delincuencia común y a los inmigrantes.» (2)
Al final este comentarista habrá de conceder, con desgana, la razón a Baudrillard cuando afirmaba que el ganador de las elecciones presidenciales francesas fue en su día Le Pen y no Chirac, ya que el primero había conseguido que los dos grandes partidos tradicionales que optan al gobierno asumiesen su política inmigratoria reaccionaria. Y diríase que lo mismo parece estar sucediendo en Cataluña.
(1) Barthes, Roland [1957]. Mitologías (Madrid, Siglo XXI, 2005), p. 86
(2) Urban, Miguel. «La extrema derecha en el Reino de España» (25/02/07) Sin Permiso (www.sinpermiso.info)