Francisco Fernández Buey elaboró a finales de la década del pasado siglo un dossier para una exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona [CCCB]. «Faros del siglo XX» era su nombre. Tituló su antología «Marx por Marx» [1]. Tras una breve pero sustantiva introducción -que iniciaba, marxistamente, con las palabras siguientes: «Desde la muerte […]
Francisco Fernández Buey elaboró a finales de la década del pasado siglo un dossier para una exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona [CCCB]. «Faros del siglo XX» era su nombre. Tituló su antología «Marx por Marx» [1].
Tras una breve pero sustantiva introducción -que iniciaba, marxistamente, con las palabras siguientes: «Desde la muerte de Marx los filósofos y los políticos prioritariamente a interpretar su obra de distintas maneras marxistas» -, FFB clasificaba su selección en rótulos como «Emociones», «Reformar la consciencia», «Marx crítico del marxismo», «La revolución de las mayorías», «Mundanizar la filosofía», «Teoría y necesidades del pueblo». Etc.
El segundo de estos rótulos -«Amar la libertad»- incluye tres textos del joven Marx. Los dos primeros son de 1841:
«La carta de naturaleza de la prensa libre es el vigor de su carácter, la racional y moral naturaleza de la libertad. En cambio, la prensa sometida a censura se distingue por la falta de carácter, por la confusión propia de la libertad; la pena sometida a censura es un monstruo civilizado, un aborto perfumado»
«La libertad no promete hacer perfectos a los hombres o a los pueblos. La libertad no es en absoluto una perfección. Pero es de tontos difamar el bien aduciendo que éste es solo determinado bien y no todo el bien, o porque éste es tal bien y no tal otro bien. Si la libertad fuera todo el bien ella misma haría superfluas todas las demás funciones de un pueblo y al pueblo mismo».
El tercer texto marxiano es de 1842: «También la libertad de prensa es una belleza y para poder defenderla hay que haberla amado. Lo que amo verdaderamente es aquello cuya existencia siento como una necesidad, como algo que me hace falta para vivir, como algo sin lo cual mi ser no se realiza ni encuentra tranquilidad, como algo sin lo cual mi vida no puede ser completa».
Los trabajadores de TV3 han hecho huelga el 14N. Creo que es una de las pocas televisiones públicas que han seguido la convocatoria.
No todos, eso sí.
Los editores de las informaciones de TV3 -desconozco sus nombres-, por presiones o por decisión propia, no han iniciado el informativo del mediodía dando cuenta de ello, de la huelga de los trabajadores de la casa, y aproximándose de forma justa, equilibrada y objetiva a la huelga obrera y ciudadana europea de este miércoles. No, en absoluto. Imágenes de neumáticos quemados, coches de policías, abrían la información. No es necesario apuntar qué ha podido quedar en la retina y en la mente de unos televidentes que, en general, están algo o muy alejados (se les educa televisamente para ello) de las organizaciones obreras, de su lenguaje, de su historia, de sus luchas, de sus procedimientos.
Ni que decir tiene que tampoco han dicho ni una sola palabra de la lucha de los seis compañeros, de los seis trabajadores de Telefónica que están en huelga de hambre exigiendo la justa readmisión de su compañero Marcos Andrés (uno de los huelguistas).
Es ya su décimo día. Nada de nada, ni una sola noticia. ¿Se imaginan qué dirían, con qué noticia abrirían si una ciudadana barcelonesa o tarraconense, pongamos por caso, estuviera sólo un día en huelga de hambre vindicando el «derecho a decidir» (como dicen los dirigentes de CiU en una expresión nada inocente que se ha hecho hegemónica -otra más- en el lenguaje del imaginario nacionalista).
¿Por qué entonces esa ausencia? ¿Por qué esas imágenes manipuladoras?
El joven Marx (hablando de la libertad de prensa, ahora hablaríamos de la libertad informativa) y el maduro Francisco Fernández Buey, un marxista sin ismos pero con mucha pasión razonada, dieron en el clavo: no aman la libertad de información, no la sienten como una verdadera necesidad, como algo que hace falta para vivir, como algo sin lo cual la vida no puede ser completa. Son -hubieran dicho Gramsci y Sacristán- pingos almidonados.
La prensa, la televisión sometida a censura se distingue por la falta de carácter. Marx + FFB de nuevo. Esa prensa, esa televisión sometida a censura, es un monstruo civilizado. Es la voz de unos amos sin alma, de gentes que dicen estar por el derecho a decidir.
A decidir realmente, ¿qué?
Notas:
[1] Documentación que será depositada en la Biblioteca Central de la Universitat Pompeu Fabra.
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