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Ocupación y pobreza, crecimiento e indigencia

El aumento de la ocupación se asienta sobre un mayor grado de desigualdad social, explotación laboral y concentración de la riqueza

Fuentes: Red EcoAlternativo

Hace unos días el gobierno anunció que estamos a punto de perforar la barrera de los dos dígitos: el índice de desocupación en el primer semestre del año llegó al 10,4 por ciento, casi un millón 200 mil personas. Como venimos diciendo en otros artículos, los datos estadísticos no deben analizarse desvinculados entre sí porque […]

Hace unos días el gobierno anunció que estamos a punto de perforar la barrera de los dos dígitos: el índice de desocupación en el primer semestre del año llegó al 10,4 por ciento, casi un millón 200 mil personas.

Como venimos diciendo en otros artículos, los datos estadísticos no deben analizarse desvinculados entre sí porque las conclusiones pueden resultar «exitistas».

En primer lugar este índice no considera como desocupados a quienes reciben algún plan de empleo por el que se les paga $ 225,.-. Si así fuera, se elevaría al 12,8%, lejos aun de la perforación anunciada.

Además, una cantidad similar a las personas desocupadas trabaja menos de 35 horas semanales en lo que los índices registran como subocupación.

Por otro lado, la muestra del INDEC fue tomada en las 28 ciudades más importantes del país. Pero, según el propio organismo, si la muestra se extiende a la población total, casi 4 millones de personas aparecen con problemas de empleo.
Datos del Instituto de Estudios y Formación de CTA muestran una interesante comparación entre 1998 – período en que se inició la última crisis- y la actualidad. Mientas se generó un 18 % más de riqueza que entonces (PBI) hoy tenemos: medio millón más de desocupados, 1 millón 200 mil más trabajadores en negro, casi 4 millones 300 mil pobres y 2 millones 700 mil indigentes más, la brecha que separa el 10 % mas rico con el 10 % más pobre pasó de 22,8 veces a 29,9 %, el ingreso medio de los ocupados cayó casi un 24 % y la relación entre el ingreso medio y el costo de la canasta básica que mide la pobreza empeoró un 25 %.

En síntesis, hay un mayor nivel de producción, que trae como consecuencia mas empleo, pero que se asienta sobre un mayor grado de explotación laboral y mayor riqueza en pocas manos.

Los datos oficiales muestran, además, la disminución de la pobreza y la indigencia: poco mas de 7 millones de personas son pobres y más de 2 millones y medio indigentes.

Pero veamos como se arman estos números. Según las estadísticas, si una familia tipo logra reunir por mes 860 pesos (276 dólares), deja de ser considerada pobre y si apenas llega a los 390 pesos (125 dólares) no será registrada como indigente.
En el primer caso, para no ser pobre, cada uno de los cuatro integrantes debería gastar por día 7 pesos (2.25 dólares) para comer, movilizarse, comprar algún medicamento, contribuir al alquiler y al pago de la luz, el gas, etc ,etc. Todo eso con 2.25 dólares diarios.

En el segundo caso, debería poder alimentarse con 3.25 pesos diarios, o sea que si reúne 1 dólar y centavos, deja de ser indigente.

Estos índices ponderan distintas realidades de nuestro extenso país. En zonas de las provincias de Chaco, Corrientes, Catamarca, Jujuy, Formosa, Tucumán, Santiago del Estero y Misiones más de la mitad del pueblo es pobre. En la provincia más poblada del país, Buenos Aires, el 34.5 por ciento es pobre. Ocupación y pobreza, crecimiento económico e indigencia, son caras de un mismo análisis. Quizás pronto habremos perforado la desocupación de dos dígitos, «éxito» que se asentará sobre un cuadro de empobrecimiento, exclusión, marginalidad y desigualdad