Darío Balvidares

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Un paradigma embriagado en las lógicas instrumentales de la eficiencia motoriza su marcha hacia el objetivo de la performatividad económica de lxs estudiantes, lo que se traduce en la construcción de sujetos empleables como finalidad última de la educación escolar.

No hay demasiados lugares de la producción simbólica que hayan sido tan desacreditados como la escuela y, específicamente, sus docentes. Pero, al mismo tiempo, no hay resquicio que no haya sido contaminado por la “innovación” capitalista y su cultura neoliberal.

El oficialismo, autopercibido progresista, continúa con sus políticas formuladas en los organismos internacionales, tomando créditos sujetos a la educación por resultados; la derecha fascistoide, también abreva en las mismas aguas servidas de esas instituciones globales.

La ministra de educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, convocó a 8.000 estudiantes que cursan el quinto año en las escuelas medias, en el marco de las ACAP (prácticas laborales profesionalizantes), a un evento en el Luna Park el 29 de marzo próximo para difundir la “experiencia Endeavor”. Se trata de una corporación empresarial que nuclea a gran parte del “emprendedorismo” mundial más un fondo de inversión internacional.

Otro crédito del Banco Mundial para educación y la profundización de la reforma, sin debate y solo repitiendo los enunciados que impone el neoliberalismo.

Todo fluye con la intensidad discursiva del eterno retorno, con los dimes y diretes en los medios de comunicación sobre el comienzo de las clases y las luchas docentes por salarios que aseguren ganarle a la inflación y condiciones de trabajo dignas en todo el país.

Un pedido frustrado antes de realizarse; no fueron atendidos porque siguen siendo “los nadies”, corridos de toda visibilidad y territorios, los wichí sólo habitan en la indigencia programada desde hace cientos de años.

El diario La Nación le adjudicó el incendio en el El Hoyo a la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM).

Nada de lo que haga el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es imprevisible, todo está planificado desde mucho antes de conseguir gerenciar la jurisdicción.

La pregunta del título del presente artículo interroga por una finalidad, que desde los comienzos de la llamada reforma educativa se manifestaba en ¿para qué sirve la escuela?

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