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Estamos a pocos días de terminar un año en el que la pedagogía política de la cultura impuesta por el capitalismo vuelve a echar su manto sobre los ricos para protegerlos y hacerlos más ricos y sobre los pobres, para multiplicarlos y hacerlos más pobres.
La novela de Dolores Reyes, es una disputa por el sentido, porque es literatura y la literatura es materia ideológica, porque es lenguaje, la literatura se realiza en el lenguaje con todo su peso histórico y su valor poético.

La razón occidental es tan atrapante que no ha podido ser erradicada de la epistemología escolar, aún con evidentes (o solapados) emergentes de racismo, xenofobia y discriminación, los cuales quedan anclados en los pliegues que la lógica hegemónica de la modernidad le ha impuesto, a pesar del esfuerzo que el propio discurso educativo pretende erradicar. Es así que nos proponemos presentar la temática desde una perspectiva decolonial como analizador del contexto actual y de su génesis histórica.
La reciente irrupción de grupos libertarios en la asamblea de la Universidad Nacional de Quilmes, en un intento por deslegitimar la resolución sobre la toma contra el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, refleja la escalada en la confrontación ideológica sobre el papel de la educación pública.
En su derrotero por la “modernización” educativa el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es una máquina de promover una reforma donde el objetivo final siempre es difuso para quienes todos los días hacen la educación en las escuelas; sólo se trata de avanzar en los lineamientos internacionales focalizados en un paradigma estandarizado y de coloniaje cognitivo.
El marcado desembarco de la Inteligencia Artificial (IA), con la que ya convivimos en redes, aplicaciones y las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC), son agentes que vienen a prometernos la educación perfecta y la muerte de la pedagogía.