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Viven 20 mil personas a 10 cuadras del Riachuelo

El barrio que nació en un par de horas

Fuentes: APE

Es un predio de 105 hectáreas que fue ocupado por vecinos de zonas pobres de Lomas de Zamora. No tienen agua, baños, ni luz eléctrica. Los propietarios reclaman su devolución. El municipio no hace nada. En Lomas de Zamora, en el corazón de Ingeniero Budge, al costado del Camino Negro, 10 cuadras al sur del […]

Es un predio de 105 hectáreas que fue ocupado por vecinos de zonas pobres de Lomas de Zamora. No tienen agua, baños, ni luz eléctrica. Los propietarios reclaman su devolución. El municipio no hace nada.

En Lomas de Zamora, en el corazón de Ingeniero Budge, al costado del Camino Negro, 10 cuadras al sur del Puente de la Noria, nació un nuevo barrio. Los 20.000 vecinos que viven allí lo llaman «17 de noviembre», para recordar el día, hace tres semanas, que protagonizaron la toma de tierras más grande de los últimos años. Alberga a 3.600 familias provenientes de las barriadas más pobres de Budge, Villa Albertina, Fiorito e Itatí. La primera respuesta fue la represión: el juez de Garantías Nº 2 de Lomas de Zamora, Javier Maffucci Moore, ordenó el desalojo.

«Pidió una dotación de 700 policías para la noche del 18», contó un jefe de la Policía Bonaerense afectado al operativo, «pero debido a la urgencia, logramos reunir a unos 300 hombres para esa madrugada». A las 4 de la mañana del 19, cuando la toma había cumplido sus primeras 48 horas, la Bonaerense avanzó. «Resistieron con una fuerza impresionante, por eso replegamos, porque cuando nos empezaron a apedrear nos dimos cuenta de que ya era demasiado tarde para impedir la toma», admitió el jefe policial.

El predio tiene 105 hectáreas. El 17 de noviembre Maximiliano Tronconi, uno de los cuatro herederos, hizo la denuncia por usurpación y Mafucci Moore actuó con velocidad. Hasta ahora hay 94 manzanas, separadas por sus respectivas calles sin nombre. Cada manzana tiene entre 40 y 50 parcelas, ocupadas por una precaria casilla donde cada familia construye su futuro hogar. En la municipalidad se hacen los osos: nunca mandaron camiones con agua potable ni un médico para asistir a la población.
(Crítica de la Argentina 7/12/08)

Nació en un par de horas. ¿Lo parió alguna abuela? Fue un parto prematuro, demasiado prematuro. Pero con la magia de la cultura represora, se unieron dos registros que en la obstetricia no se encuentran: prematuro y de nalgas. Un barrio fast y que salió como el culo. Ideal para el turismo social de los europeos, a los cuales les encanta presenciar las experiencias sociales que en europa no se consiguen. Distocia de parto, decíamos en la cursada de obstetricia. El «titulero» del diario es piadoso o es cínico. Denominar barrio a lo que es apenas un precario campamento de refugiados parece más un exceso retórico, que un anticipo de una descripción objetiva de la realidad. Refugiados de esta forma de guerra encubierta que algunos se empeñan en denominar capitalismo serio. El oro del blanqueo y la impunidad tributaria y el barro de la intemperie, la enfermedad, el desamparo absoluto. El barro de la represión bestial ordenada por un juez con un apellido salido de un guión de Sofovich para una polémica en el bar: maffucci.

El nombre de la infamia judicial, la misma que excarcela genocidas pero incarcela niñas, niños, indigentes, y a todos los pobres de espíritu y de cuerpo que encuentra intentando recuperar un poco de la dignidad de la vida. Gatillo fácil que perpetúa una nueva versión de la doctrina de seguridad nacional, ahora en versión barrial. Versión maffucci. Dicen que ya no hay ajuste, pero sin embargo se mantiene victorioso el costo social. Pagado siempre por los que menos tienen, o mejor dicho, por pagarlo y pagarlo ya nada tienen. La cultura represora sabe que no tiene soluciones para los problemas que no deja de producir. Antes creaban pobres y enfermos, pero ahora ni siquiera regalan el hospital, parodiando la canción de Maria Elena Walsh. Pero el «titulero» marca una manera de leer la nota: qué país generoso que 20.000 personas hacen nacer un barrio en un par de horas. Lástima que después de las doce campanadas, cenicienta se encontró con la bonaerense, la «mejor maldita policía», como a ellos mismos les gusta denominarse.

Los tiempos del zapatito de cristal dieron paso a los borcegos de cuero. El hada se entretuvo fornicando por un sueño, y un bebé aprendió dolorosamente que pertenece a una especie en riesgo de exterminio. El panda, el koala, el gorila, hasta el rinoceronte negro, tendrán más suerte. Los «excedentes no reciclables», al decir de Zygmunt Bauman, no tendrán lugar en ninguna reserva cultural protegida. En esta misma sintonía de producción de subjetividad encubridora, leí hace un tiempo un titular del «gran diario argentino»: «miles de personas viven con un dólar por día».

¿De qué vida estarán hablando? Pensé que el titular correcto hubiera sido: «miles de personas se mueren con un dólar por día». Y con menos también. Si algo nació en horas, fue la monstruosa marginalidad, que ya se ha institucionalizado como una «centralidad del despojo». Los aliens de la modernidad tardía. Pero marginalidad que si bien es económica y cultural, ya no es territorial. El margen está en el centro y no habrá autopista que impida los cruces. La batalla de la villa 31 lo prueba. Cuando empiecen a incendiar los puestos de peaje, las autopistas serán clausuradas. Autos blindados circularán a exceso de velocidad por zonas potencialmente peligrosas, más allá de los puntos que les descuenten en el registro de conductor. La barbarie de la represión legal es mucho mayor que la barbarie de la represión ilegal. Para cualquier tiranía, dictadura, matar es una premisa. Para ninguna democracia matar puede ser una constante. Y cuando impedimos la vivienda, la salud, la educación, todas las formas del bienestar, estamos matando. Con la bonaerense, con los «maffuccis» siempre listos, con las diferentes formas de la desesperación inducida una y otra vez con las megaofertas de la orgía del consumismo, que no impiden, ni siquiera encubren, el horror de las absolutas carencias.

Barrios prematuros y paridos de nalgas. Cultura de la supervivencia y permanente huida de los exterminios cotidianos. Sin agua, sin electricidad, sin cloacas. A la intemperie más cruel: la de la gran ciudad que a 10 cuadras mira siempre para otro lado y la de la gran provincia que le importa más la copa davis que la copa de leche. Pero los chicos del pueblo seguirán marchando y nosotros con ellos. Con una alegría que es también un arma de la revolución.