¿Por qué la prensa internacional no habla del caso de los Cinco que constituye en realidad uno de los mayores escándalos políticos y judiciales del siglo? ¿Cómo es posible que un caso que supera todos los límites de lo sensacional, adaptado a cualquier forma de cobertura mediática por su contenido político y jurídico haya sido […]
¿Por qué la prensa internacional no habla del caso de los Cinco que constituye en realidad uno de los mayores escándalos políticos y judiciales del siglo? ¿Cómo es posible que un caso que supera todos los límites de lo sensacional, adaptado a cualquier forma de cobertura mediática por su contenido político y jurídico haya sido censurado por la mayor parte de los medios informativos del mundo occidental? ¿Cómo es posible que a la hora de la «lucha global contra el terrorismo», cinco jóvenes cubanos que arriesgaron su vida para impedir actos terroristas contra su país hayan sido arrestados, maltradados y condenados a cadenas perpetuas sin que las transnacionales de la información relataran esta historia?
Para entender esto, hay que explicar como funciona el flujo de información. Todo el mundo de la prensa occidental se rige por un concepto establecido desde hace muchos años por los maestros del universo, o sea el gran capital financiero, propietario de la mayor parte de los medios de información.
En realidad, existe en la prensa un marco de debate preestablecido escrupulosamente limitado y respetado, de forma religiosa, por todos los grandes medios de información. Dentro de este marco sumamente doctrinal y aplastado por la ideología dominante, el debate puede existir e incluso debe existir para dar una impresión de pluralidad de voces, de diversidad de opiniones y de democracia. Pero, en realidad, sólo se trata de una fachada pues se encuentra minuciosamente limitado a temas convencionales. El marco ideológico sólo acepta opiniones y pensamientos convencionales y superficiales que no van a contracorriente y que respetan la línea oficial establecida por la ideología dominante. Entonces, allí, nunca resulta posible ir a la raíz de los problemas vitales. Es inconcebible evocar las cuestiones fundamentales.
El caso de los Cinco no se aborda en la prensa internacional porque se encuentra fuera del marco establecido. No se pueden señalar en la prensa, supuestamente democrática, cosas obvias, evidencias que se publicarían en la portada de todos los periódicos occidentales si existiera propensión alguna a revelar la verdad objetiva. No se puede decir que Cuba es el país que ha sufrido la más larga y feroz campaña terrorista de la historia moderna. No se puede decir tampoco que cinco patriotas cubanos están encarcelados por haber combatido el terrorismo. Igualmente, no se puede decir que el principal motor de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos ha sido la violencia terrorista de la primera potencia mundial. Tratar las cuestiones más evidentes como el derecho de Cuba a defenderse frente a las agresiones es inadmisible.
Durante varios años, la comunidad internacional debatió sobre el bloqueo económico estadounidense y se preguntó si era la mejor manera de llegar a una apertura política en Cuba. Se habló de ello como si fuera algo serio. No era algo serio y no es algo serio. En realidad, la verdadera cuestión planteada por los Estados Unidos es la siguiente: ¿Cuáles son las medidas que hay que tomar para llegar a la completa aniquilación de Cuba como nación independiente y soberana? Ésta es la verdadera cuestión.
En la Unión Europea también surgió el debate de saber si una política de sanciones contra Cuba tendría efectos positivos y ocasionaría una «democratización del régimen». Se ha hablado de ello y se sigue hablando de ello como si fuera algo serio. No es algo serio. La verdadera cuestión es ¿qué medidas Washington tiene que tomar para acabar con el proyecto revolucionario cubano? ¿Qué medidas la Casa Blanca tiene que tomar para transformar un país soberano en una neocolonia, para avasallar a un pueblo libre?
En la prensa internacional, las cuestiones más evidentes se declaran ilegítimas, incluso se consideran impensables. El terrorismo contra Cuba ha sido suprimido de los archivos. No se cuestionan las políticas tradicionales destinadas a destruir la existencia de un pueblo. Las cuestiones vitales para la supervivencia de Cuba se censuran de manera descarada, pero en conformidad con el marco doctrinal establecido.
En Francia, la gran prensa – sea de derecha, de izquierda o aun comunista (como es el caso del periódico L’Humanité) – es propiedad de grupos económicos y financieros. Dos grandes empresas – Dassault y Lagardère – cuya principal actividad es la venta internacional de armas (aviones de caza, misiles, cohetes…) y cuyo negocio es la guerra, controlan el mundo de la prensa y de la edición. El grupo Dassault, presidido por el Sr. Serge Dassault, hombre de la derecha radical, es dueño de la Socpresse, el más importante grupo de prensa francés. Este grupo publica más de 70 periódicos y revistas entre los cuales Le Figaro, L’Express y L’Expansion y varias decenas de títulos regionales.1
En cuanto al grupo de Sr. Arnaud Lagardère, controla alrededor de 47 periódicos, revistas y casas editoriales, entre los cuales Hachette, La Provence y Nice-Matin. Es el primer editor de Francia (Grasset, Fayard, Stock…). Resulta inútil precisar que además del control económico que tiene este grupo sobre sus publicaciones, ejerce un control sumamente estrecho de la línea editorial, lo que plantea varias cuestiones bastante graves. La actividad que genera beneficios a la multinacional de armas es la guerra. ¿Cómo se va a abordar este delicado tema en sus publicaciones? ¿No surgirá allí un conflicto de intereses? ¿Acaso la presentación objetiva de los acontecimientos será la principal meta de estos periódicos?2
El caso más simbólico es el del periódico francés Liberation. Antiguamente de ideología maoista, fue creado por el filósofo Jean-Paul Sartre en los años setenta. Desde hace varios años, es deficitario. En enero de 2005, el banquero ultraliberal Edouard de Rothschild tomó el control del 37% de su capital inyectando 20 millones de euros. ¿Qué independencia puede tener un periódico controlado por el gran capital financiero?3
¿Por qué el gran capital económico y financiero invierte en el mundo de la prensa que es un sector sumamente deficitario? Es económicamente absurdo pero es ideológicamente extremadamente eficiente. El objetivo de esos inversionistas no es generar ganancias sino controlar el pensamiento, y reducir el marco convencional del debate «democratico» permitido, marco que se vuelve cada vez más totalitario y superficial. Es totalitario en la medida en que no acepta los pensamientos alternativos y es superficial ya que nunca analiza las cuestiones en profundidad.
El propietario de la Socpresse, el Sr. Serge Dassault, admitió públicamente los objetivos buscados al comprar el periódico Le Figaro. «Quisiera, en la medida de lo posible, que el periódico diera una imagen positiva de nuestras empresas. Estimo que a veces hay informaciones con las que hay que ser precavidos. Es el caso de los artículos que hablan de los contratos en proceso de negociación. Hay informaciones que hacen más daño que bien. El riesgo es poner en peligro los intereses comerciales o industriales de nuestro país».4 Así, el Sr. Dassault admite personalmente que el papel de su prensa es defender los intereses particulares de su grupo y desarrollar su labor de propaganda a favor de las «ideas sanas» que promueven los dogmas ideológicos ultraliberales, según sus propias palabras.
El ejemplo más ilustrativo de propaganda es la cadena de televisión estadounidense Fox News, propiedad del multimillonario Rupert Murdoch, que se ha convertido en una terrible máquina de intoxicación mediática. A inicios de la invasión de Irak por las tropas norteamericanas, difundió las más grotescas mentiras que provenían directamente de la Casa Blanca y del clan Bush.
En realidad, lo que se suele llamar «prensa internacional y democrática» es un mundo tiránico y reaccionario que ya no es el cuarto poder que debe denunciar los desmanes del poder legislativo, del poder ejecutivo o del poder judicial. Ahora el mundo de la prensa responde a la agenda de grupos privilegiados y defiende los intereses de las elites económicas y políticas. Por ello, se puede decir con toda objetividad que la prensa dominante es una amenaza para la democracia.
Notas
1 Ignacio Ramonet, «Médias en crise», Le Monde Diplomatique, enero de 2005: 1,26, 27.
2 Ibid.
3 Renaud Revel, «Libération est le socle d’un groupe de presse», L’Express, 31 de enero de 2005.
4 Bertrand d’Armagnac, «Les interventions de Serge Dassault inquiètent la rédaction du ‘Figaro'», Le Monde, 9 de septiembre de 2005.