La caída en vertical de los indicadores económicos locales -en paréntesis con los internacionales- desde el desmadre del COVID-19 llegan en este julio en su punto más alto en espera de una disminución de los infectados por el virus al unísono de la obligatoria coordinación de los distintos estamentos del Estado Argentino siendo un wing la prematura decisión del Presidente Fernández de lanzar una cuarentena allá por las primeras semanas de marzo.
La actual administración estatal recién a estas horas se está sentando en los sitios de gestión conociendo sus tiempos y limitaciones bajo una aberrante oposición que se hace la desconocida por los funestos cuatro años macristas.
La cartera económica tomo el timing de la presión especulativa a través de una serie de medidas que trajeron una meridiana tranquilidad ciudadana, pero de la cual no deben relajar pues el rebote político y mediático es permanente con el objetivo de «concientizar» de una irreversible hiperinflación, devaluación y aumento de precios que por cierto es la ganancia extraordinaria de los sectores de siempre en la Argentina.
Pacientemente jugando un juego de ajedrez se estira el riesgo no deseado de la cesación de pagos esperando un horizonte más favorable en el futuro y tratando de racionalizar la reacción acreedora hacia la sensatez.
La ineludible contención social a lo largo de este año y el planteo de un ingreso universal ciudadano dan muestras de que a pesar del marco mundial prácticamente neoliberal es posible un escenario más favorable para esa ingente cantidad de ciudadanos que están por debajo de la línea de la pobreza.
Sin embargo, existe la necesidad de obtener ingresos genuinos los cuales sin lugar a dudas tendrán que provenir de los sectores más acomodados de la sociedad y más beneficiados por las prerrogativas macristas del otrora periodo.
La restitución de la demanda vía el tejido productivo será la motorización necesaria de la mano de un aumento en el poder adquisitivo vía acuerdos salariales o pre rogativas fiscales que como mínimo deben seguir conteniendo el congelamiento de las tarifas públicas y el acuerdo de precios sobre los bienes de la canasta básica cuidados por una férrea fiscalización estatal.
Dicho excedente podrá ser canalizado por el Estado vía los tributos generales y de allí incidir en un círculo virtuoso de recursos y obra pública que a su vez motoriza el mercado de trabajo y nuevamente el poder adquisitivo.
La devaluación en «pos» de la competitividad es otra falacia neoclásica y en particular ante la caída de los mercados externos, el proteccionismo y la super producción de bienes a los cuales nuestro país debe levantar barreras arancelarias para proteger su propia producción.
Si una parte de las variables expuestas anteriormente discurren y a la vez las internas políticas no afectan la recuperación económica el Gobierno tiene un camino muy allanado para alzarse con la victoria de las elecciones de mediano termino lo que le permitirá recuperar performance legislativa y la sanción de nuevos y quizás más audaces iniciativas.
La unidad de TODOS es clave.
Ezequiel Beer. Geógrafo UBA. Analista Político y profesor nivel medio.