La información es conocimiento y ese conocimiento es poder cuando quien lo posee se encuentra frente a gente que no tiene la posibilidad de adquirirlo. Quizás nos parezca que precisamente hoy en día ese poder está al alcance de todas y todos, gracias al auge de internet y de otras formas de comunicación supuestamente más […]
La información es conocimiento y ese conocimiento es poder cuando quien lo posee se encuentra frente a gente que no tiene la posibilidad de adquirirlo. Quizás nos parezca que precisamente hoy en día ese poder está al alcance de todas y todos, gracias al auge de internet y de otras formas de comunicación supuestamente más accesibles. Pero esa aparente libertad para ser emisores y receptores dificulta la accesibilidad a información fiable y de calidad, al tiempo que sirve de cortina de humo para ocultar que al fin y al cabo siguen siendo los grandes capitales los que tienen la capacidad de acaparar y adueñarse de las vías de comunicación.
Desde los movimientos sociales se plantea la necesidad de una comunicación y un intercambio de información enfocados a la transformación de los espacios colectivos y a la emancipación mediante el conocimiento. Frente a unos medios de comunicación que priorizan el consumo capitalista y los índices de audiencia sobre la calidad y veracidad de la información, los medios de comunicación crítica surgen para reivindicar estas últimas.
Nicaragua no es una excepción. Al igual que en el resto de la región, es fácil encontrar grandes corporaciones internacionales dueñas de los medios de comunicación más extendidos (como El País o la CNN). Por otro lado, en Nicaragua también se da una clara diferenciación entre los medios nacionales «oficialistas», en principio favorables al gobierno, y los que muchas veces aparecen como medios nacionales «independientes».
En este escenario complejo, el conflicto que vive el país desde el mes de abril ha producido un quiebre importante que merece ser analizado desde la perspectiva de la comunicación crítica. Entre el 18 y 19 de abril de este mismo año, coincidiendo con el inicio de las protestas por las reformas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, y a través del ente regulador de medios de comunicación TELCOR, el gobierno de Daniel Ortega instó a los medios a no informar sobre las protestas y posteriormente censuró cuatro canales de televisión por hacerlo[i], canales que de un momento a otro dejaron de tener señal, tal y como pudimos comprobar las y los televidentes en aquel momento.
El conflicto mediático, que ya venía gestándose desde la cobertura informativa del incendio de la Reserva Natural Indio Maíz, se convertía en un espacio más de disputa. Esta disputa alcanzaría cotas inesperadas cuando el 21 de abril, en la localidad costeña de Bluefields, asesinaron al periodista Ángel Gahona mientras realizaba una transmisión en directo del conflicto. Quedó grabada su voz mientras avisaba de la presencia de policías[ii].
El conflicto no llegó de pronto
A pesar de que aparentemente el nicaragüense ha sido un conflicto que ha estallado en un momento concreto, y sin antecedentes conocidos, la verdad es que basta con hablar con diferentes colectivos del país (como las organizaciones feministas o campesinas) para darse cuenta de que ya se venía gestando desde el pacto entre los liberales y el Frente Sandinista (FSLN), junto a los casos de corrupción y retroceso democrático que lo acompañaron.
Tras varios años de revolución y conflicto, después de los 90 se dio inicio a un proceso de consolidación de la autonomía de los medios de comunicación, así como a una paulatina profesionalización. Aún así, la partidización de los medios existentes, el amplio uso electoral de las televisiones y la creación de ciertos medios privados deja en evidencia un claro interés por mantener el sector de la comunicación bajo control[iii].
Tras cinco meses de conflicto, la impresión general es una gran polarización en los medios nicaragüenses y una dificultad cada vez mayor para informar y comunicar desde una perspectiva crítica y autónoma. Desde el nivel nacional hasta los medios regionales e internacionales, podríamos resumirlo en un bando favorable al actual gobierno y otro crítico. Pero seguramente este análisis es demasiado simplista y binario, sobre todo en lo que respecta a los medios de comunicación opuestos al gobierno de Daniel Ortega.
Periódicos como El Nuevo Diario, canales de televisión como el Canal 4 o medios digitales como El 19 Digital son los que desde los inicios del conflicto han defendido la posición gubernamental y han denunciado la presencia de grupos terroristas y golpistas como culpables de la actual situación.
Frente a los citados, que muchas veces apelan directamente a la propaganda partidista, tal y como se observa, por ejemplo, en la página de Youtube del Canal 6, existe una amalgama de medios que tras el conflicto se han centrado en la denuncia de violaciones de Derechos Humanos.
Aun así, la heterogeneidad de este último grupo nos obliga a profundizar más en su análisis, ya que además de los intereses partidistas también existen intereses empresariales no menos relevantes. Es por ello que resulta imprescindible poder identificar los medios que parten de una concepción comunitaria y horizontal, comprometida con la emancipación de los pueblos, para diferenciarlos de los que muchas veces utilizan la defensa de los Derechos Humanos de forma arbitraria para defender los intereses político-económicos de las élites nacionales e internacionales. Este trabajo, desde un inicio complicado, se vuelve aún más difícil si tenemos en cuenta que la censura y persecución han afectado a casi todos los medios críticos.
De todas formas, sin duda los medios que más dificultades están teniendo para desempeñar sus labores son los medios alternativos populares como Managua Furiosa[iv], un portal creado para la difusión e intercambio de diferentes proyectos y movimientos artísticos y culturales que a raíz del conflicto ha realizado una importante labor de denuncia de violaciones de Derechos Humanos.
Nacido como un proyecto cultural y educativo, colaborativo y abierto, en la actualidad se ha convertido en un medio de información sobre el conflicto. Quizás por su carácter digital, o por su tamaño, Managua Furiosa no ha recibido los ataques que sí han sufrido otros medios más grandes, como el Canal 10[v].
Es quizás esa misma circunstancia la que deben aprovechar los medios alternativos de Nicaragua para poder reivindicar y mantener su espacio de comunicación, aunque, del mismo modo que puede ser una ventaja, también la falta de visibilidad puede convertirse en el peor enemigo de un medio que quiera combatir a las grandes corporaciones mediáticas y la oligopolización de la información. Desde el exterior, quizás el mayor reto para los medios alternativos internacionales sea precisamente la apuesta de Managua Furiosa: desvincularse no solo de grandes intereses corporativos sino también de los condicionamientos y del romanticismo del «proyecto revolucionario».
Eneko Gastaka Urruela es politólogo y colaborador de Aiaraldea. Actualmente trabaja como cooperante en Paz con Dignidad – Centroamérica-
Notas
[i] «Daniel Ortega saca de la televisión por cable a cuatro canales en Nicaragua», noticia publicada el 19/04/2018 en www.laprensa.com.ni.
[ii] «El periodista Ángel Gahona muere mientras transmitía en directo las protestas en Bluefields, Nicaragua», 22/04/2018, www.bbc.com.
[iii] Montenegro, Sofía (2007): Los periodistas, los medios y el poder. Los Medios de Comunicación como actores políticos en Nicaragua, Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO). Informe disponible en www.cinco.org.ni.
[iv] Ver: www.managuafuriosa.com.
[v] «Daniel Ortega arrecia persecución contra los medios de comunicación que lo desafían», 22/08/2018. Ver en: www.prensalibre.com.
Artículo publicado en el nº 78 de Pueblos – Revista de Información y Debate, «¡Hasta siempre!», tercer cuatrimestre de 2018.