Existe una altísima depresión entre los trabajadores de prensa en Paraguay. Depresión por el deterioro laboral (despidos, amenazas de despido, congelamiento salarial, falta de cobertura social en varias empresas), pero depresión también por la frustración vocacional. Muchos compañeros y compañeras que comenzaron este ejercicio con el interés de llegar a fondo, de develar situaciones, incluso […]
Existe una altísima depresión entre los trabajadores de prensa en Paraguay. Depresión por el deterioro laboral (despidos, amenazas de despido, congelamiento salarial, falta de cobertura social en varias empresas), pero depresión también por la frustración vocacional. Muchos compañeros y compañeras que comenzaron este ejercicio con el interés de llegar a fondo, de develar situaciones, incluso con afán de cambiar realidades, se encuentran con una cotidianeidad muy lejana a esa primera perspectiva.
Nos han vendido la historia de que el periodismo es el cuarto poder, contrapoder, poder independiente, y estas cosas que en las escuelas y las academias se hablan sin decir por qué ni en qué contexto. Muchas personas incluso van a las facultades pensando en la gente que aparece en la televisión, aun pensando extrañamente que esa gente es gente que vive bien, hace lo que quiere, pero sobre todo, »existe». Existe en la pantalla, explicándose el mundo a través de ella. Pero he aquí que la cotidianeidad del ejercicio profesional es de una envergadura muy parecida a cualquier oficio o profesión. Este aterrizaje -sin embargo generalmente se produce sin conocer ni discutirse a fondo el modelo de sociedad en que se desarrolla esta profesión y los factores de poder que condicionan o subordinan a los medios masivos.
Cualquier manual de economía política nos diría que Paraguay tiene estas características socioeconómicas: latifundista (el 4,5% de la población controla el 90% de las tierras); agroexportador, importador, contrabandista y altamente especulativo. Como era de esperarse, los diarios, canales y grandes emisoras radiales son propiedad de este puñado de privilegiados que sostiene el orden económico.
Si en Paraguay hubiera industrias reales, es lógico que algún medio sea sostén de este sector. O si existiera una organización social fuerte, consolidada, es posible pensar en una gran prensa defensora del interés de los sectores sociales.
Los trabajadores de prensa desarrollamos nuestro oficio en fuego cruzado. Por un lado, lidiamos con los intereses de los patrones, la publicidad y también con los embates del gobierno de turno o la mafia de turno. Esta situación, sumada a la precarización laboral estrepitosa, genera fuertes autocensuras en los trabajadores, básicamente, por temor a perder el puesto de trabajo. Y vamos también registrando bolsones de corrupción cada vez más abultados. El sistema corrompe todo, aun al periodismo y a los periodistas.
La situación se ha vuelto insoportable para algunas gentes no vacunadas contra este mal. Para gentes que siguen creyendo en esta profesión y se indignan. Tal es el retroceso en la ilusión de las personas que se han preparado »para el mejor oficio del mundo», al decir de Gabriel García Márquez.
Los medios masivos, por otro lado, reproducen en la actualidad el modelo impuesto desde los centros de poder. El modelo del éxito, del sálvese quien pueda y otras líneas de la »avanzada histórica» que se transmiten a través de la publicidad o los productos »culturales» empaquetados en Miami, México, Nueva York o Buenos Aires. Ese modelo que nos muestra un mundo como un gran mercado de consumo, de inversión y renta, de transacciones financieras. A nuestro país, este proceso (una gran corriente histórica que modifica sistemas de producción, hábitos, eleva el nivel de angustia, acelera el sistema nervioso…) lo encuentra con una estructura semifeudal, precapitalista. Y entonces se produce un cóctel insoportable.