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El desafío kirchnerista de reducir la polarización

Fuentes: Rebelión

Una de las virtudes políticas del kirchnerismo desde su surgimiento en 2003 ha implicado la producción de políticas que confrontaban con ciertos factores de poder dominantes. Durante los primeros años de la presidencia de Néstor Kirchner, partiendo de una baja legitimidad inicial que remitía al módico 22% de los votos, el gobierno precisó de una […]

Una de las virtudes políticas del kirchnerismo desde su surgimiento en 2003 ha implicado la producción de políticas que confrontaban con ciertos factores de poder dominantes. Durante los primeros años de la presidencia de Néstor Kirchner, partiendo de una baja legitimidad inicial que remitía al módico 22% de los votos, el gobierno precisó de una construcción vanguardista de grupo reducido para capitalizar sus improvisados giros del tablero político que implicaban inesperadas confrontaciones con diversos factores de poder.

La sociedad argentina de entonces, preocupada por encontrar mecanismos que le resguardasen previsión y reproducción de la vida colectiva, encontró en el liderazgo de Kirchner a quien le aseguró esas demandas. «Argentina, un país en serio» era el recordado slogan de esta primera presidencia, abocado a restituir la cuestionada legitimidad presidencial y los poderes públicos del país.

En continuidad con este primer mandato de Kirchner, asumió Cristina Fernández a fines de 2007. A partir de marzo de 2008, la presidenta Cristina Fernández se involucró en una dura confrontación con las patronales agropecuarias. Aparecieron aquí los signos de la profundización de un estilo que se radicalizaría posteriormente. Fue quizás la primera vez que la defensa de las propias convicciones del kirchnerismo frente a los intereses que se le oponían le produjo una separación con las expectativas de los sectores medios. Fueron precisas varias nuevas iniciativas para recomponer la popularidad perdida en distintos sectores (Ley de Medios, Festejos del Bicentenario, Matrimonio Igualitario, entre otras).

Actualmente, el gobierno de Cristina continúa ofreciendo a la sociedad argentina el discurso de la no cesión frente a los factores de poder que constituyó la piedra de toque de su identidad. Sin embargo, varios sectores sociales esperan del gobierno en este contexto donde han emergido ciertas dificultades económicas, un discurso y una práctica más propio de gestores públicos que de grandes gestas de la política. Allí parecerían residir las causas de un desentendimiento que debe ser observado con atención.

La perseverancia por parte de las elites políticas kirchneristas en el discurso militante de grupo reducido -que tanto le permitió avanzar «sin concesiones» en históricas conquistas años atrás- contribuye actualmente al recrudecimiento de la espiral polarizadora, ahuyentando a quienes podrían estar de su lado, pero esperan para ello gestos de moderación y de apertura que no encuentran. Es por ello que un desafío del gobierno en esta coyuntura es que, en el despliegue de sus batallas contra los factores de poder (con la polarización que estas traen aparejada), no queden en el medio sectores intermedios que pueden formar parte del apoyo gubernamental, pero que por sus condiciones de existencia rehuyen posiblemente a la ideologización y a la polarización política. Con esto nos referimos a los sectores medios y medios-bajos, aquellos que en estos años mejoraron su condición social en muchos casos (cambiaron el auto, mejoraron la casa, jubilación, entre otras) pero que rehuyen a la polarización social e ideológica.

Esto es importante también para poder desmontar la construcción mediática de que el kirchnerismo «va por todo», con un proyecto de permanencia en el poder y con la corrupción acaparando el Estado. Esa maniobra mediática es efectiva porque atenta en la percepción popular contra la seguridad y el «folklore» de estos sectores medios, prestando fuerza a la argumentación de que se viene una «nueva Cuba», una «nueva Venezuela» (esto ya estaba presente en los cacerolazos de 2008). En definitiva, parece pertinente señalar, recordando el antecedente del conflicto agrario de 2008, que cuando el kirchnerismo entra en escenarios de polarización el resultado puede ser negativo (en ese entonces, la imagen de CFK descendió al 30% cuando venía del 70% en 2007).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.