Con un titular racista (La Internacional del Poncho) arremete el editorial de El Mundo del pasado 17 de enero contra el cuarteto Chávez, Morales, Correa y Ortega. El contenido hace honor al titular, con más alusiones despreciativas hacia personas que parece olvidar que han sido elegidas en limpias elecciones, aunque, naturalmente, desde su óptica, de […]
Con un titular racista (La Internacional del Poncho) arremete el editorial de El Mundo del pasado 17 de enero contra el cuarteto Chávez, Morales, Correa y Ortega. El contenido hace honor al titular, con más alusiones despreciativas hacia personas que parece olvidar que han sido elegidas en limpias elecciones, aunque, naturalmente, desde su óptica, de los que van a votar con poncho se puede esperar cualquier cosa. Así, primero se les trata de «club» y después, de componentes de un «bloque demagógico».
Razona así el porqué de su llegada al poder: «La miseria de grandes capas sociales -en Ecuador la pobreza alcanza al 60% de la población- y el fracaso de las medidas del FMI han propiciado un innegable caldo de cultivo para el retorno de una retórica antiimperialista que parecía enterrada». Y, naturalmente, no se olvida de colocar el contrapunto en «la izquierda moderada que gobierna en Chile, Brasil, Perú o Uruguay». Finaliza el engendro con unos lloriqueos porque el líder iraní, Mamad Ahmadineyad se ha acercado al «bloque demagógico», asistiendo a la toma de posesión de los dos últimos, lo que «no es una buena noticia para la región». ¡Chilaba sobre poncho, o poncho sobre chilaba! ! ¡Que Dios nos asista! ¡Donde nos vamos a quedar los de la corbata!
Detengámonos en un detalle que, en una lectura rápida, puede pasar desapercibido: «el fracaso de las medidas del FMI». Es decir, la miseria no es consecuencia de las medidas del FMI, sino del fracaso de las mismas. Ladinamente, se deja en el aire el porqué de ese fracaso. De esta manera, se puede argumentar, llegado el caso, que los gobernantes latinoamericanos no han sabido aplicarlas correctamente. Pero si es así no hemos visto titulares sobre ello. Es más, nadie nos dice que en Colombia, México, Guatemala, Paraguay, Chile, etc. hayan fracasado las medidas del FMI y no vemos en ellos el menor atisbo de despegue. Como mucho, el desmesurado enriquecimiento de la oligarquía de siempre, esquilmando los recursos naturales y la tierra con los megacultivos para la exportación y la aparición de unas clases medias urbanas, asfixiadas de deudas, mientras campesinos e indígenas en desespero, buscan una salida, emigrando, robando o matando por encargo.
Mucho me temo que los del poncho, los de la chilaba, y acaso también las del burka y las del chador, por aquello de la creciente participación de la mujer, vengan a ser los bárbaros del Norte (hoy, del Sur) que acabaron con el imperio romano. Pero, ojo, salvando las distancias. La propuesta de formar un partido único para llevar adelante la revolución ha abierto un intensísimo debate en la sociedad venezolana, en el que predomina el análisis crítico de lo que se hizo en Europa y lo que se exportó a todo el mundo en nombre del marxismo. En Latinoamérica, tras la cruz que les llevamos los españoles apareció la hoz y el martillo de mano de los emigrantes europeos que huyeron en sucesivas levas, de la primera y la segunda guerra mundial. Y llevamos un esquema eurocentrista, basado en la «necesidad» del desarrollo del capitalismo para poder llegar algún día a plantearnos la revolución proletaria, negando así, explícitamente todo valor a las tradiciones indígenas en materia de las relaciones del hombre con la naturaleza y sus recursos. Si los indígenas no entendían que se pudiera sustituir el culto al sol, que nos da la vida, por el culto a un cadáver, menos pudieron entender que primero tuviera que desarrollarse la propiedad privada de la tierra y sus recursos para después expropiarla y ponerla en manos de todos en un lejano e incierto futuro. El tipo de «desarrollo» que se les ha impuesto nos garantiza que, para ese momento no quedaría nada para expropiar. Donde había minas y pozos de petróleo solo quedaran agujeros y los bosques se habrán transformado en eriales.
Nunca se ha producido en Europa un debate tan extenso y profundo sobre el pensamiento de Marx como el que se está desarrollando ahora en Venezuela. Tuvimos teóricos, Adorno, Althusser, Gramsci, etc. y una legión de admiradores y detractores, todos con formación académica. Pero la dirección de los partidos que se decían obreros estaba en otras manos, y a los trabajadores se les daba la comida masticada, como a los pajaritos. Y al sector de la clase obrera mas sensible a la explotación, más dispuesto a luchar, las consignas dogmáticas y el «centralismo democrático» como coartada. La orgullosa Europa de las artes y la ciencias, de los mil y un filósofos y los mil y un monumentos no dio para más, y tras las convulsiones de la revolución burguesa y la posterior aparición de las ideas socialistas solo supo aportar a los pueblos del mundo que empezaban a romper las cadenas coloniales, de un lado, para los revolucionarios, las consignas de un marxismo medievalizado (nuevamente la cruz, con otro símbolo) y del otro, para los «izquierdistas moderados», como dice El Mundo, una Internacional de corbata, que no de poncho, pero de muy triste memoria, tanto para los trabajadores europeos como para los del poncho y los de la chilaba.
Por paradójico que sea, si se reflexiona un poco sobre todo esto, se observa que esa concepción mecanicista del desarrollo económico y social, por estar aún tan extendida, es uno de los puntales básicos que les permite impunemente a los escritores y periodistas de la factura de Pedrojota calificar de aventuras populistas y demagógicas los caminos que intentan abrir los cuatro del poncho. Saben que ese tipo de acusación encuentra en Europa eco entre largos sectores de izquierda, y no precisamente de la «moderada», que no admiten que los hijos vengan a darle lecciones a los padres. ¡Faltaría más, que del Tercer Mundo vengan a decirnos como hay que hacer la revolución!
Se requiere con carácter de urgencia: Una cura de humildad y un atento seguimiento de lo que está sucediendo en Latinoamérica.