En las últimas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), el gobierno sacó un bajo resultado del 26% a nivel nacional, considerando lo que había sido el 54% de los votos obtenido en las elecciones presidenciales de 2011. Si bien estas últimas elecciones resultaron de medio término, legislativas, un análisis que pretenda rigurosidad no debería […]
En las últimas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), el gobierno sacó un bajo resultado del 26% a nivel nacional, considerando lo que había sido el 54% de los votos obtenido en las elecciones presidenciales de 2011. Si bien estas últimas elecciones resultaron de medio término, legislativas, un análisis que pretenda rigurosidad no debería dejar de considerar que los últimos resultados expresan cierto cambio en la sociedad argentina respecto de sus apreciaciones sobre el gobierno nacional.
El marco actual puede rastrearse como parte de un clima previo que venía gestándose por medio de cacerolazos como el 8-N, entre otros, que demostraban el descontento de sectores medios y su irradiación hacia otros sectores frente al gobierno nacional. De forma poco perceptible, en el último año y medio, después de su consagración con un alto resultado en las urnas, el gobierno de Cristina Kirchner comenzó a actuar de un modo que fue dilapidando su propio capital político. Esto se podría explicar por: a) la dificultad para dominar la inseguridad en determinadas áreas del país, un problema crónico y difícil de resolver, b) la dificultad para conectar con la sociedad de la cual aspira a ejercer su representación, que pudo observarse en lo difícil que resultó para el discurso gubernamental tolerar los cacerolazos y no achacarlos de forma mecánica a intenciones destituyentes o golpistas, c) la introducción de mecanismos de control sobre el dólar y la inflación, que produjeron un importante rechazo en sectores medios.
Por otra parte, desde el espectro del peronismo opositor, emergió durante estas últimas elecciones internas la figura de Massa como un candidato que propone una síntesis entre continuidad y oposición, similar a la propuesta de Henrique Capriles en Venezuela en su disputa contra el chavismo: continuidad de las políticas sociales de amplia aceptación ciudadana, crítica de la falta de respeto a los procedimientos institucionales, y una agenda programática corrida hacia la derecha (seguridad) y el marketing. Si bien el intendente de Tigre cuenta aún con dificultades para traducir sus auspiciosos resultados al plano nacional, posee cierta proyección que, al interior del peronismo, coloca en una situación de mayor debilidad al liderazgo de Cristina Kirchner, que resultaba durante los últimos años la única estrella aglutinadora del movimiento nacional-popular.
Ciertos analistas han comparado este escenario al de 2009, cuando el kirchnerismo sacó un mal resultado en las elecciones legislativas de medio término, y Néstor Kirchner como candidato a diputado sacó menos votos frente a Francisco De Narváez en la Provincia de Buenos Aires. El kirchnerismo luego pudo recuperarse con una serie de iniciativas acertadas: Festejos del Bicentenario, Ley de Medios y, especialmente, a partir de la inesperada muerte de su máximo líder, Néstor Kirchner, que alteró las fichas del tablero político, por el reconocimiento que obtuvo su figura desde importantes sectores ante su desaparición. Como se dijo entonces, la muerte de Kirchner eliminó las posibilidades electorales del antikirchnerismo visceral.
Sin embargo, el actual contexto impone restricciones a la acción política gubernamental que no estaban presentes en ese 2009: 1) Hacia 2015, no hay sucesión clara ni representativa del proyecto político kirchnerista; quien más se acerca a eso es Daniel Scioli, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, pero no puede decirse que resulte la opción preferida del armado kirchnerista; es la opción posible. 2) Hay que considerar la dificultad del gobierno actualmente para percibir las demandas de la sociedad y absorberlas al interior de su discurso. 3) La ruptura con el moyanismo, que había resultado un soporte como actor social de representación unificada de los trabajadores formales a través de la CGT, por ejemplo durante el conflicto agropecuario de 2008, también le resta representatividad al gobierno.
La complejidad de este escenario no impide que Cristina pueda recuperar cierto capital político hacia 2015, pero instala serias dificultades de que pueda conservar un liderazgo en condiciones de alta popularidad, que serían las que permitirían instalar un sucesor «propio», fiel representante del proyecto kirchnerista, dirimiendo con la adhesión hacia su figura, generada en la opinión pública, la interna del peronismo.
Ariel Goldstein, sociólogo (UBA). Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc-Facultad de Ciencias Sociales-UBA).
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