La elaboración, distribución y consumo masivo de significados en la forma de productos comunicativos es un proceso complejo de construcciones simbólicas cuya intencionalidad está condicionada por las relaciones de poder y las mediaciones presentes en cada uno de sus lugares y momentos, en contextos históricos y sociales específicos. Los periodistas, las estructuras organizativas de los […]
La elaboración, distribución y consumo masivo de significados en la forma de productos comunicativos es un proceso complejo de construcciones simbólicas cuya intencionalidad está condicionada por las relaciones de poder y las mediaciones presentes en cada uno de sus lugares y momentos, en contextos históricos y sociales específicos.
Los periodistas, las estructuras organizativas de los medios y sus rutinas productivas, la influencia de fuerzas externas y la ideología1 son los factores que intervienen en ese proceso de construcción de la realidad a través del cual la denominada comunicación de masas participa en la organización, producción y reproducción de las sociedades.
En ese conjunto dinámico y complejo de interacciones se forja la articulación entre la intencionalidad editorial y la construcción de la agenda a través de la cual esas dos partes de un todo estructurado y dialéctico se comunican, condicionan, integran y expresan en la selección, jerarquización y manejo de los temas que formarán parte de la agenda mediática.
La intencionalidad editorial incide en la configuración de los criterios de noticiabilidad y los valores/noticia como parte de una función táctica -en un espacio y tiempo determinados- al actuar como filtro, fijar los límites y marcar la pauta en la elaboración, distribución y consumo de los contenidos.
Tanto los criterios de noticiabilidad como sus componentes, los valores/noticia, son constructos sociales generados por las visiones del mundo de modelos de prensa y responden a la racionalidad, intereses, necesidades y características de los medios y de cada sistema informativo en general.
En el periodismo contemporáneo predominan los criterios de noticiabilidad generados por el modelo de prensa liberal burgués, algunos de cuyos valores/noticia han llegado a ser aceptados convencionalmente como referentes de cierto valor universal tales como la novedad, originalidad, imprevisibilidad, proximidad geográfica, cantidad de personas o lugares implicados, prominencia de los personajes y afinidad con las preferencias de las audiencias.
Aún en esos valores/noticia generalmente aceptados está presente la marca de la dominación al hacernos reflexionar sobre cuánto podrá haber de novedoso, original, imprevisible y de expectación en las audiencias cuando se trata de temas que forman parte de la norma del sistema y son, por lo tanto, ignorados o tratados superficialmente por los grandes medios como la polarización de la riqueza, la estratificación social, la pobreza, la drogadicción, la prostitución, el individualismo, la discriminación por cualquier motivo, la explotación de mano de obra infantil, los vicios del deporte rentado y otros similares.
Así ocurre con la tragedia del pueblo haitiano, invisible para los grandes medios cuando el dramatismo y la espectacularidad de las decenas de miles de muertos provocados por huracanes y terremotos son reemplazados por el sufrimiento cotidiano de millones de seres humanos sumidos en el olvido y la desesperanza como resultado de siglos de explotación.
Lo mismo sucede con la causa de los cinco cubanos presos en cárceles de Estados Unidos desde hace más de una década por luchar contra el terrorismo, a pesar del creciente clamor internacional a favor de su liberación y de las evidencias aportadas por expertos e instituciones de todo el mundo que demuestran su inocencia.
O con los servicios médicos prestados por especialistas de Cuba, Venezuela y otros países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) a millones de personas en todo el mundo, incluyendo más de un millón de latinoamericanos y caribeños que han recuperado la visión gracias a la «Misión Milagro».
Mirar la comunicación desde la cultura
Los medios constituyen la referencia más importante, aunque no la única, a partir de la cual los individuos construyen sus representaciones de la realidad y, como advirtió Jesús Martín Barbero, no son sólo un fenómeno comercial o de manipulación ideológica, sino un fenómeno antropológico y cultural a través del cual cada día más gente vive la constitución del sentido de su vida2.
Manuel Martín Serrano, por su parte, describe tres mediaciones presentes en la elaboración de los productos comunicativos: a) la selección de los objetos de referencia del acontecer público que serán sometidos a consideración de las audiencias; b) la aportación de datos conceptualmente relacionados entre sí sobre los objetos de referencia seleccionados, a partir de los cuales se construye el relato; y c) la transmisión del relato en un soporte, de acuerdo con las características del medio y sus modalidades expresivas.
Esas mediaciones forman parte de dos tensiones en las que operan los medios: la cognitiva y la estructural. De la primera surge la mitificación y de la segunda la ritualización3.
Mirar la comunicación desde la cultura a través del paradigma de las mediaciones significa que al analizar el papel de los medios de la dominación en la sociedad no basta con denunciar -como apunta Martín Serrano- que la información sea incompleta, deformada, falsa, desacertada o que responda a intereses de clase.
Para entender como funciona la lógica de la dominación desde los medios es necesario analizar la comunicación tomando en cuenta no sólo la intención de los emisores, sino también el uso que dan los receptores a los productos comunicativos. Cómo los interpretan y resignifican en su propia configuración como individuos en la relación dialéctica cotidiana con el orden social y cultural en cuya construcción participan con distintos grados de autonomía y acceso al conocimiento en las diferentes etapas de la vida.
Dominación vs emancipación
La intencionalidad editorial refleja cómo los medios conciben, organizan y producen la comunicación ya sea con fines de dominación o emancipación.
De la comunicación dominadora se ha destacado su verticalidad, unidireccionalidad y la presentación fragmentada de los hechos como entes aislados carentes de historicidad y desvinculados de otros fenómenos de la totalidad social.
Desde esa perspectiva, la comunicación no podrá promover un pensamiento crítico, coherente y democratizador que contribuya a transformar la hegemonía de la dominación en otra de naturaleza emancipadora sino que, por el contrario, estimulará la concepción del mundo ingenua, conservadora, caótica y desordenada propia del sentido común, la conciencia cotidiana del hombre medio, la filosofía de los no filósofos como la definió Antonio Gramsci4.
A esa estrategia de dominación pertenecen los mitos creados por el modelo de prensa liberal burgués para sustentar el pretendido valor universal de su discurso -y deslegitimar cualquier proyecto comunicacional que desborde los límites del sistema- como la presunta independencia, imparcialidad, neutralidad y objetividad de los medios, conceptos cuya inconsistencia ha quedado demostrada en los ámbitos profesional y académico.
En contraposición, la comunicación con un sentido emancipador presupone una actividad humana vital mucho más importante que informar o ser informado. Es interacción, colaboración, reconocimiento del otro, intercambio de información mediante códigos compartidos en procesos de construcción y reconstrucción de significados, en contextos sociales históricamente determinados y cuyo objetivo principal debe ser el desarrollo de una cultura de diálogo y entendimiento entre las personas.
Su propósito, como señala Jorge Luis Acanda, debe ser la búsqueda de un referente moral desde el cual ordenar las alternativas posibles con la mira puesta en la superación de la cultura de las clases sociales explotadas sin desconocer el sentido común, sino trabajando sobre él para transformarlo5.
Ese es uno de los retos que deben enfrentar nuestros proyectos comunicacionales obligados a reconocer, compartir e incluso utilizar ciertos criterios de noticiabilidad y valores/noticia empleados por los grandes medios y hacer valer a la vez los suyos.
Objetivos pero no imparciales
En lo que respecta a Prensa Latina, el periodismo objetivo pero no imparcial proclamado por el fundador y primer director de la agencia, Jorge Ricardo Masetti6, implicó una ruptura con los mitos del modelo de prensa liberal burgués y el cuestionamiento a sus criterios de noticiabilidad, aunque sin renunciar a la utilización crítica de los valores/noticia de relativa aceptación universal generados por él.
Los fundadores de Prensa Latina consideraron, evidentemente, que la competencia con las grandes agencias de noticias por el control de los mercados mediáticos era la mejor opción para promover la reforma cultural descrita por Gramsci, sin desconocer el sentido común sino trabajando sobre él para transformarlo.
A fin de cuentas, los criterios de noticiabilidad del modelo de prensa liberal burgués y ese sentido común no son la causa, sino el resultado, de un tipo de relaciones sociales.
Como parte de la estrategia de Prensa Latina para asegurarse un espacio en los flujos informativos internacionales y trabajar desde allí sobre el sentido común, fue que surgió su dualidad funcional pues, por una parte, es una agencia de noticias internacional de la encargada de promover una visión del mundo diferente a la de la de los monopolios mediáticos, pero al mismo tiempo es un proveedor mayorista de noticias que actúa a nombre y en representación de sus abonados en la búsqueda, procesamiento y distribución de información de actualidad, en la cual no siempre resultan evidentes las marcas ideológicas de su intencionalidad editorial, aunque tampoco las contrarias a ella.
Una investigación realizada en el último cuatrimestre de 2009 comprobó cómo en el cumplimiento de ambas funciones los criterios de noticiabilidad de Prensa Latina interactúan con los del modelo de prensa liberal burgués en un proceso ágil y flexible regido por una evaluación crítica, caso por caso, para decidir no sólo la selección y jerarquización de los temas, sino también su tratamiento y contextualización, buscando siempre ángulos de la noticia afines a la intencionalidad editorial de la agencia.
De esta práctica diaria surge el denominado enfoque de Prensa Latina diferente al de los monopolios mediáticos y considerado por sus periodistas y directivos una de las fortalezas fundamentales de la agencia, opinión bastante extendida entre sus receptores quienes reconocen en los productos comunicativos de la agencia la presencia de una visión del mundo imposible de ignorar.
La experiencia de Prensa Latina responde a las circunstancias histórico-sociales de su creación y posterior evolución como fenómeno indisolublemente ligado a la Revolución Cubana. De ahí que sea un hecho irrepetible como lo son otros proyectos comunicacionales con los cuales compartimos la percepción de la comunicación de masas en general, y del periodismo en particular, como espacios de confrontación permanente entre concepciones contrapuestas del mundo.
En estos 51 años de duro bregar para ocupar un espacio propio en los flujos informativos internacionales aprendimos a identificar los mitos sobre los cuales el modelo de prensa liberal burgués ha construido la presunta universalidad de su discurso en su afán por demostrar el carácter natural del orden social y cultural generado por las relaciones capitalistas de producción, como si fueran la única opción posible y viable de organización de la sociedad. Aprendimos también a demostrar la legitimidad del periodismo objetivo pero no imparcial proclamado por nuestro fundador y primer director, Jorge Ricardo Masetti.
Desde muy temprano interpretamos el concepto de objetividad periodística como un contrasentido desde el punto de vista epistemológico, aunque reconocemos su valor como ideal ético asociado a la honestidad y pulcritud de los periodistas y los medios en el empleo de información veraz y oportuna en la búsqueda permanente de la verdad. A partir de esa premisa consideramos que el periodismo será siempre objetivo pero al mismo tiempo parcial, entendida la parcialidad no como una toma de posición arbitraria y caprichosa a favor de una de las partes en conflicto, sino como señala el colega y profesor argentino Víctor Ego Ducrot, como el posicionamiento de periodistas y medios ante el complejo y multifacético entramado de hechos sobre los que trabaja la práctica periodística7 en el proceso de construcción social de la realidad.
NOTAS
1 Shoemaker, P. y Reese, S. (1994) La mediatización del mensaje. Teorías de las influencias en el contenido de los medios de comunicación. México, Diana.
2 Martín Barbero, J. (1995) «Secularización, desencanto y reencantamiento massmediático». Consultado el 02-05-07 en http://www.felafacs.org/files/7MartinB.pdf
3 Martín Serrano, M. (1993). La Producción Social de Comunicación. Segunda edición revisada. Madrid, Alianza Editorial.
4 Martín Serrano, M. (1993). La Producción Social de Comunicación. Segunda edición revisada. Madrid, Alianza Editorial.
5 Acanda, J.L. (2002) Sociedad civil y hegemonía. La Habana, Centro de investigación y desarrollo de la cultura cubana Juan Marinello.
6 Masetti, J.R. (2006) Los que luchan y los que lloran y otros escritos inéditos .Buenos Aires, Nuestra América.
7 Ducrot, V.E., Espeche, E., López, F., Rodríguez, C. (2009) Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas. Una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial. Buenos Aires. Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
*El autor es doctor en Ciencias de la Comunicación y presidente de la agencia de noticias internacional Prensa Latina. Ponencia presentada en el encuentro «Democratización de la Comunicación y el Periodismo Comprometido. Comunicación y Periodismo en Revolución» en el marco de la Semana del Periodista «El pueblo es noticia». Caracas, Venezuela, 21 al 27 de junio de 2010.
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