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Juan José Millás y los intelectuales colaboracionistas

El escritor que malgastó la gracia de la palabra

Fuentes: Rebelión

Un sofisma es una conclusión falsa que sólo en apariencia simula deducirse de una premisa verdadera. Veamos un ejemplo típico, muy similar a los que suelen aparecer en diccionarios y enciclopedias: «Los hombres son mamíferos. Los caballos también son mamíferos. Luego los hombres son caballos.» El pasado 29 de diciembre el diario madrileño El País […]


Un sofisma es una conclusión falsa que sólo en apariencia simula deducirse de una premisa verdadera. Veamos un ejemplo típico, muy similar a los que suelen aparecer en diccionarios y enciclopedias: «Los hombres son mamíferos. Los caballos también son mamíferos. Luego los hombres son caballos.»

El pasado 29 de diciembre el diario madrileño El País publicó un Millás: el escritor que malgastó la gracia de la palabraartículo firmado por Juan José Millás, «Agonía», en el que este escritor español certificaba la defunción del proceso revolucionario cubano con sofismas de grueso calibre.

Es Millás un novelista de prestigio que compagina con sumo éxito la narrativa y las labores de periodismo de opinión. Sus columnas, en muchas de las cuales suele mezclar ficción y realidad para insuflarles un indudable tono surrealista, parecen máquinas de crear sentido en las que cada palabra está programada de tal manera que enciende una luz amable en el cerebro del lector. Millás posee un fino humor que baña todos sus textos, incluso aquellos en los que se aleja de personajes disparatados que deciden residir en un armario o que, de repente, se encuentran con que el cuarto de baño de la casa ha cambiado inexplicablemente de lugar. Por otra parte, cuando adopta un tono serio no elude los ataques directos a miembros destacados de la derecha clásica, española o ajena, ya se trate de políticos, obispos, banqueros, aristócratas o mafiosos de la construcción, y es capaz de destruir en cuatro párrafos a un Rajoy o a un Aznar con sólo glosar la halitosis del uno o el bigotito chaplinesco del otro. Por ello, ha alcanzado durante los últimos años un enorme predicamento entre los lectores de la izquierda posibilista nacional, esos que se (des)informan a diario en tertulias radiofónicas y medios burgueses de comunicación, que sobreviven confortados en la certeza de que votar al PSOE constituye el colmo de la progresía y que, si bien siguen creyendo que otro mundo es posible, lo ha de ser, desde luego, sin que ello comporte la pérdida de los privilegios adquiridos dentro de los límites fronterizos de la Unión Europea.

Juan José Millás, en suma, está públicamente considerado en España como un fino intelectual de izquierdas, tocado por la gracia de la palabra. Son muchos quienes piensan que es el mejor columnista del país. Sin embargo, todas esas virtudes -las retóricas y las políticas- brillan por su ausencia en la columna que nos proponemos analizar.

Sofismas

Le sugerimos al lector que pinche en el URL de la nota [1] a pie de página antes de seguir leyendo este trabajo, ya que así conocerá de primera mano el texto en cuestión. Vayamos, pues, al primer sofisma:

Empieza Millás diciendo que «un médico de prestigio mundial [el doctor García Sabrido] ha viajado a Cuba para hacer un diagnóstico acerca de lo que Fidel Castro no padece». Tras unas disquisiciones pretendidamente burlonas sobre diagnósticos clínicos, con las que establece su distancia crítica respecto a Fidel, al final del segundo párrafo lanza la primera andanada: «En otras palabras, que los responsables de imagen [de la Revolución] han metido la pata, sobre todo porque nos hemos enterado al mismo tiempo de que Cuba no tiene médicos, que era uno de sus mitos». He aquí un ejemplo de sofisma digno del Espasa. Cabe preguntarse cuál será la relación causa-efecto entre la premisa «verdadera» de que un médico español haya dado una opinión clínica sobre la dolencia de un ilustre cubano y la conclusión «falsa» de que en la isla no hay médicos. Más aún, para que no queden dudas sobre el carácter definitivo de su increíble aserto, Millás utiliza el pretérito imperfecto de indicativo («que era uno de sus mitos»). No entraremos aquí en una inútil contraofensiva. Bástenos dirigir al lector a un documento publicado en 2006 por la Organización Mundial de la Salud y accesible en formato pdf [2], donde con sólo buscar la palabra Cuba se pueden consultar todo tipo de datos y porcentajes sobre las extraordinarias prestaciones sanitarias -tanto en el interior como en el extranjero- de un minúsculo país bloqueado y agredido desde hace más de cuatro décadas.

Pasemos ahora al segundo sofisma: «Si todo lo que se dice del comandante fuera predicable de la Revolución por antonomasia (qué rayos querrá decir antonomasia), probablemente Cuba tampoco tenga sistema educativo, pues no parece muy cortés ni muy solidario, tal como están las cosas en la isla, fletar un avión con medicinas, aparatos y personal sanitario para atender a un solo hombre». Ya el periodista Pascual Serrano respondió hace unos días al lamentable desprecio que una frase como la anterior encierra contra un país que lucha heroicamente por su supervivencia [3], por lo que no vale la pena insistir aquí en ello, pero sí señalaremos la sinrazón de pretender que, incluso si todo lo que se dice del comandante fuera falso (tal como sugiere Millás), «probablemente Cuba tampoco tenga sistema educativo». ¿Qué diablos tendrá que ver la veracidad o falsedad de lo que se diga de Castro con una supuesta ausencia de sistema educativo? Cuba es el primer país de América -desde el polo norte al polo sur- que erradicó el analfabetismo, y lo hizo justo después del triunfo de la Revolución. Tras ello, la isla no sólo se ha convertido en una escuela permanente (no hay revolución sin cultura), sino que ha llevado libros, maestros y ciencia a muchos países hermanos del mundo [4].

La traca con que concluye la columna es un sofisma de antología: «O sea, que Fidel está bien, pero la Revolución se ha ido al carajo». Supongamos por unos segundos que el tratamiento médico que le prodigan al presidente de Cuba en su calidad de jefe del Estado sea más injusto e insolidario que el que recibe cualquier otro jefe de Estado del planeta. ¿Podría afirmarse sin caer en el ridículo que la Revolución ya no existe, que el reparto igualitario de los bienes materiales, la subvención estatal de la vivienda, los trasportes, el teléfono, los alimentos (entre ellos el litro de leche diario que todo niño cubano recibe por decreto hasta los siete años, en un subcontinente donde decenas de miles de niños mueren por desnutrición), la gratuidad absoluta y universal de la educación y la medicina, la ayuda humanitaria (sin pedir nada a cambio) a quienes son todavía más pobres que Cuba; podría afirmarse, decimos, que todo eso -y eso es la Revolución- ha dejado de existir? El «carajo» final, que está ahí situado para crear un efecto de clímax al condensar en sus seis letras todo el sarcasmo de la voz narrativa, adquiere la categoría de mezquindad absoluta una vez deconstruido el sofisma.

Los intelectuales colaboracionistas y el oxímoron de una izquierda sin Marx

En un libro excelente publicado el año pasado y que le recomendamos al lector [5], los profesores universitarios españoles Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero hacen hincapié en lo que Noam Chomsky denominó «la bancarrota total de los intelectuales», su abdicación política y su analfabetismo moral al servicio del capitalismo globalizador.

Cada vez van siendo menos los intelectuales capaces de resistir públicamente a las presiones a que se ven sometidos, por parte de quienes los contratan, para que día tras día repitan mentiras que terminan por adquirir marchamo de verdad merced al monopolio de los medios burgueses, en los que ni el país ni la persona difamados jamás tienen acceso ni derecho a defenderse. Lo normal en Occidente -y en España en particular- es que tales medios de comunicación tengan en nómina a una serie de intelectuales que cambiaron de chaqueta sin perder el aura de izquierdismo y que desde su confortable situación primermundista se erigen a sí mismos en celosos guardianes de las libertades en abstracto allende los mares, siempre dispuestos a lanzar anatemas moralizantes contra Bolivia, Cuba o Venezuela. En contraste, cualquiera diría que, para ellos, las tremendas desigualdades sociales y económicas que proliferan como un cáncer en nuestras democracias representativas [6] forman parte del Derecho natural, pues no parecen provocar su indignación.

Un hecho así no es difícil de entender: sencillamente, esas tres repúblicas han elegido la vía del socialismo y son el ejemplo viviente de que es posible resistir los embates del capital depredador sin sucumbir en el empeño. Su inamovible resistencia constituye un obstáculo insoportable para la economía de mercado, tan cara a la derecha, a la que se han sometido como corderitos los antiguos partidos socialistas -hoy ya sólo socialdemócratas- tras haber renunciado a Marx. Por otro lado, buena parte de los intelectuales en bancarrota moral que ya no creen en revoluciones siguen adscritos, formal o ideológicamente, a la línea política de dichos partidos y viven en el oxímoron de autodefinirse como de «izquierda no marxista» (algunos, quizá por vergüenza, prefieren el término más neutro de «progresistas»). Pero su discurso con respecto a Cuba no engaña, es un calco exacto de la propaganda del Pentágono, de la gusanera de Miami y de la derecha más reaccionaria: Millás, por ejemplo, ha dicho exactamente lo mismo en este caso que Esperanza Aguirre, del aznariano Partido Popular…

Salvando las inevitables distancias, resulta tentador asimilar la función de estos intelectuales colaboracionistas a la que cumplían los asesinos del batistato previo a la Revolución, descrita con tanta clarividencia en la película Memorias del subdesarrollo: «En todas las sociedades capitalistas existe a disposición de la burguesía este mismo tipo de hombre, encargado de tan singular faena, pero en la división del trabajo moral el asesino reclutado permite por otra parte la existencia de aquellos que no están en contacto directo con la muerte y pueden sustentar, como individuos separados, sus almas limpias» [7]. Bastaría con sustituir la palabra «asesino» por «intelectual» y la palabra «muerte» por «injusticia» para que la frase describiese hoy a la perfección a esos súbditos felices del capital. ¡Qué lejos están los tiempos de Antonio Machado! Bien al contrario de aquel gran ser humano, hoy muchos intelectuales ya no morirían contentos si su palabra sirviese la causa de la revolución, sino que la utilizan como arma contrarrevolucionaria [8].

Hace poco más de un año, uno de nosotros escribió un texto en el que afirmaba que en las democracias representativas occidentales la raya divisoria entre derecha e izquierda se establece entre quién defiende y quién ataca al presidente venezolano Hugo Chávez [9]. Igual podríamos decir ahora refiriéndonos a Evo y a Fidel. Por muy progresistas que pretendan ser, los intelectuales que atacan con argumentos de derecha a esos tres hombres han elegido disparar desde la trinchera del enemigo.

El objetivo subliminal

Al escribir «Agonía», Juan José Millás no ha buscado demostrar ninguna premisa mediante reglas retóricas de inferencia, sino más bien seguir un guión preconcebido en el que le era necesario llegar a toda costa al desenlace final: el alegato de que la Revolución cubana ha fracasado, lo cual no es sino la coartada necesaria para una «democratización aceptable»… que entregaría Cuba a las multinacionales y privatizaría hasta el último centímetro cuadrado de la antigua colonia española. En otras palabras, la contrarrevolución. Oculto entre verdades que no lo son y adobado con imágenes ocurrentes que buscan la complicidad del lector, ése es el objetivo subliminal de «Agonía».

A Cuba no se le permite prosperar, pero luego se la acusa de que no prospera. Una actitud tan perversa es la norma en políticos derechistas, pero cobra visos de ignominia en la pluma de intelectuales que se saben leídos por miles de personas de buena voluntad. Qué fácil para ellos es culpabilizar a la Revolución cubana de la escasez de medicamentos u otros bienes que se padece en la isla, si omiten al mismo tiempo las razones exteriores que dan lugar a dicha situación: bloqueo, terrorismo mediático y real y propaganda emponzoñada por parte de unos supuestos disidentes que, en realidad, son mercenarios a sueldo del imperio (las leyes penales de cualquier país del mundo castigan con la cárcel por traición a aquellos de sus ciudadanos que, por cuenta de una potencia extranjera, pretenden subvertir el orden político establecido; eso es lo que los intelectuales colaboracionistas no dicen nunca de los Raúl Rivero y compañía cuando elevan su voz contra Cuba).

Desde su aséptica posición por encima del bien y del mal, Juan José Millás se presta voluntario a hacerle el trabajo sucio a la derecha, a sabiendas de que nunca recibirá en su propio terreno la respuesta que merece. Con «Agonía», este intelectual español ha malgastado la gracia de la palabra, un don que sólo algunos escritores reciben de los dioses.

Notas

[1] Agonía, de Juan José Millás, http://www.elpais.com/articulo/ultima/Agonia/elpporopi/20061229elpepiult_2/Tes

[2] Informe sobre la salud en el mundo, OMS (Ginebra 2006), http://www.who.int/whr/2006/whr06_es.pdf

[3] Juan José Millás y la revolución cubana del carajo, de Pascual Serrano, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=44024

[4] Premio UNESCO de Alfabetización a Cuba , http://cuba.comnat.unesco.org/index.php?intIdCat=132&blnIsCat=1&intIdLang=1

[5] Comprender Venezuela, pensar la democracia. El colapso moral de los intelectuales occidentales, de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero (Editorial Hiru, Hondarribia 2006).

[6] Democracias que, como ha dicho el dramaturgo marxista Alfonso Sastre, son «inequívocamente, descaradamente, sin máscara, el albergue y el castillo -el fuerte- de las injusticias más atroces y de los atentados más graves a las libertades públicas e individuales». Véase La batalla de los intelectuales. Nuevo discurso de las armas y las letras, de Alfonso Sastre (Instituto Cubano del Libro, La Habana 2003).

[7] Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea (Cuba 1968). Para conocer más sobre esta joya del cine cubano, véase: http://www.clubcultura.com/clubcine/clubcineastas/titon/memorias/memo4.htm

[8] He aquí el famosísimo soneto que Machado le dedicó al principio de la guerra civil española al dirigente republicano Enrique Líster:

A LÍSTER, JEFE EN LOS EJÉRCITOS DEL EBRO

 Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.

Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.

Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,

de monte a mar, esta palabra mía:
«Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría».

[9] El Teorema de Chávez, de Manuel Talens, http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=56&lg=es

Santiago Alba Rico es filósofo y ensayista. Manuel Talens es novelista y traductor. Este artículo, aparecido originalmente en Rebelión y en Tlaxcala, se puede reproducir con fines no lucrativos, a condición de respetar su integridad y de mencionar a sus autores y la fuente. URL de este artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=44442

Véase en Tlaxcala:
Francés (Traducción de Maria Poumier): http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=1887&lg=fr
Véase en Cuba Solidarity Project:
Francés (Traducción de M.C.):
http://vdedaj.club.fr/spip/article.php3?id_article=651
Español: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=1874&lg=es