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El Global-Imperial contra el cooperativismo

Fuentes: Rebelión

No son tan globales como pretenden y dicen ser. Pero, desde luego, son imperiales y, como es sabido y reconocido, tenaces sionistas, antichavistas militantes, pro-capitalistas serviles en estado impuro. Viene esto a cuento de un editorial de El País del pasado viernes 18 de octubre. Su título: «Un modelo cuestionado» [1]. A ver, a ver… […]

No son tan globales como pretenden y dicen ser. Pero, desde luego, son imperiales y, como es sabido y reconocido, tenaces sionistas, antichavistas militantes, pro-capitalistas serviles en estado impuro.

Viene esto a cuento de un editorial de El País del pasado viernes 18 de octubre. Su título: «Un modelo cuestionado» [1]. A ver, a ver… ¿Un caso, un solo caso cuestiona un modelo productivo? Panrico, por ejemplo, entre otras mil ilustraciones alternativas, ¿cuestiona el modelo productivo capitalista? ¿De verdad? ¿En todos los casos?

La entradilla del editorial en cuestión: «El preconcurso de Fagor muestra la incapacidad de reacción del cooperativismo ante la recesión». ¿Fagor muestra (¿habrán estado a punto de escribir «demuestra»?) la incapacidad de reacción del cooperativismo? ¿De todo el cooperativismo? ¿Así en general? ¿Un hecho, un potencial error, muestra la incapacidad de superar o luchar contra la recesión aunque 1.936 medidas complementarias, por indicar una cifra más que significativa, hayan podido ser positivas e incluso más que eficaces?

El texto del editorial: la crisis de Fagor, en preconcurso de acreedores para reducir la deuda de 1.100 millones y con 5.600 trabajadores amenazados de desempleo, señala el imperial, «es algo más que el hundimiento de una empresa de electrodomésticos». «Hundimiento» no es término inocente ni afable.

Fagor, prosiguen, «fue el germen histórico de la Corporación Mondragón y el ejemplo más convincente de que el cooperativismo vasco era una vía posible hacia el éxito económico» frente, no dicen nada de eso por supuesto, al capitalismo inhumano y fascistoide de aquellos años de penumbra (no muy distinto del actual por cierto). Fagor era en suma, se señala, «la encarnación de la mística industrial del País Vasco». ¿Mística industrial? ¿Qué mística?

Desde 1955, se ven obligados a reconocer, «la historia de Ulgor-Fagor y la Corporación Mondragón ha sido una imagen triunfal». ¡Durante más de medio siglo! Hasta que Fagor, dañada por el desplome generalizado del consumo y obligada a cerrar plantas por no poder pagar a los proveedores, ha entrado en preconcurso.

El diagnóstico de esta crisis («que no es un concurso de acreedores ni una declaración de insolvencia»), en opinión del editorial, señala como responsable principal a la dirección del grupo. No estoy en condiciones de discutir esta afirmación. Pero sí la siguiente:

Fagor lleva en una situación continuada de pérdidas desde 2009 y, si atendemos a sus balances, comenta el editorial, en un tobogán de caída de ingresos prácticamente desde 2007. A pesar de tan malas perspectivas, aquí los del País -que diría Paco Fernández Buey- se ponen las botas militares y empresariales, «el grupo no reaccionó con la presteza debida para ajustar plantillas», es decir, para despedir a sus trabajadores; «para prescindir de actividades con escaso valor añadido», es decir, para abonar y usar externalidades antiobreras y mal remuneradas, o para «cerrar rápidamente plantas de producción abiertas durante un periodo de expansión internacional que ha resultado un error estratégico». La conclusión global-imperial. «Hoy no se puede competir en la fabricación de lavadoras solo con calidad técnica y know how.». Hacen falta, además, las estrategias comerciales, publicísticas, serviles y financieras de don Cebrián y los amos usamericanos.

Pero hay más, más caña antiobrera y anticooperativista:

La defensa del empleo, señalan finalmente, «núcleo ideológico del cooperativismo» (la palabra «ideológico» tampoco es elección inocua), es «un argumento muy débil para explicar la parálisis de la dirección». Fagor necesitaba un plan de salvación en 2009 o 2010 y quizá (tal vez, posiblemente, probablemente, etc, etc), «de haberse aplicado entonces, el empleo se hubiera conservado». ¿Cómo en diez mil casos de empresas capitalistas? ¿Cómo en el caso de los trabajadores despedidos de El País por ejemplo? ¿Cómo en casa propia, despidiendo y empeorando las condiciones de la tropa, no del gran ejecutivo, el gran amigo de Felipe Gas-Natural, se hubieran conservado?

Hoy, es el compás final del editorial, sigue necesitando Fagor ese plan de viabilidad. Pero como las circunstancias han empeorado, señalan felices y risueños, «el plan no garantiza el mantenimiento de la fuerza laboral: las previsiones más optimistas arrojan una pérdida de entre 800 y 1.000 puestos de trabajo». ¿Cuántos trabajadores quiere despedir la patronal de Panrico de una plantilla similar de trabajadores? ¿1.900? ¿El doble? ¿Ese es el modelo que se propone? ¿Cuántas editoriales se han escrito sobre ello?

Quedan cuatro meses de negociación, se recuerda. Fagor «conseguirá seguramente quitas en la deuda e incluso asistencia financiera institucional o privada». Pero no es eso: «lo que Fagor y su Corporación necesitan… es, sobre todo, un nuevo modelo de negocio que recoja opciones industriales distintas». ¡Nuevo modelo de negocio! ¡Acabáramos! Capitalismo puro y duro como el que defienden y no cooperativas ni quimeras estúpidas y populares. ¡Nada de monsergas! ¡Lo real es lo real!

En síntesis: ven la paja en el ojo ajeno y no son capaces de darse cuenta de la inmensa viga que tienen ubicada en el suyo. El capital es quien manda y están a su servicio.

Nota:

[1] http://elpais.com/elpais/2013/10/17/opinion/1382035427_941002.html

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.