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A diez años de la Masacre de Avellaneda

El humo que pinta sobre el cielo

Fuentes: Revista Sudestada/Rebelión

El 26 de junio de 2002, una feroz represión se desató sobre miles de manifestantes que salieron a la calle en un marco de crisis política, económica y social. Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, dos jóvenes militantes que soñaban con cambiar el mundo, fueron asesinados por las balas represivas de un Estado que fogoneó un […]


El 26 de junio de 2002, una feroz represión se desató sobre miles de manifestantes que salieron a la calle en un marco de crisis política, económica y social. Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, dos jóvenes militantes que soñaban con cambiar el mundo, fueron asesinados por las balas represivas de un Estado que fogoneó un clima bélico contra las organizaciones piqueteras. ¿Qué cambió? ¿Qué sigue igual? ¿ Qué significan actualmente sus figuras? ¿Cuál fue el legado de los Movimientos de Trabajadores Desocupados?

«Gracias por dar hasta sus vidas por la dignidad piquetera», reza una pared con los dibujos de dos rostros barbudos, en el mismo lugar donde 10 años atrás yacía el cuerpo de uno de ellos, aún vivo.

Miles y miles de personas ingresan a la Estación Avellaneda todos los días del año, sacan un boleto en el sitio donde Maximiliano Kosteki cayó muerto por las balas represivas y cruzan el patio en el que Darío Santillán fue herido de muerte por los mismos policías bonaerenses. ¿Sabrán a quiénes pertenecen esas dos caras en el muro?

La estación está repleta de signos: símbolos e indicios que cachetean la alienación cotidiana y obligan, por lo menos, a una mínima pero activa intervención. ¿Por qué al ingresar a la Estación Avellaneda me recibe una obra de arte que se apropia del espacio, que dice: «Estación Darío y Maxi«? ¿Qué son todas esas fotos y dibujos de piqueteros, trabajadores desocupados, militantes sociales? ¿Por qué el rostro escrutador de la Mona Lisa me interpela desde un rincón del hall, envuelta en un pañuelo palestino?

El 26 de junio de 2002, durante el gobierno que nadie eligió, las fuerzas de «seguridad» desataron una cacería sobre las organizaciones que fueron a cortar el Puente Pueyrredón, en el Partido de Avellaneda. La pobreza trepaba al 53%, con un nivel de indigencia del 24%; y la desocupación alcanzaba la cifra record de toda la historia argentina: 21,5%.

En ese contexto, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron asesinados.

1. «De lo mejorcito que parió este pueblo»

Eran los meses previos al estallido de 2001. Adriana la Tana Pascielli, que estudiaba Economía Política en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, eligió hacer un trabajo sobre la desocupación con su compañera Graciela Chopinet. Más allá de los datos estadísticos, quisieron buscar la voz de los protagonistas, por lo que comenzaron a entrevistar a diversas organizaciones sociales. Si bien la Tana ya no militaba orgánicamente, cuando conoció a Darío Santillán y a sus jóvenes compañeros del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús (MTD) -uno de los tantos que conformaban la Coordinadora Aníbal Verón-, no dudó en sumarse.

«Lo que más me impresionó era los jóvenes que eran. Hacía mucho que no veía pibes con tanta firmeza y seguridad en lo que decían. En la frescura, el compromiso y la coherencia. En la forma de hablar, de encarar la visión de la realidad; el hacer con el decir, de poner el cuerpo a lo que se dice», recuerda, a diez años, sentada a un costado de la Estación Darío y Maxi.

-¿Cuál era el horizonte político?

-Trabajo, dignidad y cambio social. Cambio social es cambio de sistema. Nunca nos planteamos que con este sistema íbamos a poder resolver nada. Nosotros dábamos y damos un puesto de lucha para transformar la realidad y transformarnos nosotros en relación con esa realidad. Además entendemos que es un proceso: el socialismo no es sólo la toma del poder, sino construir relaciones nuevas y en un mientras tanto que te va llevando. Pero sin abandonar nunca la lucha.

«Nosotros bregábamos por el cambio social. De la autogestión de los trabajos, en la formación de oficios, pero como forma de ir generando un poder popular capaz de enfrentarse genuinamente al poder opresor», agrega Graciela Chopinet. El proyecto encarado por el Frente Popular Darío Santillán, en la Estación Darío y Maxi, sigue ese camino: pusieron en marcha un polo textil, autogestionado, y continúan con la construcción de un anfiteatro para realizar diversas actividades culturales.

El pliego de reclamos con que las organizaciones salieron a la calle el 26 de junio de 2002 eran, entre otros: aumento de los 150 pesos de los planes de trabajo, habilitación de lugares de cobro, aumento de mercadería e insumos básicos para salitas y escuelas. A último momento, se agregó otra reivindicación: el desprocesamiento de los obreros de Zanón (*).

«Estábamos apostando muy fuerte. Y estaba bien apostar así. No me arrepiento y creo que era lo correcto, lo que había que hacer», afirma con seguridad la Tana. Durante los días previos a la masacre, el clima social y político ardía. «Claramente, los trabajadores desocupados eran los sectores que determinaban o dinamizaban las luchas».

-¿Hoy el sujeto político o dinamizador por dónde pasa? Porque en muchas organizaciones se produjo una merma en las reivindicaciones.

-No es una merma. En todo caso, hay que reconocer que desde el Estado se mejoraron algunas condiciones: de cobrar 150 pesos pasás a cobrar 1500; para las estadísticas sos un ocupado y no sos pobre. Cambian las formas de organizarse y buscar las reivindicaciones. Quizás no está claro hoy quién es ese sector dinámico. A lo mejor no hay uno solo. Quizá haya varios pero ninguno llega a ser tan fuerte y a poder hacer lo que hicieron los desocupados a fines de la década del 90.

¿Cuáles son las sensaciones, a diez años?

-Siento mucho orgullo de lo que apostamos, de lo que seguimos construyendo y de haber compartido poco tiempo de militancia con alguien como Darío. Era un tipo que estaba empezando a formarse, a crecer desde todo punto de vista y tenía un montón de cosas que dar. Nos arrancaron algo de lo mejorcito que parió este pueblo. Yo creo que Darío es parte de lo mejor de la historia del pueblo argentino, de las luchas y las organizaciones populares.

2. «Antisistema al mango»

Luego del asesinato de su hermano, Vanina Kosteki dejó de escribir. Con Maximiliano tenían un proyecto, un sueño en común. «Hoy daría una nota diciendo que con Maxi escribimos un cuento, que expusimos 20 obras de distinto tenor; y no tener que hacer una nota diciendo que sigo reclamando justicia diez años después de su asesinato», se lamenta, con la voz cansada de impunidad.

Sus sensaciones son varias. «Es ver cómo la represión, los asesinatos y la injusticia legal siguen existiendo», justifica, y argumenta con algunos ejemplos: Jorge Julio López y Luciano Arruga, desaparecidos en democracia; el docente Carlos Fuentealba, asesinado por la policía neuquina; y Diego Bonefoi, Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, asesinados en junio del 2010 por la policía de Bariloche.

Maximiliano Kosteki era un artista y tenía 22 años cuando se sumó al MTD de Guernica, luego de ponerse a conversar con algunos jóvenes que se dirigían a la Plaza de Mayo el Día del Trabajador del 2002.

«Como verás, de mayo a junio no hay mucho tiempo. Pero digamos que a veces, con ciertas actitudes, a las personas podés conocerlas más que a través de muchos años de tratarla. Era bondadoso, antisistema al mango. Él iba a todos lados, pero nunca tenía un peso», evoca su ex compañero de militancia en el MTD de Guernica, Héctor Fernández, hoy trabajador de Cooperativa La Nueva Unión, fábrica recuperada.

¿Qué quedó de aquellas luchas con el MTD?

-Mi sensación es que mataron a los pibes y tenemos los mismos problemas. Si bien hay matices, no hemos avanzado como sociedad. Hay mucha gente que no puede vivir y sigue dependiendo de un plan social, los trabajadores siguen con los salarios que les alcanza para vivir. Debemos seguir sosteniendo qué podemos crear distinto a eso. Era lo que Maxi y Darío buscaban.

¿Y hay una respuesta?

-Yo no tengo la respuesta. Me parece que nadie la tiene. Algunos creen que las empresas recuperadas pueden ser un puntapié pero esto recién empieza. Los medios de producción en manos de los laburantes podrían llegar a generar otro tipo de relacione laborales. Hay muchas empresas, cooperativas de las que busques, pero lograr organizar ese espectro es muy complejo. Y creo que hasta ahora no se ha encontrado la manera. Falta algo más, que está en nosotros mismos. Porque acá está el yoismo, que va delante de todo. Yo creo que ahí está el problema. Siempre yo, nunca nosotros.

3. A pesar de las balas

Como describe el libro Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo, el joven de Don Orione impulsó la creación de la revista Lápices. Publicación libre del Centro de Estudiantes, cuando era el responsable de la comisión de Prensa del Centro. El nombre aludía a la Noche de Los Lápices, cuando diez estudiantes secundarios de La Plata fueron desaparecidos por la dictadura militar el 16 de setiembre de 1976.

El segundo número de la revista había salido pocos días antes de un nuevo aniversario, con las caras, nombres y edades de los jóvenes. Con una consigna: «A pesar de la noche, los lápices seguimos escribiendo».

Diez años después de los asesinatos de Kosteki y Santillán, el humo de cada corte dibuja sus rostros en el cielo, que gritan por los desocupados y los pobres.

Claman contra la impunidad.

Y luchan por la revolución.

Nota:

(*) Las organizaciones que participaron del corte fueron: Movimiento Teresa Rodríguez, Coordinadora Aníbal Verón, Movimiento Territorial de Liberación, Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, Polo Obrero, Barrios de Pie y el Frente de Trabajadores Combativos. La Federación de Tierra y Vivienda y la Corriente Clasista y Combativa no acordaron con el plan de lucha. El despliegue de las fuerzas de seguridad contó con la participación de Policía Bonaerense y Federal, Prefectura Naval y Gendarmería Nacional.


Entrevista a Gerardo Fernández, del CELS

«La teoría del loquito con su grupo de loquitos fue la que terminó reinando»

Gerardo Fernández fue abogado del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) querellante en el juicio por los hechos del Puente Pueyrredón, que terminó condenando al comisario Alfredo Fanchiotti y a su chofer, el cabo Alejandro Acosta, a la pena de prisión perpetua como coautores de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Durante los juicios, Fernández temió que los homicidios quedaran impunes, porque sin las fotografías de los reporteros gráficos Sergio Kowalewski, que las publicó en Página/12, y José «Pepe» Mateos dentro de la Estación Avellaneda, «todo hubiera quedado en la nada». Recuerda con frustración la absolución del ex jefe de la departamental de Lomas de Zamora y jefe de Fanchiotti, Félix Osvaldo Vega, dictada por la Cámara de Casación bonaerense el 30 de diciembre de 2011. «Ahora ya no tenés ningún responsable más que los dos tipos que tiraron y los cincos que vieron y no hicieron nada. El hecho puente Pueyrredón terminó en eso», dice.

-A partir de las declaraciones en el juicio, las investigaciones y demás, se generó la teoría de que la represión estuvo armada

-La SIDE actúa muy fuertemente, hay una infiltración en el congreso piquetero en el Gaticai. Yo lo que no puedo determinar es que haya habido una orden. De todos modos, si vos les bajás ese mensaje a la policía no podés esperar otra respuesta. Hay una nota de Mario Wainfeld en Página/12 el día después de la represión. Él dice (basándose en una frase del entonces secretario de Seguridad, Juan José Álvarez) que la policía entiende dos cosas: si vos no le das la orden muy clara de que paren, la orden que toma es que tiren. El objetivo es bajar el mensaje bien claro. Cualquier mensaje dudoso, es esta situación. Ante un mensaje bélico, vos le das cobertura. Y de hecho, la tuvieron, porque al otro día de los hechos, Felipe Solá hace una conferencia de prensa con Fanchiottiii. Y era un héroe. Sin las fotografías, Fanchiotti hubiera sido jefe de la policía bonaerense.

-¿Cuál fue el rol de la SIDE?

-En base a lo de Gatica, la SIDE hace un seguimiento, un informe muy duro dirigido a Duhalde, en el cual le aconseja actuar con la máxima firmeza. Recordemos que era un momento de apogeo de las organizaciones sociales. El informe era bastante ridículo porque habla que querían desestabilizar y voltear al gobiernoiii.

-¿Con las declaraciones públicas de los funcionarios no se puede avanzar en cuanto a las responsabilidades políticas?

-Sería interesante, porque ¿cómo haces? (El ex jefe de Gabinete Alfredo) Atanasofiv dijo: «cortar todos los accesos a capital es una declaración de guerra al gobierno». Bueno, mete la palabra guerra. ¿Cómo vinculás eso a la existencia de muerte después? «Fue un exabrupto», te puede decir. En el peor de los casos, te dice: «y, me extralimité, eran momentos muy complicados, no quise decir eso». No es tan simple. v Sí es un tema grave que el gobierno salga a desinformar de esa manera, a desviar el foco. No sé si configura delito. En la dictadura, vos no tenés que probar eso, porque hay un aparato ilegal, un plan sistemático de poder. Acá, al ser fuerzas legales, la teoría del loquito te caga. La teoría del loquito con su grupo de loquitos fue la que terminó reinando.

Notas:

i El 22 y 23 de junio de 2002, una Asamblea Nacional Piquetera se llevó a acabo en el estadio Gatica, en Villa Domínico. La convocatoria fue pública y gratuita a los medios de comunicación. La Secretaría de Inteligencia, que aclaró que no infiltró agentes en el congreso sino que lo escuchó por radio, elevó un informe al Poder Ejecutivo en base a los discursos de ese día. «En esa asamblea se habló de lucha armada. […] Se definió lo que ellos llaman un plan de lucha que no es otra cosa que un cronograma de hostilidades», señaló, en una conferencia, el entonces Secretario General de la Presidencia y hoy senador por el Frente Para la Victoria, Aníbal Fernández. En esa sintonía, Jorge Matzkin, ministro del Interior durante el gobierno no electo de Eduardo Duhalde, declaró: «Las acciones que dejaron el trágico saldo de dos muertes, constituyen un plan de lucha organizado y sistemático que puede llegar a amenazar y reemplazar la fórmula de consenso que la mayoría de los argentinos hemos elegido. Hay quienes prefieren el lenguaje de la violencia».

ii En esa conferencia, el entonces gobernador bonaerense también manifestó: «Estos grupos estaban preparados para ir a la guerra y frente a esta actitud de violencia y destrucción la policía bonaerense no puede permanecer pasiva». Dos días después, con las fotos en los principales diarios argentinos, intentó retractarse: «Fanchiotti me mintió, me contó sólo una parte de la verdad».

iii El titular de la SIDE durante la masacre, Carlos Soria, murió en enero de este año siendo gobernador de Río Negro por el FPV.

iv Diputado electo por Unión Pro en 2009, Alfredo Atanasof formó parte del Frente Unidad Peronista (FUP), el nuevo espacio que Francisco De Narvaez armó para construir un «peronismo más amplio, abierto y participativo» en la Provincia de Buenos Aires.

v Además de los funcionarios mencionados, los pedidos a juicio por parte de las querellas también incluyen al ex ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Luis Genoud (juez de la Suprema Corte de la Prov. De Bs.As durante los juicios), al ex jefe de la policía bonaerense Edgardo Beltracchi, al ex ministro de Justicia, Jorge Vanossi y el ex vicejefe de la SIDE Oscar Rodríguez.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.