Agustín Edwards expandió su cadena ‘El Mercurio’ con nuevos diarios locales y una red FM de 33 radioemisoras que cubren todo el territorio. Este año aumentó a 19 los periódicos locales en ciudades densamente pobladas, además de tres que posee en Santiago, todos confeccionados con papel fabricado por el grupo de Eliodoro Matte en la […]
Agustín Edwards expandió su cadena ‘El Mercurio’ con nuevos diarios locales y una red FM de 33 radioemisoras que cubren todo el territorio. Este año aumentó a 19 los periódicos locales en ciudades densamente pobladas, además de tres que posee en Santiago, todos confeccionados con papel fabricado por el grupo de Eliodoro Matte en la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC), más conocida como ‘La Papelera’.
En la zona norte, Edwards tiene ahora ‘El Diario de Atacama’ publicado en Copiapó tras comprar ‘El Atacama’, que fue rediseñado y rebautizado. Además, en la región norte posee ‘La Estrella de El Loa’ (Antofagasta), aparte de los más antiguos ‘La Estrella de Arica’, ‘La Estrella de Iquique’, ‘El Mercurio de Antofagasta’, ‘El Mercurio de Calama’, ‘La Estrella del Norte’ (Antofagasta) y ‘La Prensa de Tocopilla’.
En Santiago emite dos diarios de circulación nacional, ‘El Mercurio’ y ‘Las Ultimas Noticias’, y el vespertino ‘La Segunda’, que se vende en toda la región central, donde imprime, además, ‘La Estrella de Valparaíso’, ‘El Líder de San Antonio’ y ‘El Mercurio de Valparaíso’, el más antiguo de todos, fundado en 1828.
El abogado radical Eleodoro Salgado vendió en el centro-sur del país su diario ‘El Renacer de Angol’ en unos 40 mil dólares, sumándosele otro nuevo periódico llamado ‘El Renacer de Arauco’, destinado a las localidades de Lota y Coronel, en la periferia de Concepción.
Más al sur, Edwards publica ‘El Diario Austral de Temuco’, ‘El Diario Austral de Valdivia’, ‘El Diario Austral de Osorno’, ‘El Llanquihue de Puerto Montt’ y, desde junio, ‘La Estrella de Chiloé con asiento en Castro, con cobertura y circulación para todo el archipiélago.
Todavía no tiene presencia entre Santiago y Concepción, una franja de 500 km densamente poblados con ciudades tan importantes como Chillán, Curicó y Talca, pero nada impide que Edwards compre o instale nuevos periódicos locales. Por ahora negocia la adquisición de ‘Tribuna’ de Los Angeles, en la región del Bío Bío, al sur de Concepción.
‘Periodismo de izquierda’ fabricado por la derecha
‘El Mercurio’ aspira a que todos los chilenos lean un solo diario pero que sea fabricado por esa empresa, vivan en el lugar del país que sea. Mientras tanto, Edwards tiene que vérselas con la competencia del grupo periodístico Copesa, de Alvaro Saieh, cuyo matutino ‘La Tercera’ aspira a destronar a ‘El Mercurio’ en las preferencias de los lectores más adinerados con un nuevo perfil de su diario estrella nacido en los años 30 para respaldar al gobierno del Frente Popular que encabezó don Pedro Aguirre Cerda. El diario emergió bajo el nombre de ‘La Hora’, se transformó en ‘La 3a de la Hora’ y terminó llamándose simplemente ‘La Tercera’, a secas.
Saieh se reparte con Edwards el mercado de diarios de Chile, con productos del mismo sello ideológico en favor de la doctrina económica neoconservadora, la defensa de las ‘conquistas’ de la dictadura militar de 17 años y el modelo de país que impulsa la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido de extrema derecha que heredó el legado ‘filosófico’ de Pinochet.
En las páginas de los diarios de Saieh, al igual que en los de Edwards, no hay espacio para criticar el modelo económico que impera en la sociedad chilena, ni siquiera bajo una breve ‘carta al director’. Su diario ‘La Cuarta’, redactado en lenguaje vulgar, explota los crímenes que cometen los pobres y, últimamente, la vida íntima y las banalidades de los personajes de la farándula para disputar el mercado del edwardiano ‘Las Ultimas Noticias’.
Todas las mañanas se ve gente apiñada en los kioscos de periódicos, pero sería erróneo inferir que esos mirones de tapas están interesados en lo que antaño se definió como una ‘noticia’: sólo son aquellos más pobres que no pueden comprar los diarios pero vibran a la distancia con los vaivenes de las alcobas de los ‘líderes de opinión’ en que se han convertido modelos, futbolistas, animadores de ‘televisión basura’ y hasta alguna prostituta que logró ingresar a la pantalla chica. La ‘prensa basura’ se potencia con la ‘tele-basura’ y viceversa.
Saieh ingresará ahora al negocio del ‘periodismo de centro-izquierda’ que parece prometedor. Mediante una fusión con la revista ‘Siete + 7’, cuyos hilos de propiedad llevan al precandidato presidencial democristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle, Copesa proyecta iniciar en noviembre la publicación de un diario con el mismo nombre. El diario ‘Siete + 7’ estará orientado a los lectores progresistas de la revista que dirige Mónica González y a los sectores que sustentan al gobierno de la Concertación por la Democracia, la alianza gobernante de socialistas, partido por la Democracia (PPD), demócrata cristianos, radicales y sectores independientes. Al fin de cuentas ése es un ‘mercado’ que no tiene qué leer, dicen los allegados al proyecto. Negocios son negocios.
La idea de una empresa con dos caras, como el dios Jano, no es inédita. En Venezuela, la cadena Capriles posee un matutino -‘Ultimas Noticias’- que no es izquierdista pero por lo menos no miente, y por la tarde un vespertino -‘El Mundo’- rabiosamente anti gubernamental, anti-chavista y pro gringo.
Un nuevo periodista
El Mercurio concreta, entretanto, el concepto de un nuevo profesional de los medios que llama ‘periodista multimedia’, junto con una reorganización administrativa de los diarios filiales de todo el país que la empresa llama ‘Plan Aguila’. Consiste en refundir tres gerencias regionales en una sola administración central, para alcanzar la meta óptima de despedir a la mitad del personal, todo esto sin tocar, por el momento, a los tres diarios de Santiago.
El futuro ‘periodista multimedia’ está siendo dotado de cámara digital para que tome también fotografías. Escribirá, además, su nota para el diario local, enviará un texto a ‘El Mercurio’ principal si el tema lo amerita y despachará por lo menos 3 veces al día a la cadena de radio Digital FM, la próxima variante mercurial que cobrará 65 dólares -40.000 pesos chilenos- por el aviso más barato emitido una sola vez. Por todo el recargo de trabajo, el ‘periodista multimedia’ no recibirá un centavo más o en el mejor de los casos, un bono mensual de 12 dólares ($7.000) en algunas localidades. Los fotógrafos que quedarán desempleados podrán dedicarse a transportar personal del diario local si aceptan recibir un vehículo como parte del despido.
La operación de radios y diarios locales estará a cargo de una nueva figura jurídica, algo así como ‘Diarios Regionales de El Mercurio’. A través de su Fundación Paz Ciudadana, Edwards influye las políticas de ‘seguridad ciudadana’ que diseña el gobierno. Así resulta coherente que sus periodistas-jefes de regiones tengan órdenes de privilegiar la sangre en las portadas y en las noticias radiales. Nadie debe dudar de que la ‘delincuencia’ es la fuente de todos los males -por culpa del gobierno, claro-, tal como Bush lo logró en EEUU con el ‘terrorismo’.
Los trabajadores del diario fueron tomados desprevenidos por los cambios que está introduciendo la empresa. Así y todo algunos sindicatos están empeñados en constituir una Federación de Trabajadores de ‘El Mercurio’.
Totalitarismo periodístico
Por lo menos la mitad del país ‘no tiene quien le escriba’. El golpe de 1973 -en el que Edwards tuvo decisiva participación, al comprometer en Washington la intervención de Nixon y Kissinger- destruyó la prensa liberal e izquierdista, además de todas las conquistas populares culturales, sociales, políticas y sindicales alcanzadas a través del siglo 20.
La dictadura de 17 años quiso extirpar para siempre las ideas progresistas en la sociedad chilena. Los militares y civiles en el poder creyeron terminar para siempre con las ideologías por un mundo mejor mediante la eliminación física de las personas que encarnaron esas ideas. Quisieron refundar la sociedad e imponer a la fuerza el capitalismo salvaje y neoconservador que hoy impera ‘urbi et orbe’.
El ‘modelo neoliberal’ jibarizó al Estado, destruyó los resabios del capitalismo más humanizado que emergió después de la segunda gran guerra y dictó nuevas normas jurídicas de apariencia ‘no reguladora’ que al fin de cuentas ‘regularon’un modelo de sociedad entregado a ‘la mano invisible del mercado’, sin educación ni salud públicas, bajos salarios, escasa organización sindical, privatización de la salud y las pensiones, eliminación de la responsabilidad del Estado en la educación, la vivienda, etcétera.
Pero no toda la ciudadanía comulgan con el legado de la dictadura que hoy administran con ‘éxito’ los civiles que relevaron a los militares en 1990. La sociedad está ‘polarizada’ en dos bandos: en términos generales, a más de la mitad del país le gustaría vivir en una sociedad más democrática, parecida a ésa que destruyó la dictadura, en tanto la otra cuasi mitad preferiría un régimen abiertamente de derecha, sin los matices tan sanguinarios de los 17 años de Pinochet. Sin embargo, la mitad más democrática no tiene cómo ni dónde expresarse, aunque se trata de la misma gente que luchó contra el régimen depredador, que voto NO a la dictadura en el referéndum de 1988 y que eligió a Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos en 15 años de ‘transición a la democracia’.
Para expulsar a la dictadura, la mitad más democrática fue capaz de sostener dos periódicos que aparecían cada santo día, ‘Fortín Mapocho’ y ‘La Epoca’, y numerosas revistas, entre otras ‘Análisis’, ‘Hoy’, ‘Cauce’ y unas cuantas más. Antes de 1973 hubo una prensa progresista que se desarrolló desde la década del 20. Y en los últimos años de la dictadura renació una prensa de signo popular y progresista, que fue desmantelada después por sus propios animadores. Si en el ocaso del régimen de Pinochet hubo de nuevo libertades de expresión, de información, de opinión y de prensa, la pregunta obvia, entonces, es ¿por qué hoy no existen en Chile medios de comunicación progresistas?
¿Libertad de prensa o libertad de mercado?
Pareciera que las cúpulas políticas de la Concertación de Partidos por la Democracia, cuando acordaron con los militares una transición más o menos pacífica a un período democrático, pactaron la desaparición de su propia prensa y la desmovilización de la lucha social que les dio fuerza para llegar mejor dotados a la mesa de negociación. Los líderes demócrata cristianos y socialistas probablemente razonaron de esta manera: ‘Si vamos a administrar el modelo neoliberal, dejemos que sean sus dueños quienes lo defiendan con sus propios medios de comunicación. No malgastemos nuestro dinero’.
El gobierno de la Concertación tiene un diario, ‘La Nación’, que pertenece al Estado desde que la dictadura del general Carlos Ibáñez se lo quitó a Eleodoro Yánez, su propietario a fines de los años 20. Pero es como si no tuviera ninguno. Acaba de echar a su director Alberto Luengo por presiones de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido pinochetista.
Pero la unanimidad -casi totalitaria- del duopolio de diarios de ‘El Mercurio’ -de Edwards- y ‘La Tercera’ -de Saieh-, y de todos los medios ‘realmente existentes’, en favor del modelo no le ‘chorrean’ automáticamente al gobierno. Al contrario, atacan, tergiversan y mienten sobre iniciativas como el indulto presidencial a decenas de delincuentes que cumplieron sus penas corporales, pero no han pagado las multas que acompañaron a las condenas. Teóricamente, en Chile no existe la prisión por deudas, que tampoco está sustentada en el ordenamiento jurídico internacional que imponen los tratados internacionales. Pero al condonar las multas e indultar a los delincuentes que cumplieron su condena, el gobierno de Ricardo Lagos no tiene dónde defenderse y explicar que no está ‘perdonando a narcotraficantes’, porque la mayoría de los indultados cometieron delitos relacionados con drogas que pagaron con cárcel, pero no tuvieron plata para las multas.
El mismo Lagos es un ‘producto mediático’, porque se hizo conocido cuando apuntó con el índice al dictador Pinochet por las pantallas de TV, en 1988. Y Chile ya es uno de los países que tiene más cárceles y habitantes presos respecto a su población, financiado todo con los impuestos que los ricos evaden y las transnacionales del cobre no pagan.