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El miedo y los medios

Fuentes: Rebelión

  «El miedo es libre», según el argot popular. Con el tiempo, los hechos parecen demostrar que el miedo, antes de libre, es condicionado y dirigido. La explicación es sencilla más no evidente, dada la efectividad del trabajo de definición de la realidad que se ha llevado a cabo por parte de los entes que […]

 

«El miedo es libre», según el argot popular. Con el tiempo, los hechos parecen demostrar que el miedo, antes de libre, es condicionado y dirigido. La explicación es sencilla más no evidente, dada la efectividad del trabajo de definición de la realidad que se ha llevado a cabo por parte de los entes que concentran el poder. Sigamos:

 

 

Construcción de la realidad

 Los Medios de Difusión (mal llamados de comunicación) definen la realidad del entorno dentro de lo que se conoce como «temas de interés público» aderezados convenientemente con dosis de «entretenimiento» que van desde el «infantil», pasando por «para toda la familia» hasta llegar al horario «adulto» en el caso de la televisión. Basta que se coloque en primera plana alguna información escogida según los criterios de los jefes de los medios para que automáticamente se sincronice la programación dedicada al «entretenimiento» con temas conexos en algún nivel. Lo que llama poderosamente la atención, es la incapacidad de refutar los contenidos programáticos de los medios de difusión, televisivos, radiales o impresos. Veamos por qué.

 

La construcción de una realidad ficticia cuenta con un entramado de mecanismos orientados a generar el aislamiento grupal e individual. Los ciudadanos agotados por las jornadas laborales, agobiados por la planificación de su futuro inmediato, la satisfacción de sus «necesidades», embrujados por la televisión, son sometidos a un adoctrinamiento constante, encubierto e invisible. Ante los temas establecidos por la radio, la televisión y la prensa escrita, las necesidades básicas, los problemas locales y domésticos, se ven reducidos a una mera experiencia individual que conduce obviamente al aislamiento.

 

El control de los medios permite establecer el manejo de la información de manera de generar gracias a ella y no a los hechos, crisis que van desde lo existencial hasta lo económico, desde lo político a lo social. El reciente colapso del viaducto en la ruta Caracas-Edo. Vargas en la República Bolivariana de Venezuela sirve de ejemplo. En un santiamén, se vaticinó una crisis económica de magnitudes sorprendentes que incluía la caída de tres puntos en el PIB, familias separadas por el puente, aumento de la criminalidad y una inflación desbocada. En menos de dos meses se abrió una vía alterna de más de 2 kilómetros y el turismo en el litoral del estado Vargas sobrepasó incluso las expectativas de años anteriores, pero la alarma ya había sido creada y sin duda dejó algunas secuelas. Muy pronto se fabricará otra crisis en los laboratorios mediáticos.

 

La construcción de una realidad ficticia culmina subrepticiamente convirtiéndose en historia: Los medios de difusión dan cobertura total a las marchas de oposición al gobierno del presidente Hugo Chávez y a la toma del poder por parte de Pedro Carmona Estanga, dirigente de la cúpula empresarial del país; esto es historia. La recuperación del palacio de gobierno y las manifestaciones a nivel nacional de cientos de miles de ciudadanos exigiendo el retorno de Chávez al poder, no es transmitida por ningún medio de ¿difusión? y pudo no haberse convertido en historia de no ser por el apoyo mayoritario de las Fuerzas Armadas y por la presencia abrumadora de la gente en la calle.

 

La discriminación de lo que se informa, cómo se informa y cuándo se informa, es parte fundamental de esta confección de la realidad ficticia. Basta la inclusión de una foto de una pareja joven de clase media en la primera plana de un diario para relacionarla con la crisis del viaducto (citado anteriormente), las dificultades económicas y los niveles de frustración de la clase media profesional venezolana. A partir de allí, se realizan programas especiales en televisión, se fijan posiciones y se animan discusiones y reflexiones, más sin embargo, no serán discusiones o reflexiones profundas, sólo responderán al estímulo mediático y en consecuencia fallecerán una vez que cese el estímulo. Diferente reacción desataría la misma nota si es incluida como parte de una columna de psicología o perdida entre otros artículos que aborden el tema de relaciones de pareja. Estamos pues, frente a la jerarquización de la información como herramienta para lograr la tergiversación. Pero la tergiversación cuenta también con el apoyo del estereotipo, en el entendido de que este no se limita a la adopción de una imagen simplista de la categoría de una persona, una institución o una cultura resaltando ciertas características, sino que va más allá: decide cuáles características deben ser resaltadas. Así, no es Chávez y la mayoría de la población que lo apoya, sino Chávez y sus hordas de negros desdentados. El Estereotipo facilita la manipulación por cuanto va dirigido directamente a las emociones negando la posibilidad de un análisis racional de la información. Entonces, el individuo es obligado a reaccionar desde los instintos primarios, desde la emotividad, y se le niega la posibilidad de pensar. El estereotipo es tan poderoso que facilita la empatía en casos en los que normalmente no existiría. A la estrella del espectáculo enredada en drogas se le perdonará sin reticencia alguna, acaso por las exigencias de su ambiente de trabajo, pero al escritor comprometido que tenga una adicción se le someterá al escarnio público y se pondrán en tela de juicio cualquiera de sus argumentos. La Miss que representa al país pero que dice en plena dictadura chilena que Pinochet es lindo, o aquella que mostró su afición por la música de Shakespeare, no serán en ningún caso condenadas, en cambio, un Presidente de la República será descalificado constantemente por su manera de hablar y transmitir los mensajes por causa de su origen humilde, de ascendencia aborigen y formación militar.

 

El condicionamiento juega también un papel importante en este contexto de la realidad ficticia, de allí que se inventen consensos ante determinada materia o coyuntura, así al recordarnos constantemente el deseo de la «mayoría», nos invitan a seguir esa dirección y comúnmente, los indecisos tienden a alinearse con la mayoría, aunque esta sea ficticia.

 

El manejo de la información

 La información ha sido redefinida por los Medios de Difusión de una manera que se desvirtúa totalmente el concepto. Ya no se trata de responder las preguntas elementales que se haría cualquier periodista a fin de lograr una descripción precisa y fácilmente comprensible de los hechos: ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Por qué? ¿Dónde?, ¿Con qué medios?, ¿Causas?, ¿Consecuencias? Ahora, gracias al predominio de la televisión, la información consiste en mostrar el lugar de los hechos, así, se nos vende la imagen de estar asistiendo directamente al suceso, de modo que para informarse basta con «ver» puesto que una imagen vale más que mil palabras. ¡Tamaño retroceso evolutivo! puesto que ver no es sinónimo de comprender, verbigracia: 1) «veo en un atardecer costeño, al sol ocultándose enrojecido, conclusión se está apagando en el mar y por eso oscurece, 2) «El horizonte es plano, en consecuencia la tierra es plana» 3) «De noche se ven las estrellas y la luna moviéndose, puedo concluir que la tierra está fija y todo lo demás gira alrededor de ella» 4)»Hacemos congelar agua en un vaso y vemos como aumenta su volumen, puedo concluir sin lugar a dudas que el frío hace crecer las cosas». Es la razón, la búsqueda de información y contraejemplos lo que nos hace comprender, y no los ojos. Una consecuencia perversa de esta estrategia informativa es que se excluye de la realidad, todo aquello que no se muestra.

Pretender informarse mientras se contemplan los noticiarios de televisión responde más a un ardid publicitario que a la realidad misma por varias razones: 1) La información televisada responde a una estructura de compilación y segmentación con espacios destinados a la publicidad que está concebido más para distraer que para informar. 2) La avalancha de «noticias» presentadas en la pantalla en un promedio de 20 por cada 30 minutos generan efectos contrapuestos; uno, el exceso de información (por la cantidad de tópicos) y otro la desinformación (por la superficialidad con la que se tratan los temas), 3) Los horarios destinados a los noticieros coinciden con las horas en las que se les presta menos atención a la información (al amanecer, al momento del almuerzo, la cena y la hora de ir a dormir), 4) Pretender informarse sin esfuerzo es una bobada. Informarse requiere de esfuerzo, interés y en algunas ocasiones cansancio. Costo que puede considerarse bajo en tanto que el manejar información nos permita participar activa e inteligentemente en la vida democrática

 

Otro aspecto que ha quedado de lado es el de la veracidad. Basta con que un medio afirme la ocurrencia de un suceso para que otros lo repitan confirmándolo, otorgando así veracidad al mismo. Esta tarea resulta más sencilla si, como en el caso venezolano los Medios de Difusión están en manos de muy, pero muy pocas personas. Es común encontrar columnistas en un periódico que resultan ser periodistas en un canal de televisión y conductores de un espacio radial. Esta concepción de la «verdad» sin investigación, permitió informar la muerte de un obrero petrolero en un accidente de trabajo creando conmoción nacional y sirviendo de excusa para generar una matriz de opinión en la que se descalificaba a la estatal de Petróleos de Venezuela. Poco importó, que ese mismo empleado apareciera luego en el canal del Estado desmintiendo la información.

 

 

Del conformismo al miedo

 Está claro que la avalancha mediática conmina a asumir actitudes que tienden a preservar la estructura capitalista y de mercado. La clase media venezolana a pesar de ser víctima de este modelo pareciera no darse cuenta.

En la publicidad divulgada en los Medios de Difusión es exactamente igual de extraño encontrar propuestas lógicas o gente «fea» puesto que la cuestión no es saber si se dice la verdad, esto ni siquiera se plantea. El anuncio de un producto, por ejemplo una bebida, no es más que una puesta en escena, todo un teatro donde la «gente» no sólo es bella sino que está sumamente feliz. En los anuncios de los restaurantes de comida rápida esta puesta en escena es más exagerada aún. No hay ningún cuestionamiento o llamado a la racionalidad. La publicidad no se puede refutar.

 

Estas mismas herramientas publicitarias se emplean en los noticiarios televisados e impresos, con el mismo fin, vender un producto, en estos tiempos la información es una mercancía y los Medios de Difusión, se encargarán de hacérnosla comprar en forma de miedo e inseguridades. Por tanto es corriente que el país se encuentre en una profunda crisis financiera (poco importan los índices macroeconómicos, el aumento del poder de compra y las largas listas de espera en los concesionarios automotrices), se encuentra aislado internacionalmente (carece de importancia la inversión extranjera y los convenios internacionales), el Consejo Nacional Electoral no es confiable y las elecciones son fraudulentas (Los observadores internacionales avalando los procesos electorales no son relevantes), el gobierno es autoritario y represivo (por eso la oposición marcha como si nada, dio un golpe de estado en 2002 y armó las famosas guarimbas), que no exista libertad de expresión (mientras los Medios de Difusión, claman con absoluta libertad de expresión que no pueden expresarse), se fabrican asesinos con videos fraudulentos como el de Puente Llaguno, etc.

 

No es posible leer los titulares de la «gran prensa» sin llegar a una de dos conclusiones: o la nación está al borde del abismo o se está informando sobre la base de ciertos intereses. Estos intereses se corresponden con los de los dueños del poder económico, con las corporaciones, en fin, con los intereses de los constructores de realidades, realidades orientadas al consumo y a la explotación. Para ello se valen del engaño, de la manipulación, de la búsqueda de la noticia en «el lugar de los acontecimientos», de la inculcación del miedo a través de las noticias y del cine especializado, de la burla en los programas de «entretenimiento» como Sábado Sensacional y del apoyo y la promoción de banalidades y falsas necesidades.

 

La clase media venezolana ha sido victima de este sistema de difusión de engaños. Sin las fallas educativas de las clases marginadas y sin el acceso al poder de las clases dominantes quedó en el ojo del huracán mediático transformándose en un grupo ignorante e ingenuo que defiende un modelo de exclusión que casi acaba por diezmarla. Esta misma clase media afectada por los créditos indexados (eliminados por la administración del Presidente Chávez), marchaba al lado de los banqueros exigiendo la renuncia del presidente. Esta misma clase media que se anota en las listas de espera de las ventas de automóviles, sigue convencida de que vive en una dictadura castro-comunista y teme por la pérdida de alguno de sus apartamentos o casas de vacaciones. No es casual que en determinado momento, los habitantes de las urbanizaciones de clase media se organizaran y crearan planes de contingencia que incluían la inhabilitación de las escaleras y salidas de emergencia de los edificios, que se cerraran calles públicas con barricadas y vigilancia privada y que se contemplaran baños de aceite hirviente desde los balcones a las hordas chavistas que irían tras sus bienes.

 

Pero las clases bajas no escapan de esta situación. Hasta ahora no es la escuela quién se ocupa de su educación, son los medios quienes eficaz y continuamente adoctrinan y enseñan al pobre la resignación. No es casual la explosión del nefasto reggaeton con su peculiar lenguaje (perreo, papichulo, rebuleo, blin blin, cocolo, etc.), su ritmo simplón y sus videos llenos de morenas «dispuestas». ¿Es posible imaginar al dueño de una cadena televisiva disfrutando de un reggaeton?, por el contrario es muy fácil asociarlo a una familia de bajos recursos.

 

La clase dominante no desenmascarará a los Medios, pero la clase media debería al menos dejar de ser cómplice por omisión o por elección, de un sistema que crea necesidades ficticias, que inventa realidades, que busca perpetuar un modelo de explotación del hombre y de los recursos naturales y que de paso, no la favorece.

 

El fin de los Medios de Difusión en un sistema capitalista, no es otro sino el lucro y en pos de este, disfraza sus intenciones bajo el seudónimo de «Medio de Comunicación Social» que difunde «valores culturales», de «información» y de «entretenimiento». Estos medios están en manos de grupos económicos con intereses en otras empresas y mercados, no saber esto es casi imposible, pero ignorar la importancia de ese hecho es de una ingenuidad absolutamente peligrosa.

 

Los medios eligen minuciosamente la lista de los temas sobre los cuales se pronunciará la opinión pública y formará a los individuos en tal o cual tema según su conveniencia. Crea eslóganes vacíos y pegajosos con el fin de manipular a la opinión pública, por ejemplo «luto activo», ¿qué significado puede tener esta frase?, ¿o es que el luto tiene diferentes fases? A saber, luto en reposo, luto a convenir y por supuesto luto activo. Existe otra en boga en estos momentos, «elecciones limpias». ¿Quién puede estar en contra de unas elecciones limpias?, ¿a dónde se pretende llegar con esta consigna? Se pretende simplemente, por la vía de la tergiversación manipular una frase para hacer ver que lo que existe en el país es todo lo contrario, un sistema electoral fraudulento que por cosas del destino, ha sido avalado por observadores de todas partes del mundo no una, sino varias veces (en la República Bolivariana de Venezuela se han realizado con éxito 10 procesos eleccionarios en los últimos 7 años).

 

En resumen, los Medios de Difusión, mantendrán a los individuos atemorizados por todos los males que le amenazan con destruirlos desde adentro (economía, autoritarismo, delincuencia, derrumbes, deslaves, represión, presos políticos) o desde afuera (castro-comunismo, aislacionismo, falta de inversión extranjera, etc.) Mediante la repetición constante de informaciones demostrarán que estas son ciertas, no hará falta un proceso lógico deductivo y de investigación, la sola repetición servirá de aval para certificar la veracidad de lo que se dice, así trabajan ellos y así les ha funcionado, ¿por qué habrían de cambiarlo?

 

El único escape posible a este escenario es la educación y la formación continua, aún nos falta un trecho largo por recorrer en ese aspecto y cada uno de nosotros como individuo debe instrumentar mecanismos que coadyuven a conseguir este objetivo. Recordemos a Noam Chomsky. «El aparato mediático tiene una importancia estratégica a la hora de preparar los conflictos…» Creemos entonces, la barrera ideológica que permita combatir a este enemigo.