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Homenaje al médico guerrillero al cumplirse 40 años de su asesinato

El «Negro»

Fuentes: Rebelión

En los próximos días se cumplirán 40 años de las muertes del Comandante Ernesto «Che» Guevara y varios de sus camaradas. A cuarenta años de su fusilamiento deseo rendir homenaje a la memoria de uno de ellos que, al igual que el «Che», era Médico egresado de la Facultad de Medicina de la UBA. Me […]


En los próximos días se cumplirán 40 años de las muertes del Comandante Ernesto «Che» Guevara y varios de sus camaradas.

A cuarenta años de su fusilamiento deseo rendir homenaje a la memoria de uno de ellos que, al igual que el «Che», era Médico egresado de la Facultad de Medicina de la UBA. Me refiero a Restituto José Cabrera Flores, Médico del cuerpo guerrillero, hecho prisionero el 31 de agosto de 1967 y fusilado el 4 de setiembre de 1967.

Sobre su actuación en la isla y dicha expedición hay documentación cubana, limitándose mi deseo a rescatar sus vivencias durante su paso por nuestro país.

Lo conocí en marzo de 1954, cuando mi ingreso a la Facultad de Medicina de la UBA. Con mi hermano Oscar, del cual era muy amigo, habían decidido «democráticamente», que un hermano de el, también ingresante a la Facultad y yo debíamos conocernos a fin de que estudiemos juntos. Ese fue el comienzo de una amistad, que en su caso fue truncada por la tragedia, y que con su hermano persiste en la actualidad.

El encuentro se realizó en el legendario bar «Los Estudiantes» en la Avenida Córdoba entre Pasteur y Uriburu (que, según contaban los mozos de nuestra época, contó también entre sus parroquianos a Ernesto Guevara,). (Nota aparte merece la historia de ese bar, donde el los años 50 y 60 se incubaron muchas ideas que han influido en los acontecimientos de los últimos 50 años).

Compañeros de mesa de estudios, en ese entonces, mi hermano y el ya habían terminado de cursar el quinto año de la carrera. Lo conocían como el «Negro» Cabrera. Con la llegada del hermano pasó a ser el «Negro Cabrera Grande» y su hermano, Carlos, el «Negro Cabrera Chico». Fue opinión generalizada que «El Negro Cabrera Grande» era poseedor de uno de los cerebros más brillantes que transitaron por esos años la Facultad de Medicina.

Nacido en Callao, Perú, debió bajar a Buenos Aires a realizar sus estudios de medicina, luego de dos intentos infructuosos de ingresar en una Universidad de su país (¿San Marcos?). Por ser cholo como decía él.

Durante sus estudios en Buenos Aires vivía en una de las legendarias pensiones de estudiantes latinoamericanos, de la calle Junín, entre Córdoba y Paraguay, frente al viejo Hospital de Clínicas, ahora Plaza Houssay, donde en cada habitación había cinco camas y huéspedes con estómagos flacos.

De origen humilde, realizó todo tipo de trabajos para costearse los estudios (estibador en el puerto, pintor de barcos, tareas de limpieza nocturna en un colegio de curas, asistente disfrazado de un luchador de Cach en el Luna Park, etc.).

Pese a los trabajos indicados, cursó la carrera sin contratiempos y con duración normal siendo en varias ocasiones felicitado por los profesores «cucos» en materias cardinales como Medicina Interna y Medicina Externa.

Con una «pinta» llamativa, alrededor de 1.90 m. de altura, atlético, con piel morena aceitunada (mi hermano decía que era verde), facciones armónicas, vestido con trajes claros, logró la envidiable hazaña, en la calle Florida, de que algunas mujeres se dieran vuelta para mirarlo.

Hombre observador y reposado nos enriqueció a mí y a otros, que comenzábamos a caminar la Universidad de los 50 y su clima político, con sus conocimientos de César Vallejo, Mariátegui y muchos otros pensadores, filósofos, artistas y poetas latinoamericanos y del mundo.

De ideas marxistas-leninistas, pues había abandonado el Aprismo, toda su vida fue consecuente con ellas. Vivió y murió divulgándolas y defendiéndolas.

De gran vuelo intelectual y político, todo respaldado por una tremenda honestidad para vivir, fue respetado y escuchado por los compañeros que tuvimos la suerte de frecuentarlo. Le dolía la realidad peruana y latinoamericana. Le dolía el mundo.

Como practicante de guardia del viejo Hospital Rawson, colaboró en la asistencia médica a las víctimas del el bombardeo de Plaza de Mayo del 16 de junio del 55, siendo grande su condena por lo vivido en esa jornada. Dramáticos e indignados fueron sus recuerdos de la asistencia a los pobres soldados-granaderos mutilados en la Casa Rosada.

Recibido de Médico hizo sus primeras armas en el Instituto Modelo de Clínica Médica «Dr. Luis Agote» del Hospital Rawson donde también fue reconocido su talento.

Por todos los lugares que pasó dejo un recuerdo cariñoso y de gran respeto. Médicos de ideologías de derecha que lo conocieron dijeron de el, al enterarse de las circunstancias de su muerte, que siempre lo respetaron y admiraron porque vivía como pensaba. Ni hablar del concepto del resto de los amigos y compañeros.

No aguantó mucho la medicina de la Ciudad, y aceptó ir a Chaco como Médico contratado por una compañía que explotaba un obraje de quebracho, en una zona en lo profundo del monte, a 460 Km. de Resistencia, en el límite con Salta y Santiago del Estero, llamada Taco Pozo. Allí conoció de cerca la superexplotación en los obrajes y lo tremendo del trabajo a destajo. Simultáneamente con su tarea asistencial, comenzó a enseñar a leer y escribir a los obreros con un método imaginado por el que fue definido como bueno y novedoso por maestros que consultó. Paralelamente les enseñaba sobre las organizaciones obreras y políticas, de sus orígenes, principios, objetivos, funcionamiento y organización. Duró poco en ese trabajo, pues basados en sus enseñanzas y sugerencias los obreros elaboraron un petitorio de mejoras. Cuando la patronal les preguntó como habían escrito eso contestaron: «nos ayudó el doctor que es muy bueno». Fuera.

Continuó en Chaco en una población llamada Tres Isletas donde se asoció con otros dos médicos haciendo una especie de cooperativa socialista.

Al poco tiempo nos comunicó a sus compañeros y amigos más cercanos su decisión de ir a colaborar con la naciente Revolución Cubana.

Sabemos que cuando decidió integrarse al cuerpo expedicionario defendió su posición ante las mas altas autoridades de Cuba, que planteaban era necesario como cardiólogo en la isla, sosteniendo que así como ellos habían realizado la revolución en Cuba, no le objeten su decisión de hacerla en Perú.

Sus restos hallados en Bolivia el 7 de junio de 1999 reposan en el Memorial de Ernesto Guevara en Santa Clara, Cuba.