La pobreza y el desempleo pierden terreno en Argentina y con ellos retrocede la mortalidad infantil. Pero resisten en su bastión del norte, una zona donde el desarrollo no pasó, aunque sí las estadísticas. «Después de la crisis de 2001, la recuperación no fue igual en todo el país. El norte argentino sigue arrastrando dificultades […]
La pobreza y el desempleo pierden terreno en Argentina y con ellos retrocede la mortalidad infantil. Pero resisten en su bastión del norte, una zona donde el desarrollo no pasó, aunque sí las estadísticas.
«Después de la crisis de 2001, la recuperación no fue igual en todo el país. El norte argentino sigue arrastrando dificultades que vienen de lejos, y requiere un esfuerzo de política muy grande y sostenido en el tiempo», dijo a IPS Liliana de Riz, directora del equipo que elaboró el Informe de Desarrollo Humano 2005.
El estudio promovido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se titula «Argentina después de la crisis. Un tiempo de oportunidades» y contiene dos capítulos. Uno de ellos, «Los territorios del desafío», alude a las nueve provincias más rezagadas, norteñas, que conforman la «región crítica».
En Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Misiones, Formosa y Corrientes viven 7,5 millones de argentinos, 20,8 por ciento de la población total del país. En 2004, la pobreza comprendía a más de 60 por ciento de esa población regional, frente a 44 por ciento de pobres en el total nacional.
Las condiciones de vida mejoraron respecto del momento más agudo de la crisis social y económica, en 2002, cuando el porcentaje de pobres alcanzó 80 por ciento en algunas de esas provincias, por ejemplo en Formosa, limítrofe con Paraguay. «Pero hace falta mucho más», dijo De Riz.
«El federalismo en Argentina no es cooperativo», criticó la experta en referencia a la ausencia de políticas federales de fomento de zonas deprimidas.
Así es como la mortalidad infantil se ubica en 16 por mil en el plano nacional, y en la región crítica alcanza a 22 muertes por cada mil nacidos vivos. En áreas como Chaco supera 27 por mil, un registro que duplica el de la sureña región patagónica.
El informe advierte que en el norte, «con los índices más bajos de desarrollo humano y con el mayor atraso relativo», vive 26,5 por ciento de los menores de hasta cuatro años de edad, una hipoteca muy pesada para el futuro.
En la región crítica el analfabetismo llega al doble que en la nación y, por tratarse de una zona con la menor tasa de población urbanizada, el acceso a la salud, a la educación y a la vivienda digna es marcadamente más bajo que en el resto del país.
¿Por qué esta zona no pudo beneficiarse de la recuperación económica que comenzó en 2003 y que se refleja en una expansión anual del producto interno bruto (PIB) de nueve por ciento?
Las razones son diversas y muchas estructurales. La crisis sólo acentuó un aislamiento que ya existía.
«La dinámica productiva actual de esta región no es suficiente para su desarrollo», advierte el informe. El norte contribuye con apenas 10 por ciento al PIB del país y, si se mide lo producido por persona, el monto para el norte constituye la mitad del indicador en el plano nacional.
La inversión destinada a esa zona es apenas 10 por ciento de lo que se moviliza en el total del país, y su participación en el comercio exterior es de ocho por ciento (un tercio de las exportaciones son minerales de la provincia de Catamarca) concentrado en pocas empresas.
«Las oportunidades de empleo fuera del ámbito público son mínimas», sostiene el informe. Por cada 1,2 empleados en el sector privado hay uno en el sector público, mientras que en toda Argentina la relación es de tres a uno.
Una alta proporción de pobres que son jefes de hogar sobreviven con subsidios del gobierno nacional. Cuando la actividad económica comenzó a revivir, muchas de estas personas regresaron al mundo del trabajo. Pero, una vez más, ese proceso arroja cifras casi nulas en la región crítica. Mientras en el resto de Argentina la mayoría de quienes perciben esos subsidios hoy son mujeres, en el norte son hombres jóvenes.
Como allí hay estructuras productivas chicas, los eventuales avances en desarrollo dependerán de la capacidad de expansión mediante encadenamientos entre firmas que hoy están aisladas, sumando proveedores de tecnología, servicios de logística y transporte, recomienda el informe del PNUD.
Desde el punto de vista del gobierno nacional, el estudio señala que no hay cartera que no tenga un área destinada al desarrollo de las regiones. Sin embargo, esos instrumentos están «dispersos», carecen de articulación y actúan con «una fuerte discontinuidad» en función de los cambios de gobierno y de política.
«Se requieren políticas públicas concertadas y sostenidas por períodos largos», aconseja el informe y señala algunos caminos para desarrollar alternativas productivas en los sectores agroalimentario, turismo, minería y forestal. Para eso se requiere inversión y formación de los recursos humanos, dice el estudio.
De Riz considera que el mejor modelo para que el norte supere su estancamiento es el de los «entramados industriales» implementados en Estados Unidos, India, México, España, Gran Bretaña, Tanzania y Brasil. Se trata de una concentración de servicios y proveedores que otorga a las empresas y a sus empleados el beneficio de la sinergia.
«La industrialización en entramados es el esfuerzo colaborativo de grupos de comunidades e industrias complementando sus conocimientos, experiencia y motivación para incrementar sus ventajas competitivas», cita el informe.
Existen áreas potenciales a desarrollar, hoy aisladas, sobre todo en el rubro agrícola y ganadero. Catamarca podría diversificar su producción hacia los nogales, el pimentón y los productos orgánicos. Corrientes debería avanzar en la cría del pez conocido como pacú y de especies ornamentales.
A Jujuy, fronteriza con Bolivia, se le recomienda atención al turismo rural e histórico y al cultivo en mayor escala de mango, palta, higo y miel, además de la ganadería de camélidos (llamas) y la elaboración de quesos que permita desarrollar una industria láctea diferente de la del ganado vacuno, ubicada en el centro de Argentina.
«La gran mayoría de estas opciones productivas han sido experimentadas localmente, y muchas de ellas ya cuentan con la suficiente envergadura como para avanzar en la formación de una trama que defina un sendero de expansión basado en mejoras tecnológicas, innovación y mayor calidad», destaca el informe.
Según De Riz, «hace falta un esfuerzo mayor y continuo del gobierno nacional, las provincias y el sector privado, si se quieren sentar las bases para construir un país verdaderamente integrado».