«El diario El País escribió el pasado día 5 de noviembre un artículo donde se repasa la catastrófica situación por la que pasa hoy Rumanía, similar a la resto de los países del este de Europa. A 20 años de la mitificada caída del muro (y aunque el muro que hay entre explotadores y explotados […]
«El diario El País escribió el pasado día 5 de noviembre un artículo donde se repasa la catastrófica situación por la que pasa hoy Rumanía, similar a la resto de los países del este de Europa. A 20 años de la mitificada caída del muro (y aunque el muro que hay entre explotadores y explotados todavía continua levantado), la situación en Rumanía, como señala el propio articulo, es peor que nunca (y eso incluye los años del periodo comunista)… Mientras el capitalismo celebra su gran triunfo como sistema único e insustituible, los rumanos pierden su trabajo, no reciben sus pensiones, pasan frío, y empiezan a sufrir cierto desabastecimiento.
El articulo se divide en dos partes, la primera habla sobre la situación caótica agravada por la ausencia de gobierno (la pelea entre partidos tiene bloqueada la actividad institucional en el país), que impide que el dinero solicitado a los organismos internacionales llegue y que, por lo tanto, los asalariados o subvencionados en cualquier forma por el estado no puedan recibir ni salarios ni pensiones ni ayudas (lo que no dice el periódico neoliberal es que ese dinero que viene de fuera tiene que ser devuelto con unos intereses enormes, lo que significa que no se trata de una salida a la situación sino un aplazamiento).
Por ejemplo, El País describe la situación de los hospitales y cita al jefe de la sección de Cardiología del hospital de Giurgiu, Mihai Petre, quien cuenta que la situación es desastrosa: «Nunca hemos padecido una crisis de estas características. Tenemos que mandar a los pacientes a las farmacias para que se compren sus propias medicinas». Sin embargo, si se lee cualquier descripción de la «revolución» del 89 las criticas que se hacían al sistema comunista en 1990, justificando el golpe de estado, la situación no era, ni con mucho, tan caótica como ahora. Pero nadie parece exigir el fin de régimen capitalista, que crea pobreza, desabastecimiento y la dictadura de los banqueros -aunque algunos llamen democracia a elegir entre los representantes a los que estos financian-.
La única solución que proponen los políticos liberales rumanos es pedir dinero de nuevo al Fondo Monetario Internacional, apoyar al sector privado adelgazando el publico, y favorecer a las empresas en vez de al ciudadano. Es decir, continuar con las políticas neoliberales que han llevado a la situación caótica actual, y eso, por supuesto, sin ninguna critica por parte de El País.
Cuando el vicepresidente del partido en el poder, el Partido Demócrata Liberal, Theodor Stolojan, dice para EL País que «la solución pasa por atraer de nuevo la inversión extranjera» , lo que quiere decir es que necesitan bajar de nuevo los salarios de los trabajadores para que las empresas de Occidente prefieran otra vez instalarse aquí en vez de mantenerse en sus países pagando tres veces mas a los trabajadores. Es decir, la solución es que pierdan los trabajadores de uno y otro lado y salgan ganando las empresas: el mismo cuento de siempre.
Lo mismo sucede cuando en boca del ex ministro de finanzas, Ilie Serbanescu, se explica que «la mayoría de las empresas que se encuentran en Rumanía pertenece a inversores extranjeros, de modo que dependemos de ellos para lograr la recuperación económica», sin apuntar en ningún momento la posibilidad de propiciar que los rumanos creen sus propias empresas y que se reduzca así la dependencia de Occidente.
La segunda parte, que El País titula, «El clientelismo comunista pervive», es pura manipulación, con mentiras pasmosas y desvergonzadas, como que en la revolución rumana hubo 10.000 muertos, cuando en realidad fueron 1104 muertos y 3352 heridos ( los 8.000 muertos restantes los añade El País por necesidades del guión, sin ningún reparo en jugar con la cifra y el respeto hacia las víctimas). Igualmente, no fueron todas víctimas de la Securitate (policía política), como afirma El País, sino en gran parte del ejército.
«Ceausescu ordenó abatir a cualquiera que se moviera», es otra de las afirmaciones que publica sin cuestionamiento alguno el diario, aunque muchos de los caídos en las revueltas de 1989 fueron muertos cuando el presidente de Rumanía ya había sido fusilado junto con su mujer, por cierto sin juicio justo y a toda prisa (quizás para que no hablara ni pudiera defenderse o escribir sus memorias como Honecker en Alemania del Este).
El País, por otro lado, acusa al «régimen» de Ceausescu de estalinista, etiqueta que se aplica despectivamente sin ningún criterio (independientemente de lo que se piense de Stalin, tras su muerte y la política reformista y antiestalinista de Jruchev, los países socialistas renunciaron definitivamente al estalinismo, así que una acusación como esta no puede tener otra razón que la manipulación…).
Por supuesto que, como es habitual, El País echa la culpa de todos los males del capitalismo al sistema anterior, al socialismo, e incluso con un descaro que raya el delirio achacan el mal de la corrupción actual al «clientelismo» comunista, mientras en España, nada sospechosa de comunista, la corrupción roba miles de millones de euros a los ciudadanos a lo largo y a lo ancho de nuestra geografía (y si no que se lo pregunten al Partido Popular -aunque desgraciadamente no sean los únicos implicados-).
«Las redes confeccionadas en el periodo comunista se mantienen intactas», afirma Adrian Cioflanca, historiador y miembro de la comisión presidencial para el estudio del comunismo, y supongo que seguirán diciendo lo mismo así pasen quinientos años. No hay nada como echar la culpa de nuestros errores a los fantasmas del pasado. De hecho, tanto los medios de comunicación como los políticos rumanos han conseguido transmitir a la gente la opinión de que todo lo negativo del país es culpa del comunismo, creando una especie de coletilla de autojustificativa…Que las calles no se asfaltan ¡El comunismo tiene la culpa! Que las pensiones son bajas, ¡Ceausescu!
En su habitual ejercicio de parcialidad, El País solo aporta en su articulo testimonios en contra del comunismo, sin citar en ningún momento los resultados de las encuestas publicadas recientemente en el diario Jurnalul de Bucarest, donde se concluye que el 72% del los rumanos añoran los tiempos del comunismo (http://imbratisare.blogspot.com/2009/10/felicidad-y-satisfaccion-de-los-rumanos.html), ni ningún otro comentario ni testimonio crítico hacia el capitalismo. Y esto obviando descaradamente la conocida extensión de la nostalgia del socialismo a lo largo de toda la Europa central y del este.
Tampoco se citan los testimonios de comunistas jóvenes que vivieron el cambio político de hace 20 años, como es el caso de Virgil Zbaganu, que intentó reconstruir el Partido Comunista de Rumanía en los años posteriores al golpe de estado de 1989 y acabó arrollado sospechosamente por un tren. Segun Zbaganu, el grito de «Abajo el comunismo» no surgió de la gente, del pueblo, y fue elaborado mas allá de las fronteras rumanas. Al contrario, las primeras pancartas y lemas que utilizaron los rumanos en las manifestaciones de entonces fueron, precisamente, «las fábricas para el obrero» (y en ningún momento exigían lo que ha tenido lugar realmente en estos años de supuesto paraíso, en el cual las fábricas, finalmente, han pasado a concentrarse en las pocas manos de los capitalistas)».
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