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El País lanza su «agenda 2007» para Cuba

Fuentes: Rebelión

El martes 16 de enero el diario El País abrió en portada con una noticia sobre la salud del presidente cubano Fidel Castro, que luego desarrolló en su interior bajo la forma de dos artículos con los siguientes titulares: «Una cadena de actuaciones médicas fallidas agravó el estado de Castro» y «Una decisión crucial y […]

El martes 16 de enero el diario El País abrió en portada con una noticia sobre la salud del presidente cubano Fidel Castro, que luego desarrolló en su interior bajo la forma de dos artículos con los siguientes titulares: «Una cadena de actuaciones médicas fallidas agravó el estado de Castro» y «Una decisión crucial y difícil». Sorprendentemente, ninguno de los textos recogía nada nuevo sobre el estado de salud del presidente cubano; así lo entendió Tony Show, el portavoz de la Casa Blanca, quien declaró al día siguiente: «Hemos visto el artículo de El País. Es una compilación de informaciones precedentes sobre la salud [de Fidel Castro] y no dicen nada nuevo».

Pese a todo, el miércoles día 17 el periódico volvió a sacar una noticia en portada sobre la salud del presidente, que se desplegaba con dos nuevos artículos, el primero titulado «Castro optó por someterse a la técnica quirúrgica que luego causó complicaciones» y, el segundo, «Cautela entre la comunidad cubana en Miami». En ambas noticias se repetía la información del día anterior, a veces literalmente, con la salvedad de que añadía la descalificación del presidente cubano y su entorno. Descalificaciones emitidas sin fundamento alguno, pero reiteradas en los titulares, en la entradilla y en el cuerpo de los artículos.

Después de construir dos titulares y cuatro noticias sin que hubiera ocurrido nada que los justificara, llamémoslas «no noticias» -cualquier publicista reconocería que se estaba preparando el terreno para el lanzamiento de un producto al mercado, como efectivamente estaba ocurriendo-, se preparaba al lector para lo que llamaremos el mensaje de año nuevo de El País hacia Cuba, expuesto de forma concisa y directa en un editorial con el título «Fidel menos secreto».

¿Qué sabía El País de Fidel? ¿Qué novedad era esa que no aportaban los detalles médicos de la enfermedad del presidente cubano y que tan correctamente -desde el punto de vista del estilo publicitario- había sido anunciada? Pues ni más ni menos la que, a partir de ahora y ante la nueva coyuntura, será la línea de El País hacia Cuba; y por supuesto: la del grupo empresarial al que representa, la de los intelectuales a los que alimenta y le sirven -en el más amplio sentido del término servir-, la de los grupos políticos afines y la de los llamados «disidentes cubanos», a los que tan generosamente ha apoyado durante años ese periódico.

Veamos con detalle cuál es esa agenda 2007 para Cuba lanzada en su editorial del día 17 de enero, con la que el periódico se dirige al vasto mundo de influencia de Prisa y probablemente también a los líderes latinoamericanos que se miran en Cuba, y a la propia dirigencia cubana que, inteligente, sabe leer entre líneas.

El País apuesta por Raúl y señala las condiciones

Lo primero que nos cuenta el editorial de este día es que «la salud de Fidel Castro sigue siendo un secreto de Estado para las potencias extranjeras y sobre todo para los ciudadanos cubanos». El propio periódico, los días anteriores y en esa misma edición, daba todo lujo de detalles sobre la enfermedad de Fidel en un tono aparentemente neutro, recurriendo al principio de autoridad que genera el uso de terminología médica, y parecía decir que la única forma de informarse era a través de El País. Curiosa forma de reclamar autoridad científica para una información tan detallada, cuando la mayor parte de las fuentes carecen de identificación o se identifican como «fuentes médicas del hospital Gregorio Marañón de Madrid», y el lector ha de suponer que conocen el caso por la mera circunstancia de pertenecer al mismo centro médico donde trabaja José Luis García Sabrido, jefe de Cirugía que en diciembre atendió a Fidel Castro.

Reclamando credibilidad para sí mismo, el periódico deja caer de nuevo el sofisma que denunciaron Talens y Alba respecto de las artimañas del ínclito Millás, que deducía de la visita del médico español a Cuba la inexistencia de médicos cubanos. El editorial da «gracias a que la medicina cubana ha resultado mucho peor de lo que el régimen castrista proclamaba», es decir, se alegra de que la medicina cubana funcione mal, porque eso le permite informar de los detalles médicos de la enfermedad del presidente cubano. Hace lo mismo que hacía Millás: sacar una conclusión falsa de un punto de partida verdadero, pero incompleto.

Efectivamente, un médico español fue consultado por el equipo de médicos cubanos que atienden a Fidel. Y como el propio Dr. Sabrido afirmó, se trata de una práctica habitual entre los especialistas médicos el atender a consultas realizadas por médicos de otros países, más aún cuando la consulta se refiere a determinadas personalidades. Sin embargo, esta práctica habitual es considerada por los medios de comunicación una excepcionalidad de la que deducir el mal funcionamiento de la medicina cubana. Dada la sobresaturación de impactos informativos que las audiencias recibimos diariamente, la capacidad de evocación cada vez es más reducida, de modo que pocos recordarían al leer El País que la monarquía española recurre a este tipo de consultas médicas, que la heredera del trono almacenó su cordón umbilical en una clínica privada en Estados Unidos, que la cupletista Rocío Jurado fue atendida en clínicas usamericanas y, más aún, que en los mismos días de publicación de este editorial hubo una sentencia condenatoria de una clínica madrileña por negligencia médica. Ninguno de estos hechos es recogido por El País y mucho menos da lugar a deducción alguna sobre la sanidad española.

Pero lo interesante del sofisma tan reiterado por este periódico es su función. ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene utilizar argumentos falsos y manipular conclusiones de forma tan profusa y sistemática? La función más importante de esta técnica manipuladora es la descalificación de la joya de la corona de la revolución cubana: el sistema de salud. Repetida una y otra vez la falsa argumentación y sutilmente envuelta en la «objetividad» de los detalles médicos, sólo puede tener un sentido útil para la lógica de Prisa: troquelar las conciencias más resistentes hacia la idea de que Fidel se equivocó; es decir, tomó una decisión equivocada respecto de su enfermedad y, por consiguiente, se podía haber equivocado en tantas otras cosas, especialmente en la forma de conducir su país.

Habiendo colocado al lector en posición favorable, teniéndolo subyugado por la supuesta constatación de un hecho cierto y objetivo, abrumado por los detalles de la enfermedad del presidente cubano, está predispuesto a aceptar con justa racionalidad cualquier argumentación sobre los cambios que se están produciendo en Cuba.

En tres de los cuatro artículos y en la editorial de estos días, se califica al presidente cubano de «dictador», práctica de manipulación bastante habitual en ese periódico. Su finalidad fundamental es personalizar y demonizar a los que considera enemigos del sistema, a los que colocan en el punto de mira de los ataques y los preparan para ser blanco a derribar. La guerra mediática, lo mismo que las otras, tiene sus leyes [1] . Los tres artículos de Oriol Güell y Ana Alfageme se reafirman en esta terminología y también lo hace el editorial, pero en este último se da un hecho muy significativo, para calificar a Raúl Castro se utiliza el cargo de vicepresidente. Curiosa diferenciación en el tratamiento. En el caso del presidente cubano, siempre peyorativo, en el caso de su hermano, comedido.

Durante el mes de diciembre, El País ya había sacado varios artículos centrados en la figura del vicepresidente cubano, así como varios reportajes. En ninguno de ellos se habla de dictadura ni se utilizan términos negativos. Destaca especialmente el publicado el 4.12.06, titulado «El ‘raulismo’ se consolida en Cuba»; el 22.12.06, titulado «Raul Castro afirma que el único relevo de Fidel será el Partido Comunista» y, ya en enero, el 2.01.07, «La incógnita Raúl Castro».

El País ve en Raúl un hombre práctico, racional, lo que traducido a un lenguaje más directo, significa que considera su actitud favorable a la economía de mercado, es decir, al capitalismo. En el extenso artículo de M. Vicent que apareció el día 2 de enero se dibujaba un retrato que recogía todas aquellas medidas o discursos del vicepresidente con las que se pudiera ilustrar su talante capitalista. Nos decía Vicent que un empresario extranjero con inversiones en el sector agrícola se había quedado «sorprendido» de cómo abordaba Raúl Castro el tema de la ineficacia y la falta de productividad del sector. También nos decía que un economista cubano le había hablado de que Raúl impulsó el denominado «perfeccionamiento empresarial» dentro de las empresas militares a su cargo», que fue el vicepresidente cubano quien, en medio del Periodo Especial, reabrió los «mercados agropecuarios, regidos por la ley de la oferta y la demanda»; y finalizaba el periodista diciendo que Raúl siempre había visto con interés las experiencias socialistas de China y Vietnam.

Aunque con reservas, el editorial del día 17 se hace eco del perfil dibujado por su corresponsal en La Habana y parece anunciar una cierta tregua en su hostigamiento hacia Cuba, siempre que el nuevo presidente en funciones vaya confirmando las expectativas que de él se tienen en el nuevo rumbo de la economía cubana; que como veremos, es lo que importa.

El País da por fallecido políticamente al presidente Cubano al decir «Todos esperan a que fallezca, aunque políticamente ya ha fallecido» y con esta frase quisiera dar por concluida también la revolución cubana y nos señala el camino del inminente cambio, ante el que «Incluso Estados Unidos parece haber suavizado su posición».

Si no hay transición a corto plazo que no la haya, pero los cambios, en la dirección adecuada

Después de declararse la enfermedad del presidente cubano, para sorpresa de los extraños que no de los propios cubanos, no ha pasado nada en la isla. Nada de lo que esperaban los estrategas usamericanos, las hordas miamesas o los estadistas europeos, ni de lo que esperaba el propio periódico cuando se lamenta de que «Cuba, no se ha convertido en ninguna olla a presión. Hoy por hoy, y ante la enfermedad de Castro, no hay tensión social». Ni se ha producido el caos ni ha dejado de funcionar la isla, ni económica ni políticamente. Y parece, como decía Vicent avisando a sus dueños, perdón, sus patronos, que «Raúl encabeza un Gobierno que cada día parece más sólido y menos «provisional».

Estando así la situación, El País, o el Grupo Prisa, dan muestras de haber abandonado, temporalmente, su estrategia de apostar por una «transición» en Cuba -a la española o a la checa, que ha sido su consigna más repetida en los últimos años- y parecen consentir en que primero vengan «los cambios», que ya nos advierten «han empezado». No en vano el propio PSOE convirtió «el cambio» en su consigna de la transición española (la imaginación política se fue quedando en el camino, como tantas otras cosas). El País reconoce que su apuesta por la transición política ha quedado aplazada y nos dice: «De momento, al menos, Cuba está en un proceso de sucesión, ajuste y cambio. No de transición hacia la democracia. Raúl ha empezado a introducir mayor racionalidad en la economía y administración de la isla.»

Durante años, El País ha defendido, por activa y por pasiva que su objetivo y sus intereses en la isla eran meramente de orden político, es decir, desinteresados, una transición política que denominaba «transición a la democracia». Con este discurso embaucó a muchos intelectuales bienpensantes, a otros que no lo eran tanto, y mantuvo fieles a su discurso a lectores que creían defender a Cuba cuando defendían la «democracia de El País«. Resultará interesante observar a partir de ahora en qué lugar quedan los discursos tantos años repetidos, una y mil veces, sobre la libertad y los derechos humanos de esos llamados «periodistas independientes» de la isla. Quién sabe si el oportunismo primará sobre su obsesiva preocupación por los derechos humanos, tan obsesiva como la de sus aliados usamericanos.

La defensa de la libertad, los derechos humanos, etc. eran la imagen moderada y europea con la que El País mostraba ante sus lectores una desinteresada defensa del interés general de los cubanos; se alejaba así del histrionismo y los excesos del exilio de Miami y, aparentemente, de los intereses usamericanos hacia la isla. Si hubiera mostrado de forma abierta y clara que al decir democracia estaba hablando de mercado, hubiera sido muy poco eficaz en términos de propaganda. Como hace años ya señalara Cortazar sobre el uso de determinadas palabras como democracia y libertad, «si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es precisamente su empleo tendencioso del lenguaje, su manera de servirse de los mismos conceptos […] para alterar y viciar su sentido más profundo y proponerlos como consignas de su ideología». Así, la defensa de la democracia y la libertad han sido hasta ahora los clichés más utilizados por el Grupo Prisa para proponer la transición de la isla, su apuesta en el mercado de futuros.

Lo significativo del editorial del día 17 de enero es que la propuesta aparece nítida, sin eufemismos y sobre todo en el orden correcto: «Antes o después tendrá que ser un proceso que conduzca a una transición económica, social y democrática», sentencia El País. Primero la economía, después lo social y después lo político.

Resulta chocante que el día anterior en una noticia sobre la despedida de Joseph Borrell -que ocupaba la presidencia del Parlamento Europeo- éste afirmara que «el mercado no crea seguridad para los ciudadanos» y aludía a la perdida de derechos sociales y medioambientales por las desregulaciones a favor del mercado. Pero la posibilidad de conectar los hechos, o los discursos, como ya hemos dicho, está cada vez más alejada de las posibilidades del lector medio, como cuando aparecen una misma tanda de anuncios niños hambrientos y videoconsolas.

Lo que se espera del nuevo gobierno de Cuba son, por encima de cualquier otra cosa, los cambios económicos, «la transición económica», es decir, el capitalismo, luego vendrán los cambios sociales, un cambio en las relaciones sociales que apoye, consolide y permita el desarrollo del mercado sin fricciones sociales y, finalmente, los cambios políticos -que como se ha demostrado en otros países desde el Chile de Pinochet al Paquistán de Mussarraf-, no son del todo imprescindibles.

Los cambios necesarios o el «concentrado de carne capitalista»

La agenda 2007 para Cuba nos suministra un espléndido concentrado de carne con el que elaborar el rico caldo capitalista que dará de comer a los hambrientos, léase ese pueblo cubano, que siempre aparece estereotipado como «sometido»,»hambriento», «mísero», aunque incomprensiblemente alegre.

El primer componente necesario es la desigualdad, digamos que es el imprescindible. El País advierte a los cubanos que Fidel Castro estaba «obsesionado con la igualdad a cualquier precio». Y ya se sabe que esa obsesión no lleva a ninguna parte del cielo capitalista. Como todos sabemos, la igualdad es el demonio para el capital. Por eso se nos dice que no permite la iniciativa privada, que somete al individuo, que impide el crecimiento, etc., cuando en realidad lo que se quiere decir es que va en contra de la acumulación privada, sin la que el capitalismo no puede funcionar.

La realidad, sin embargo, a veces es bien tozuda y refuta la propaganda mediática a poco que nos descuidemos, y resulta que los últimos datos económicos de Cuba, fruto de la obsesión por la igualdad del presidente Fidel Castro, niegan la máxima capitalista de la imposibilidad del crecimiento en un sistema socialista. Un hecho sin duda intolerable. Según los datos más recientes, Cuba creció el 12,5%, la tasa de crecimiento más alta de América Latina, por encima de Venezuela que creció un 10% y Argentina el 8,5%, el conjunto de la región tuvo un promedio del 5,3%. Pero, además, se trató de un crecimiento sostenido y con equidad, un ejemplo habría que evitar a toda costa que se extendiera por el área, según parecen considerar los voceros del capital. Cuba es el país de la zona que cuenta con los servicios de educación primaria y secundaria de mayor calidad, así como los de salud, el primero en indicadores favorables de mortalidad infantil de menores de 1 año y menores de 5, un país en que el crecimiento se acompaña con pleno empleo, con atención médica permanente a todos los niveles; y todo ello como el único país del mundo que combina un alto desarrollo humano y una adecuada sostenibilidad ambiental, según la World wild Fund (WWF) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La desigualdad necesaria para el crecimiento que propugnan las instancias internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional y cuyas recetas solemos encontrar en El País, tienen como resultado en América Latina que el tanto por ciento de pobres pasó del 40,5% en 1980 al 39,8% en la actualidad, lo cual significa que en números absolutos se ha pasado de 136 millones de pobres a 209 y de 62 millones a 81 millones de indigentes; de ellos 41 millones son niños, según el Centro de Estudios Para América Latina (CEPAL) dependiente de Naciones Unidas. Al mismo tiempo, alguna de las fortunas más grandes del planeta también son latinoamericanas.

Parece evidente que los cambios económicos que propone El País para Cuba no van en la dirección de resolver los problemas de atraso, subdesarrollo, hambre, enfermedades curables; porque no parece que esa sea la situación en la que se encuentra este país. ¿O tendremos que preguntarnos si el objetivo que se pretende es colocar a Cuba en el mismo nivel de «subdesarrollo» de América Latina? Estamos con el profesor J. Bell Lara cuando afirma que «los que acusan a Cuba de inmovilismo, consciente o inconscientemente no tienen en cuenta no sólo el conjunto de transformaciones que han tenido lugar en la sociedad cubana durante la primera mitad de esta década para salvar las conquistas de la Revolución, sino que, por lo general, lo que reclaman es el abandono del proyecto revolucionario» [2]

El segundo componente del concentrado de carne es dejar de promover las relaciones de intercambio equilibradas. Intercambiar recursos humanos como médicos, ingenieros, o tecnologías, por petróleo u otros recursos, es otro pésimo ejemplo para los países de la zona. Por eso El País insiste tanto en que el «petróleo del presidente venezolano Chávez y los contratos de compra de níquel por China» son ayudas a Cuba y no relaciones comerciales no sometidas a la aprobación de USA.

Pero si uno mira detrás de la tapa de la Agenda Prisa se da cuenta de que no es made in Spain, sino que el copyright es usamericano. Por eso dedica un artículo completo a las opiniones de «la comunidad cubana en Miami», prestando atención especial a las opiniones del que presenta como escritor y periodista Carlos Alberto Montaner, personaje que es en realidad dirigente del exilio cubano, fuente habitual de El País, sospechoso de recibir financiación de la CIA y fundador en Madrid en 1990 de una plataforma para «estimular el cambio pacífico en Cuba» que recibió todo el apoyo y muy buena acogida del propio Felipe González. El País recoge declaraciones de Montaner en dos canales de la televisión hispana de Miami, en las que se queja de que la comunidad se esté preocupando más de la salud de Fidel Castro que del petróleo que está recibiendo Cuba de Venezuela. Efectivamente, a Estados Unidos siempre le ha interesado sobre todo la economía en sus relaciones exteriores, ellos siempre han sido muy pragmáticos. El editorial de El País nos dirá que «Incluso Estados Unidos parece haber suavizado su posición».

La pregunta que nos plantea esta Agenda 2007 es cuál será la línea de El País en caso de que los dirigentes cubanos no satisfagan sus expectativas sobre el cambio. ¿Continuará en su línea de descalificaciones, condena y aislamiento del sistema cubano? ¿Reutilizará los estereotipos que habitualmente emplea? Lo que sí es seguro que continuará desarrollando estrategias de manipulación al servicio de la propaganda contra la revolución cubana, es mucho lo que está en juego.



[1] Recomendamos encarecidamente consultar el excelente libro de Anne Morelli, Principios elementales de la propaganda de guerra; ed. Hiru.

[2] J. Bell Lara, Cambios mundiales y perspectivas. La revolución cubana; Editorial ciencias sociales, La Habana, 1999:51