Progresista de fachada, tirando a ratos a la izquierda (siempre y cuando la izquierda no esté en el poder, como han hecho notar más de uno), defensor del «equilibrio de opiniones» y de «proyección mundialista» en su auto difundida imagen pública, el periódico español El País ha sido tajante con el periodista Pascual Serrano: o […]
Progresista de fachada, tirando a ratos a la izquierda (siempre y cuando la izquierda no esté en el poder, como han hecho notar más de uno), defensor del «equilibrio de opiniones» y de «proyección mundialista» en su auto difundida imagen pública, el periódico español El País ha sido tajante con el periodista Pascual Serrano: o pagas, o te censuro.
Serrano escribió en el sitio web Rebelión un artículo donde se demuestra, una vez más, que una cosa es la etiqueta propagandística de El País y otra muy diferente el periodismo que practica: «Desde Teherán, desde Caracas, desde Managua, desde Madrid, desde Londres; en el editorial, en la portada, en la revista de prensa, en el suplemento del domingo; el enviado especial, el corresponsal, el escritor consagrado, el editorialista… Todas las baterías del diario El País en su versión de papel del domingo 18 de noviembre se pusieron a disparar contra el presidente venezolano, Hugo Chávez, de forma sincronizada, atendiendo a la misma orden militar».
El artículo del periodista español evidencia otra erupción de una larga y nada «equilibrada» campaña neoconservadora desplegada por el El País contra los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Cruzada mediática que el pasado mes de octubre les estalló hacia adentro, ya que luego del editorial titulado Caudillo Guevara, los trabajadores de su propia redacción exigieron la publicación de una coletilla donde se expresaba la disconformidad con lo allí expresado.
Un editorial repleto de ofensas en ocasión de conmemorarse el aniversario 40 de la caída del Che en Bolivia y que, como escribiera un lector de ese diario, «no hace falta haber sido guevarista o serlo hoy para considerar su nota editorial de ayer, Caudillo Guevara (El País, 10-10-2007), un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad, un ejemplo más del tipo de discurso ‘autorizado por la policía y vedado por la lógica’, que decía Marx».
O como diera a conocer a ese diario otra ofendida: «soy española y durante años fui lectora de El País. Es lamentable, pero el editorial no me sorprende. Es el resultado del evidente giro a la derecha que ha dado el periódico, que no solo se dirige a un lector conservador, sino a un ciudadano con un poder adquisitivo sinceramente inimaginable en España».
¿Y qué se dice en el editorial de marras para que provoque la reacción inmediata de los lectores? Baste un párrafo de Caudillo Guevara para tomarle el pulso a las intenciones:
«En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo».
Pero Pascual Serrano no hacía referencia en su artículo en Rebelión a ese editorial, sino al toque a degüello salido desde las páginas de El País contra el presidente Chávez: «No es que el presidente venezolano -escribió Serrano- sea noticia ya en primera página, es que ya es protagonista en tres de las noticias de la portada: la que se ocupa de la Casa Real tras el incidente en la Cumbre de Santiago de Chile, la llamada del especial del Domingo que incluye foto, título «Por qué no se calla» y subtítulo «Hugo Chávez utiliza el incidente con el Rey para afianzar su poder»; y el anuncio del artículo de Vargas Llosa titulado «El comandante y el Rey» que, como no, se ocupa del mismo asunto.
De Vargas Llosa ya se sabe que, sin dejar de ser un atractivo novelista, se ha convertido en un manipulador de intereses ideológicos y, a ratos, un inelegante periodista. Pero tiene lectores. Algunos, gustosos de reencontrar en sus entregas analíticas esa suerte de alcurnia conservadora madurada con los años y que se empeña en convertir viejos odios en veracidades adjetivadas. Dice él en el artículo rápidamente escrito y publicado en El País: «La enseñanza más obvia e inmediata de este psicodrama es que hay todavía una América Latina anacrónica, demagógica, inculta y bárbara a la que es una pura pérdida de tiempo y de dinero tratar de asociar a esa civilizada entidad democrática y modernizadora que aspiran a crear las Cumbres Iberoamericanas. Esta será una aspiración imposible mientras haya países latinoamericanos que tengan como gobernantes a gentes como Chávez, Ortega o Evo Morales, para no mencionar a Fidel Castro. Que sean o hayan sido populares y ganaran elecciones no hace de ellos demócratas».
En su artículo, Pascual Serrano hace referencia a Vargas Llosa: «Teníamos una crónica internacional, otra nacional, un analista político internacional, un editorial, un texto de revista de prensa, ahora la munición es un escritor de prestigio, y no podía ser otro que Mario Vargas Llosa».
Y para subrayar las antipatías que mueven al escritor peruano-español incorporado al paso doble convocado por El País contra el presidente Chávez, lo cita en unos cuantos renglones. Una prosa la del escritor merecedora de ser analizada como una prueba más de que las fobias políticas pueden convertir las excelencias de una pluma en un muestrario de intemperancias y ataques personales poco honrosos para el que escribe.
Entonces, ante las evidencias de Pascual Serrano, en una reacción que destila soberbia, salta la gerencia del periódico y le hace saber al periodista -vía correo electrónico- que ellos tienen «los derechos MUNDIALES de la columna de MARIO VARGAS LLOSA, que comercializamos en exclusiva… «. E increpan: «Tienen dos opciones: o lo quitan inmediatamente de su página o bien pagan la tarifa de derechos de reproducción».
La amenaza resulta pueril y sin sustentación legal por cuanto no se trata de reproducción, sino de citas, algo que a diario hacen todos los medios del mundo.
Pero la arrogancia no se frena ante las evidencias y El País insiste en el tono señoril: o lo quitan o pagan.
Pascual Serrano ha sido categórico en su respuesta: «Ni el periódico Rebelión.org ni yo tenemos el menor interés en difundir los textos de Mario Vargas Llosa, ni pagando ni sin pagar; sus ensayos solo tienen utilidad como munición del diario El País para criticar a los gobiernos progresistas de América Latina».
«El escrito del diario y su posterior insistencia -apunta Serrano- es absolutamente paranoico, sin fundamento jurídico alguno y solo le puedo encontrar explicación como intento de querer intimidar y presionar ante un medio -Rebelion.org/- y unos artículos que critican, dentro de la legalidad y el respeto, la línea desinformativa y editorial de El País. «Ni yo ni Rebelión.org vamos a retirar ese artículo, y mucho menos pagarles al diario por el derecho a criticarlo».
Lo cual, aclaremos, no reportará una quiebra económica ni para El País ni para el bolsillo de Mario Vargas Llosa, porque, después de todo, nuevas argucias inversionistas en el campo del periodismo -dentro o fuera de la fachada de «¡progresista global!»- estarían por llegar.