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El paro del 31M, la campaña electoral y la izquierda real

Fuentes: La Izquierda Diario

El paro contra el impuesto al salario y las razones de Moyano. La huelga y el escenario electoral. Los «partidos patovicas», el panorama todavía abierto para Macri, Scioli y Massa. La izquierda real en el movimiento obrero y en la disputa política en la maratón de elecciones. El titular de la CGT opositora, Hugo Moyano, […]

El paro contra el impuesto al salario y las razones de Moyano. La huelga y el escenario electoral. Los «partidos patovicas», el panorama todavía abierto para Macri, Scioli y Massa. La izquierda real en el movimiento obrero y en la disputa política en la maratón de elecciones.

El titular de la CGT opositora, Hugo Moyano, convirtió la huelga del transporte convocada para el 31 de marzo en un paro nacional. A la central que conduce Moyano se sumaron la CGT que responde a Luis Barrionuevo y la CTA que lidera Pablo Micheli y varios sindicatos más.

La novedad fue la adhesión de Rodolfo Daer del sindicato de la alimentación que no está encolumnado con ninguna de las centrales convocantes. Sin embargo, voces de las fábricas alimenticias aseguran que los delegados de la lista Verde que responden a Daer le dan un carácter tímidamente «opcional» a la participación en el paro, lo que equivale a decir que no lo impulsan.

Moyano es un tiempista en la gestión burocrática del malestar social de una fracción de los trabajadores. Su «arte» -en el que ha demostrado ciertos dotes que explican, en parte, su persistencia-, consiste en captar el momento en que un malestar puede transformarse en verdadera bronca e impulsar acciones que permitan «metabolizarla» sin riesgos y administrarla para sus intereses políticos.

Uno de los objetivos del paro es responder a la cada vez más extendida y justa bronca que existe entre los asalariados afectados por el impuesto y gestionar el reclamo con medidas contenidas y en cómodas cuotas. Acciones disgregadas y sin continuidad que sirvan para mostrar como amenaza, el potencial social de sus dirigidos, pero del que nunca hace un uso contundente para imponer las demandas con efectividad. Son las clásicas medidas del «conservandorismo» que caracteriza a la corriente moyanista.

En su respuesta, el gobierno usa la aritmética porcentual y afirma que quienes pagan el tributo son poco más que el 8% de los trabajadores. Es una verdad relativa, basada en una contabilidad manipulada, aunque leída con otros números más específicos, el porcentaje contiene a bastante más que un millón y medio de asalariados. Pero además, en términos de su ubicación en la estructura social, ocupan posiciones estratégicas para el funcionamiento de la economía (camioneros, petroleros, bancarios, trabajadores del transporte e industriales de varias ramas, entre otros).

En la cadena nacional de este jueves, la Presidenta «ninguneó» la convocatoria al paro y el reclamo contra el impuesto y anunció magras medidas que intentan incentivar el consumo. Fue notoria la ausencia del jefe de la CGT oficialista, Antonio Caló (UOM), y del Secretario General de SMATA, Ricardo Pignanelli, dos que hasta ahora tenían asistencia perfecta.

El kirchnerismo tiene una relación ambivalente con esa franja de los trabajadores en la que perdió ascendencia y con la que viene desarrollando un lento pero persistente proceso de ruptura que se manifestó distorsionadamente en el distanciamiento de Moyano, hace más de cuatro años. Los tres paros nacionales que se produjeron en el último tramo de las administraciones kirchneristas, reflejaron esa disidencia nunca reconciliada.

El otro objetivo de la medida gremial es político: operar en la campaña electoral, desgastando al gobierno e intentando fortalecer a las alternativas entre las que orbita Moyano y que van desde Daniel Scioli, Sergio Massa o Mauricio Macri. Para ellos también hay un mensaje explícito: la burocracia sindical no quiere quedarse afuera de una eventual futura coalición de gobierno.

Cualquier candidato de los partidos tradicionales deberá lidiar con la clásica «maldición» de la Argentina burguesa contemporánea, que Juan Carlos Portantiero graficó con una sentencia: «sobran sindicatos y falta burguesía nacional».

El dirigente de la CTA oficialista, Hugo Yasky, un hombre que se caracteriza por ser un adelantado en el arte de carnerear, salió a declarar: «Es un paro que trata que algunos dirigentes sindicales puedan aparecer haciendo fila atrás de estos representantes opositores». El complemento a esta media verdad, es que dirigentes como Yasky salen tempranamente a oponerse a cualquier medida, bajo cualquier forma y en cualquier momento; para aparecer primero en la fila de los felpudos que buscan ser aceptados por la Casa Rosada.

El programa de los sindicatos del transporte y del moyanismo se limita al reclamo -justo pero limitado-, contra el impuesto al salario; mientras el 50% de los asalariados cobra menos de $5500. Junto con el método de la convocatoria, a las apuradas, por TV y sin ninguna discusión en las bases; expresan los mezquinos objetivos de Moyano y sus aliados.

En este escenario de una dirigencia sindical quietista y vergonzosamente subordinada al Gobierno y otra que va al paro, pero sin contemplar las demandas y necesidades de la amplia mayoría de los trabajadores, aunque abriendo un posible canal de expresión; la intervención del sindicalismo de izquierda se vuelve fundamental. Para plantear un programa de unidad de todo el movimiento obrero y expresarlo en las calles. Eso discutirán las comisiones internas y referentes sindicales de la izquierda que están preparando una reunión para el próximo sábado en la industrial zona norte del Gran Buenos Aires, para imponer su impronta el próximo 31M.

El paro y el aliento que imprime al reclamo contra el impuesto al salario abre un nuevo frente de disputa para el Gobierno, en momentos en que comienzan a discutirse las paritarias y cuando festejaba el fallo de la Cámara que rechazó la demanda iniciada por Nisman, con lo que pretende cerrar la crisis abierta por la muerte eternamente dudosa del fiscal.

El paro y la campaña

La indecisión de Moyano para terminar de definir su apoyo político a algún candidato demuestra también que el escenario nacional sigue abierto.

La guerra de encuestas con diferentes y opuestos resultados es una parte -y no menor- de la disputa política.

La definición de la Convención radical de Gualeguaychú fue un respaldo para Macri. Sin embargo, sigue con un problema en lo que el analista político y bloguero Andy Tow denominó «el imperativo bonaersense». Es decir, sigue sin candidato en «la provincia», definitoria en cualquier elección nacional. Además, el radicalismo del NOA y NEA continua reclamando el permiso para unir sus boletas locales a varios candidatos a presidente y no sólo a la del jefe de Gobierno porteño. En esta «cruzada» tienen el apoyo de los derrotados en la Convención, como Ricardo Alfonsín.

Massa, por su parte, intenta superar la crisis por la que atraviesa su proyecto, ordenando la tropa en territorio bonaerense. En un congreso que se realizará el próximo sábado apostará a definir sólo dos precandidatos para la gobernación. Mientras continúa peleando nacionalmente por sostener la adhesión del radicalismo derrotado en Entre Ríos y retoma el plan de acercar al viejo «peronismo federal», en las figuras de Rodríguez Saá de San Luis y del mismo De la Sota de Córdoba.

En el Frente para la Victoria, continúa el festival de bajadas y subidas de candidatos que nunca fueron. Scioli deambula entre dos no lugares. Para mantener la adhesión del «núcleo duro» kirchnerista, algunos días se muestra como un (in)creíble cristinista furioso, pierde las simpatías del centro y nunca es aceptado del todo como candidato «natural» del proyecto. Si practica el «sciolismo», su deporte favorito, es castigado por el «cristinismo puro».

Mientras tanto, Cristina Fernández levanta el perfil de sus delfines más fieles, ya sea con el objetivo de acomodarlos en las listas oficialistas (y eventualmente rodear a Scioli), pero manteniendo la amenaza de la aventura de ir por el «todo o nada». Axel Kicillof fue el último beneficiado de esta estrategia y también hubo una mención en la cadena nacional para Sergio Berni, que blanqueó sus pretensiones electorales en la provincia de Buenos Aires. Pero el ministro de Economía fue un invitado de lujo, la propia Presidenta le concedió el micrófono en medio de su discurso para una explicación irrelevante, mientras durante toda la «década ganada» fue artista exclusiva en estas obligadas transmisiones televisivas.

Los partidos «patovicas»

Los dichos del radical jujeño Gerardo Morales pintan de cuerpo entero el estado de situación de la casta política burguesa argentina. «Lo único que queremos es poder colgarnos de todos, incluso de Margarita Stolbizer», afirmó en un acto de honestidad bruta, sin sonrojarse ni ponerse colorado.

Es un mentís a la tan festejada revitalización de los partidos que muchos habían visto en la Convención de Gualeguaychú. El politólogo Andrés Malamud definió que el radicalismo y el peronismo «son los patovicas de la política argentina». Puede tener un aspecto de verdad -contrario, creemos, al que pretende otorgarle Malamud-, si se toma la metáfora en un sentido literal: aparatos sin programa, sin anclajes populares y sobre todo sin ideas. Su «hinchazón» la obtienen de la ocupación por cualquier medio de posiciones en el Estado, que vendría a ser algo así como el gran proveedor de anabólicos para las difusas y envejecidas formaciones tradicionales.

La izquierda real

Mientras tanto, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, al que algunos analistas comienzan a denominar «la izquierda real», se prepara para una intervención independiente en el paro del 31M, desde las posiciones conquistadas en las organizaciones de base del movimiento obrero (comisiones internas y cuerpos de delegados). Pero además, para dar la pelea política en este escenario abierto en el terreno electoral, el más adverso para la izquierda real. A la prueba -superada con éxito-, de la primera elección del año en la Capital de Mendoza, ahora se suman las contiendas en la CABA, Santa Fe, Neuquén y Salta. El desafío en los próximos días estará en la combinación de una intervención audaz y combativa en las peleas del movimiento obrero que, pese a la contención impuesta por los dirigentes sindicales, volverá a ocupar la escena, y en expresar estas demandas en a las múltiples batallas electorales que signarán al año político.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/El-paro-del-31M-la-campana-electoral-y-la-izquierda-real