Feminista, marxista y anticolonialista. Esos son los tres ejes en que gira el ideario político de la activista trasandina. En entrevista con El Desconcierto, Korol repasa la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. «El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca […]
Feminista, marxista y anticolonialista. Esos son los tres ejes en que gira el ideario político de la activista trasandina. En entrevista con El Desconcierto, Korol repasa la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. «El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca Más para nuestros pueblos», opina.
De toque a toque. Así eran las fiestas que recuerda Claudia Korol en Chile. Entraban antes del toque de queda y salían después. Eran los años ’80 y, en plena dictadura militar, Claudia llegó al país como dirigenta estudiantil universitaria, con las brigadas de trabajo voluntario. Conoció de cerca la lucha contra ese régimen. Tanto, que terminó escribiendo un libro llamado «Rebelión».
«El libro trata de ser un aporte chiquito a la rebelión chilena. Nos involucramos mucho en esa historia de la juventud que estaba pensando concretamente en derrocar a la dictadura a partir de la lucha del Frente Patriótico, el MIR, el Lautaro, las distintas organizaciones», comenta.
Claudia habla casi siempre en plural. Militante, activista, feminista. Se presenta como educadora popular y miembro de la organización Pañuelos en Rebeldía, colectivo que trabaja en la formación desde una pedagogía feminista, descolonizadora y anticapitalista.
Su trabajo es reconocido en todo el continente por lograr esa conjunción que pareciera algo extraña, pero que ella hace sonar simple. Desde la experiencia del trabajo en concreto, desde los cuerpos oprimidos de las mujeres, los territorios saqueados, la explotación. El debate, dice, no es teórico.
Claudia Korol fue una de las invitadas estelares al Seminario «Proyectos revolucionarios en América Latina: Una mirada desde el feminismo», organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres, un colectivo que agrupa a organizaciones feministas a lo largo del mundo.
En entrevista con El Desconcierto, repasa su amplia relación con Chile, su amistad con Gladys Marín, el Ni Una Menos, la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. Hábil conversadora y de fácil risa, los ejes de un proyecto socialista, feminista y anticolonial parecen ordenar sus palabras, su pensamiento y su vida.
Su amiga Gladys
«Yo soy parte de una generación que nació en la lucha política con Chile. Era muy joven, en mis primeras nociones de militancia en el colegio secundario se había iniciado el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Las campañas de alfabetización, la reforma agraria, la nacionalización del cobre, soñábamos con venir para eso. Y en eso vino el golpe, que fue muy duro, no solo en términos de represión, sino en frustración para nuestros sueños. Por eso digo que es una generación que nació con Chile y con el golpe, es una marca muy fuerte», afirma.
– Y después vinieron los golpes en los otros países de América Latina…
– Y ahora que hay tantos golpes en América Latina… tenemos más experiencias en golpes que en revoluciones jaja. Hemos vivido revoluciones, pero la marca de nacimiento fue el golpe de Chile. Cantábamos en Argentina que íbamos a cruzar la cordillera para estar con el pueblo chileno, nuestro deseo era estar acá. En los ’80 vinimos con las brigadas de trabajo voluntario al sur, estuvimos con el pueblo mapuche y los estudiantes. Después volvimos cuando fue el terremoto. La solidaridad era con los afectados y las organizaciones chilenas que luchaban contra la dictadura, soñando y peleando por la rebelión popular.
– ¿Qué es lo que más recuerdas de esa época?
– Cada vez que vengo me emociona, porque fue un momento intenso de vínculo. La primera vez estuve con el pueblo mapuche y sus comunidades amenazadas por la presencia de los pacos y la represión. Aprendí mucho de su capacidad de enfrentamiento y resistencia, claro que como yo era la extranjera me mandaban al frente para poner la cara cuando venían los medios jaja. Muchos años después, cuando volví, muchos compas me lo recordaron, se dieron lazos de convivencia muy fuerte, lazos fraternales en condiciones que pensabas que todos los días podrías perder la vida, una cuestión cotidiana con el pueblo mapuche. Después estuve bastante en Valparaíso, me acuerdo mucho de las fiestas.
– ¿Cómo eran esas?
-Las de toque a toque, entrábamos antes del toque de queda y salíamos después jaja. La idea de que eramos jóvenes no se había perdido, la alegría, la idea de la fiesta, de hacer de las cosas.
– Te relacionaste mucho con esa resistencia activa a la dictadura. Después otra cosa fue cómo se gestó la vuelta a la democracia y cómo siguió, lejos de eso.
– Totalmente. En realidad mi entusiasmo fue la experiencia de la juventud que se radicalizó, se organizó. Los niveles de confrontación eran importantes y tengo recuerdos intensos que siempre me acompañaron para pensar la capacidad de resistencia organizada de los pueblos, aún en condiciones tan difíciles. Hoy le contaba a una compañera que yo estaba en Santiago cuando fue el tema de los degollados. Alcancé a estar en el cementerio, a Manuel (Guerrero) lo escuché de niñito hablar, exigiendo el derecho de los niños a tener padres, algo que me quedó muy grabado. También cuando fue la inmolación de Sebastián Acevedo… es que siempre pasaba algo acá. En la Argentina no se habían desarrollado organizaciones con esa capacidad de resistencia. Hubo otras, pero la idea de derrocar a la tiranía de ese modo, de la insurrección, el levantamiento armado, esas perspectivas no se habían desarrollado. Era una apuesta súper importante que hacía la juventud chilena. Sabía que habían partidos y organizaciones atrás, pero quienes fundamentalmente salieron a poner el cuerpo fueron los y las jóvenes. De ahí nos expulsaron del país y volví cuando fue el lanzamiento de la candidatura presidencial de Gladys Marín.
– Fueron amigas con Gladys. Me imagino grandes debates entre ustedes…
– Fue parte de nuestra amistad poder discutir con mucho respeto y apasionadamente a la vez, por cómo éramos las dos jaja. Fue muy fuerte e intensa la relación. Cuando ella lanzó la candidatura estuve en la fiesta de los abrazos. Después me invitó al lanzamiento en el sur y, como yo había estado antes, fue muy lindo volver. Hubo debate con las organizaciones mapuche que no apoyaban la candidatura, por eso digo que ella tenía capacidad para dialogar. Todos explicaron su estrategia, de porqué unos le apostaban a las elecciones y otros no, con las posiciones de autonomía de los colectivos. Fue un debate de dos días súper interesante. Estuve varias veces con ella acá y en Argentina y de ahí sale otro libro, el de conversaciones con Gladys Marín.
– ¿Y cómo ves la figura de Gladys para la izquierda en Chile? Además de no haber muchos liderazgos femeninos, ella incorporó al mundo de la diversidad sexual que no tenía cabida hasta entonces.
– Los recuerdos que tengo de los 11 de septiembre en Chile son con Gladys y Pedro. Íbamos a la marcha, nos comíamos los gases en el cementerio y después íbamos a la casa de Gladys. Su amistad con Pedro fue fundamental para que ella cambiara y que él se sintiera querido y protegido en su identidad política. Muchos compañeros no lo querían a él por esa homofobia. Gladys abrió un camino porque sabía escuchar mucho y se dejaba interpelar. Dialogamos un montón de temas del feminismo y desde su experiencia de vida ella se dejó atravesar por esas reflexiones. Además se enfrentó a un partido patriarcal, eso lo sabía, no había que contarle de las resistencias que tenía que enfrentar una mujer en una organización política. Ella se adelantó en varias cosas al partido y su tiempo y nos abrió camino. Se puso con toda la voluntad para hacer las revoluciones que queríamos.
Guerra al patriarcado
– Ante esta aparición masiva del Ni Una Menos, ¿qué posibilidades crees que abre para el movimiento feminista?
– Es una gran oportunidad, nosotras lo llamamos una rebelión anti patriarcal, aunque en verdad es una rebelión contra los femicidios. Lo que llevó al Ni Una Menos es un miedo a la muerte. De parte de las mujeres, que decimos ya basta de matarnos e incluso de algunos varones que dicen qué pasa que de pronto te pueden matar o desaparecer a tu novia, tu hija, tu hermana. El patriarcado desató una guerra contra las mujeres y la respuesta espontánea fue el Ni Una Menos. Ahora, así como nació de la nada puede volver a la nada si no se construye, pero nos abrió muchas posibilidades. Ya lo que hizo es importante, visibilizar la violencia patriarcal y acercar el feminismo, aunque sea instintivamente, a una generación. El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca Más para nuestros pueblos.
– Como se rechazó a la dictadura en Argentina…
– Sí. Ni Una Menos dialoga con el Nunca Más porque son la búsqueda para ponerle freno a la muerte y a la impunidad de los agresores. Nos desafía a repensar las nuevas formas que debemos hacer como feministas. En Argentina tuvimos 31 Encuentros Nacionales de Mujeres hechos previos al de este año, y esos encuentros abrieron la posibilidad del Ni Una Menos. La campaña del derecho al aborto seguro, libre y gratuito también es una campaña de más de 10 años, así como una gran cantidad de campañas de los colectivos feministas. Pero el Ni Una Menos saltó todo y al mismo tiempo nos involucró a todas. El desafío ahora es cómo dar pistas organizativas, que no lo amarren tampoco tanto, porque a veces en la idea de querer tener todo controlado podés matar la espontaneidad. Que el movimiento siga, pero con cuestiones concretas.
– ¿Cómo se traduce eso?
– No en una capitalización política, sino en que las compañeras se sientan movilizadas y estimuladas a hacer denuncias que antes no hacían. Ellas tienen que tener respuesta y esa respuesta requiere organización, porque hay que acompañarla al juzgado, al tribunal. Ahí es donde hay que jugar, no en una disputa de quién figura, sino quién acompaña a las que se animan a dar ese paso.
– Pero el intento de figurar existe. El mismo Macri se sacó fotos con un cartel de Ni Una Menos. Acá se iluminó La Moneda con la consigna para la última marcha.
– Nosotras no nos desesperamos por eso, aunque algunas compañeras sí jaja. Ya después de la segunda marcha que Macri ni sus funcionarios se aparecen, porque si van la pasan mal. Ahí hay que decir: «Bueno, si estos tipos se quieren aprovechar vamos a intentar que no lo hagan, vamos a decirle todo lo que hacen mal si se aparecen». Ahora, la disputa no es mediática. Lo fundamental es que no haya frustración en los casos concretos de las vidas concretas de las mujeres o travestis concretas que están sufriendo violencias y que pueden ser asesinadas. Ponemos el ojo en cómo concretar esa lucha por la vida y la justicia. Ahora tenemos el 32° Encuentro Nacional de Mujeres en el Chaco, donde hay una chica desaparecida, Mayra Benítez, y al gobernador, que también dice Ni Una Menos, le decimos que queremos que Mayra esté en el Encuentro, con vida. ¿Y qué hacés vos para traerla, para desarticular las redes de trata en tu provincia? Es decir, es buscarle esa vuelta que ni siquiera es discursiva, es concreta, necesitamos que aparezca Mayra. Ese tipo de acciones nos va a permitir superar esa disputa.
– ¿Cómo debe relacionarse con los distintos feminismos, ya sea institucional, de ONG, etc? Pienso, por ejemplo, en el aborto en tres causales en Chile, gran avance para el país, pero todavía mínimo en cuanto al porcentaje de mujeres que abortan.
– Nosotras nos definimos dentro de la corriente del feminismo popular, pero lo que intentamos es no matarnos con otras corrientes feministas sino ver en qué podemos avanzar juntas y, en lo que no, discutir, debatir, polemizar, pensar cómo empujar más fuerte. Pienso que, y nos pasa a las izquierdas en general, como que les exigimos a otros cosas que nosotros no estamos en condiciones de garantizar. Tenemos que empujar todo lo que podamos, sabiendo que todas las libertades no se van a dar dentro del capitalismo. Muchas corrientes del feminismo son burguesas, que buscan un espacio dentro de la institucionalidad burguesa y no están preocupadas por destruir esa institucionalidad. Nosotras, con esto que te decía de acompañar a esta chica, a esta familia, lo hacemos sabiendo que vamos a chocar con los límites de este sistema político, cultural, económico, social que hay que derrumbar si es que queremos realmente pensar en la pacificación de la vida de las mujeres. ¿Cómo terminamos con la guerra contra las mujeres? El capitalismo, el patriarcado y el colonialismo la van a seguir realizando. ¿Y quiénes son las víctimas de redes de trata y prostitución? Las mujeres pobres, indígenas, migrantes. Ahí hay grandes ganancias del capital. Entender esas relaciones también es decir, bueno, no todas las mujeres que luchan por una ley tal o cual están pensando en las revoluciones que nos faltan en nuestros países.
Sin socialismo no hay feminismo
– Es interesante cómo haces dialogar al feminismo con el anticolonialismo, algo propio de nuestros países en América Latina, y además con el marxismo, una corriente que no se caracteriza precisamente por ser feminista.
– Ahora como que empiezan a haber marxis-mos, feminis-mos y anticolonialis-mos jaja. Yo me reconozco dentro de una vertiente que las asume las tres. El marxismo en la dimensión de la lucha socialista donde, como dicen las campesinas del movimiento sin tierra, sin feminismo no hay socialismo. Nosotras decimos que sin socialismo no hay feminismo, porque la realización de la plena libertad de las mujeres no se puede dar en el marco del capitalismo. Reconociendo nuestras raíces, estamos en un territorio donde el capitalismo y el patriarcado se establecieron a partir de la conquista. La lógica que relaciona el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado está entrelazada, es un mismo sistema de múltiples opresiones y, cuando hablamos de los cuerpos concretos de las mujeres, están esas opresiones. Es más que un debate entre teorías, lo relacionamos con una práctica y una experiencia. En la Argentina estamos tan conmocionadas por Santiago Maldonado. Las compañeras del Ni Una Menos están diciendo de hacer una asamblea en El Bolsón, que es donde está el Lof Cushamen, donde desaparecieron a Santiago. Son todas las mismas luchas y somos las feministas las que vamos a ir ahí, pensando que la desaparición tiene que ver con el intento de frenar la lucha del pueblo mapuche, que está recuperando tierras de Benetton y defendiendo el derecho al territorio. Para nosotras feministas, el territorio y el cuerpo son dimensiones de nuestra lucha, entonces nos parece natural estar ahí, como también estar en la carpa de Pepsico con las trabajadoras que ocupan su empresa y están resistiendo las políticas de precarización laboral. No tenemos unos pocos «temas de mujeres», son todos nuestros temas y ahí es donde se relacionan en la lucha concreta. Si es una lucha anticapitalista porque estamos en Pepsico, nos va a servir el marxismo para analizar qué está pasando en el marco de esta etapa del capitalismo y nos sirve para pensar que las mujeres de Pepsico tienen una realidad particular en relación a los varones. Y así vamos hilando las reflexiones.
– ¿Y qué significa dar esas luchas desde los cuerpos y el territorio?
– Estamos en una guerra contra los cuerpos de las mujeres. Esa guerra nosotras la tenemos que dar en el territorio más que en la propaganda. La campaña hay que hacerla en los medios, pero quienes conocen cómo funciona la red son las mujeres del territorio. Dónde está el tipo o los grupos vinculados a las redes de trata o al narco, cómo juega la policía del territorio en alianza con eso, por dónde las lleva, cuáles son los bares donde funciona. Eso en un territorio se sabe y no se dice por seguridad, por miedo. Tenemos que encontrar un modo para poder recuperar a las pibas que nos desaparecen. Es un trabajo que no da prestigio, no figura y mejor que no lo haga, pero que es necesario. En las escuelas, las maestras o profesoras saben que si las chicas faltan lunes y viernes es que están siendo captadas para alguna de esas redes porque son los días que funcionan. Ese tipo de cosas se conoce cuando hay trabajo territorial, de organización y relación con las mujeres para construir estrategias que hoy más que nada es sobrevivencia, que no nos maten, pero esperamos que sea para vivir y vivir bien.
*
Claudia toma una pausa y vuelve a recordar las fiestas en Valparaíso en los ’80, las de toque a toque. En medio de una conversación tornada trágica, apunta a cómo dar vuelta la situación políticamente. Habla del deseo, de la alegría, de la fiesta.
«Estoy segura de que no hay capacidad de resistencia sin una capacidad de fiesta y alegría, esas fiestas de toque a toque jaja. Lo aprendí acá eso. De verdad, no se sostiene la lucha sobre la base del martirio y el dolor. Muchas veces la captación de jóvenes tiene que ver con desastres familiares que hay. Entonces, que las chicas encuentren sus lugares de construcción de identidad en sus territorios y no que tengan que salir a ser mulas de los narcos. Es un desafío bien importante y grande que tenemos».