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Del libro “Entre el deseo y la realidad” del Observatorio de Medios-UTPBA

El periodismo, a sol y sombra

Fuentes: Red Voltaire

El periodismo es, de mínima, como un baquiano del pulso y la respiración de la sociedad. En su rutina profesional, la retrata tanto en sus grandezas como en sus miserias. Se trata, entonces, de un puente entre el pueblo y los factores de donde emerge el interés generalizado o segmentado de la comunidad en todos […]


El periodismo es, de mínima, como un baquiano del pulso y la respiración de la sociedad. En su rutina profesional, la retrata tanto en sus grandezas como en sus miserias.

Se trata, entonces, de un puente entre el pueblo y los factores de donde emerge el interés generalizado o segmentado de la comunidad en todos los rubros, como los de carácter político, económico, recreativo, de servicios, entre otros. El periodista informa, presencia, esclarece los hechos relevantes, los investiga, analiza, comenta, advierte, juzga, da pistas para que lo procese el receptor con su propio punto de vista.

Existe una creencia aparentemente generalizada sobre la necesidad de que el periodismo se ejerza con absoluta objetividad. Pero ser objetivo no es equivalente a una posición neutral. La subjetividad existe en las entrañas del ser. Para dar un ejemplo visceral: para quienes ejercimos esta profesión durante la dictadura, la defensa de la democracia y de los derechos humanos son ejes fundamentales, intrínsecos, en el desarrollo de nuestra profesión; por lo tanto la libertad de opinión, de expresión y de información, son parte de los derechos humanos. En consecuencia, esos valores constituyen un bien social, nunca un producto del mercado.

Queda claro, entonces, que el periodismo no es un espectáculo. Importa la noticia, que es el hecho en sí, más que el protagonismo de quien la cuenta. Se trata de un cuarto poder ejercido bajo el imperio de la libertad, el sentido crítico, el compromiso moral y ético con la sociedad. Sus instrumentos: la búsqueda de la verdad, la propia conciencia, el rigor y la calidad profesional. Se hace con el coraje que da el amor por el oficio, las convicciones, las evidencias y la condición de ser intérprete del pueblo ante una historia merecedora de ser difundida. El periodista es un difusor de realidades y de verdades. Nada más y nada menos.

Pero hay contaminaciones. Muchas veces, lamentablemente en su nombre, la profesión es ejercida con un sentido inverso al de su esencia: desinforma en vez de informar. Y la tarea básica es ésa: captar noticias, investigar, difundir lo que el pueblo debe saber a través de las nobles herramientas de la palabra y del sentido común, que a veces no es el más común de los sentidos.