Entre las muchas habilidades de Pascual Serrano como excelente periodista acreditadamente profesional y, a la par, fervientemente «alternativo» (no es una paradoja, si se considera su prolongada y ya muy elocuente ejecutoria) está la de pescador de perlas . Quienes hemos sido, en nuestra lejana infancia y casi tan lejana adolescencia, lectores de las novelas […]
Entre las muchas habilidades de Pascual Serrano como excelente periodista acreditadamente profesional y, a la par, fervientemente «alternativo» (no es una paradoja, si se considera su prolongada y ya muy elocuente ejecutoria) está la de pescador de perlas . Quienes hemos sido, en nuestra lejana infancia y casi tan lejana adolescencia, lectores de las novelas de Emilio Salgari, no nos hemos olvidado de aquella en la que el que fue popular novelista italiano relataba las aventuradas hazañas de «los pescadores de perlas» (tal era el título de su relato), cuya acción, si bien lo recuerdo, transcurría en unas aguas perlíferas de Ceylán. El pescador de perlas se sumergía y prolongaba su inmersión, en la medida de su resistencia, en las profundidades, hasta dar, muchas veces con riesgo de su vida y gran sufrimiento de sus pulmones, con las anheladas ostras de tan valioso contenido; las, así llamadas, «madreperlas».
Hoy nos enfrentamos, en el presente libro, a estas (perlas) de la comunicación halladas por Pascual Serrano en las aguas mediáticas en las que él nada -de nadar- y pesca cada día y todos los días para nosotros, si no con riesgo con su vida, sí con malestar frecuente para su olfato, dado lo pestífero -ya que no perlífero en el buen sentido- de estas joyitas que lo son a veces del horror, otras de la estupidez, y siempre testimonios de una ideología que se revela en ellas y descubre lo que sucede en las cloacas del capitalismo, en las aguas turbias de los intereses más bastardos y fanáticos. Salir a la superficie con esa pesca es una hazaña; Pascual Serrano es experto en esas exploraciones, y afronta el riesgo de morirse, aunque nada más sea de risa, o, en algún momento, de asco, en sus inmersiones en esos media.
Parece claro que no es la comicidad el eje de sus exploraciones, y ello nos hace recordar las diferentes significaciones que se puede dar a la palabra «perla» en esa área de la semántica. (Incluso «perla» puede considerarse un hallazgo feliz, y tal significación ha atribuido un periodista amigo, recientemente, a algunas pequeñas ideas que yo había expresado, y que él ha calificado de «brillantes perlas»). En general, se subraya la comicidad de las «perlas» que se hallan en la prensa o se oyen en la radio y en la televisión, en dos sentidos opuestos: las perlas del ridículo y las del ingenio más fino y hasta «decadente». Entre las primeras, se puede recordar, casos como el de aquel consejero cultural gallego que declaró su interés por asistir, en las fiestas locales, «al recital de la cantante gallega Carmina Burana», o las «barbaridades y los disparates de clase» como las muestras que Javier Tapia Rodrígez recogió en un libro; así la cultura de los estudiantes que consideraron entre las «maravillas» del mundo «el farol de Alejandría» o «el goloso de Rodas», o la de aquel otro que a una pregunta sobre la India respondió que «está bañada por el Eufrates, un río lleno de desperdicios y de tigres». En Celtiberia Show, Luis Carandell recogió muchas «perlas», como la que sigue a continuación, hallada por él en un anuncio de la película El asesino, cuyo protagonista fue Marcello Mastroianni: «Asesino sí, pero no de personas, sólo se dedicaba a las mujeres».
En muchos de estos ejemplos converge la comicidad -muchas veces ingenua, propia de ignorantes inocentes- y la perversión de la ultraderecha, como cuando el diario ABC dio aquella famosa información de un accidente de tren con la coletilla de que «afortunadamente todos los muertos viajaban en tercera clase», involuntarias revelaciones de una ideología canalla.
En cuanto a las «perlas» propias del ingenio más agudo y sagaz (y a veces progresista), se puede traer a colación aquella cita del poeta Vicente Huidobro, para quien «los cuatro puntos cardinales son tres, Norte y Sur»; o, en un nivel descomprometido y jovial, las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, que nos decía, por recordar alguna, que «el linóleum viste de latín los suelos». (Siguiendo su estela, a mí mismo, como a otros colegas, se me han ocurrido algunas greguerías, como la siguiente: «En las oficinas de pastelería hay milhojas de reclamaciones». Me disculpo por la autocita).
Ahora estamos ante este brillante libro de Pascual Serrano, para quien sus hallazgos no tienen como objetivo hacer reír sino radiografiar el sistema que él somete a crítica, y lo hace, además no presentando sus «perlas» desnudas sino acompañadas de sencillos y justos comentarios y observaciones, que son, en definitiva briznas -¿perlas?- de conveniente y oportuno pensamiento crítico. En este sentido, desborda el objetivo que parece adelantar en su subtítulo: «Patrañas, disparates, trapacerías». Sí, pero también más cosas, evidentemente.
Estas «perlas» que viene recogiendo -ésta es su segunda entrega- Pascual Serrano son pequeñas cristalizaciones prácticas, significativas de la ideología más reaccionaria -lo que llamó Simone Beauvoir «el pensamiento de la derecha»- que se expresa muchas veces en esos «hallazgos», revelaciones inesperadas (o no) de la insolidaridad y de la desfachatez propias del Sistema bajo cuyo imperio vivimos. Entre tales hallazgos, tomemos alguno que otro al buen tun tun, aunque quien lea este libro los va a encontrar todos en ese «collar de perlas» que, en definitiva es esta selección. Veamos por ejemplo que el pescador de perlas encuentra un 11 de enero en la CNN «unas declaraciones de Bush en las que afirma que la idea de que Estados Unidos quiera atacar a Irán es ridícula, pero todas las posibilidades están abiertas». Comentario del pescador: «Por si alguien creía que las opciones ridículas estaban descartadas por la Casa Blanca«.
Un 8 de marzo el pescador encuentra que «la presentadora del noticiero de TVE 1 informa sobre Irán y su iniciativa de desarrollo nuclear y afirma textualmente: Irán amenaza con defenderse». Comentario benévolo del pescador: «Parece que algunos hasta cuando dicen que se van a defender están amenazando».
Un 18 de diciembre en el informativo de tele 5 «la locutora habla sobre la capacidad de hacer daño de la resistencia afgana cuando las imágenes muestran a los afganos fabricando bombas caseras». Comentario casi angelical del pescador: «Sin embargo, no hablan nunca de la capacidad de hacer daño cuando se emiten imágenes de las industrias de armamento en España. Esos -concluye el comentario con una dulce ironía – son puestos de trabajo y material de defensa».
Hasta aquí llegamos en nuestras citas, pues es un principio elemental de cualquier prólogo que se precie no destripar el libro al que acompaña en tal función prologal. En éste, que es la segunda entrega que Pascual Serrano hace de estas perlas tan elocuentes, el periodista ha vuelto a la superficie, desde sus inmersiones cotidianas de los últimos meses con una buena cosecha. Ahí, ahí está el «pensamiento» del Sistema con su imperturbable desvergüenza que tanto da para reír, aunque tal no sea el propósito del pescador, y un poco también para llorar. Estos collarines de perlas hacen bien en los cuellos de los agentes de la derecha en las distintas versiones, desde las más domésticas (Aznar, ¡que ahora acaba de confesar que él no sabía que no hubiera armas de destrucción masiva en Iraq! ¡Dios mío! ¿Cómo es que no se muere de vergüenza o de remordimiento?, o Rajoy) hasta los más cosmopolitas o planetarios (Bush y sus colaboradores cotidianos), pero también en las bases populares de la Derecha que se mueven por las calles de nuestras ciudades clamando por una Democracia que a cada momento desmienten y traicionan.
Información relacionada:
«Perlas 2. Patrañas, disparates y trapacerías en los medios de comunicación», de Pascual Serrano